Cuando Rocío Cerón escribe poesía en prosa se acerca a la fotografía y cuando lo hace en verso a la música. Tiento, su nuevo libro, fue concebido como un acto poético.
I. Migrando, acaso, como una rara avis, y bellamente editado por la Universidad Autónoma de Nuevo León, ha llegado a mis manos Tiento, de Rocío Cerón. Luego de leerlo, verlo y escucharlo varias veces me he dispuesto a escribir esta reseña sabiendo que la reflexión sobre este libro me llevará a pensar en la poesía nacional, su conservadurismo y en el papel en ella de una voz peculiar, distinta y ya con merecido prestigio.
A pesar de su juventud, la figura de Rocío Cerón es frecuentemente nombrada en el ambiente literario mexicano no sólo por su poesía sino por diversas propuestas que, partiendo de lo lírico, exceden este campo para proponer nuevas lecturas y maneras de hacer arte con palabras. Recuerdo como ejemplo al colectivo Motín Poeta que realizó durante varios años un conjunto de propuestas interdisciplinarias vertebradas en el texto poético. En su página de internet (motinpoeta.blogsot.com), hablando de Imperio, libro de Cerón salido bajo el sello de Motín Poeta, puede leerse que
Imperio/Empire puede leerse, escucharse y verse como una suma orgánica de las experiencias artísticas que en este libro dialogan: poesía (Rocío Cerón), música (Bishop), video (Nómada), esténcil y gráficos (Tower) y diseño (Magui Pizarro), todo a partir del trabajo hecho en colaboración en feliz encuentro de las búsquedas en un sólo proyecto que deja ver que las realidades del mundo —al menos el que intenta crear un vínculo con el arte contemporáneo— son inmensas. Con un CD y guardas con acabados a mano, haciendo cada ejemplar único, y con la colaboración especial de Tanya Huntington en la traducción, Imperio/Empire es un proyecto expansivo, una pieza única, interdisciplinaria que habla sobre la íntima violencia de una guerra en el núcleo familiar y el estallido que da pie a la caída de un imperio.
Lo anterior da al lector que apenas se acerca a la propuesta de Rocío Cerón una idea de su trabajo. Quiero señalar, en todo esto, una virtud no pequeña: tanto en Imperio como en Tiento los poemas de Cerón no parecen hacer sido escritos para el diseño, video, gráficos o lo que fuere. Son, eso sí, el punto de partida y de llegada de esas otras expresiones, su epicentro. Otra gente ha señalado lo mismo como un defecto, y pienso que es porque le han pedido al libro o a la propuesta cosas que no ofrece ni tiene por qué ofrecer. Como lo entiendo, el trabajo de Cerón no se trata de crear arte-objeto, sino de ofrecer un conglomerado de expresiones diversas, convergentes en el poema.
Sin hablar más del papel que Motín Poeta indiscutiblemente tuvo como señalamiento de una carencia en la poesía nacional mexicana, sumamente conservadora en sus vertientes canónicas, me interesa tomarlo como antecedente de Tiento, porque creo que un libro como éste no pudo haber salido naturalmente de una pluma mexicana que no fuese la de Rocío Cerón. Digo esto no como halago, sino como consecuencia natural: ella es el más visible rostro de este tipo de aproximación a la poesía en México.
II. Complejo en su concepto más que en la escritura misma de los poemas que lo componen, Tiento es desde su título una indagación. Tiento es el nombre del acto de palpar, de descubrir con el tacto, o el nombre del bastón que usan los ciegos. De cualquier manera, es un vislumbre que deja de lado la vista para descansar en otros sentidos. Por ello este libro no termina de ser, con completa conciencia, completamente lírico ni narrativo. Es una búsqueda, a tientas, por terrenos lejanos fuera y dentro de las geografías del mundo, la emoción y la memoria.
Teniendo como más claro antecedente nacional, cuando menos en lo temático, la poesía de Gloria Gervitz, el libro de Rocío Cerón se compone de poemas que narran tres historias de migración. Los personajes, que por momentos también son los hablantes líricos, son tres mujeres de distintas edades: la abuela, la madre y Eleonora. Ahora bien, las fronteras entre cada uno de estos personajes es ambigua, no porque se confundan, sino porque la experiencia de la migración las ha cruzado a todas, y porque el libro está construido de tal manera que sus voces se superponen como un palimpsesto que, acaso, no es necesario destejer, sino apreciar en su indiferenciada, si bien lograda, riqueza.
Complejo en su concepto más que en la escritura misma de los poemas que lo componen, Tiento es desde su título una indagación. Tiento es el nombre del acto de palpar, de descubrir con el tacto, o el nombre del bastón que usan los ciegos. De cualquier manera, es un vislumbre que deja de lado la vista para descansar en otros sentidos.
No es un libro de anécdotas de viaje en clave lírica, sino un libro de experiencias líricas a través de la historia de estas migraciones. Tan es así que la composición del volumen, que incluye dos partituras de Enrico Chapela y fotografías de Valentina Siniego Benetati, invita a la experiencia lírica. Quiero decir que la música y las fotografías no son “aclaradoras” de lo que se narra en los poemas, sino sus acompañantes complementarios. La música (que puede y debe escucharse en el blog de Rocío Cerón) expresa mucho más una situación emotiva que una historia, lo mismo que las fotografías. Libro que narra, Tiento no pretende decir un hecho (aunque lo hace) sino transmitir una emotividad asociada a la migración y todo lo que ésta conlleva: la familia, el abandono de un lugar, el arribo a otro nuevo, la identidad ganada y la dejada atrás.
En cuanto a su estructura, el libro se compone de tres secciones, a su vez divididas en varias otras. La primera se titula Kalemegdan, 1947. El título mismo nos remite a Belgrado y al año en que la migración empieza. Las siguientes partes se titulan América, nombre del lugar al cual se llega, y Eleonora, que es la más joven de estas tres mujeres.
Al final del libro el lector, algo confuso todavía por este novedoso espécimen verbal, puede leer una reseña-epílogo de José Manuel Springer titulado Palabras, dardos que se entierran en el corazón de la bruma y crean imágenes con su sonido. A pesar de que no soy partidario de los prólogos o epílogos en primeros libros, o en primeras ediciones de poesía, creo que este texto, dada la naturaleza de lo que lo antecede, es bastante pertinente. De cualquier modo, y como cualquier libro que valga la pena, Tiento requiere y merece varias lecturas.
Hacia el final de la primera parte, y durante la totalidad de la segunda, los poemas de Tiento se hacen prosa. El cambio de aliento y la ligera variación de tono entre verso y prosa a lo largo del texto tiene (me parece) una función rítmica: los poemas en prosa dan cuenta de situaciones visuales, corporales, físicas, y con ello logran provocar la emoción a que remiten:
Herrumbre. Contener el puño. La gravedad de las últimas hojas y la nieve. Escucha el resoplido insular. Tan lejos y cercano. El mar brilla para todos pero cerca del carbón sólo resta el miedo. Defendernos de. Acentos sonoros recuerdan a Siberia. Pero en Siberia nunca llega el otoño. Aquí —casi temblando— hay que ir codo con codo. Aquel jardín o muro o tierra nueva. Hacer la América. Herrumbre: desde Portobelo y hasta la Patagonia. Acero sin distinciones. A ojo se hace el tiento. El polvo ensombrece las extensiones de tierra. Lentitud entre los pasajeros: pegar el oído al subte, algo se inflama. Algo ya marca el cuerpo. [57]
Por su parte, los poemas en verso tienden a sondear las emociones de modo más abstracto porque no buscan crearlas sino internarse en ellas. Cito como ejemplo un fragmento del poema Gramática del nudo, que es uno de los mejor logrados del libro, y también título de una de las piezas de Enrico Chapela:
Algo nos precede. Letal. Como el primer día que aprendimos a hacer nudos.
Y a cada ritmo un fardo un bloque una ceguera un escondite.
—animal cautivo, apenas intuición o atentado de luz.
Algo clama un patio de hileras verdes y fresnos crecidos hasta el instante de la boca.
¿Quién habla en mi cabeza y aturde al bulbo con su llanto?
El pensamiento busca origen:
Opus nigrum para mantener quieto (anclado)
el secreto de la infancia.
[28]
Tomando en cuenta el libro en su conjunto, diría que los poemas en prosa son más cercanos a la fotografía, mientras que los poemas en verso lo son a la música. No es casual que las dos partituras de Enrico Chapela compartan título, precisamente, con poemas en verso. De nuevo, no me parece que el libro sea ni pretenda ser arte-objeto, sino un conjunto de expresiones distintas que pretenden converger en una sola, porque han sido concebidas, todas, como acto poético.
Tiento es, pues, un libro coherente y bien logrado. Su lectura no es sencilla, pero no tiene razón de serlo, porque pretende precisamente un acercamiento a ciegas, por parte del lector, a la realidad vislumbrada en él.
Lo dije al inicio, y quiero con ello terminar esta breve reseña de Tiento —libro que, dicho sea de paso, me parece recomendable para todo aquel que, consciente de la enorme y clara tradición poética nacional, quiera ver sus esquinas menos comunes—: la propuesta de Cerón es ya clara y respetada, siendo siempre novedosa.
Considero que, a pesar de sus diferentes facetas como editora (no mencioné por motivos de espacio el bello proyecto editorial El Billar de Lucrecia) y creadora de proyectos culturales interdisciplinarios, Cerón es fundamental y esencialmente poeta. Tiento es, por su parte, un libro de muy bella y verdadera poesía. ®
JL
¿Serón?