Imagine que de repente tiene que huir de su país. Que se rompe su estabilidad y, de la noche a la mañana, su bienestar se desvanece. Imagine que en un instante lo pierde todo, queman su casa, matan a sus vecinos y el cielo empieza a escupir ráfagas de fuego. Eso fue lo que fotografió Brian Sokol.
Alia, 24 años, en el campo de refugiados de Domiz en Kurdistán, Iraq (15 de noviembre de 2012). Alia huyó de Daraa, Siria, debido a los combates cuatro meses antes de que se tomara esta fotografía. «Al principio del conflicto mi familia decidió quedarse porque pensábamos que terminaría pronto. Tenía miedo de que huyeran y me dejaran sola», confinada en su silla de ruedas y ciega. Alia dice que lo único importante que se llevó consigo es su alma, «nada más, nada material». Cuando se le preguntó sobre su silla de ruedas se sorprendió, ella la considera como una extensión de su cuerpo, no un objeto. Foto © Brian Sokol.
Imagine que escapar del horror se convierte, ahora, en una necesidad urgente. Si sólo pudiera conservar una cosa, una única evidencia de que alguna vez, en alguna parte, usted tuvo un hogar, ¿qué llevaría consigo? Miles de personas en el mundo se han visto obligadas a responder esta pregunta.
Varios meses antes de que se tomara esta fotografía, los constantes bombardeos obligaron a Dowla, de 22 años, y a sus seis hijos a huir de su pueblo, en el estado de Nilo Azul de Sudán. Lo más importante que pudo llevarse consigo es el palo de madera que balancea por encima de los hombros, con el que transportó a sus seis hijos durante el viaje de diez días que realizaron desde Gabanit hasta Sudán del Sur. En ocasiones, los niños estaban demasiado cansados para andar, lo que la obligaba a cargar a dos de ellos en cada lado. Campamento de refugiados de Maban, Sudán del Sur. Foto © Brian Sokol.
Durante los últimos tres años en la República Centroafricana, Siria, Sudán del Sur y Malí más de doce millones de personas han tenido que abandonar sus hogares a causa de los conflictos armados. Doce millones de personas es más que una cantidad con media docena de ceros. Harían falta trece estadios como el Reungrado Primero de Mayo —el más grande del mundo, en Pionyang, Corea del Norte— para reunirlas a todas.
El bombardeo aéreo obligó a Ahmed, de 10 años, y a su familia a huir de su casa en la aldea de Taga, en el estado de Nilo Azul de Sudán, siete meses antes de que se tomara esta fotografía. Lo más importante que pudo llevarse consigo es a Kako, su mono mascota. Kako y Ahmed hicieron el viaje de cinco días desde Taga hasta la frontera con Sudán del Sur juntos en la parte trasera de un camión. Ahmed dice que no puede imaginarse la vida sin Kako, y que lo más difícil de abandonar el Nilo Azul fue tener que dejar al asno de su familia. Campamento de refugiados de Jamam, Maban, Sudán del Sur. Foto © Brian Sokol.
El fotoperiodista estadounidense Brian Sokol trabaja documentando las tragedias humanitarias de diferentes países. Los protagonistas de sus historias, narradas con imágenes y palabras, son personas que en la mayoría de los medios de comunicación sólo aparecen representadas por cifras.
Hassan, que no está seguro de su edad, pero que cree que tiene entre 60 y 70 años, posa para un retrato en el campo de refugiados de Jamam, en el condado de Maban, Sudán del Sur. El conflicto bélico obligó a Hassan y a su familia a huir de su hogar en la aldea de Maganza, en el estado de Nilo Azul de Sudán. Lo más importante que pudo llevarse consigo es la cartera vacía que sujeta. A pesar de que ahora es un indigente, abandonó Maganza con dinero suficiente para comprar comida para su familia durante el viaje de veinticinco días que realizaron hasta la frontera de Sudán del Sur. Foto © Brian Sokol.
Sokol visitó Sudán del Sur en 2011 para poner cara a esos números, para reunir testimonios precisos de gente que ha tenido que abandonar sus comunidades a causa de la violencia, para que, en sociedades menos desafortunadas, los espectadores de sus fotografías tengan la oportunidad de ponerse en la piel de un refugiado. Mujeres, hombres y niños de diferentes edades posaron para el lente del fotógrafo mostrando el único objeto que pudieron rescatar en el momento de la huida. De este trabajo resultó la serie The Most Important Thing. Retratos de una huida.
La olla que Magboola sostiene en la fotografía fue lo único que pudo rescatar de sus pertenencias. En ella cocinó el sorgo que las alimentó durante la travesía. Foto © Brian Sokol.
La historia de Magboola es uno de los veinticuatro testimonios concretos que componen esta serie fotográfica. Magboola tenía veinte años cuando Brian Sokol la fotografió junto a sus tres hijas en el campamento de refugiados de Jamam, Sudán del Sur. La joven madre y sus hijas emprendieron el largo trayecto que separa Bofe de la localidad de El Fudj, en la frontera de ese país.
May, 8 años, en el campo de refugiados de Domiz, Kurdistán, Iraq (16 de noviembre de 2012). May y su familia huyeron de Damasco, Siria, por la noche. May lloró durante todo el recorrido, sufriendo frío, mientras su madre llevaba a su hermano de 2 años en brazos. Desde su llegada a Domiz, May tiene pesadillas en las que su padre es asesinado violentamente. Lo más importante que pudo llevarse son las pulseras que luce en la fotografía. «Las pulseras no son mis cosas favoritas. Mi objeto favorito es mi muñeca Nancy, pero con las prisas me la olvidé sobre mi cama. Foto © Brian Sokol.
Caminaron durante doce días, transitando carreteras en estado deplorable y pasando muy cerca de zonas peligrosas. Sobrevivieron a varios bombardeos aéreos. Huyeron de Bofe en mitad de la noche, cuando unos soldados irrumpieron en su pueblo sembrando el terror. La olla que Magboola sostiene en la fotografía fue lo único que pudo rescatar de sus pertenencias. En ella cocinó el sorgo que las alimentó durante la travesía.
Omar, 37 años, en su tienda de campaña en el campamento de refugiados de Domiz en Kurdistán, Iraq (16 de noviembre de 2012). Omar huyó de Damasco con su esposa y sus dos hijos la noche en que sus vecinos fueron asesinados. «Entraron en la casa y descuartizaron a mi vecino y a sus dos hijos. Arrastraron los cuerpos hasta la calle, donde los encontramos por la mañana.» Lo más importante que Omar se llevó es su buzuq, el instrumento que muestra en esta fotografía. «Tocar me llena de un sentimiento de nostalgia y me recuerda a mi tierra natal. Por un momento, alivia un poco mis penas.» Foto © Brian Sokol.
La madre posa con el semblante serio de quien ha tenido que cargar con el peso de un destino azaroso. Sus hijas tienen las manos vacías, pero sonríen. Sonríen con la inocencia de quienes desconocen ese obsesivo afán de posesión que, tantas veces, se convierte en la causa de nuestra propia ruina. ®
La exposición fotográfica The Most Important Thing. Retratos de una huida, organizada por la Obra Social La Caixa y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), exhibió estas imágenes hasta el 31 de mayo en las instalaciones de CaixaForum Madrid. Próximamente la muestra estará abierta al público en Palma de Mallorca.
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