Al pie del ensayo de José Homero “La intertextualidad explicada a los escritores”, publicado en esta revista, el poeta Luigi Amara publicó este comentario: “Está muy bien que hagas todas esas distinciones, estimado José, pero lo que no se ve por ningún lado es una caracterización de plagio. ¿Es que hemos de inferirlo por todo lo que NO es? / Un defensor de Alatriste bien podría venir a decirte que él susodicho simplemente cambió de contexto unos párrafos. Dices que “un objeto que al cambiar de contexto e insertarse en un espacio diferente (contexto) adquiere un distinto significado” no es plagio. / Y si cambiamos simplemente “objeto” por “párrafo” ¿qué pasa? / “Un párrafo que al cambiar de contexto e insertarse en un espacio diferente (contexto) adquiere un distinto significado”… Siguiendo lo que dices, tampoco debería ser plagio”. En seguida, la respuesta de Homero.
Estimado Luigi:
Agradezco tu atenta lectura. Coincido: en la discusión de las varias formas de intertextualidad el elemento ausente es la definición de plagio. Asenté lo que dice Helena Beristain en su Diccionario de retórica y poética con respecto a la voz “Intertexto”: “Otros textos entran en un nuevo texto ya sea como citas (copiados), ya sea como recuerdos; ya sea entre comillas o como plagios (Kristeva)”.
La Real Academia Española comprende plagio: “Copiar en lo sustancial obras ajenas dándolas como propias”. Definición que considero elusiva porque desde esta perspectiva la propia intertextualidad sería plagio. El plagio es en su caso más extremo la apropiación de una obra existente por otro autor: firmar un poema de Eliot como si fuera propio, pero también una tesis, una monografía, una semblanza. En el caso más difundido es una cita que carece de comillas, una apropiación burda y primitiva, la retención de un texto por alguien que no tiene el derecho de propiedad; quizá la más antigua del intertexto, de ahí que sea la figura fundadora de la discusión de este fenómeno escurridizo. Bien has expuesto en tu ensayo escrito con Vivian Abenshushan: hay otras formas de apropiación, de índole intertextual. Por mi parte he barajado la cita, es decir la presentación de una frase de manera literal pero reconociendo el texto y el autor de donde se ha tomado. Y formas derivadas que a veces se confunden: parodia, paráfrasis, alusión, el ya argüido —en el ensayo anterior— contra-texto. Y el no expuesto modelo de pastiche, como sería El artista, la celebrada película de Michel Hazanavicius. Si el elemento es la copresencia (concepto de Gerard Genette), es decir la relación o literalidad que un texto mantiene con otro, podríamos enunciar que la gradación sería cita, alusión, plagio. Criterio semejante mantiene Umberto Eco en su disquisición sobre la tesis.
Omití una definición. Aventuro una personal:
Plagio: presentación de un escrito de otro autor como propio, sea de manera total o en partes. Sin fines connotativos.
La intertextualidad no es plagio pero todo plagio es intertextual.
Ready-made
Cuestionas:
Un defensor de Alatriste bien podría venir a decirte que el susodicho simplemente cambió de contexto unos párrafos. Dices que “un objeto que al cambiar de contexto e insertarse en un espacio diferente (contexto) adquiere un distinto significado” no es plagio.
Y si cambiamos simplemente “objeto” por “párrafo” ¿qué pasa?
En el artículo señalo que cambiar un objeto de contexto es un ready-made, no enuncio una obra literaria. Transcribo la cita completa: “Un ready-made no es un plagio: se trata de un objeto que al cambiar de contexto e insertarse en un espacio diferente (contexto) adquiere un distinto significado, tal el urinario famoso”.
Tu observación por lo demás es interesante pues plantea la posibilidad de presentar un texto en un contexto distinto al que procede. Recuerdo: Gerardo Deniz propone una fórmula química como poema —en Cajón de sistros. Eso, considero, es un ready-made literario.
Leí cuestionamientos en redes sociales con respecto a si la obra de Marcel Duchamp era plagio. Por ello tomé el ejemplo. Entiendo por ready-made un objeto —el urinario, la pala de nieve, una penca de plátanos— que se descontextualizan para presentarlos en un nuevo contexto. Pasan, por decirlo así, de su hábitat original a uno distinto: el museo, la sala de arte. Ese traslado, asumimos ahora, otorga otra significación.
Tu observación por lo demás es interesante pues plantea la posibilidad de presentar un texto en un contexto distinto al que procede. Recuerdo: Gerardo Deniz propone una fórmula química como poema —en Cajón de sistros. Eso, considero, es un ready-made literario.
Alatriste no presentó el texto de la Wikipedia referente a Arthur Conan Doyle en un contexto diferente al informativo: presentó partes de la entrada correspondiente —al igual que los del poeta español Javier Villán con respecto a Camilo José Cela, como componentes de sus respectivos textos periodísticos y varios otros que ya conocemos. Firma esos artículos el autor conocido como Sealtiel Alatriste. Usó información elaborada por otros para asumir como suyo el texto.
Ready-made, como sabemos, es término troquelado por Marcel Duchamp en 1915, aun cuando los primeros objetos trasladados datan de 1913, según consigna Jean-Clarence Lambert y el propio Duchamp enfatizó. En el diccionario de las artes contemporáneo ready-made ha cambiado de significación. Duchamp buscó negar el gusto y proponer la indiferencia como negación de la estética:
la elección de estos ready-mades nunca me vino dictada por ningún deleite estético. Esta elección se basaba en una reacción de indiferencia visual, adecuada simultáneamente a una ausencia total de buen o mal gusto… de hecho una anestesia completa.
Es claro que el concepto de Duchamp, en su concepción más que en su devenir, cuestiona el concepto de originalidad, de arte y de estética.
Celebro que compartamos nuestras diferencias.
Un abrazo cordial,
—José Homero ®
[Más en torno a la polémica sobre “plagio” aquí. —N. de la R.]