En Leonardo, máquina, metáfora e imagen son sólo forma, lenguaje, gramática, sintaxis, de procesos psicofisiológicos y naturales, representados por ideas, conceptos y demás. El dibujo, en lugar de la letra: el trazo como signo. La línea es lenguaje, donde la sintaxis está compuesta por cuadrículas y sombras en vez de puntuación.
“Merece la pena subrayar”, dice Paolo Goluzzi, director del Instituto y Museo de Historia de la Ciencia de Florencia, en la presentación al libro de Doménico Laurenza Atlas ilustrado de las máquinas de Leonardo. Secretos e invenciones en los Códices da Vinci, “que las representaciones que Leonardo hizo de sus máquinas constituyen una contribución revolucionaria sobre todo porque se configuran como representaciones ‘casi dinámicas’, anticipos extraordinarios de los métodos de dibujo de animación y, sobre todo, de imágenes cinemáticas del 3D … uno de los rasgos esenciales de la contribución … que Leonardo hizo al desarrollo de la cultura de las máquinas modernas consiste en la … elaboración del lenguaje específico de las técnicas; lenguaje exquisitamente visual que él esforzó en articular según una gramática y una sintaxis rigurosas”.
Sintetizo lo que me llamó la atención del texto trascrito: Leonardo da Vinci elabora una gramática y una sintaxis precinéticas de la imagen. ¿Esto es posible? Bajo la premisa de que así sea, ¿caben una gramática y sintaxis precinéticas de la imagen? Entonces, ¿la imagen móvil y sonora es un problema de mente? Si es así, ¿puede sujetarse a una gramática y a una sintaxis? ¿Cuál sería?
Añade Domenico Laurenza en el libro citado: “La capacidad de Leonardo de proyectar máquinas pertenece a una dimensión conceptual, que encuentra en el dibujo su ideal y (casi) exclusiva forma de expresión”.
Lo posmoderno, anunciado por Leonardo, es un lenguaje ideográfico en tercera dimensión, donde el signo es máquina, artefacto de conceptos. Hitler, Goebbels y demás lo usaron para el poder y la riqueza, pero puede usarse para la libertad y la dignidad. El receptor también es emisor. Ha de usarse la tradición, instaurada por Leonardo da Vinci, seguida por Goethe y desenvuelta por Paul Valery y Ernst Jünger e iniciar la nueva Cruzada, que también es Renacimiento, Siglo de las Luces, Aufklarung.
Lo posmoderno, anunciado por Leonardo, es un lenguaje ideográfico en tercera dimensión, donde el signo es máquina, artefacto de conceptos.
Interesa que Leonardo da Vinci exprese teorías y conceptos con imágenes y, en esta expresión, se vea precisado a elaborar una gramática y una sintaxis. No dejo de considerar las reflexiones de Karl Jaspers y de Paul Valéry alrededor de lo óptico en Da Vinci. No sobra tomar en cuenta su concepto de fotografía ni su teoría pictórica acerca de los colores como contexto para delinear una imagen; lo que en Rembrandt se maneja como claroscuro. Bueno, también en Da Vinci: el diffuminatto.
La ciencia, entendida al modo de Nicolás de Cusa, es la perspectiva de Massachio. Y, de pronto, esta concepción es imagen de una máquina.
En Leonardo, máquina, metáfora e imagen son sólo forma, lenguaje, gramática, sintaxis, de procesos psicofisiológicos y naturales, representados por ideas, conceptos y demás. El dibujo, en lugar de la letra: el trazo como signo. La línea es lenguaje, donde la sintaxis está compuesta por cuadrículas y sombras en vez de puntuación. Ésta es la matemática a que alude el propio Leonardo en sus cuadernos. La “docta ignorancia” del Cusano es sombra, tachadura y línea en el dibujo. De ahí el dinamismo de sus dibujos, el carácter cinético: representa procesos, no objetos o personas en sí mismos. Por lo mismo es que Leonardo se jacta de ser matemático. La geometría, aplicada para conceptualizar procesos psicofisiológicos y naturales, mediante imágenes que fungen como signos, gramática y sintaxis. La imagen como letra y fórmula física, química, científica, desde una óptica capaz de inventar la cámara fotográfica.
Por tanto, como expresa el propio Leonardo, no es filósofo; no pretende otorgar un significado al Hombre ni al Mundo ni leerlo como propone un neoplatónico como Marsilio Ficino. Tanto la fisiología como la naturaleza son conjuntos de procesos, susceptibles de sistematizarse mediante la geometría, dentro de la cual cabe colocar las imágenes como signos de ese lenguaje por comprender, que carece de un significado en sí mismo o, al menos, cuyo significado no es el del observador. La pintura y el dibujo sirven para representar el vínculo entre el intelecto y el mundo, que se apoya en un ojo con visión geométrica. “Todos los términos de las cosas”, escribe Leonardo, “no son parte alguna de esas cosas, porque el término de una cosa se hace principio de otra… por tanto esos términos nada ocupan” (citado por Laurenza en p. 11, op. cit.).
Es el artificio de la inteligencia, de la visión geométrica, el que otorga con la línea ese “término”. Hay una sintaxis de objetos, formas y colores que su “diferencia” produce la impresión de la línea. En este sentido, Leonardo es precursor de Saussure. “Oh, escritor”, anota Leonardo en 19071 r, RL, “¿con qué letras escribirás tú con tal perfección la entera figuración como el dibujo?” (citado por Mario Taddei y Eduardo Zanon, p. 17, op. cit.).
Resulta comprensible la animadversión leonardiana contra los escritores; principalmente, de esa época. Iniciaba una visión, situada siglos después por George Lukács, en el modo mecanicista de un Emile Zolá, criticado por Oscar Wilde en La decadencia de la mentira. Pero esta visión leonardiana, que degenera en la de Zolá, es retomada por escritores “pictóricos” y totalizantes como Goethe y Paul Valéry y pensadores de formación médica como Karl Jaspers.
Interesa lo que dicen Taddei y Zanon: “El empleo de tecnologías informáticas y digitales nos aproxima a su manera de proyectar; la tercera dimensión, la que seguramente estaba en la mente de Leonardo, en su modo de dibujar…” (p. 17, op. cit.).
Una visión que requirió más de quinientos años para implementarse tecnológica y digitalmente.
La tercera dimensión deriva, a nuestro parecer, de la representación de procesos que, en sí, son dinámicos, desde su sistematización geométrica. Ahora bien, ¿hasta qué punto la coincidencia entre la tecnología informática y digital con los dibujos de Leonardo no indican la existencia de una visión del mundo, de una figura, entendida al modo de Wittgenstein? Una visión que requirió más de quinientos años para implementarse tecnológica y digitalmente. Bajo la visión informática subyace una fotográfica. La diferencia respecto de la leonardiana es la desaparición de la perspectiva pictórica y geométrica, que permite una visión totalizante al estilo Goethe o Jünger.
Respecto de la visión leonardiana, el ciberespacio y la computadora, como advierte MacLuhan, no sólo son retrocesos sino atrofias. Existe, por decirlo de algún modo, ceguera informática.
La óptica leonardiana, que genera dibujos de máquinas y robots en tercera dimensión, sin embrago, la retoman los escritores, artistas, a fin de cuentas, como él y no como industriales, banqueros, políticos ni narcos. Es una visión estética, sin duda, donde las máquinas son metáforas y viceversa. Es evidente que el industrialismo genera la decadencia de esa visión. Ahora, hasta el cuerpo y sus órganos pertenecen a la industria y el comercio; son mercancía.
Paulatinamente, pues, la disolución de esta óptica leonardiana, cruzada por líneas geométricas, además de refugiarse en la literatura va dejando a la luz regiones en blanco, donde los procesos psicofisiológicos y los naturales se presentan amorfos y, en lugar de la imagen, sólo pueden codificarse en números, fórmulas y cifras; en huellas matemáticas, incapaces de fundir la visión con lo visto. Esta abstracción denota una terrible deficiencia, donde lo que emerge es el nihilismo de una ciencia ligada a la tecnología, pero divorciada, definitivamente, de lo humano.
La fragmentación de emociones, o pulsiones, sólo permite una codificación lógico-matemática de un mundo descoyuntado por el motor, la energía eléctrica y la computadora. Pero pueden recobrarse desde otros signos; devolvérseles su intensidad. “Es la carencia, es el vacío, los que hacen la grandeza”, dice Bollack al referirse a Saint-John Perse, “la plenitud, no por construcción antitética, por muy importantes que sean los modelos de la meditación mística, sino porque la intensidad es más fuerte ahí donde es pura, en la abstracción de un deseo de deseo y de una virtualidad expresiva”. Y esa intensidad, que recomponen, desde la palabra, la poesía y la música para retomar la imagen, el dibujo y, por fin, el dominio óptico, dinámico, geométrico, del mundo donde podemos incrementar nuestros procesos psicofisiológicos con los naturales: la visión y el mundo de Leonardo da Vinci. ®