“La novela ofrece una redención auténticamente shandiana: la de un arte que se atreve a decir la verdad, la del aislamiento hecho tolerable por la risa y rescatado del horror por la compasión.”
Transcurría el otoño de 2011 y en una mesa de remates compré un libro por su seductora portada de papel estraza: El viento ligero en Parma. Tenía sólo tres o cuatro semanas cursando un doctorado por lo que mi actitud general hacia la vida era de una ingenuidad y entrega en extremo ridículas. No lo veía, pero me acechaba lo que Vila–Matas nombra un evento shandy: empezaría a irme por las ramas. Habitaría una digresión con respecto a mi vida profesional y académica en la arquitectura y me sumergiría en un oxímoron: la experiencia de la tristeza alegre de escribir.
Entonces pensaba que si la portada de un libro era linda, el contenido sería bueno. Acerté en esa ocasión. Lo primero que leí fue el brevísimo texto En el París de Tristram, tres páginas dedicadas a The Life and Opinions of Tristram Shandy, Gentleman, una novela publicada por entregas durante siete años, de 1760 a 1767, por Laurence Sterne, un sacerdote protestante nacido en Clonmel, Irlanda. Era un predicador desconocido en la aldea de Yorkshire Sutton–in–the–Forest cuando se volvió famoso a los 46 años. Murió tísico tan sólo ocho años después, en 1768, a escasos días de publicar A Sentimental Journey through France and Italy.
No sé qué opinen, lectoras, pero hay duende en esos datos biográficos del autor y en estos otros: Javier Marías tradujo la novela en 1978 y Alfonso Reyes Ochoa había hecho lo propio con Viaje sentimental por Francia e Italia en 1919. Además, yo había conseguido la segunda edición de la traducción de Marías publicada en el 2014, aunque todavía no la había leído a fondo.
Empezó el verano y la lectura de las 575 páginas que confirman el Tristram con el ritual de llevar el libro conmigo en todo momento. Marqué el inicio de cada volumen y sus respectivas notas para desobedecer la recomendación del traductor de saltarlas para no arruinar el ritmo. Les confieso que siento un placer tan hondo en leer novelas largas que me avergüenza. En los últimos tiempos me he complacido hasta el descaro leyendo La montaña mágica, La broma infinita, Don Quijote de la Mancha, Berta Isla, Los versos satánicos. Y ahora me convertí de nuevo en una lectora desocupada, andantesca e invencible.
El libro comienza en la peripecia de la concepción de Tristram y su posterior gestación, que son la metáfora de la propia creación que el autor anima. De ahí vamos a deambular por una experimentación antiargumental a través de temas tan diversos como la obstetricia, la filosofía, los nombres propios, las armas, las prácticas sexuales, las narices/penes, los bigotes, la milicia, las circuncisiones, los toros o el cortejo.
En fin, regreso a reseñarles la novela: Tristram Shandy narra en primera persona su autobiografía recurriendo a anécdotas de su padre Walter Shandy, su madre, el tío Toby y personajes cercanos a ellos como el párroco Yorick, el doctor Slop, el cabo Trim y los criados Obadiah y Susannah, entre otros.
Un rasgo característico del texto es su dosis de humor, que ofrece una coraza espiritual a nosotras, las señoras lectoras, cómplices absolutas de Sterne e igualmente a merced del azar como Tristram. La atmósfera se centra en lo doméstico y la reflexión personal, una exploración que siglos después desembocará en el monólogo interior que James Joyce pulirá en Ulises.
El libro comienza en la peripecia de la concepción de Tristram y su posterior gestación, que son la metáfora de la propia creación que el autor anima. De ahí vamos a deambular por una experimentación antiargumental a través de temas tan diversos como la obstetricia, la filosofía, los nombres propios, las armas, las prácticas sexuales, las narices/penes, los bigotes, la milicia, las circuncisiones, los toros o el cortejo. Todo conectado por asociación de ideas, abandonando la trama.
El texto recurre a lo visual disponiendo asteriscos, dibujos, guiones, páginas en blanco, páginas omitidas, páginas texturizadas o páginas en negro, además de un uso novedoso del lenguaje con respecto a la gramática, el latín y los fragmentos en francés no traducidos por el autor.
Una mañana, mientras llegaba mi turno para hacer un trámite bancario, terminé el capítulo diez del primer volumen. Detrás de donde me encontraba escuché a una mujer que renegaba en voz alta sobre las numerosas personas que faltaban para que fuera atendida, parecía tener prisa o estar ansiosa o tal vez sólo necesitaba algo de atención. Teníamos alrededor de veinte minutos en espera. Ese lapso había alcanzado para que Tristram mostrara el temperamento del mundo. Alegaba cierta fatalidad que siempre está presente en las acciones de algunos hombres, se estaba refiriendo a uno en particular: el párroco Yorick y de paso a su “caballo magro y triste, con aspecto de asno, que valdría alrededor de una libra quince chelines; y que, para abreviar toda descripción suya, era el hermano gemelo de Rocinante, en la medida en que la semejanza pudiera hacerle cognado…”.1 La referencia a Don Quijote da el bosquejo de Yorick, el párroco, que a su vez es un autorretrato de Sterne.
No quiero dejar de citar el enunciado final de la introducción de Andrew Wright a la traducción de Javier Marías: “La novela ofrece una redención auténticamente shandiana: la de un arte que se atreve a decir la verdad, la del aislamiento hecho tolerable por la risa y rescatado del horror por la compasión”.2
Ulises Carrión afirmó que “un texto literario en prosa contenido en un libro ignora el hecho de que éste es una secuencia espacio–temporal autónoma”.3 Les aseguro que a este texto no le importa la secuencia ni la trama, es una metonimia que revela lo inescrutable del mundo y el misterio que es el hombre, y también les advierto que la dedicatoria que le hace Tristram a la Luna, por ser “la que tiene más poder para darle impulso al libro y hacer que el mundo entero corra como loco detrás de él”,4 funcionó de maravilla. Atiéndanlo, señoras. ®
Notas
1 Laurence Sterne, La vida y las opiniones del caballero Tristram Shandy (título original The Life and Opinions of Tristram Shandy, Gentleman, traducción de Javier Marías), Madrid: Santillana Ediciones Generales, 2014, p. 17, cap. 10, vol. I.
2 Andrew Wright, Introducción, p. XXVII.
3 Ulises Carrión, El arte nuevo de hacer libros, México: Tumbona Ediciones, 2016, p. 37.
4 Laurence Sterne, La vida y las opiniones del caballero Tristram Shandy, p. 16, cap. 9, vol. I.