Productor independiente. Defensor de marginados, homosexuales y pervertidos. Detractor de la censura y la piedra en el zapato del Partido Comunista Japonés, podrían ser algunos de los apelativos disponibles para describir con holgura la trayectoria de un cineasta sin ambiciones de gloria.
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Nagisa Oshima (Kioto, 31 de marzo de 1932 – Fujisawa, 15 de enero de 2013).
Oshima nació en Kyoto en 1932, hijo de clase privilegiada y heredero de la posguerra: herencia palpable, rugosa y respirable en cualquiera de las veintiséis cintas que conforman su legado. Una entusiasta y militante trayectoria como estudiante en la facultad de Derecho en la Universidad de Kyoto lo estigmatizó más allá del campus. Fue más político que litigante, más manifestante que colegial. Debatió en las aulas, tanto como desafió a las autoridades universitarias que vieron con agrado su éxodo al campo cinematográfico en 1954. Después de algunos años de aprender el oficio estructural del celuloide en la célebre productora Shochiku debutó y sorprendió con el largometraje A Town of Love and Hope (1959), primera incursión tras las cámaras que consiguió la proeza de asegurarle el financiamiento de Cruel Story of Routh tan sólo un año después. Su obra podría considerarse un arquetipo de congruencia porque llevó sus convicciones políticas y obsesiones sociales a cualquier extremo imaginable. Criticó la devastación moral nipona sin anestesia de por medio, metió las manos a las entrañas del tejido políticamente correcto de la sociedad exhibiendo sin pudor sus vísceras malolientes. Un penetrante hedor de rencor imperialista se identifica en los diálogos de sus protagonistas. Sus guiones denotan un semblante donde la opresión, el desconsuelo, el hartazgo, la pornografía violenta y una polémica siempre injustificada son el parpadeo constante.
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Tokyo senso sengo, 1970.
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El imperio de los sentidos.
Merry Christmas Mr. Lawrence (1983), protagonizada por David Bowie y Ryuichi Sakamoto, fue la única pieza de su catálogo realizada en inglés. Recuérdese a Takeshi Kitano en el inolvidable papel del oligofrénico Sargento Hara. Con su última cinta, Taboo (1999), abordó con descaro el conflicto homoerótico provocado por el samurai andrógino Sozaburo Kano, dando al traste con uno de los mitos más sagrados e incólumes de su cultura: el de los samuráis.
http://youtu.be/IL2v9qNTI_A
Aniquilador de tabús (la mayoría de las historias convertidas a la postre en cintas fueron inspiradas en hechos reales, de tal suerte que sociópatas y héroes por igual fueron arrancados de la nota roja de la aparentemente apacible sociedad de la posguerra). Crítico de cine, editor, guionista y considerado autor de culto en cualquier parte del mundo, menos en su patria. Militante incómodo. Documentalista sagaz. Cineasta experimental. Provocador de tradiciones. Productor independiente. Defensor de marginados, homosexuales y pervertidos. Detractor de la censura y la piedra en el zapato del Partido Comunista Japonés, podrían ser algunos de los apelativos disponibles para describir con holgura la trayectoria de un creador sin ambiciones de gloria, pero con un talento exquisito para echar mano del perfil más obsceno de la sociedad japonesa, y dicho sea de paso, legarle al mundo una amplia ventana con vista a la ignominia, pero con una panorámica de descomunal y privilegiada belleza plástica. ®