Nací en octubre y siempre me ha gustado pensar en este mes como el de las revoluciones. Asimismo me gusta jugar a que esto es cierto y, aún más, que algunos de los acontecimientos importantes de la historia enlazan con octubre, lo que se puede comprobar echando un vistazo a las efemérides del mes.
“Láncszemek” (enlaces) es el cuento del húngaro Karinthy Frigyes (1887-1938) publicado en 1930 en que aparece por primera vez la hipótesis de los seis grados de separación. Según ésta, cualquiera puede estar conectado a cualquier otra persona a través de una cadena de conocidos que no pasa de cinco intermediarios, lo que hace que todas las personas del mundo se puedan conectar con sólo seis enlaces. A partir de esa obra de ficción la hipótesis de los seis grados de separación pasó a los estudios de las redes sociales, sirviendo como base en los años sesenta para los primeros experimentos en este campo. En los años noventa estos experimentos generaron modelos matemáticos y teóricos que, con el advenimiento de la cultura digital, se han vuelto esenciales para la descripción de numerosos aspectos de un mundo cada vez más interconectado.* * *
Pese a su importancia —y al hecho de que asimismo comprueba de alguna forma que la ficción no es el opuesto de la verdad, sino que forma parte de ella—, el cuento de Frigyes es poco difundido. No se ha traducido al español ni al portugués, aunque sí al inglés con el título “Chains”. En la red, sin embargo, lo único que he podido encontrar fue este fragmento en húngaro.
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Para obtener algún dinero mi tía hacía piezas en ganchillo —mantas, tapetes de mesa, ropas para bebés, acabados, adornos para ropas— que vendía a vecinos, parientes, conocidos y sus compañeras de la congregación de las Hijas de María. Éstas eran en general mujeres pobres, solas y muy religiosas que en los días de procesión acostumbraban vestirse de azul, el color de María según la tradición católica.
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Se entiende revolución como un cambio o transformación radical respecto del pasado inmediato que se puede producir en distintos ámbitos —social, económico, religioso etc.— percibido como súbito y violento, ya que se trata de una ruptura del orden establecido. El término evoca asimismo el rompimiento de una linealidad y un volver a empezar; giro o voltereta.
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Entre los acontecimientos de octubre destaca la Revolución rusa de 1917, bajo lo cual se entiende la culminación del proceso que llevó a la toma del poder por los bolcheviques luego de la insurrección que se puso en marcha entre el 24 y el 25 de octubre según el calendario juliano, entonces en uso en el Imperio ruso. En esas fechas los comunistas tomaron el control de los puentes, las estaciones, el banco central y las centrales postales y telefónicas y finalmente lanzaron el asalto al Palacio de Invierno, sede del poder.
Sobre estos hechos se sigue generando más bibliografía de lo que podemos imaginar. Entre la que conozco tengo mucho cariño por Diez días que estremecieron el mundo, de John Reed (1887-1920), que en mi adolescencia me introdujo en la idea de revolución y asimismo en los meandros del género cronístico (de cronos…). Les dejo esta edición de un grupo marxista con prefacios de Lenin y del mismo Reed, que nació y murió en octubre.
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La Enciclopedia: Diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios, dirigida por Diderot y Jean d’Alembert, tenía como objetivo difundir las ideas de la Ilustración. Fruto de la Revolución de 1789, la filosofía de la Enciclopedia se orienta por el afán de crítica, o de aplicar la “luz” de la razón a todos los campos del saber, una vez que ellos reflejaban las concepciones políticas, sociales y religiosas. En la Enciclopedia las artes manuales y las técnicas, trabajos relacionados con las clases medias y populares, aparecen como trabajos dignos e importantes. En contra del voluptuoso rococó y su frivolidad aristocrática se proponía una “vuelta a la serenidad del arte antiguo”.
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La primera referencia a la palabra crochet aparece en 1812 en The Memoirs of a Highland Lady, la autobiografía de Elizabeth Grant que retrata la vida cotidiana en Irlanda en esa época con una mirada atenta a las diferencias entre las clases sociales. Entre 1845 y 1849, periodo de la Gran Hambruna en Irlanda, caracterizado por el hambre, las enfermedades y la emigración, las monjas ursulinas, como parte de su programa de ayuda a las poblaciones pobres, enseñaban el ganchillo a las mujeres y los niños.
La técnica se difundió y se convirtió en una próspera industria casera, en especial en Irlanda y el norte de Francia, sosteniendo comunidades cuyo modo de vida tradicional había sido dañado por las guerras, fluctuaciones en la agricultura y el uso de la tierra y las malas cosechas. Las mujeres, e incluso a veces los niños, se quedaban en casa y tejían ropa, mantas, etc., para vender. Estos artículos eran comprados principalmente por la emergente clase media. Justo como pasó con mi tía en aquel Brasil del siglo XX en su tránsito rápido y tardío —o desigual y combinado como prefería Trotsky— hacia la modernidad.
¿Quien dijo que el ganchillo no tiene relación con la revolución?
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Una de las más complicadas tesis de Nietszche es la del eterno retorno, que todavía suscita interpretaciones interesantes. Nietszche criticaba toda filosofía que postulaba la existencia de entidades permanentes. De modo que el eterno retorno se puede entender como una expresión de reivindicación radical de la vida. La vida es fugacidad, nacimiento, duración y muerte, no hay en ella nada permanente. Podemos, sin embargo, recuperar la noción de permanencia si hacemos que el propio instante dure eternamente, no porque no se acabe nunca, lo que haría imposible la aparición de otros instantes, de otros sucesos, sino porque se repite sin fin.
¿Qué sucedería si un demonio… te dijese: Esta vida, tal como tú la vives actualmente, tal como la has vivido, tendrás que revivirla… una serie infinita de veces; nada nuevo habrá en ella; al contrario, es preciso que cada dolor y cada alegría, cada pensamiento y cada suspiro… vuelvas a pasarlo con la misma secuencia y orden… y también este instante y yo mismo… Si este pensamiento tomase fuerza en ti… te transformaría quizá, pero quizá te anonadaría también… ¡Cuánto tendrías entonces que amar la vida y amarte a ti mismo para no desear otra cosa sino esta suprema y eterna confirmación! [La gaya ciencia].
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Olvidado o relegado a pocos aficionados lo largo de los sesenta, cuando la moda se rindió a los tejidos industriales, el ganchillo volvió en los setenta en bolsas, chalecos, adornos y toda suerte de atuendos revividos por la onda hippie. Sobre los finales de esta década le envidié a mi hermana un chal de ganchillo azul que le regaló mi tía. Por entonces ya había leído Diez días que estremecieron el mundo, pero me quedaba mucho, y aún me queda, por entender sobre las revoluciones. Todavía recuerdo aquel chal, así como el hecho de que nunca fui a visitar a mi tía en el asilo, porque quedaba demasiado lejos.
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En Hungría, el 23 de octubre de 1956, reflejando reivindicaciones del pueblo, empezó un movimiento espontáneo contra el gobierno y sus políticas impuestas desde la Unión Soviética. El movimiento, que duró hasta el 10 de noviembre del mismo año, se conoció como la Revolución húngara del 1956.
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La teoría de los seis grados de separación se ha aplicado a una variedad de campos, como el análisis de redes de distintos tipos (en 2011 el Facebook la comprobó en una investigación), la minería de datos (me encanta este término) y los impactos sociales, económicos y políticos de la tecnología. El concepto de red lleva a un modelo de conocimiento que se basa en sistemas complejos formados por unidades interactuantes. Estos sistemas tienen propiedades que no están presentes en las unidades que lo forman cuando se consideran individualmente. En ellos la interacción de diferentes unidades da lugar a nuevos comportamientos que no es posible explicar por la simple combinación entre las partes, sino a partir del surgimiento de un nuevo fenómeno de carácter colectivo. Revolución, pues.
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El estudio de la arquitectura de las redes ha revelado semejanzas entre sistemas muy dispares, entre otros en el campo de la genómica comparativa. Recientemente científicos de doce países se reunieron para presentar los resultados de la secuencia del genoma de las gallinas. Una de las conclusiones es que estas aves son mucho más parecidas a los seres humanos de lo que se suponía, ya que ambos comparten cerca de 60% de sus genes. La otra es que hace 310 millones de años anduvo por el planeta una criatura de la que descendemos tanto nosotros como las gallinas.
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Una ocasión mi tía salvó a una gallina que estaba agonizando en el patio dándole aceite de ricino. Esta gallina, contrariando el destino que los humanos han determinado para su especie —horno, parrilla, olla— se volvió mascota de la familia y murió de vejez. Creo que redimió a mi tía, porque estoy segura de que ella ascendió al cielo en triunfo, con un manto de ganchillo azul y cercada de gallinas desplumadas y con los cuellos retorcidos.
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Desde estos días claros del octubre mexicano sigo tramando revoluciones, piezas que se van entretejiendo entre la experiencia, la lectura, la escritura. Hago ganchillo. ®