Sobreviviente rusa de la II Guerra Mundial

El gobierno de Putin condecora a Zoya Makarova

Zoya Makarova cumplirá noventa años el próximo 20 de noviembre. Trabajó en una fábrica de armas para el gobierno ruso durante la guerra. En el 70 aniversario de la victoria de los aliados la embajada rusa le entregó una condecoración. Reside en Guadalajara desde hace quince años

Natalia Semina y su abuela Zoya Makarova. Fotografía de Arllete Solano.

Natalia Semina y su abuela Zoya Makarova. Fotografía de Arllete Solano.

Entre 25 mil rusos en territorio mexicano hay dos sobrevivientes de la II Guerra Mundial, una de ellas es Zoya Filippovna Makarova, quien llegó a Guadalajara hace quince años y desde entonces radica en la casa de campo de su hija cerca de Tala. La hermosa Zoya, con siete nietos y diez bisnietos, tiene más familia aquí que en Rusia, la patria que vive en su recuerdo y a la que no deja de añorar. Por orden del presidente Vladimir Putin la nonagenaria rusa recibió su sexta medalla como heroína del enfrentamiento bélico más devastador del siglo XX.

Zoya se remonta sin escalas a 1945, al momento en el que el bloque de los tres grandes aliados integrado por la Unión Soviética, el Reino Unido y Estados Unidos vencieron a la Alemania nazi. A sus casi noventa años Zoya Makarova relata cómo se abrazaron, se besaron y cantaron: “Ya acabó la guerra/ están regresando los soldados/ yo voy a esperar a mi amado afuera de la puerta”, una canción popular que sigue entonando. Puede recordar también detalles precisos de su vestido de novia, pero no se da cuenta de que repite las historias una y otra vez.

En 1947, Zoya con su esposo Piotr Vasilievich Zaitsev.

En 1947, Zoya con su esposo Piotr Vasilievich Zaitsev.

En 1941, al estallar la guerra, fue asignada para trabajar en una planta militar en la ciudad de Kirov donde se fabricaban granadas y proyectiles de artillería de diferentes calibres. Uno de los recuerdos más frescos que tiene en su memoria es su labor como supervisora en las líneas de producción donde se trabajaban turnos de veinte horas con apenas 200 gramos de pan en el estómago, lo cual hacía más dura la supervivencia. Rememora que tenían que hacer harina de quinoa, que entonces se consideraba una mala hierba, aunque ahora es un alimento con propiedades nutritivas. No consumían huevo ni leche, menos carne o trigo.

En su responsabilidad en la fábrica, si se detectaba algún defecto en la producción por mínimo que fuera debían quedarse toda la noche para reparar los daños, recuerda sentada casi inmóvil con sus ojos que aún brillan azules debajo de una capa de color ahumado. “Construíamos granadas, de manera que había mucha tensión porque era peligroso, sabíamos que podíamos activar el seguro y los artefactos podían hacer explosión”, dice con ayuda de su nieta Natalia Semina, quien traduce sus palabras pues aunque está familiarizada con la cultura mexicana no logró adoptar el idioma español.

En 1940, Zoya, al centro de camisa blanca y falda negra, con amigas.

En 1940, Zoya, al centro de camisa blanca y falda negra, con amigas.

A través su nieta, la blanca babushka cuenta que cuando se desató la guerra ella tenía quince años y había terminado la escuela preparatoria, por eso obtuvo un puesto de supervisora de calidad. A los adolescentes de su edad no los enviaban al campo pero a sus amigas, que eran dos años más grandes, las enviaron al frente para combatir al ejército alemán. El peligro estaba latente en cualquier posición; quienes estuvieron en contacto directo con hidrocarburos y químicos explosivos sufrieron consecuencias en su salud, y muchas mujeres quedaron estériles por el manejo de TNT.

Pero ése no fue el caso de Makarova, quien al término de la guerra continuó trabajando al servicio del gobierno en el comisariado militar y llegó ser administradora de documentos secretos —de hecho su nieta sospecha que pudo haber sido una agente de la KGB. Ahí conoció a un soldado herido que fue dado de baja, Piotr Zaitsev, con quien se casó en 1946 y tuvieron cuatro hijos que actualmente residen en México, Rusia y Ucrania.

“Mi abuela celebra la salud y el optimismo, a ella le encanta cantar chastushki, que son rimas graciosas. Hasta hace dos años caminaba y cantaba, pero tuvo una operación y ahora que también le falta la vista ya no lo hace tanto. Cuando está conmigo y con mi familia escucha audiolibros y a veces lee en mi iPad con ayuda de una lupa; también le pongo sus canciones favoritas”, dice Natalia. Ella fue quien recibió en su casa a la comitiva del gobierno ruso que la condecoró por sus méritos.

En este año se cumplen setenta años de la gran victoria sobre el Tercer Reich y Makarova cumplirá noventa años en noviembre, y sigue celebrando la vida sin guerras, sin bombas, con un cielo azul, dice la veterana. Se siente como un árbol viejo que se trasplanta, porque extraña mucho Rusia aunque por sus condiciones de salud prefiere permanecer en Guadalajara, cuyas costumbres, familia y clima, dice, le favorecen. Acerca de su experiencia, sabe que se cumplirán setenta años de paz en su país y se alegra por ello, lo único que pide es “que no haya guerra, es lo más horrible que puede pasar”.

27 millones de muertos

De acuerdo con Eduard R. Malayán, embajador plenipotenciario de la Federación Rusa, de los 25 mil ciudadanos rusos que habitan en México solamente hay dos personas que participaron en la II Guerra Mundial, una de ellas es Zoya Makarova y vive en Jalisco desde que su hija la trajo a este país; el otro es Vladimir Boetyanksy, un famoso matemático que reside en Guanajuato. “Son los héroes que nos garantizaron la victoria, son personas en el mundo que se pueden contar con los dedos de la mano”, dijo el funcionario, que vino como enviado especial a entregar la condecoración.

Entre civiles, soldados y presos durante la guerra fallecieron 27 millones de rusos. En 1945 la entonces Unión Soviética era reconocida como la nación que encabezó el triunfo de los aliados sobre el nazismo; hoy, de acuerdo con la encuesta del Instituto Francés de Opinión Pública, se reconoce principalmente a Estados Unidos como el país que contribuyó decisivamente a la victoria. ®

Una versión de este artículo se publicó en Milenio Jalisco el 1 de mayo de 2015.

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Publicado en: Apuntes y crónicas

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