En medio de la vorágine diaria de noticias que nos rodean y el cúmulo de opiniones variopintas que éstas generan, ¿qué tan razonado se ha vuelto el proceso de creer en algo? El director Iván Löwenberg lanza esa pregunta para su segundo largometraje, No quiero ser polvo.
Inspirado en una anécdota ocurrida en el hogar familiar, la cual atestiguó en su infancia, Löwenberg narra la historia de Bego (interpretada por su madre, Bego Sainz, en su debut como actriz), una mujer entregada a la filosofía new age, que ve en cierta noticia que recorre el centro de meditación que ella frecuenta, relacionada con un inminente cataclismo en el planeta, la oportunidad de tener la atención y validación por parte de su marido (Eduardo Azuri), absorbido por el trabajo, y su hijo (interpretado por el propio cineasta), urgido en irse a estudiar una maestría en el extranjero, la cual supuestamente lo salvará del limbo laboral, obsesionándose con la idea de que es dueña de información privilegiada.
A propósito de su reciente estreno en salas (tras su paso por festivales internacionales como el de El Cairo y nacionales como el Black Canvas en Ciudad de México), compartimos la entrevista con el cineasta, quien habló acerca de cómo, en la sinergia de la vida cotidiana, cada vez es más difícil distinguir entre el influencer y el especialista, de las vidas ficticias que se deben de vender en las redes sociales, de sus preocupaciones temáticas que se pueden localizar en su incipiente obra, así como del periplo que atravesó para poder hacer la película.
—En la función de la película a la que asistí, comentaste que el origen de No quiero ser polvo es una anécdota que ocurrió hace unos treinta años en el seno de tu familia, la cual involucraba la propagación de cierta noticia acerca del fin del mundo. ¿Puedes ahondar al respecto?
—Mi infancia estuvo muy influenciada por la filosofía new age: a inicios de los años noventa mis papás comenzaron a involucrarse en una escuela de meditación y en ese lugar construyeron un círculo de amistades, entonces en mi casa todo era hablar de buenas vibras, pirámides, reencarnación y el soundtrack eran Enya y Yanni (risas). Entre 1993 y 1994, previo a la popularización de Internet, en ésa y otras escuelas empezó a correr la noticia de que se aproximaban tres días de oscuridad en la Tierra. Se suponía que el planeta iba a entrar en un cinturón de fotones, lo cual impediría que llegara la luz del Sol, además de que provocaría que los fenómenos naturales como los temblores o las tormentas se intensificaran; lo anunciaban como un salto del planeta a la cuarta dimensión, cualquier cosa que eso signifique, una suerte de preludio para la evolución del planeta, algo muy rebuscado.
Se suponía que el planeta iba a entrar en un cinturón de fotones, lo cual impediría que llegara la luz del Sol, además de que provocaría que los fenómenos naturales como los temblores o las tormentas se intensificaran…
”Mis padres compraron la noticia por completo y se volvieron sus portavoces ante la familia y personas cercanas, porque además en las escuelas decían que la información venía avalada de físicos cuánticos de la NASA y se trataba de una época en la que era aún más difícil verificar las fuentes y los datos, no se podía saber si los científicos eran reconocidos o si en realidad eran charlatanes que leyeron algún libro de física y con algunos elementos de verdad sonaban convincentes. Al final, obviamente, no pasó nada, la escuela a la que asistían quebró porque sus directores perdieron toda credibilidad y, si bien, ahora en la familia vemos este episodio con un poco de humor, en su momento fue una situación muy fuerte para mis papás.
”Pasó el tiempo y en 2010 me encontré en Internet que nuevamente se estaba hablando acerca de los tres días de oscuridad y que había mucha gente entusiasmada compartiendo esta teoría del fin del mundo como lo conocemos. En medio de los recuerdos que brotaron, me llamó mucho la atención cómo, ante la incertidumbre, las personas se aferran a cualquier cosa que parezca mínimamente certera y pensé que ahí había un tema para hacer una película. Así comenzó un trayecto que duraría diez años.
—¿Cómo fue el traslado de dicha anécdota a un guion?
—Empecé la escritura del guion con una investigación y así descubrí que oficialmente la teoría de los tres días de oscuridad es conocida como “eclipse galáctico” y que ésta se ha difundido en diferentes momentos de la historia, casi siempre en contextos religiosos; de hecho, ahora en 2023 apareció la noticia de que iba a ocurrir en agosto. Al escribir, quise abordar con cierta ambigüedad la manera en la cual las personas que asistían a esta escuela y quienes la dirigían vivieron las semanas previas a que supuestamente ocurrieran los tres días de oscuridad, porque, quitando a mis papás, no tengo la certeza de cómo fue la experiencia; pienso que es algo de lo que sí estaban convencidos firmemente, pero, como suele ocurrir en los movimientos religiosos o espirituales, lo económico pesa y se inclina la balanza para promover alguna cosa, por lo que tal vez sus dirigentes sí creían en el evento, pero vieron ahí también un negocio.
”Yo describo el ambiente new age porque es con el que crecí y el que conozco, pero esto funciona igual en otro tipo de atmósferas como la política, en la que si enganchas a la gente a través del miedo, la paranoia y la desinformación empieza a redituar en capital y en simpatizantes. También tengo que mencionar que en la escritura modifiqué varios elementos, iniciando por el contexto en el que se desarrolla la historia, aunque por esas modificaciones llegó a pasar que mi mamá me dijera “Yo no hice ese tipo de cosas”, por lo que tenía que explicarle que era parte de la ficción.
—Mencionabas que el camino para poder hacer No quiero ser polvo comprendió diez años. ¿A qué se debió esto?
—El proceso para poder levantar la película hizo que quisiera tirar la toalla en más de una ocasión. A lo largo de una década recibí unas nueve negativas por parte del IMCINE al momento de buscar el financiamiento por medio de los, ahora extintos, fideicomisos o los estímulos fiscales, situación que contrastaba con el hecho de que en algún punto, por azares del destino, estuvo involucrado un coproductor canadiense llamado Serge Nöel, quien tenía mucho interés en hacerla porque, de manera curiosa, su mamá también estuvo metida en los tres días de oscuridad en Quebec, pero como para él seguía siendo un tema sensible pensó que si alguien más la dirigía habría la suficiente distancia para poder abordar un evento que marcó de igual forma la historia de su familia. Serge ya había estrenado tres películas en Cannes y para ese momento ya tenía una trayectoria muy sólida, sin embargo, eso fue invisible ante los ojos de los jurados que otorgan los fondos aquí en México, entonces, después de dos años en los que Serge estuvo a bordo del proyecto, se cayó la coproducción canadiense y para mí sí fue un súpergolpe, dije “¿Por qué aquí no se ha podido conseguir el apoyo y allá que nadie me conoce sí se pudo?”
“¿Seré ese tipo de persona que quiere seguir sus sueños, pero que no se da cuenta de que hace cosas horribles?” Vaya, yo soy muy crítico de lo que hago y cuando vuelvo a ver lo que he escrito o dirigido siempre pienso cómo pude haber hecho las cosas de manera distinta, pero aun así, esas negativas durante tantos años sí me pusieron a dudar de mi talento…
”Eso fue casi al mismo tiempo que llegó la coproducción con Argentina a través de Nicolás Münzel Camaño y Facundo Escudero Salinas, de Pensilvania Films, quienes me contactaron después de haber asistido al Marché du Film de Cannes en 2016. Les envié el guion, les gustó, buscaron el financiamiento con el INCAA y cuando el proyecto fue aprobado nuevamente dije “¡Chingada madre! Allá nadie sabe quién soy, mi primera película nunca llegó a las salas, ¿por qué allá sí aceptaron el proyecto, todo fue mucho más rápido y fácil y acá no?”, y eso hizo que entrara por un tiempo en una crisis existencial; empecé a hacer todo tipo de suposiciones: “¿Seré ese tipo de persona que quiere seguir sus sueños, pero que no se da cuenta de que hace cosas horribles?” Vaya, yo soy muy crítico de lo que hago y cuando vuelvo a ver lo que he escrito o dirigido siempre pienso cómo pude haber hecho las cosas de manera distinta, pero aun así, esas negativas durante tantos años sí me pusieron a dudar de mi talento y de cómo estaba percibiendo la realidad.
”Y de repente, llegó la pandemia. “¡Puta, ya se chingó todo!”, pensé, pero los coproductores argentinos me dijeron: “Saquemos la película adelante, organiza el plan de rodaje y con lo que tenemos acá vemos cómo le hacemos”. Acepté porque pensé: “Es eso o ya no hacerla nunca y prácticamente renunciar al cine”. Con un presupuesto muy limitado comenzó la filmación, la cual duró quince días. La pandemia hizo que se realizaran cambios, por ejemplo, yo no iba a actuar, originalmente mi personaje era una mujer, que iba a interpretar una actriz argentina. Sin embargo, ella consiguió que mi crew y yo entráramos en una sintonía emocional; estábamos experimentando una incertidumbre entre todo tipo de teorías de conspiración que aparecían diariamente en las redes y noticias de desabasto absurdo de productos de higiene personal, lo cual estaba acorde con la historia que estábamos contando. También el filmar en pandemia y con un presupuesto limitado nos ayudó a trabajar con mucha precisión y a explotar la creatividad.
—Curiosamente, treinta años después, las fake news, las teorías de conspiración, la charlatanería y la gente entregada en creer en ese tipo de contenido es cosa de todos los días en Internet; lo vimos en los años de la pandemia y lo vemos precisamente con el fanatismo que se le profesa a los partidos políticos o el culto hacia las celebridades virales. ¿A qué crees que se deba esto?
—Cuando el acceso a Internet se masificó y comenzaron a aparecer decenas de páginas escritas por toda clase de científicos y especialistas, nos vendieron la idea de que Internet era la fuente de la información oculta que los medios de comunicación no querían que supiéramos, y a la fecha seguimos viendo ese tipo de narrativas, pero yo lo percibo mucho más fuerte, creo que todas esas tensiones sociales son más evidentes porque ya todos los sucesos globales pueden estar en la puerta de nuestra casa, entonces todo nos indigna y nos da miedo. Antes, la gente se reunía alrededor de la religión o de aspectos tribales, y siento que ahora cualquier teoría de conspiración, rumor o noticia más o menos creíble puede poner a las personas en un pequeño foco de validación, darles un sentido de pertenencia y hacer que se sientan menos vulnerables y diminutos.
—El problema, como sabemos, es que en tiempos de viralidad e inmediatez todo se reduce a videos que intentan en dos minutos contar la historia de un género musical, explicar el origen de un conflicto armado o analizar la gentrificación, obviamente con todo tipo de lagunas e imprecisiones las cuales se van difundiendo y reproduciendo.
—Muchas veces está más allá de nuestra voluntad de conocer a fondo un tema, porque de repente requiere conocimientos específicos, experiencia, y eso puede tomar demasiado tiempo de trabajo que no es compatible con la logística de la vida cotidiana, y entonces uno confía que quien te está comunicando algo hizo esa investigación o que tiene las credenciales suficientes y no, muchas veces no es así y al final lo que le queda a uno es creer en lo que más se ajusta a su visión del mundo y conformarse con dos minutos de información sin contexto.
Antes, la gente se reunía alrededor de la religión o de aspectos tribales, y siento que ahora cualquier teoría de conspiración, rumor o noticia más o menos creíble puede poner a las personas en un pequeño foco de validación, darles un sentido de pertenencia y hacer que se sientan menos vulnerables y diminutos.
—Hablando de Internet, el conflicto que mantiene tu personaje tiene que ver con esa narrativa muy propia de las redes sociales, construida en hablar acerca de historias de éxito, de vidas independientes resueltas y de personas involucradas en nuevos proyectos todo el tiempo. Entiendo que el haber tomado la decisión de actuar para acompañar a tu mamá en el proceso, te daba la oportunidad de auto burlarte un poco acerca del oficio del cineasta, pero ¿también buscabas hacer un comentario o una crítica hacia esa narrativa?
—Cuando tomé la decisión de actuar sentí que tenía guardadas varias cosas que podía canalizar con el personaje. Quería hablar acerca de lo pesado que es vivir con esta imagen de éxito todo el tiempo; en la película abordo con humor que el personaje se encuentra rodeado de amigos que desde que se graduaron tienen familia y son directores ejecutivos de empresas, pero no quiere decir que de pronto sí me pese y diga “¡Carajo! ¡Cuánto me tardo en levantar cada proyecto y luego estoy haciendo trabajos de cosas que no son relacionadas con lo que estudié y que no me gustan!”
”Si bien no pensé hacer específicamente una crítica a las redes sociales, es verdad que debes de vender una imagen, por ejemplo, ahora les ocurre mucho a los actores, si no tienen los followers suficientes no consiguen contratos con ciertas marcas y se ven forzados a hacer todo el tiempo estas historias de éxito y mostrar que están triunfando en todos lados, nosotros los directores también, aunque en menor medida; obviamente en las redes sociales no se postea acerca de los fracasos. Y claro, también ocurre mucho en la vida fuera de la virtualidad, cuando te encuentras a tus amistades en un espacio público siempre se escucha la pregunta “¿Y ahora qué estás haciendo?” o “¿Para cuándo la próxima película?”, y uno piensa “¡Puta! Me tardé diez años en hacer ésta. No sé para cuándo será la próxima”.
”También me quería burlar un poco de esas expectativas que uno construye sin estar consciente de lo delirantes que pueden sonar. Mi personaje es un niñote patético de treinta y cinco años que está buscando su éxito, primero aspirando a viajar a Canadá porque ahí va a aprender francés y, en un debraye total, cree que con el francés podrá irse a Francia y quizás de ahí pueda llegar a Cannes, pero la realidad es muy distinta. Uno hace su trayecto de éxito, aunque la vida todo el tiempo le dé la vuelta.
—¿El perfil del personaje era igual cuando estaba pensado que fuera interpretado por una mujer?
—El personaje era una chica que había estudiado física, pero también con esa misma frustración de tener que dar clases en vez de estar en los grandes laboratorios, por lo que decide irse al extranjero a hacer una maestría, pensando que ésta la salvará de ese limbo laboral. La idea con ese personaje era crear un confrontamiento más directo con la mamá, una teoría supuestamente avalada por la NASA y una hija que estudió física, aunque como no ejerce la carrera no tiene tanta credibilidad; ese era el juego que había pensado cuando el personaje era una mujer.
—Ahora que describes ese choque entre los personajes, en tu cine ya venías abordando las relaciones familiares disfuncionales: en La castración (2012),con esa madre que, después de varios años de ausencia, irrumpe en la vida grisácea de su hija, o en Encuentro (2019), con aquella otra mujer distante ante la homosexualidad de su hijo. ¿Qué te ha atraído de este tópico?
—Hay dos temas que me interesan mucho. Por una parte, cómo la sexualidad, por más que sea algo muy personal, termina rigiendo la vida de las personas hacia lo externo y mediando las relaciones familiares, algo que abordé en La castración y en Encuentro. Por otro lado, cómo existe un miedo a ser intrascendente y todo lo que hacemos alrededor de eso para que al morir algo más suceda con nuestra muerte, por lo que comúnmente se piensa en la descendencia y la herencia, algo que abordé, en parte, en un cortometraje llamado Vida Eterna & Asociados (2016). Por eso, al momento todas mis historias de algún modo giran en torno a lo familiar.
—Otro tema que ha estado presente en tu cine es el de la soledad: la joven cuyo único vínculo que mantiene es con un extraño con el que tiene sexo virtual en La castración o la envejecida mujer lesbiana que, décadas atrás, se alejó del mundo cuando decidió vivir con su pareja ahora fallecida en Encuentro. Ahora, en No quiero ser polvo es justamente la soledad la que provoca que Bego se sumerja en este imaginario new age. ¿De dónde surge el interés de hablar al respecto?
—Mucho de mi personalidad está vertida en el personaje principal de La castración. Si bien no soy alguien aislado, sí soy introvertido, me gusta tener mi espacio, pueden pasar años sin ver a mis mejores amigos y no se lo toman a mal. Quizás en algún momento de mi descubrimiento sexual fue algo que escogí y por eso ahora los personajes de mi cine son empujados hacia la soledad o la eligen como método de supervivencia.
—En tus películas el drama ocurre en interiores, espacios íntimos que permanecen anónimos dentro de la ciudad, lugares con los que de primera instancia no se reconoce en qué colonia o calle están ubicados, como queriendo dejar en claro la universalidad de las historias y las preocupaciones de los personajes, como sucede en Cajas de cartón (2009)o El color de la habitación (2023). Cuando escribes los guiones, ¿qué tanto piensas en los espacios donde habitan los personajes? Respecto de la producción, ¿cómo es el proceso de escogerlos junto con los responsables de dirección de arte y fotografía?
—Desde la escritura del guion tengo claro la relación de los personajes con sus espacios, cómo utilizan los lugares, de qué manera se desenvuelven ahí. Me gusta la idea de los interiores y los departamentos porque nos pone en convivencia con vecinos, en donde la vida de los otros entra en la nuestra y viceversa, formando así parte de un sistema.
”Siempre pienso muy entusiasta y optimista que voy a encontrar el financiamiento para hacer las películas tal como están escritas, parto de ahí y ya después me enfrento a la realidad y me adapto a ella. Por la propia naturaleza de los proyectos, en la producción hay que esperar quién puede prestar su casa. En el caso de No quiero ser polvo tuvimos la fortuna de contar con dos casas; entonces fue ver con Celia Galván Hop, la diseñadora de producción, cómo, con el presupuesto que teníamos, podíamos aprovechar esas dos locaciones y hacer que parecieran tres o cuatro espacios independientes entre sí sin que se alcanzaran a ver los mismos rasgos arquitectónicos o de diseño. Quitando la cafetería, el zoológico y las calles que aparecen en la última parte de la película, todo se hizo en una casa en Tecamachalco, la cual se convirtió en el departamento donde vive Bego y otra en Sayavedra, que se transformó en el centro de meditación al cual ella asiste, y en ese sentido, eso facilitó mucho el rodaje para que pudiéramos ir una semana completa a una locación y la siguiente semana a la otra.
Cuando presenté las escenas, varias personas elogiaron su actuación, entonces empezó a rondar la idea de que ella podía ser la protagonista. En el transcurso de la búsqueda de financiamiento seguía teniendo en mente a mi mamá; sin embargo, necesitaba nombres atractivos y conocidos para presentar el proyecto y nunca la mencioné como una opción hasta que entraron los coproductores argentinos.
”Regresando al tema de la relación de los personajes con sus espacios, algo que hablé mucho con Celia era en qué partes del departamento los personajes hablaban de ciertos temas y en qué partes no, porque es muy común que en las casas familiares haya lugares donde salen a flote las conversaciones incómodas; entonces, cuando eso quedó definido, desde la dirección de arte se abordó para que eso quedará representado y donde se iba a hablar estuviera más cargado de elementos.
—Al ser la protagonista de la anécdota, cobra sentido que Bego Sainz, tu mamá, sea la actriz principal de la película, pero, ¿en qué momento tomaste la decisión?
—La decisión de que mi mamá se convirtiera en la actriz principal fue relativamente fácil de tomar. La escritura del guion fue con apoyo de una beca del Fonca y al final de ese proceso tenía que grabar algunas escenas de prueba, por lo que le pregunté a mi mamá si quería participar; yo ya había hecho con ella un ejercicio de improvisación en la universidad. Cuando presenté las escenas, varias personas elogiaron su actuación, entonces empezó a rondar la idea de que ella podía ser la protagonista. En el transcurso de la búsqueda de financiamiento seguía teniendo en mente a mi mamá; sin embargo, necesitaba nombres atractivos y conocidos para presentar el proyecto y nunca la mencioné como una opción hasta que entraron los coproductores argentinos. Ellos me pidieron que hiciera más pruebas con ella, las grabamos y cuando las vieron les gustó mucho y así se formalizó que actuara.
—¿Cómo fue el trabajo para que ella pudiera encarnar esta versión ficcionada de ella misma?
—Para prepararse, mi mamá trabajó con la actriz Keyla Wood, con quien colaboré en La castración, y en un cortometraje que se llama Online (2014). Originalmente, Keyla también iba a ser parte del proyecto, me gusta en la medida de lo posible repetir colaboradores, incluso en algún momento ofreció su casa por si no encontrábamos dónde filmar, sin embargo, a la mera hora nuevamente la pandemia complicó mucho las cosas, y como ella está en Los Ángeles ya no pudo participar, pero lo que propuso fue que podía a distancia hacer coaching actoral de manera intensiva para mi mamá y me gustó la idea. Yo le comuniqué a Keyla las escenas que más me preocupaban, le marqué unas cinco que me parecían las más retadoras y complejas; quería que la ayudara a construirlas emocionalmente, que le enseñara los procesos que, de la manera más clásica, llevan los actores para saber cómo manejarse y que tuviera un feedback que no fuera el mío.
”Entonces, durante unos cuatro o cinco días por videollamadas estuvieron trabajando, y el momento en el que mi mamá ganó la confianza suficiente fue cuando en el ensayo de una escena logró llorar, porque a ella le daba mucho miedo esa escena en particular; fue todo una revelación. Siento que después de eso ya lo demás fluyó mucho mejor. Posteriormente, hice con ella los ensayos con cámara; empezamos con las escenas en las que ella actúa sola, luego aquellas en las que interactúa conmigo y finalmente las que aparecía el resto de los actores. Ya en el set sólo fue ir encontrando el punto, por ejemplo, el que consiguiera llorar hizo que de repente me dijera “Oye, aquí el personaje está triste, ¿no sería adecuado que llorara?”, y tenía que explicarle que no podía llorar en cada escena (risas).
”Keyla le explicó cómo se maneja con directores, pero luego medio la traumó porque le dijo que hay algunos directores con el carácter de la chingada (risas); yo no soy así, entonces mi mamá dijo “¡Qué bueno que no me tocó un hijo histérico!” (risas). Conectamos muy bien en el set, nunca surgieron las imágenes de la madre y el hijo, vaya, sí preguntaba porque es normal, todos los actores preguntan y más alguien que nunca había actuado. Y bueno, como comentaba al inicio, se tuvo que construir una barrera entre la Bego de la vida real y la Bego de la ficción para que ella sintiera que estaba haciendo un personaje y no que estaba siendo observada en un documental…
—… o incluso juzgada al revivir una historia malograda.
—Exacto. A la fecha a mi mamá le encanta todo ese rollo esotérico de la meditación, las buenas energías, el más allá, etcétera. Pero sí era importante diferenciar para que ella lo pudiera entender y hacerlo con convencimiento sin sentirse señalada. Por otra parte, yo quería que la gente conectara mucho con el personaje, que el público en el fondo también deseara que sí pasaran los días de oscuridad, evitando la mirada juzgadora o condescendiente. En las retroalimentaciones que tuve con los jurados del IMCINE, varios de ellos querían congratularse y reafirmar su visión de superioridad moral ante el personaje; estaban esperando el momento preciso para decir “¿Ves cómo esa mujer estaba bien pendeja?”, y como al final no se les estaba otorgando la posibilidad de usar ese argumento, rechazaron el proyecto.
—Al final, los tres días de oscuridad pueden entenderse como algo literal o algo metafórico con Bego saliendo de su zona de confort.
—Yo me enterqué en mantener el guion tal cual estaba escrito. No me preocupa la afirmación completa y no me generan ruido las interpretaciones. Lo que se lleve el público estará bien, creo que ambas maneras de verlo apuntan al mismo lugar y eso me gusta. ®