“El objetivo no es reivindicar la figura de Lorca, sino compartir su sueño. De hecho, no es un proyecto únicamente acerca de Lorca, sino de mucha gente anónima que ha cantado esas canciones durante años”.
En 1914, cuando Federico García Lorca se inscribió en la Universidad de Granada, era más bien conocido como músico que como poeta; de hecho, cultivó una estrecha relación con esta forma de arte, de la que incluso surgieron algunas suites que compuso durante su primera estancia en Madrid (1919 a 1921). En su regreso a Granada fue el ámbito folklórico lo que atrapó su atención, por lo que sus investigaciones se acercaron del teatro de títeres, el cante jondo y la canción popular.
A partir de entonces fueron frecuentes sus visitas al gran compositor Manuel de Falla. Juntos organizaron un concurso de cante. En aquel momento publicó el texto Importancia histórica y artística del primitivo canto andaluz llamado cante jondo.
Aunque posteriormente también fue un entusiasta del jazz y el blues, lo suyo era la preservación y la difusión de la música de su tierra, a la que siempre consideró en estado de indefensión. Por ello en 1931 se empeñó en editar un disco en que el que recopiló temas y realizó los arreglos para la cantaora conocida como “la Argentinita” (Encarnación López). Juntos presentaron Canciones populares españolas, un valioso recuento de material de antaño, que a la postre ofendió a Franco, en su ánimo de modernizador total, y mereció la persecución y censura por parte de la dictadura. Era una señal más para García Lorca del odio que despertaba en los facistas y que terminaría por llevarle a la tumba.
Durante años el disco permaneció como un clásico al que sólo se recurría de refilón, como parte de una faceta —quizá menor— ante el corpus poético del granadino. Pero quiso el destino —y el amor— que una cantante folk tan enigmática como Josephine Foster se mudara a España para residir en la tierra de su marido, quien también es músico, el guitarrista Víctor Herrero. El hombre le mostró la España rural y silvestre. Ella se enamoró de su austeridad y su belleza bucólica y pastoral. Lleva viviendo allí desde 2006, explorando rincones y lugares que le puedan traer inspiración.
Así, durante una visita a la Biblioteca de Toledo encontró los discos de 1931 y tras escucharlos atentamente supo que por allí debía de tirar un nuevo álbum: “La primera canción que me llamó la atención fue ‘Los mozos de Monleón’. Intenté tocarla con la guitarra y sonaba muy moderna, popular y contemporánea a la vez. De hecho, las grabaciones originales no son tan lejanas. Incluso le encontré cierto aire western, y yo soy de Colorado, así que conozco la tradición musical de los vaqueros. Hay más cosas en común de lo que parece entre los dos lugares”.
Aunque posteriormente también fue un entusiasta del jazz y el blues, lo suyo era la preservación y la difusión de la música de su tierra, a la que siempre consideró en estado de indefensión. Por ello en 1931 se empeñó en editar un disco en que el que recopiló temas y realizó los arreglos para la cantaora conocida como “la Argentinita” (Encarnación López).
Viviendo en una zona conocida como La Alpujarra (sierra de Granada) era muy habitual que la pareja se dirigiera al monte con una guitarra, castañuelas y un tamborcillo para comenzar a montar los temas. Luego invitaron a José Luis, hermano de Víctor (voz, palmas) y José Luis Rico, percusionista, para que se sumaran. Todos vivían bajo el mismo techo en un pueblo de nombre Mecina Bombarón y para preservar el carácter provinciano montaron un estudio doméstico: “Hemos grabado en una de las habitaciones de la casa donde estábamos viviendo, en la que había una chimenea. Era el mismo sitio donde ensayamos y preparamos todo el trabajo. También donde hicimos las fiestas. Anna Tjan vino desde Londres con el equipo, lo montó en la casa para no perder nada del ambiente que se había creado y después se llevó la grabación a los Eastcote Studios, de Londres, donde hizo las mezclas”.
Josephine es conocida por la facilidad con que pasa del folk más pastoral a los ecos de ópera del tipo Tin Pan Alley; discos como Hazel Eyes, I Will Lead You (2004) y A Wolf in Sheep’s Clothing (2006), en el que probó mezclar a Goethe con Schubert, han sido bien aceptados por la crítica más estricta y por escuchas heterodoxos, esos que han cobijado a Devendra Banhart, Joanna Newsome, Vasti Bunyan, Andy Cabic y tantos otros que han tratado de llevar estilos y formatos tradicionales hacia una renovada actualidad.
Pese a poner un minucioso cuidado en la traducción al inglés de los temas de Anda Jaleo(Fire Records, 2010) para incluirlos en el libreto, ella prefiere no dar especial importancia a que en el pasado “Los cuatro muleros” se convirtió en una canción muy popular entre los republicanos que peleaban en el frente durante la Guerra Civil española. Los soldados le cambiaban la letra y existen referencias que acotan que el propio generalísimo no soportaba oírla. Los involucrados en la grabación no le dan tanta importancia al aspecto político ni tampoco quieren sobredimensionar la figura del poeta: “El objetivo no es reivindicar la figura de Lorca, sino compartir su sueño. De hecho, no es un proyecto únicamente acerca de Lorca, sino de mucha gente anónima que ha cantado esas canciones durante años”.
Como parte del proceso, revisaron las versiones de Carmen Linares, Estrella Morente y Teresa Berganza de algunos de estos temas tan sólo para asegurarse de que harían algo más suelto, menos encorsetado y solemne, como prueba de ello está la armónica que han añadido a “Sevillanas del siglo XVIII”.
Al final, registraron once canciones, las mismas que Lorca y “la Argentinita” grabaron en Madrid en octubre de 1930 y que fueron publicadas al año siguiente en cinco discos de 78 rpm por la discográfica La Voz de su Amo. Con todo, es un muy sincero homenaje al único documento sonoro que se conserva del poeta (de hecho, su acompañamiento al piano).
Ya preparan un gira europea al uso, pero esta extraña pareja ha elegido montar a mediados de noviembre un concierto en la Fundación Casa del Burro, localizada en la sierra del Canuto, en Rute (Córdoba), y en el que tocarán ante una gran cantidad de burros, pues según el fundador del centro, Pascual Rovira, estos animales poseen un oído privilegiado y pueden escuchar desde una distancia de quince kilómetros y son grandes amantes de la música.
Anda jaleo nos empata con el arte sincero y puntual de músicos que combinan perfectamente las tradiciones culturales de las que proceden con las que han asumido. A fin de cuentas la búsqueda es algo que siempre ha caracterizado a Josephine: “Las canciones tenían una riqueza poética muy fuerte y un sentimiento humano muy profundo. Esta música tiene miles de formas. Las buenas canciones existen para que cada cual las haga como le sale del cuerpo”. ®
Santiago Orrego
Que itneresante proyecto. Recuerdo una canción de Lorca que decía: «Si tu madre quiere un rey, la baraja trae cuatro»