Narrada a través de tres historias, Tierra de hermanos presenta a un grupo de refugiados afganos que busca comenzar una nueva vida en Irán, sólo para encontrarse en un país en el cual acceder a la ciudadanía no opera de igual manera para todos.

¿Qué significan conceptos como “patria” e “identidad” en un presente en el que la xenofobia, el recelo hacia “el otro” y los discursos políticos que incitan estas actitudes están avanzando peligrosamente alrededor del mundo? Ésa fue una interrogante que se planteó la pareja formada por los directores y guionistas iraníes Raha Amirfazli y Alireza Ghasemi al escribir su ópera prima Tierra de hermanos. Narrada a través de tres historias que abarcan veinte años —de la invasión estadounidense a Afganistán en 2001 al regreso del régimen talibán en 2021—, la película presenta a un grupo de refugiados afganos que busca comenzar una nueva vida en Irán, sólo para encontrarse en un país en el cual el poder acceder a ser considerado “ciudadano” o “hermano” no opera de igual manera para todos.
A propósito del estreno de Tierra de hermanos en salas compartimos la entrevista con Raha Amirfazli, quien habló acerca de la manera en que ella y su compañero se las ingeniaron para burlar a la estricta censura que en su país se ejerce contra el cine, de cómo la relación que ambos han mantenido desde temprana edad con la comunidad afgana les ayudó a que las tres historias se sientan honestas, y de cómo está viendo, a la distancia, la película, ahora que ella también es una inmigrante en Nueva York.
—¿Cómo surge la estructura narrativa de la película para contar tres historias a lo largo de veinte años y así hacer hincapié en la discriminación y el maltrato que padecen los inmigrantes como un problema sistemático?
—Alireza y yo, respectivamente, crecimos en Irán conviviendo con amigos y compañeros afganos desde la escuela. Sin embargo, a medida que iba pasando el tiempo, fuimos notando las diferencias que la sociedad imponía entre ellos y nosotros, hasta que nos empezó a resultar problemático el ver cómo eran tratados y cómo no podían acceder a los derechos humanos básicos. Esta situación nos volvió curiosos y más observadores de nuestro entorno. Con este antecedente en común, cuando Alireza y yo nos conocimos en la Universidad de Arte de Teherán y comenzamos a trabajar juntos, nos preguntamos si la comunidad de Afganistán tenía algún tipo de representación en nuestro cine. Fue triste ver que no era el caso, que la poca representación que tenían era en personajes menores, pasivos, sin agencia propia, envueltos en situaciones principalmente cómicas. Al hablar sobre esto, los dos sabíamos que ahí había un tema para una película.

Así, en medio de la pandemia, iniciamos una investigación de manera formal. Conocíamos las historias de nuestros amigos. Por ejemplo, en mi caso, un amigo de la infancia fue deportado, pero no sabíamos la profundidad de estas historias. Leímos libros, escuchamos podcasts, vimos los noticieros y recopilamos muchas historias duras y tristes sobre la realidad de los inmigrantes afganos en mi país. De esta manera descubrimos que incluso afganos de segunda generación nacidos en Irán no podían adquirir la ciudadanía.
Conocíamos las historias de nuestros amigos. Por ejemplo, en mi caso, un amigo de la infancia fue deportado, pero no sabíamos la profundidad de estas historias. Leímos libros, escuchamos podcasts, vimos los noticieros y recopilamos muchas historias duras y tristes sobre la realidad de los inmigrantes afganos en mi país.
Originalmente, escribimos sólo la segunda historia dela película, protagonizada por el personaje de Leila, la joven que trabaja para un matrimonio de clase privilegiada, con la idea de hacer un cortometraje, pero no tardamos en darnos cuenta de que ésta no conseguía transmitir en su totalidad la problemática. Entonces tuvimos que pensar en una estructura diferente para lograr una imagen mucho más amplia, de tal modo que comenzamos a escribir las otras dos historias y Tierra de hermanos se convirtió en un largometraje. Creo que los tres relatos alcanzaron mayor peso en la etapa de casting, un proceso que duró seis meses, en los que escuchamos experiencias de primera mano, enriqueciendo así la película.

—Ahora que mencionas la etapa de casting, al estar leyendo los materiales de prensa me enteré de que se acercaron a una compañía teatral de Teherán que trabaja con la comunidad afgana, para encontrar a su elenco. ¿Puedes ahondar acerca de cómo fue este proceso?
—Ésa es mi parte favorita dentro de la preproducción de la película; ese tipo de casting es algo que espero pueda experimentar nuevamente en el futuro. Efectivamente, entramos en contacto con una compañía teatral que opera en el undergound, la cual trabaja con inmigrantes afganos, enseñándoles técnicas básicas de actuación para montar pequeñas obras. De esta manera conocimos a una comunidad interesada en el arte. Empezamos a reunirnos con ellos, uno por uno, pero no queríamos que en el casting leyeran diálogos del guion; ésa no es nuestra forma de trabajar. Únicamente les compartimos la trama de la película y nos concentramos en escuchar sus historias de vida. Así nos fueron presentando a sus familiares y amigos; recuerdo que a nuestra oficina llegaban todo el tiempo familias de seis o más integrantes, todos querían hablar con nosotros. Por ejemplo, una ocasión un hombre nos dijo que su sobrina era la ideal para cierto papel; ella llegó al día siguiente acompañada de sus hijos. En algún momento teníamos a seis niños hablando de sus experiencias y recuerdos.
Creo que tener esas conversaciones fue clave para poder contar una historia honesta. Fuimos muy afortunados en encontrar, para los papeles principales, a Mohammad Hosseini (como Mohammad), Hamideh Jafari (como Leila), Bashir Nikzad (como Qasem) y Marjan Khalegi (como Hanie); gente que entendió la trama y que fue muy apasionada, a pesar del riesgo que conllevaba filmar la película. Durante casi dos años los conocimos y tratamos, nos veíamos semanalmente en nuestra oficina y en parques para hablar del guion. Ellos nos ayudaron a darle dirección y a conocer mejor a los personajes que habíamos escrito. Éramos muy conscientes de que no podíamos pretender llegar a ser la voz más fuerte de la película, porque nosotros no habíamos vivido sus experiencias. Queríamos que fueran ellos los que le dieran forma a los diálogos y las situaciones, en lugar de nosotros.
—En su cortometraje Lunch Time (2017) Alireza ya hablaba acerca de lo estricta y difícil que es la burocracia en Irán, un sistema muy entrometido con la documentación de identidad de sus habitantes. En aquel cortometraje una adolescente se enfrenta a un laberinto de trámites en un hospital público para poder reconocer el cuerpo de su madre. En Tierra de hermanos obviamente esto se agrava al tratarse de personajes inmigrantes. Platícame de ese interés temático.
—Yo no lo llamaría un sistema burocrático difícil, sino un sistema burocrático imposible, porque las leyes ejercidas sobre los inmigrantes son pensadas básicamente para expulsarlos del país. La bienvenida inicial que recibieron por parte del gobierno y de la gente iraní, esto al comienzo de la guerra de Afganistán, fue muy cálida y honesta. Fueron considerados hermanos de una misma cultura, lengua y religión. Sin embargo, un par de años después, el gobierno empezó a promulgar y ejecutar leyes contra los afganos, ya que los miraban como meros invitados que debían volver a su país. Hablo de leyes que no he visto en ningún otro lugar: una persona afgana no tiene forma de conseguir una casa propia, sólo puede aspirar a trabajos manuales, vaya, ni siquiera puede comprar una tarjeta para su celular o un boleto para el metro. Estas leyes fueron cuidadosamente creadas para hacerle enormemente problemática la vida a los inmigrantes y eso era algo que deseábamos abordar de manera directa en la película.

La bienvenida inicial que recibieron por parte del gobierno y de la gente iraní, esto al comienzo de la guerra de Afganistán, fue muy cálida y honesta. Fueron considerados hermanos de una misma cultura, lengua y religión. Sin embargo, un par de años después, el gobierno empezó a promulgar y ejecutar leyes contra los afganos, ya que los miraban como meros invitados que debían volver a su país.
—La tercera historia de la película es la que resulta más crítica con aquello que se entiende por “patria” y “nacionalidad”. Después de veinte años de discriminación, el personaje de Qasem y su esposa Hanie recibirán la ciudadanía iraní de manera legal. Sin embargo, ésta se les otorgará como una compensación por una pérdida. ¿Cómo fue la escritura de esa historia en particular?
—Ésa es una gran pregunta que no me habían planteado antes, así que aprecio la idea detrás de ella. Cuando Alireza y yo estábamos escribiendo el guion nos dimos cuenta de que eventualmente tendríamos que dejar el país; sabíamos con certeza que al hacer esta película ya no podríamos vivir ahí de manera segura, lo cual añadió una capa de profundidad a la escritura del tercer capítulo. Nos enfrentamos a preguntas más globales sobre lo que es la identidad, lo que significa ser un inmigrante y la conexión que éste tiene con su país natal y el país que lo recibe. Confieso que fue un proceso muy íntimo que conllevó mucha reflexión.
El meollo del tercer capítulo es que básicamente no hay modo de obtener la ciudadanía iraní legalmente, a menos que el hijo de alguien se enrole en el ejército y éste eventualmente fallezca en una guerra; de esta forma el gobierno otorga el “honor” de la nacionalidad y de ser considerados “hermanos”, lo cual es algo sumamente triste y desesperanzador con respecto a la manera en la que estas personas son tratadas. Alireza y yo volvimos a hablar sobre esto después de dejar Irán; nuestro entendimiento del concepto de nacionalidad cambió drásticamente. Si tuviéramos que escribir el guion ahora sin duda lo haríamos con una introspección aún mayor.

—Por su parte, en la mencionada segunda historia protagonizada por el personaje de Leila se habla acerca de la posición de la mujer en un país como Irán, donde su invisibilidad es cotidiana. Mientras que el matrimonio que emplea a Leila celebra junto a sus amistades el año nuevo persa, Leila debe de ocultar que su marido acaba de fallecer de manera repentina. Revelarlo la condenaría a su deportación. ¿De qué manera fueron abordando este tema?
—Leila es muy especial para mí, porque estamos hablando de una película que trata sobre derechos humanos, y en Irán las mujeres afganas tienen aún menos derechos y oportunidades de calidad de vida que los hombres. Leila es un personaje entrañable para mí, ya que, en mi opinión, tiene más agencia que los otros personajes; tan sólo está el hecho de tener que absorber tanta tensión emocional y pensar con astucia para crear un ambiente al menos seguro para ella y su hijo.
Debo de decir que cuando estábamos haciendo la película no teníamos tanta conciencia de la relación entre el diseño de la villa y el tema de la invisibilidad de las mujeres, pero ahora lo consideramos un elemento muy importante de nuestra película.
En tu pregunta mencionaste la invisibilidad que, en general, padecen las mujeres en Irán y eso me resulta realmente interesante, porque, de alguna manera, toda la arquitectura de la villa donde vive el matrimonio para el cual trabaja Leila y en donde ella, su marido Hossein y su hijo tienen un pequeño anexo, refleja ese aspecto de la sociedad iraní. El lugar es amplio y hermoso, con dos pisos y grandes ventanas que dan hacia el mar, pero Leila se encuentra escondida en un pequeño rincón. Debo de decir que cuando estábamos haciendo la película no teníamos tanta conciencia de la relación entre el diseño de la villa y el tema de la invisibilidad de las mujeres, pero ahora lo consideramos un elemento muy importante de nuestra película.
—En la historia con la que abre Tierra de hermanos el personaje de Mohammad es detenido arbitrariamente en repetidas ocasiones y acosado por un oficial. Un aspecto que sobresale de esta historia es que se sugiere la homosexualidad de este oficial, algo atípico en el contexto iraní. ¿De dónde nace este personaje?
—Debo de hacer la precisión de que el personaje no es un oficial de policía, específicamente se encuentra realizando su servicio militar, que en Irán es obligatorio. Alireza, por ende, tenía muchas historias que contar. Es una situación realmente brutal: entrar como alguien joven e ingenuo y dos años después salir como una persona completamente diferente. Alireza me explicaba que te enseñan a que debes de vivir la vida como ellos, que debes de anteponer tus necesidades a las de la sociedad, que está bien mentir, engañar a la gente y tratar con desprecio a los demás, como si fueran inferiores a ti, esto mediante técnicas psicológicas totalmente devastadoras.
Al escribir la primera historia Alireza y yo hablamos sobre sus recuerdos y de esta manera, poco a poco, construimos al personaje. Creo que en ese sistema, en el cual todo gira en torno a aceptar sin reparo lo que diga la autoridad en turno, una persona busca ir a cualquier lugar donde pueda hacer valer el poco poder que tiene. El personaje se encuentra bajo tanta presión por la clandestinidad de su orientación sexual que su pequeño rastro de esperanza es ejercer presión ante un joven inmigrante.
—Es sabido lo férrea que resulta la censura en Irán respecto al cine. Considerando ese aspecto, ¿cómo se produjo una película como Tierra de hermanos?
—Con respecto a la producción, no había forma de que el gobierno de mi país nos diera permisos y apoyos para hacer esta película. Así, gradualmente fuimos entregando guiones como si fueran pensados para cortometrajes, los cuales tenían poco o nada que ver con el guion real. Así, con ese truco para burlar a la censura fuimos consiguiendo los permisos y filmando los capítulos en tres temporadas diferentes y posteriormente los unimos para construir el largometraje. Para lograrlo reunimos al crew con el que trabajamos en nuestros cortometrajes previos, gente en la que confiamos totalmente. Fuimos afortunados de que el crew amó el proyecto y que valientemente estuvieron dispuestos a filmar de manera clandestina. Obviamente, Tierra de hermanos no se ha estrenado en Irán.

—La xenofobia y los discursos políticos que la promueven están asolando, no solo a Irán, sino al mundo. ¿Cuál es tu sentir al respecto?
—Creo que el mundo se volvió más oscuro desde que realizamos la película. Esperábamos mostrarla en una sociedad más libre y abierta, pero no ha sido así. En estos momentos resido en Nueva York y las noticias sobre las recientes leyes anti–inmigrantes me dejan con los nervios destrozados. El mundo básicamente se está convirtiendo, a gran escala, en lo que señalamos en la película. En Tierra de hermanos vemos cómo la sociedad y el gobierno iraní son ajenos a la comunidad afgana; no conocen lo suficiente de ella y se basan en los clichés y estereotipos que se le atribuyen, conduciendo a la discriminación y el odio. Eso es lo que el discurso actual en Estados Unidos y varios países europeos está promoviendo. Está dividiendo a la gente en “nosotros” y “ellos”, en “buenos” y “malos”, en “esta cultura” y “aquella cultura”, en “esta religión” y “esa otra religión”. Esto es algo contra lo que estamos luchando, porque definitivamente no es deseable para el futuro de la humanidad. Dividirnos por apariencia, cultura e idioma es algo que debimos haber dejado atrás al llegar a este siglo. ®