Muy posiblemente Estados Unidos y China tienen la capacidad de bajar algunos switches críticos. Imaginemos un mundo sin correo electrónico, sin noticias en tiempo real, sin redes sociales, sin la posibilidad de comunicarnos casi de forma instantánea.
The only way the internet could ever be entirely shut down is if governments all over the world coordinated to make it a centralized system. The way the internet is designed is very much as a decentralized system. At the moment, because countries connect to each other in lots of different ways, there is no one off-switch, there is no central place where you can turn it off.
—Sir Tim Berners-Lee
¿Habrá alguien que tenga el legítimo deseo de administrarle los santos óleos a la red de redes? ¿Bajarle el switch al internet? Todo indica que sí.
Lo que comenzó como una herramienta militar derivó en un espacio libre de reglas y generalmente gratuito; no hay ser humano que viva en un área urbana o suburbana que no haya tenido al menos conocimiento de la existencia de la red. Al día de hoy existen 2.27 mil millones de humanos usuarios del internet, consumidores que significan el doble de los que eran hasta hace cinco años.
Sólo en marzo de 2010 fueron enviados 50 millones de tuits, cantidad que aumentó a 140 millones en marzo de 2011; se ven 3000 millones de videos diariamente en YouTube; existen 800 millones de usuarios de Facebook, y se calcula que el tráfico en internet aumentará en más de mil por ciento hacia 2031.
Existe suficiente información en la red para saturar 168 millones de DVDs de 4.7 Gb de capacidad, día a día se envían 294 billones de emails, Facebook registra 172 millones de visitas a diario, 40 millones visitan Twitter, 22 millones visitan Google+, 4.7 billones de minutos se invierten a diario en Facebook, 532 millones de usuarios actualizan su status, mientras que se suben 250 millones de fotos cada 24 horas.
Así, ¿por qué alguien desearía apagar tan maravilloso adelanto tecnológico? Específicamente, porque a diferencia de hace veinte años, los seres humanos hemos encontrado un lugar en donde sólo a partir de la interacción se logran los muy deseados quince minutos de fama, considerables fortunas, movimientos de insurrección, estrategias electorales muy sofisticadas o simplemente acortamos distancias y con un poco de conocimiento técnico podemos comunicarnos con prácticamente casi cualquier ser humano —famoso o no— en el mundo que se encuentre conectado.
Sin un marco legal eficaz que regule universalmente la interacción entre usuarios, en donde cada uno de nosotros genera reglas propias, en privado o en grupos, la red se abre misteriosamente al usuario hasta que se logra cierto dominio y seguridad surfeando la estructura.
Por más que se insista, internet carece —y esperemos que así siga— de regulación; ahí se corona como emperador de la red por un día —o varios— el internauta que logre los mayores índices de empatía aun sin dar a conocer su cara. Reyes, presidentes, primeros ministros, congresistas, filántropos y millonarios a querer y no en algún momento de su vida deben elegir entre aislarse o integrarse, lo cual los obliga a igualarse democráticamente con todos. ¿Cuántas veces no hemos sido testigos del troleo a ricos, famosos y poderosos?
Sin un marco legal eficaz que regule universalmente la interacción entre usuarios, en donde cada uno de nosotros genera reglas propias, en privado o en grupos, la red se abre misteriosamente al usuario hasta que se logra cierto dominio y seguridad surfeando la estructura. Por ello de vez en vez se ha pensado o intentado crear un switch que apague la red de forma temporal o permanente según sea el caso. La burbuja inmobiliaria estadounidense y la primavera árabe fueron movimientos financieros y socioorganizativos —respectivamente— que, de no haber existido la red o de haber estado controlada, entonces la historia hubiese sido escrita de distinta forma.
En Egipto un gran número de servidores literalmente durmieron el sueño de los justos con la finalidad de retrasar e impedir la organización ciudadana que buscaba —y lo logró— un cambio de régimen político; al mismo tiempo, Susan Collins, senadora republicana de Estados Unidos, presentaba una interesante iniciativa que daba el poder al presidente Barack Obama para “apagar infraestructura crítica” en caso de ser detectado un ciberataque masivo en los servidores estadounidenses o la planeación de un ataque terrorista, entre otros supuestos. La iniciativa cobró vida por algunas semanas y murió justo en el momento en que nuevos legisladores llegaron al Congreso.
Ahora bien, el ejemplo anterior sin duda alguna violaba derechos esenciales de organización, expresión y comunicación entre ciudadanos; aunque en el caso de la burbuja inmobiliaria estadounidense los presidentes de los bancos centrales mundiales, presidentes y primeros ministros, así como Ben Bernanke, rezaban, imploraban que las bolsas de valores cerraran y que las transacciones electrónicas fuesen suspendidas: cuando la bolsa de Tokio cerraba abría la de Nueva York, y al cerrar ésta abría la bolsa en Londres. El efecto multiplicador, aparte de devastador, fue cruel e inhumano; todavía hay familias que no se recuperan o Estados que viven en lo que será una eterna crisis. Podemos preguntarle a los griegos, españoles e italianos como la están pasando.
Intentos de controlar este monstruo gigantesco y poderoso en el que se ha convertido la red ha habido decenas, incluso en México acabamos de pasar por el susto de la posible ratificación de ACTA —Anti-Counterfeiting Trade Agreement—, en la que la Comisión Permanente del Congreso aseguró que “resulta peligroso que en ese acuerdo se considere delito la transmisión por Internet de documentos, fragmentos de libros o de canciones… se estaría criminalizando a los usuarios de la red, para muchos de los cuales es un medio de intercambio, recreación y de aprendizaje”.
Muy posiblemente Estados Unidos y China tienen la capacidad de bajar algunos switches críticos. Imaginemos un mundo sin correo electrónico, sin noticias en tiempo real, sin redes sociales, sin la posibilidad de comunicarnos casi de forma instantánea.
¿Usted qué haría? ¿Podría hacerlo? Yo no… ®
ana otero
¿cual es la fuente de las cifras?