REDES SOCIALES: ENTRE LA FASCINACIÓN Y LAS MINORÍAS ACTIVAS

¿Una nueva era ciudadana gracias a internet?

Tuiteros por el internet necesario.

Al igual que en otras facetas de la democracia nacional, la sociedad civil se demuestra pasiva y poco interesada en obtener una mejor conexión y un precio más justo por el servicio de internet. Casos recientes de movimientos civiles organizados a través de los nuevos medios deben ser un ejemplo a seguir.

Desde que la empresa O’Reilly Media efectuara su primera conferencia sobre la Web.2.0 en octubre de 2004, nació prácticamente una nueva etapa de la web, que quedaría plasmada al año siguiente en la conferencia anual de esa empresa. Al mismo tiempo las primeras redes sociales electrónicas, lanzadas poco después del crack de las punto.com, empezaron a abrirse camino y a convertirse en un suceso, empezando por las pioneras Friendster o Fotolog.com. Poco después surgieron MySpace o SecondLife, Facebook, Twitter y varias más.

Las redes sociales digitales y las comunidades sintéticas que conformaban se tornaron en un suceso porque permitieron a sus usuarios apropiarse del amplio espectro de herramientas o interfaces. El investigador José Luis Orihuela define claramente las características de la Web 2.0:

[wpaudio url=»https://revistareplicante.com/audio/Orihuela.mp3″ text=»Explicación de la web 2.0 – José Luis Orihuela» dl=»0″]

Desde tiempo atrás se habla de que las nuevas tecnologías, en particular las redes sociales, podrían ser generadoras de una nueva era del periodismo, que los ciudadanos se podrían tornar en eficaces correas de transmisión de acontecimientos, de informaciones y dar paso a un periodismo cívico y político. Es decir, de una nueva era ciudadana. Sin embargo, el obstáculo que ven sus promotores para que esto se haga realidad está en el acceso a la tecnología. Se refiere que las condiciones monopólicas, el control específico de Telmex en el campo de las telecomunicaciones, inhibe la posibilidad de que esto pueda darse al no permitir a la ciudadanía el acceso a mayor ancho de banda, que se supone sería el detonador de tal periodismo cívico y ciudadano.

No es un secreto que la conexión de banda ancha en México es de mala calidad y se paga onerosamente, de hecho está entre los de menor rango y más caros entre los países de la OCDE. Las pruebas de velocidad aplicadas en 2009 por el Berkman Center de la Universidad de Harvard en 29 países corroboran lo anterior, al ubicar a México entre las naciones donde se ofrecen las velocidades de conexión más bajas en la transmisión y recepción de datos. Al mismo tiempo, el dinero sufragado por Mbit/s es el de mayor cuantía entre los países miembros de la OCDE. Aunque en fechas recientes empresas como Cablevisión de Monterrey empezaron a ofrecer un ancho de banda nada despreciable de 50 megas, pero lo cierto es que los costos son prohibitivos y están lejos de igualar los prevalecientes en los países del primer mundo o los de la mayoría de la OCDE.

Aunque es improbable que el derrumbe del imperio de Carlos Slim cambie de inmediato esa situación. Lo que no impide la necesidad de finalizar con el reinado de Slim en las telecomunicaciones, ya que es necesario avanzar en quitar privilegios a la empresa del hombre que en la edición más reciente de Forbes fue colocado como el más rico del orbe. Se requiere mayor oferta y competidores en los servicios de telecomunicación en general en el país para poder consolidar una nueva red de banda ancha.

Pero la no participación de los usuarios de internet en las cuestiones públicas no tiene que ver mucho con tener alta tecnología, infraestructura de punta o contar con conexiones de 50 o 60 gigas. Mejor dicho, tiene que ver parcialmente con eso. Decir que el acceso a mayor tecnología de punta nos llevará por sí mismo a una mayor calidad democrática es resultado de esa fascinación tecnológica que se presenta en los tiempos que corren, y que por cierto ha acompañado en diversos momentos a internet (y otras tecnologías). Decir que los monopolios son culpables del precario interés de los usuarios de internet por usar esa tecnología en favor de las causas públicas o que la falta de mayor ancho de banda y a precios similares a los que rigen en los países del primer mundo desalienta la actitud cívica de los usuarios es reflejo de ese hechizo tecnológico. El “empoderamiento” digital no llegará por arte de magia cuando se derrumbe Telmex como empresa dominante en su sector. Eso es mucho más complejo.

Que el acceso a la tecnología y al mayor ancho de banda para el grueso de la población no son sinónimos de participación ciudadana lo demuestran los países desarrollados, en donde  más de 65 por ciento de las personas no confían en la política. Incluso en los países nórdicos, con los porcentajes globales más altos de conexión y de tecnología entre la problación, menos de 10 por ciento de los habitantes mayores de edad se interesa por participar en organizaciones civiles y una mayor cantidad no tiene interés en militar en un partido político.

Sin embargo, no olvidemos que sin gran infraestructura, sin poseer gran ancho de banda en diversos momentos los ciudadanos han participado en asuntos de interés público. Sin tener laptops, netbooks o sin contar con telefonía celular 3G o Smartphones individuos y organizaciones del primer y tercer mundo han dado muestras de establecer sinergias de colaboración a favor de determinadas causas.

Uno de los casos sobresalientes se remonta a la edad de piedra de internet. Nos referimos al asesinato del ambientalista brasileño Chico Mendes, que a pesar de ser analfabeto se tornó en un defensor de la selva amazónica  porque era una fuente de trabajo para él y los campesinos que lideraba, así como de la preservación del ecosistema. Su lucha a favor de esa zona se vería truncada el 22 de diciembre de 1988 cuando fue asesinado en el estado brasileño de Acre por los pistoleros de los caciques Darly Alves da Silva y Darci Alves Pereira, padre e hijo, respectivamente, propietarios de más de 30 mil hectáreas y taladores de la selva. No obstante los precarios medios de comunicación en la zona, fue suficiente no menos de una hora para que el hecho estuviera en las redacciones de los periódicos de Río de Janeiro y Sao Paulo. A través de un telefonazo la noticia llegó al Instituto brasileño de análisis sociales y económico Ibase, una ONG que contaba con el servicio de correo electrónico, que enseguida difundió la noticia a través de ese medio a distintas organizaciones civiles ecológicas distribuidas en el planeta, las cuales de inmediato acordaron presionar al gobierno brasileño encabezado por José Sarney para que castigara a los asesinos. En pocas horas Sarney recibía telegramas y llamadas telefónicas de varias ONGs de diferentes países exigiendo la captura de los asesinos, que más adelante fueron detenidos.

Otro caso destacado es la caída de Joseph Estrada en Filipinas.  En enero de 2001 miles de usuarios de teléfonos celulares de Filipinas realizaron una revuelta conocida como “fuerza del pueblo” para derrocar a Estrada, que en ese entonces era presidente de ese país. Veintidós millones de usuarios de celulares, un cuarto de la población total, enviaron diariamente siete mensajes en promedio para organizar una gran movilización. Estrada finalmente fue derrotado por una ciudadanía en red y pasó a ser el primer jefe de Estado de la historia que perdió el poder en manos de usuarios de tecnología celular.

Otro ejemplo fue la llamada “tarde de los mensajes cortos”, cuando ciudadanos españoles ofendidos por la manipulación informativa del gobierno de José María Aznar, quien no estaba dispuesto a permitir que los efectos de los atentados registrados el 11 de marzo de 2004 en Madrid y conocidos como 11-M perjudicaran la ventaja que entonces mantenía el candidato de su partido, el Partido Popular, Mariano Rajoy sobre José Luis Rodríguez Zapatero —candidato socialista y hoy presidente de España— difundió que el brutal atentado lo había perpetrado el grupo terrorista ETA. Desde el 12 de marzo de 2004 por la tarde varios ciudadanos usaron sus teléfonos celulares para convocar a movilizaciones en Madrid, en los alrededores del edificio central del Partido Popular, que se tornó en un masivo acto de protesta que incidió en el ánimo del pueblo español, que al salir a las urnas el 14 de marzo decidió apoyar a José Luis Rodríguez Zapatero, candidato socialista, y pulverizar las estimaciones electorales que antes del atentado le daban el triunfo a Mariano Rajoy.

Estos son ejemplos que denotan que sin gran ancho de banda también se pueden efectuar actividades políticas y movilizaciones sociales de gran envergadura, pero que tal cuestión se concreta gracias a situaciones específicas y a grupos de ciudadanos que impulsan tales movimientos.  El caso de Chico Mendes es importante porque se dio justo en el momento en que la red era un medio usado por un puñado de entusiastas y “orates” que pensaban que el uso de las redes electrónicas cambiaría las relaciones sociales y daría paso a una nueva era de participación ciudadana. Sin embargo, esos ejemplos de participación han terminado por avivar la fascinación tecnológica.

Fascinación y utopías a medias

Para un sector significativo de usuarios las redes sociales en la actualidad se han tornado en un instrumento adecuado para muchas cuestiones o actividades, desde la academia hasta las relaciones interpersonales están atravesadas por el uso de las mismas redes sociales, que son descritas por el investigador José Luis Orihuela de la siguiente manera:

Hoy lo in para un sector de usuarios de internet es estar en Facebook o Twitter e incluso no han faltado comunicadores en nuestro país que han expresado que un tema que abordan tiene razón de ser o viabilidad porque en Twitter los usuarios están de acuerdo con ello.  Así se han formado bandos que, fanatizados por el poder de Twitter, consideran que es la tecnología abocada a cambiar la realidad política de México. El embelesamiento por Twitter es una realidad y se hace evidente cuando algunos usuarios refieren que puede ser la llave maestra para derribar los muros de participación, al grado que escuchamos frases como “el día que los políticos conozcan Twitter cambiará la democracia” o “Twitter es la nueva vía para el activismo de altura” o “cuando todos los ciudadanos tengan Twitter entonces habrá una verdadera democracia en México”. Twitter como cualquier red social tiene una gran importancia, incluso puede ser que su característica de microbloguin, la facilidad para enlazar usuarios  y conformar grupos, amén de su asincronicidad, pueden desembocar en la conformación de redes sociales interesadas por diversas cuestiones públicas.

Pero también mucho de ese activismo que prolifera en Twitter o Facebook es mas slacktivism que propiamente activismo. Es decir, cualquier chavo se puede incorporar a un grupo en cualquiera de estas redes para apoyar los matrimonios entre homosexuales o demandar la libertad de expresión en Cuba, pero esa participación es probable que sea poco profunda y dictada por la moda. Un estudio reciente del Pew Research Center halló que los internautas estadunidenses de entre 18 y 24 años fueron los que menos probabilidades tenían de enviar un correo electrónico a un representante público o de participar en espacios físicos en cuestiones políticas. Pero curiosamente son los que primero se unen a las causas políticas en las redes sociales.

Por eso el optimismo o la fascinación tecnológica que prevalece en ciertos sectores de nuestro país también está desfasado. Esas posturas vuelven a reeditar discusiones añejas que se han presentado a lo largo del desarrollo de internet. Desde los primeros usuarios civiles de la red hasta fechas recientes se han presentado actitudes de encantamiento y de voluntarismo tecnológico, la idea de que la sola presencia de las redes electrónicas será capaz de cambiar por completo la práctica política y dará vida a una nueva era de participación ciudadana y un real empoderamiento de la sociedad civil. Ese embrujo inicial por el surgimiento de internet y su impacto en la política hasta bien entrados los años noventa, cuando empezó la masificación de la red con el nacimiento de la Web y el lanzamiento de Netscape, fue dibujada al iniciarse los años noventa con gran acierto y antelación por Philippe Breton en La Tribu Informatique, en donde escribía sobre el imaginario de la contracultura digital que procedía del credo de la contracultura de los años sesenta-setenta del siglo pasado y que nutrió fuertemente el desarrollo de internet y lo reafirmarían diversos trabajos que se presentaron a lo largo de los años noventa.

Un caso notorio de renovada ilusión actualizada es Howard Rheingold,  quien en 1993 describió en La comunidad virtual cómo aquella rústica internet dio paso a memorables acciones colectivas, a esfuerzos de solidaridad que protagonizaron los miembros de la famosa y pionera comunidad virtual The Well, lo que lo llevó a pensar que el imaginario hippie y contracultural estaba a punto de hacerse realidad con internet, que The Well sería el modelo de desarrollo del ciberespacio y conformaría una inmensa red social global de interacciones, unida por pasiones, intereses compartidos y solidarios. Después, en la década pasada, publicó el extraordinario Smart Mobs. The Next Social Revolution en donde registraba el uso de las comunicaciones inalámbricas wifi o los mensajes SMS, que de acuerdo con lo acontecido con Joseph Estrada en Filipinas y otros sucesos que se daban en diversas partes del orbe le dieron pie a Rheingold para pensar que en el futuro las revoluciones tecnológicas serían sociales y protagonizadas por multitudes inteligentes. Más atrás, en 1991, Rheingold había sostenido en Realidad Virtual. Los mundos artificiales generados por computadora, que esa tecnología modificaría nuestras vidas, que la gran revolución que se avecinaba era la virtual y que terminaría por hacernos más inteligentes, más humanos y, sobre todo, más solidarios.

Otro caso de optimismo tecnológico es el de Lawrence Grossman, que en 1996 en su The Electronic Republic preludiaba el advenimiento de la democracia directa con internet; cuando todos los usuarios tuvieran conexión a internet participarían directamente en la toma de decisiones gubernamentales desde la computadora de su casa u oficina; nacía así el concepto de democracia electrónica o de living room democraty, en donde todo sería transparente y en donde cualquier ley sería respaldada en plebiscitos electrónicos y en tiempo real. Grossman visualizaba así el fin de la apatía política y el reinado pleno de la participación democrática.

Otro ejemplo es el de George Gilder  que en 1985, e inspirándose en las recientes experiencias de las comunidades virtuales de internet, publicó Life after Television, en donde se imaginaba que las redes electrónicas permitirían a los seres humanos liberar su imaginación de los programas regulados por los burócratas de los canales de televisión, que eran elegidos por una pequeña élite de profesionales sostenidos por el lucro. Así, las redes electrónicas preludiaban la proliferación de contenidos dirigidos al interés público. La vida después de la televisión, la que venía con internet, era la dominada por un afán cívico y ciudadano.

No está demás decir que éstos y varios otros, sin duda imbuidos de buenas intenciones, fallaron en el diagnóstico futurista y sus propuestas quedan como anécdotas de los siempre actualizados doctorados de optimismo que proliferan cada vez que aparecen nuevas tecnologías de comunicación. Aunque eso no acaba con las prácticas de ciertos grupos humanos que sí tienen interés en la vida pública y en las transformaciones de las prácticas ciudadanas.

Minorías activas

La inclinación por las prácticas de vigilancia de la actuación de los representantes públicos por la transparencia en el uso de los recursos públicos o la exigencia de mayor rendición de cuentas por parte del gobierno y a todos aquellos que reciben financiamiento público procede más de un interés de los usuarios/ciudadanos por los asuntos públicos o las cuestiones ciudadanas que de los precarios niveles de analfabetismo tecnológico. Eso no quiere decir que no debamos de impulsar una política a favor de incrementar la ciudadanización y luchar incluso porque la penetración de internet alcance al grueso de la población. Sin embargo, el talón de Aquiles de la cultura política mexicana es la ausencia de ciudadanos, y probablemente podría mejorar con el uso de la red  siempre y cuando vaya acompañada de una política de contenidos y de capacitación en los asuntos del uso de la tecnología y la rendición de cuentas, de marcos normativos y prácticas más democráticas de los mismos partidos, políticos o funcionarios públicos. Pero a pesar de eso me temo que tampoco se podría esperar una participación mayoritaria de la sociedad en tales cuestiones.

Twitter ha dado ejemplos importantes en México de colaboración y de interés por las cuestiones públicas. No obstante pocos son los nuevos usuarios que se inclinan por las cuestiones públicas porque quienes vienen usando tal red para el activismo eran quienes antes de usar Twitter e incluso de conocer internet ya se interesaban por tales aspectos o eran activistas. Podemos citar como ejemplos de uso de Twitter a #internetnecesario que fue una lucha enarbolada en octubre de 2009 por varios usuarios de Twitter en contra del gravamen del 3 por ciento a internet, o hashtag #15X15 que fue una jornada lanzada el pasado mes de febrero por usuarios de esa red social en memoria de los quince estudiantes masacrados en Ciudad Juárez y también para protestar por la política equívoca que emprende el gobierno federal para combatir el narcotráfico.

En México, según refiere el estudio de Guillermo Pérez Bolde, existían hasta enero pasado 146 mil cuentas registradas en Twitter, de las cuales sólo 67 mil estaban activas y de éstas sólo un cinco por ciento son de usuarios activos y que publican de manera continua. Lo cierto es que estos datos no difieren del comportamiento de los usuarios de las redes sociales en su conjunto, son un grupo reducido los que hacen uso intenso de las mismas, el grueso o se dedica a hacerla de voyeur y seguir lo escrito por otros o simple y llanamente se registran y ocasionalmente postean algo o ya nunca lo hacen. Es en este segmento reducido de usuarios en donde se encuentran los activistas de Twitter.

De acuerdo con los datos proporcionados por el INEGI, al concluir 2009 existen en México 27 millones 206 mil 174 usuarios, que representan el 28.3 por ciento de la población. Eso significa que ni siquiera el uno por ciento de usuarios de internet en el país es usuaria de Twitter y menos son los activistas. A pesar de eso, los pocos miles de usuarios activos de esa red social son movidos por diversos intereses, conformando un segmento de ellos minorías activas capaces de generar en los mirones o gente que no usa internet posiciones o influir en sus puntos de vista. Twitter es la red nice en México, usada por intelectuales o comunicadores y por aquellos que se sienten a la vanguardia en la comunicación y por eso también pueden influir en los comportamientos de otros usuarios.

Estas minorías activas en realidad no son propias de internet sino reflejo de lo que son las sociedades. Charles Arthur ha hablado de la regla del uno por ciento que se replica en la mayoría de espacios comunitarios (Facebook, Twitter, Wikipedia…) que tienen vida gracias a un reducido grupo del uno por ciento de sus miembros activos. Un 10 por ciento son comentaristas o reenviadores de los contenidos generados por otros, mientras que el 89 por ciento es simple espectador. A lo largo de 2009 las redes P2P demostraron que sólo un cinco por ciento sube contenidos y en el caso de la Wikipedia el dos por ciento escribe más del 70 por ciento de los artículos, etcétera.

Según Tom Bentley eso mismo sucede en las organizaciones sociales y políticas. Si se analiza la frecuencia de participación y el compromiso regular que tienen las personas en tales instancias organizadas (comités vecinales, jurados ciudadanos, comisiones de investigación, participación en ONGs, partidos políticos…) sólo lo hace el uno por ciento de los adultos. El autor llevó a cabo estudios en diversos países y llegó a la conclusión de que en promedio ese porcentaje de ciudadanos contribuye activamente a la vida pública y terminan por beneficiar o afectar al total de la población.

Hoy es un hecho que ni los tradicionales mecanismos de participación democrática ni las plataformas de participación en internet son capaces de entusiasmar a las mayorías; pero no se puede negar que en ciertas circunstancias y contextos la diseminación de una opinión en determinada comunidad de usuarios o el poner al descubierto ciertas acciones de gobierno pueden desembocar en una intervención colectiva capaz de influir en la toma de decisiones y en ciertas circunstancias contagiar a un espectro mucho más amplio de usuarios. Sin embargo, hoy el peligro está en tratados y esquemas de reglamentación que amenazan con impedir la labor de estas minorías activas.

Si bien el uno por ciento no es representativo de lo que puede pasar con el resto de la sociedad, sí es relevante porque denota que ese sector es creador de una masa de opiniones y puede generar una influencia en sectores más amplios para la toma de decisiones, y no se puede soslayar que el paso de la dimensión de difusión a la participativa requiere necesariamente de minorías activas que la impulsen y que en tal perspectiva la red contribuye a esa cuestión.

Amenazas digitales

Las minorías activas se han desenvuelto en la red gracias a que no existe una clara identificación de individuos ni de filiación en el ciberespacio, amén de su interés en aspectos específicos. De allí han venido muchas de las ideas que la han ubicado como una dimensión para las utopías sociales, pero parece que hoy asistimos a escala planetaria a un afán de regularizar la red por cuestiones de conveniencia económica y política. La arquitectura de la red siempre fue abierta, se basó en el principio de neutralidad, en el acuerdo entre sus usuarios, que por cierto ahora se discute con mucho énfasis y varios gobiernos quieren erosionar en buena medida ese papel y, de paso, aniquilar la privacidad.

Los usuarios no solamente se ven amenazados por las políticas de los gobiernos, sino también por actitudes poco éticas de servicios como Google, Yahoo!, Microsoft, Facebook y cualquier red social, ya que no son respetuosas de los datos privados de los usuarios. Un ejemplo es Facebook, en donde su mismo creador Mark Zuckerberg ha referido que las personas no tienen interés en la privacidad, que ésta es un problema de adultos desfasados, justificando así la política débil de esa red social para proteger los datos de los usuarios.

Al mismo tiempo, en diversas partes del mundo, proliferan los esquemas legales que promocionan los titanes de la industria cultural que desean establecer rígidos esquemas de protección de los derechos de autor y la propiedad industrial. En el afán de proteger éstos se quiere transparentar cualquier proceso o actividad de los usuarios en internet. Y ante eso las minorías activas critican el papel dócil de los gobiernos que se rinden ante la industria de entretenimiento y soslayan el papel violentador de los derechos y de la libertad de expresión que impulsan los gigantes de la red, del software o del hardware.

Un ejemplo de esto es el famoso Acuerdo de Comercio Contra la Falsificación conocido como Acta, en donde participa México, quien incluso ha sido anfitrión de una de las rondas de negociación de ese acuerdo, sin ofrecer ninguna información sobre lo negociado y moviéndose por vía del IMPI en completa opacidad. El Acta sintetiza los afanes de control que ponen en marcha algunos gobiernos a escala mundial para cercenar la libertad de expresión en la red. Así, en los próximos meses veremos cuando se discuta su aprobación en el Senado de la república, el papel de las redes sociales en México y la capacidad de movilización de estas minorías activas para demostrar su rechazo y dar muestras de su vocación ciudadana, para que demuestren que no se requiere tener gigas de ancho de banda para defender las libertades y la privacidad en internet. ®

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Publicado en: Abril 2010, Tecnología, educación y cultura

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  1. Alma Villarreal

    Me gustó el artículo, es muy fácil participar en alguna causa si sólo tienes que apretar algún botón aparte de que te escudas en cierto anonimato, pero si se trata de participar activamente en ella, entonces así ya no porque implica un trabajo y un compromiso. Lo que pasa es que somos las mismas personas antes y después del Twitter.

  2. MINERVA P. BAÑUELOS CÀRDENAS

    ME GUSTA EL TEMA TRATADO MUY IMPORTANTE TENERLO EN CUENTA Y REFLEXIONARLO EN LAS AULAS DE LA UNIVERSIDAD CHAFA EN LA QUE VOY, ES CIERTO QUE LAS REDES TIENEN SUS VENTAJAS Y DESVENTAJAS , ES SÓLO DARLE UN BUEN USO, AUN SIM EMBARGO, CREO QUE JAMÀS PODRÀN SUSTITUIRSE LAS REDES SOCIALES EN UN CAFECITO BARATO, EN UNA SALITA DE UN CAFE FRANQUICIA O ETC.; ES COMO LOS LIBROS Y EL PERIODICO … SIEMPRE PREFIERO LEERLOS EN FISICO, OLERLOS, MASTICAR SU CONTENIDO COMO LO HACÌA CON REPLICANTE , PERO AHORA TENDRÉ Q LEERLA POR INTERNET , CLARO QUE LO HARÈ POR QUE VALE LA PENA EN LO ABSOLUTO, FELICIDADES POR SER SIEMPRE UNA REVISTA CON CONTENIDO INTELIGENTE ES LO MEJOR QUE LE PUDO HABER PASADO A ESTE PAÌS EN RUINAS, AL MENOS EXISTE UN POCO DE MISERICORDIA,SALUDOS DESDE ZAPOPAN JALISCO ,

    PD. DISCULPAR EL USO EXCESIVO DE LAS MAYÙSCULAS

  3. Gracias J. Iván. La revista ya la tienes: está en tus manos, pues ahora es totalmente digital. Aunque también publicaremos un libro anual, que saldrá en noviembre, ya te avisaremos. Saludos!

  4. waaaaaaaaaa
    veo que ya ponen articulos para comentar
    me gusta su revista lastima que en puerto escondido oaxaca no se pueda conseguir

  5. Gabriela Vargas

    Un artículo muy interesante y fundamentado. Me causa curiosidad el conocer que nos falta como sociedad; qué es lo que tenían las generaciones pasadas que a esta nos falta.

    También como país, creo que historicamente estamos muy detras en participación ciudadana. Se han dado poca manifestaciones importantes y con un impacto importante, en comparación con las de paises con mejores derechos humanos.

    Este artículo pone en evidencia el uso que se le de a las redes sociales. Espero que como revista, esto refleje su punto de vista, y que sean parte del 1%.

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