Un músico de avanzada al que no le importaba la vanguardia

Eulalio Cervantes, el Sax, 1968–2021

Los primeros conciertos de Maldita Vecindad nos hicieron pensar que había llegado la gran banda nacional innovadora, que a partir de sus referencias híbridas a la cultura popular mexicana redefiniría nuestro papel en la música global. Esos sueños quedaron truncos.

El Sax en Los Ángeles, California, ca. 1990 o 1991. Fotografía de Óscar Necoechea.

Sé que al paso de las décadas muchos tienen anécdotas con Maldita Vecindad y el Sax, pero soy uno de los que en Monterrey convivió con ellos antes de que alcanzaran la fama.

Pude platicar en sus primeros días con Roco y Sax alguna tarde en la Ciudad de México que quedamos de encontrarnos en el Metro San Cosme días después de que los ví por primera vez en el Salón Margo. Fueron a entregarme camisetas y demos, además de parafernalia del grupo para traérmela a Monterrey, en donde varios comenzaríamos a mover la cosa para traerlos a tocar, cosa que finalmente se dio años después en aquel concierto en la Facultad de Ciencias Químicas de la UANL. Fue la noche que no los dejaron entrar al Kokoloko, el antro de moda entre los modernillos regiomontanos (anécdota con la que comienza el ensayo que escribí para el catálogo de la expo de Mario García Torres que se acaba de estrenar en el Marco).

Desde aquella tarde que conversamos en la Ciudad de México le pregunté a Sax sobre su forma de tocar. Me contó que en realidad no le interesaba mucho el rock al principio, y menos el rock de vanguardia, porque le mencioné que su forma de tocar tomaba más bien elementos de formas heterodoxas. Le grabé unos cassettes de Tim Hodgkinson y de Steve Lacy y le dije que lo suyo estaba más cercano a eso que al saxofón usual del rock, y más del rock mexicano.

Le grabé unos cassettes de Tim Hodgkinson y de Steve Lacy y le dije que lo suyo estaba más cercano a eso que al saxofón usual del rock, y más del rock mexicano.

Dos o tres veces antes de que Maldita fuera “inalcanzable” por obra de la tele y la “profesionalización” de los conciertos pude hablar con Roco y con Sax en algunos momentos. Alguna vez seguimos la fiesta en el cuarto del Sax después de aquella albercada en el Hotel Crown Plaza, ya con los Caifanes como reyes del show, y ahí hablamos de Discos Orfeón (con Roco) y de música romántica (con Sax, que me advirtió que no le habían gustado los discos que le grabé).

Siempre pensé y escribí que Maldita tuvo en sus manos la oportunidad de cambiar de pe a pa el rock nacional y no la aprovecharon; en lugar de eso se volvieron más que predecibles y terminaron siendo una banda más de ska, e incluso peores que sus imitadores.

Pude verlos en vivo en sus mejores días, y en esos conciertos jamás oí el saxofón seguir el jueguito del ska, como después pasó; antes bien, sonaba filoso, con un eco de las armonías amplias como las de los metales de la Orquesta de Pérez Prado y lo kinético de Los Xochimilcas.

Siempre soñé que Maldita sería una big band popular y, claro, si quieren nacionalista mexicana, pero que alcanzara niveles como la big band de Carla Bley y cosas similares; una banda que estuviese modernizando permanentemente nuestro rock. Los que sentíamos esa posibilidad nos quedamos siempre con la duda: ¿A qué sonaría el disco que les produjo Bill Laswell en Nueva York?

Hace muchos años que perdí interés en Maldita, pero haber visto a Sax en sus años mozos como músico es algo que se me quedó muy grabado. Lo recuerdo en aquellos días, con ese touch andrógino, enigmático y callado antes de tocar y luego, en el escenario, todo un huracán.

Recuerdo, divertido, un flyer de un performance en el que participaba en el LUCC allá a finales de los ochenta que lo anunciaba como “Sax: Romántico Pero Sensual”. Descanse en paz. ®

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Publicado en: Música

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