Cuando supe que de nuevo vendría Peter Hook a dar un concierto tuve mis dudas. El ex bajista de Joy Division y New Order visitó Guadalajara [México] hace un par de años para dar un set de DJ que cualquiera pudo haber programado desde una lista de reproducción del iTunes.
Fue un capricho, supongo que lo hizo para seguir en los escenarios, por mercantilismo, por nostalgia (dos años atrás había abandonado New Order) o sólo por viajar. Con gusto me enteré de que esta vez vendría con banda en vivo, y él mismo tocando el bajo. La publicidad buscaba dejarlo muy en claro: se tocaría todo el Unknown pleasures, álbum debut del grupo originario de Manchester. Con eso bastaba para convencerme, el siguiente paso sería conseguirme el boleto.
Por lo general trato de asistir a las taquillas de donde será el concierto, un tanto para no pagarle más a Ticket Master, pero no es por tacañería, sino más bien por ese detalle perdido de los boletos impresos previamente y menos estandarizados (en los puntos de venta un boleto en blanco bien puede acabar como una entrada para la Filarmónica de Jalisco o para un festival de música de banda). Por fortuna, en esta ocasión no se trataba de un concierto organizado por la trasnacional, así que los boletos (para gusto de los nostálgicos y bebedores) estaban disponibles en varios bares de la ciudad. Fui, bebí y me compré mi boleto para Joy Division (así dice el impreso), y me sentí viajar en el tiempo hasta 1979, en la lluviosa Inglaterra. Por eso cuando llegó ese jueves y desde media tarde la lluvia inundó la ciudad sólo pude pensar que así tenía que ser el día en que Hook tocara su repertorio de Joy Division: jueves y lluvioso.
Seguramente la primera vez que escuché a Joy Division fue un jueves, por eso que haya sido en ese día de la semana me lo recuerda aún más. Desde mediados de los noventa (si confío en mi memoria) la extinta estación de radio Sonido 103 emitía todos los jueves un programa de música del género: post-punk, dark, gótico, industrial. Por supuesto que la banda liderada por Ian Curtis no estaba fuera de la programación habitual de Dark Wave, el nombre de la emisión. Más todavía: el programa comenzaba con una cortinilla con los primeros sonidos de “She’s lost control”, otra razón para recordar los años de preparatoria y la iniciación en la música.
No sé si éste fuera un almacén similar a los que albergaron conciertos de Joy Division al principio de su carrera: ya en el interior, a la derecha había unos baños improvisados con tablarroca, a un costado un cuarto con tiliches y un par de motos arrumbadas; a la izquierda una larga barra de bebidas (con una larga fila de clientes), y al centro del lugar una canasta de basquetbol.
A pesar del tráfico por la lluvia llegamos casi a la hora en que se abrirían las puertas, según el boleto (9 pm). En el portón abierto de la bodega no decía el nombre del lugar, no el anunciado The Warehouse, literalmente El Almacén, sino el nombre algo sarcástico de “Magno Domo”, sarcástico porque no se trata de un domo, y mucho menos magno (es una bodega pequeña). Entre camiones, un generador de luz y automóviles de los asistentes formamos la fila para entrar. En lo que esperábamos a que abrieran las puertas un auto paró cerca de la fila. Desde dentro nos preguntaron qué iba a haber en la bodega. Le dijimos que un concierto, no parecía creernos. “De verdad”, “Bueno, ¿quién va a tocar?”, y me dieron ganas de contestarle que para qué le decía, si de todas maneras no lo conocía. “Peter Hook”, le dije, y se marcharon sin dudarlo.
No sé si éste fuera un almacén similar a los que albergaron conciertos de Joy Division al principio de su carrera: ya en el interior, a la derecha había unos baños improvisados con tablarroca, a un costado un cuarto con tiliches y un par de motos arrumbadas; a la izquierda una larga barra de bebidas (con una larga fila de clientes), y al centro del lugar una canasta de basquetbol. Al fondo, obviamente, el escenario: dos bajos, una guitarra, teclado y batería. Atrás de todo el equipo una manta con la portada del disco a punto de ejecutarse: Unknown pleasures, con las pulsaciones del primer púlsar descubierto que asemejan una cordillera de montañas superpuestas. Debajo de la imagen la denominación de origen: “Manchester, England”.
Me dicen que me veía ansioso, pero es que un concierto de Joy Division no es algo de todos los días. Y es que ya me la estaba creyendo, y así tenía que ser. Todos ahí asistimos para tomarnos un placebo colectivo y satisfacer las ganas de ver un concierto de una de las grandes bandas de rock, aunque el vocalista se haya ahorcado hace treinta años, dejando un legado de dos discos publicados y un puñado de lados b y grabaciones en vivo que completan el canon. Además de que sólo un miembro del resto de la banda estaría presente. Los demás (Bernard Sumner y Stephen Morris) se alistan para retomar New Order en conciertos benéficos: y por cierto, han tenido sus rencillas con Hook, quien asegura que no lo llamaron para reunirse con ellos, y en sus propias palabras considera que un New Order sin Peter Hook es como Queen sin Brian May. Yo discrepo con él en ese punto, el bajo no es tan importante en New Order, incluso es prescindible gracias a los synthes; en cambio en Joy Division el bajo tiene un lugar principal sobre la guitarra, quizá porque hace mejor juego con la voz grave de Ian Curtis, por eso resulta más interesante que el miembro de Joy Division que viene a presentarnos las viejas canciones sea precisamente el bajista: ¿cuántas canciones de Joy empiezan con las líneas de bajo? Desde un principio consideré ir a este concierto como fui a ver Control, el filme tendencioso de Anton Corbijn (lo produjo la viuda de Ian, Deborah Curtis): si aquella vez fui al cine para disfrutar en pantalla grande las canciones de la banda sin prestarle demasiada atención a la versión y verosimilitud de la historia, ahora se trataba de ir a un concierto para escuchar los cóvers, con el extra de que uno de los músicos sí estuvo ahí, en el lugar original, treinta años antes.
Luego de casi dos horas de espera, Peter salió con una camiseta predecible: tipografía enorme con el título del tema más popular de Joy Division, “Love will tear us apart”. “No love lost” abrió la noche. No se necesitaba estar muy cerca para ver el truco de Peter Hook: un atril a la altura de sus rodillas sostenía lo que suponemos era una carpeta con las letras de las canciones, ya que volteaba a verlo entre algunas estrofas. También el hecho de que además de él hubiera otro bajista, que era el que tocaba todo el tiempo, dejando a Peter el lugar protagonista en los riffs principales, y sobre todo el tiempo para descansar y disfrutar sin tanta presión el concierto: descansar es un decir, va y viene por el escenario para dejarse ver por todos, cosechando el alimento del artista frente a los cientos de espectadores. Hook no es un virtuoso del instrumento, aunque su trabajo nos resulte entrañable, y recuerdo aquella entrevista del cantante Luca Prodan en la que habla de las influencias de Sumo, su banda argentina. Presume haber visto a Joy Division en Inglaterra, pero aclara “Por mucho no serán los mejores músicos, pero sí son el mejor grupo”. Y es que su música no es tan complicada, es más la interacción de sus músicos para la creación de atmósferas y la sincronía para los cambios de ritmo. Peter toca con The Light de planta en The Factory, un bar propiedad de Hook. Componen la banda Paul Kehoe en batería, la guitarra de Nat Wason, Andy Poole en el teclado y Jack Bates con el bajo.
Acabó su segundo regreso (más breve) con “Love will tear us apart”, que fue tarareada para el ego de Hook con un largo “oh” apegada al estribillo, incluso cuando terminó la canción y el grupo ya había dejado el escenario.
“Leaders of men”, “Glass” y “Digital” sonaron antes de que arrancara de lleno con el Unknown pleasures. Confieso que mi favorito es Closer, su otro disco pero de alguna manera un concierto con Closer completo me parece algo terrible, o de alguna manera poco práctico. Para lograrlo habría que cambiar el orden de las canciones, ya que el original va en picada: el tempo de cada canción y el ánimo que provoca: el público tendría que sentarse o buscar un lugar para cortarse las venas. Pero que mi favorito sea Closer no quiere decir que Unknown no merezca la atención, al contrario, sostengo que por la corta carrera de Curtis todo el material que tenemos es imprescindible. Prueba de ello es el setlist de la noche, al que le faltaron canciones como “Ice age” o “Atrocity exhibition”; pero si pudiera, de las que tocó yo no sabría cuál quitar para dejar un espacio libre para otras.
Al cierre de “I remember nothing” (cuando terminó la interpretación completa de Unknown pleasures) Peter Hook abandonó por primera vez el escenario con The Light todavía tocando. No tardaría mucho en regresar para el primer encore. El público lo llamaba con un “¡Hook!, ¡Hook!, ¡Hook!” repetitivo, hasta que regresó para tocar canciones de Closer, el segundo disco de la banda, que ya no alcanzó a ver publicado Ian Curtis. Regresó con un jersey del Manchester, con el número 14 y “Chicharito” en la espalda, “Nos han dado un gran jugador, gracias”. Una de las canciones que interpretó en el primer racimo extra fue la vieja “Warsaw”, que de hecho daba nombre a la banda antes de convertirse en Joy Division. No sé si sea algo que todos los oyentes de Joy Division recuerden, pero en el box set de Heart and soul, en las versiones que se incluyen en vivo hay un detalle memorable: alguien pide a gritos que toquen “Warsaw”, una y otra vez. No sé si la tocó o no en aquel concierto (no se incluye la versión completa del concierto en la caja), pero ese grito me queda marcado como la nostalgia de alguien que acude a un concierto en el que no interpretan su canción favorita. Acá Peter gritó el “3, 5, 0, 1, 2, 5, go!” que da comienzo a “Warsaw”, y de nuevo se soltó ese slam inesperado, un poco de bodysurfing, con todo ese sudor patrocinado por la falta de ventilación y los bailes frenéticos en honor a Curtis (cuántos no gritamos esa noche aquel coro de “Transmission” que dice “Dance, dance, dance, dance, dance to the Radio”) que dominaron el primer encore de la noche. Peter notó gustoso la reacción del público, y un tanto bromeando entre canción y canción dijo “Ustedes, los chicos malos, van a patearles el trasero”.
Acabó su segundo regreso (más breve) con “Love will tear us apart”, que fue tarareada para el ego de Hook con un largo “oh” apegada al estribillo, incluso cuando terminó la canción y el grupo ya había dejado el escenario. El llamado siguió un par de minutos, cuando Peter volvió todavía más para tocar “Atmosphere” y cerrar con “Ceremony”, con un aire más a New Order, ya que es de las canciones que retomaron para el nuevo grupo tras la muerte de Curtis. Supongo que fue mejor así, terminar la noche con un ánimo más ochentero, una especie de luz al final del túnel en el tiempo, al que nos asomamos para conocer cómo hubiera sido asistir a un concierto verdadero de Joy Division, más allá de un sustituto originado por el mercantilismo, la nostalgia, o sólo por seguir en los escenarios. ®
andycomplex
Que triste que bueno que no fui…….