Nota preliminar: este texto tiene una estructura fragmentaria y su contenido no se atiene al orden cronológico.
Think for yourself, question authority.
—Timothy Leary
En cada uno de sus seis trabajos discográficos la banda californiana Tool ha bajado la guardia. En esa vulnerabilidad que enfrenta el artista al exponerse a sí mismo mediante su creación subyace su poder. Nosotros, voyeristas auditivos, hemos hincado los dientes en las entrañas y en la conciencia de esta compleja entidad musical. Complacidos, podemos ver aquello con el tercer ojo, el que mira hacia adentro.
De vez en cuando, el arte y la progresión coinciden y emergen en la cultura pop. Tool es una de esas colisiones. Lateralus, de 2001, no escapa a ese sinuoso túnel emocional compuesto de melodías energéticas contenidas en piezas que mayoritariamente rebasan los cinco minutos de duración.
Al hurgar en la música de Tool, el primer titán que sale al paso se llama Danny Carey. Sus trazos rítmicos acentuados en toms y rototoms magnifican la evocación constante de una ceremonia tribal.
El bajo en Tool, Justin Chancellor, es un spectre terrible: visible, audible, oculto en lo conspicuo de su ejecución.
En Tool, la fragmentación del rasgueo rítmico es referencia primordial del sonido. Mientras las combinaciones rítmicas de Carey se extienden con cierta regularidad, los instrumentos marchan sincopados en una intermitencia sónica que alude a imágenes industriales. Compases que encuentran su armonía y su disonancia en la comparación con los atributos básicos de las máquinas: discontinuas en su movimiento, pero permanentes en su funcionamiento.
”Schism» avanza conducida por la línea melódica del bajo de Chancellor: una ráfaga fugaz y martillante ejecutada con perfección.
http://www.youtube.com/watch?v=LRSLmlFqExU
La canción es célebre, entre otras cosas, por contener múltiples cambios de tiempo, lo que, a no dudar, enrarece la atmósfera armónica. “Schism” es el epítome musical del caos.
En Lateralus los elementos metálicos se mantienen en primer plano. Como en cada producción, lo chirriante de las cuchillas sobresale. Ya sea en las densas guitarras de Adam Jones o en la gravedad de los arpegios de Chancellor, el aparato robótico-humanoide avanza. “The Grudge” es buena prueba de las posibilidades combinatorias que tiene el cuarteto a la mano: guitarras zumbantes que se ahogan con lentitud en las progresivas irrupciones de Maynard James Keenan; unas sutiles, otras, desesperadamente melancólicas.
Ænima: Anima-Enema. Limpieza del alma mediante el vaciado del colon a través del ano.
It’s not enough / I need more / Nothing seems to satisfy / I say I don’t want it / I just need it / To feel, to breathe, to know I’m alive.
La poética que la banda ha moldeado a lo largo de 21 años gira alrededor de temáticas desprendidas de campos filosóficos, psicológicos y sociológicos: la separación existente entre el ser y su entorno, las formas posibles de estimulación emocional en las sociedades hipertecnologizadas, la autocracia informativa.
De vez en cuando, el arte y la progresión coinciden y emergen en la cultura pop. Tool es una de esas colisiones. Lateralus, de 2001, no escapa a ese sinuoso túnel emocional compuesto de melodías energéticas contenidas en piezas que mayoritariamente rebasan los cinco minutos de duración.
Tool habita el limbo de lo orgánico y lo inorgánico. “Stinkfist”, del álbum Ænima, empieza con el sonido de las entrañas de una criatura cuyos líquidos internos son bombeados por el necesario impulso electrónico. La máquina anda, mas le es imposible desmarcarse de la reminiscencia somática. Ese constante vaivén que hay entre el encuentro y el desencuentro de un artilugio con sus resabios emocionales son los que enmarcan todo el Ænima.
El bajo es el pelágico marcador de tiempo. Avanza con la frialdad inexorable de un metrónomo perenne. La música evoluciona a un ritmo semilento, marcial. Ahora el androide busca una naturalidad imposible en la perfección rítmica de su andar.
http://www.youtube.com/watch?v=JkMXpaXbEdQ&feature=related
La voz de Maynard es un lamento ondulatorio, revitalizado momentáneamente por destellos de una esperanza que decae, obnubilada. En la variación constante de sus tonos se adivina una suerte de acechanza apocalíptica: se percibe un final (¿iniciático?) que siempre está al caer.
“Eulogy”. La pieza adquiere sentido desde el inicio: el uso de percusiones tribales alternan con un coro fantasmagórico en tercer plano que zigzaguea imprimiendo un toque de tétrica tenuidad. Cuando surge la voz franca de Maynard, ésta sale de un megáfono obviando su referencia a la oratoria pública de Jesucristo.
Don’t cry / Or feel too down / Not all martyrs see divinity / But at least you tried.
Los sonidos van llenando el espacio hasta que irrumpen las guitarras con riffs constantes y repetitivos. Finalmente, el coro lastimero de Maynard es apuntalado por los disparos secos de la tarola de Carey.
La impronta anticristiana es evidente. Un Maynard solemne recita palabras que esconden algún dejo de reclamo. Al mismo tiempo los platos de la batería de Carey son cristales que se despedazan en cada baquetazo.
Standing above the crowd / He had a voice so strong and loud and I / Swallowed his facade cuz I’m so / Eager to identify with / Someone above the ground / Someone who seemed to feel the same / Someone prepared to lead the way / With someone who would die for me.
La pasividad claudica y hay gritos que interrogan: “Will you? / Will you now? / Would you die for me? / Don’t you fucking lie!”
La traducción del término Eulogy denota un discurso funerario. En diversas entrevistas Maynard ha dicho estar en contra del cristianismo y de cualquier religión que deba su existencia a la manipulación de sus fieles.
Lateralus es en esencia la exaltación humanoide: la simbiosis que media entre la maquinización y la sensibilidad animal. Los sonidos divagan unidos, progresan en la paradójica frontera que divide los orígenes más primitivos de la nueva condición humana, regida por las leyes tecnológicas. Una alusión al cyberpunk, en cuyo núcleo social se ha engendrado la semilla artificial que ahora es menester combatir para sobrevivir. La semilla contenedora potencial del exterminio.
http://www.youtube.com/watch?v=RiV_ue-PbL4
“The Patient”. Meditación, confrontación interna. Una exhortación desesperada al autoconocimiento: permanente reclamo existencial.
If there were no rewards to reap / No loving embrace to see me through / This tedious path I’ve chosen here / I certainly would’ve walked away by now. Gonna wait it out.
Exaltación de la oscuridad y el esperpento. El trasfondo misantrópico se desliza sobre la convocatoria al cambio, a la transformación evolutiva. Mientras… la espera.
Undertow es una colección de la angustia. El miasma que permea sus setenta minutos proviene de cloacas como el abuso infantil, sexual y psicológico, y de cavernas de introspección narcótica.
I have found some kind of temporary sanity in this / Shit blood and cum on my hands.
I’ve come round full circle. / My lamb and martyr, this will be over soon.
You look so precious.
La combinación de estos motivos forma un auténtico monolito de agresión. Mientras los instrumentos insuflan el asombro a través de un remolino de escaladas no menos técnicas que volubles, Maynard, en el vórtice, hace de la delicadeza la principal herramienta de su aversión. En Tool, el odio es belleza.
El título 10,000 Days se refiere al tiempo aproximado en el que la madre de Maynard, Marie, padeció una parálisis en la mitad del cuerpo hasta su muerte en 2003. El disco tiene varias referencias a este hecho. Las piezas “Wings for Marie” y “10,000 Days (Wings Pt. 2)” abren las puertas de un túnel de diecisiete minutos de duración, en el cual el que escucha se ve rodeado de sonidos minimales, latidos irregulares, una atmósfera edificada y alumbrada por detalles multitonales que recurrentemente son profanados mediante explosiones de intensidad. Nunca sonó la voz de Maynard más catedralicia que en el primer segmento de este díptico extraordinario.
You’re the only one who can hold your head up high, / Shake your fists at the gates saying: / “I’ve come home now! / Fetch me the spirit, the son, and the father. / Tell them their pillar of faith has ascended.
It’s time now! / My time now! / Give me my, give me my wings!”
Son frecuentes los interludios instrumentales en los álbumes de Tool. “Intension” es un interludio parcialmente instrumental donde sonidos rítmicos y electrónicos en diferentes niveles le van dando forma a las oraciones vocales agazapadas en el segundo plano.
La impronta anticristiana es evidente. Un Maynard solemne recita palabras que esconden algún dejo de reclamo. Al mismo tiempo los platos de la batería de Carey son cristales que se despedazan en cada baquetazo.
La poesía es un acto de inconformidad, un enfrentamiento con la realidad. El poeta escupe, su pensamiento es saliva. Con el esputo el artista interviene y modifica su contexto. El poeta llora para purgar su conciencia, allana el espacio con su quejido y sus lágrimas. El artista/poeta ríe. Detrás de esa risa se esconde el desacuerdo, la sedición, la imposibilidad inmanente de una paz interna duradera, que no estalle con imprevisión. ¿Qué sería del artista sin esa sublevación interior, sin esa guerra contra sí mismo? El arte es la sublimación del caos del pensamiento. La poesía es canto, subversión y silencio.
Parte del arte gráfico en los discos Lateralus y 10,000 Days, así como del video Parabola, fue creado por el artista visual Alex Grey. El carácter metafísico y polidimensional de algunas de sus obras ha servido para catapultar el cariz psicodélico contenido en varias de las expresiones visuales de Tool. Éstas cobran vida a partir de diapositivas proyectadas en las presentaciones en vivo, así como en las ilustraciones de los álbumes más recientes.
http://www.youtube.com/watch?v=GvXASWDMtBM&feature=related
El guitarrista Adam Jones es el autor de las animaciones incluidas en los videos de Tool, desde el ya lejano Undertow. Asimismo, Jones ha creado varias de las ilustraciones aparecidas en los booklets desde Opiate. Sus trabajos hacen brotar personajes de una estética grotesca, enclaustrados en bóvedas laberínticas y cuyas historias se desarrollan envueltas de una narratividad fragmentaria. En los videos de este artista el dramatismo discurre a través de recursos naturalistas que se intercalan con ambientes generalmente sombríos, sólo inmutados por la intermitencia de un estruendo de fluorescencias que imprime cierto dejo de esperanza; sólo para que en un instante recobre nuevamente su esencia, su lúgubre desencanto.
The universe is hostile / So impersonal / Devour to survive / So it is, so it’s always been … / We all feed on tragedy. / It’s like blood to a vampire. / Vicariously, I live while the whole world dies / Much better you than I.
En el periplo de escuchar a Tool hay una hostilidad que atrae. El placer es contradictorio, el dolor purifica. La voz es infantil, y también es gregoriana. Maynard es un niño solemne, estoico ante el desahucio. La desesperanza que Maynard contacta con sus tesituras y sus letras conduce a la catarsis fundamental: la del llanto, del odio y de la paranoia.
Tool es la expresión musical de una era decadente. En ésta la frustración y el encabronamiento encuentran su cauce natural río abajo, en la viva corriente que fluye ininterrumpidamente hacia su destino: el estruendo final de la cascada misantrópica.
Monkey killing monkey killing monkey over pieces of the ground. / Silly monkeys. / Give them thumbs, they make a club to beat their brother down. / How they’ve survived so misguided is a mystery.
Repugnant is a creature who would squander the ability / To lift an eye to heaven, conscious of his fleeting time here. ®