En noviembre el Centro Cultural de España en Buenos Aires organizó un ciclo de talleres sobre periodismo cultural al que fueron invitados los editores de Lápiz, de España, Etiqueta Negra, de Perú, y Replicante, de México. Las que siguen son unas reflexiones sobre el viaje del autor de esta columna a la capital argentina y un intercambio con algunos de los participantes en ese taller.
1. Las imágenes que transmite CNN…
muestran un pueblo que le llora y canta al ex presidente muerto, que ahora nace al mito, y le manda fuerza a la presidenta viuda, quien es consolada por solícitos mandatarios del sur americano. Lula es especialmente cariñoso con ella, lo que levanta suspicacias entre algunos amigos porteños, como Charly, que fue por mí al aeropuerto y me pone al tanto e las últimas noticias. “¡Fuerza, Cristina!”, leo en las bardas de Buenos Aires a los pocos minutos de haber aterrizado. No todo es duelo ni mitificación, en otro muro una leyenda insolente desentona con el aparente luto general: “¡Néstor, regresá, te olvidaste de Cristina!” No puedo evitar la risa. Como en casi todos los países, para unos los presidentes son héroes o caudillos a los que hay que agradecerles hasta la vida y para otros unos sinvergüenzas que se han enriquecido en sus cargos.
Curiosamente, entre los alumnos del taller de periodismo cultural que impartí en el Centro Cultural de España en Buenos Aires la muerte de Néstor Kirchner apenas se menciona. Uno de ellos, que confiesa su pesar por el fallecimiento, dice que escribió algo en su blog, pero nada más.
A los pocos días muere también el ex dictador Emilio Massera, que inauguró en marzo de 1976 una era de terrorismo de Estado en Argentina al lado de Rafael Videla y Orlando Ramón Agosti, que terminó en diciembre de 1983. En los medios se celebra la muerte del cruel almirante responsable de cinco mil desapariciones, violaciones, torturas y asesinatos en la Escuela Superior de Mecánica de la Armada, además del robo de 35 niños nacidos ahí —de los cuales las Abuelas de la Plaza de Mayo lograron recuperar once. Sólo el diario La Nueva Provincia, de Bahía Blanca —al sur de la provincia de Buenos Aires—, lamenta el deceso del anciano y demente ex dictador, al que homenajea abiertamente: “La muerte del almirante Massera ha despertado la ira de quienes no saben perdonar y el odio de los que no pueden olvidar. Unos y otros parecen no darse cuenta que prolongan así la pasada guerra civil. Massera, cargado de años y con la experiencia de su derrota política a cuestas, hacía ya tiempo que había dado por terminada dicha contienda. En ello demostró un espíritu abierto a la reconciliación y ajeno a todo sectarismo, que lo honra” (“Murió el almirante Massera”).
Como en casi todos los países, para unos los presidentes son héroes o caudillos a los que hay que agradecerles hasta la vida y para otros unos sinvergüenzas que se han enriquecido en sus cargos.
A favor de Kirchner —presidente de 2003 a 2007— debe decirse que derogó al comienzo de su mandato las leyes de Obediencia Debida y Punto Final con las que el presidente Carlos Menem (1989-1999) había indultado a militares previamente juzgados por numerosos crímenes —durante el Juicio a las Juntas en el periodo del presidente Raúl Alfonsín (1983-1989), aunque más tarde se vería obligado por oficiales del Ejército a promulgar aquellas infames leyes. Condenado en 1985, Massera fue perdonado por Menem en 1990, pero volvió a la cárcel en 1998 por el robo de bebés nacidos en cautiverio. El juez español Baltasar Garzón lo acusó de genocidio —como a Pinochet—, por lo que el almirante no se atrevió a salir del país. Massera, por cierto, era miembro de la logia internacional ultraderechista Propaganda Dos, de acuerdo con la investigación de un tribunal italiano que lo juzgaba en ausencia por el asesinato de tres ciudadanos italianos en Argentina (Página 12, “Murió Massera, un símbolo del terrorismo de Estado”).
Aquí, como en otras partes, al final el tiempo se pone del lado de la justicia.
2. Gustavo Cerati duerme en la Ciudad de la Furia…
una urbe que ya no lo verá volver. Afuera, un hatajo de adolescentes hace fila en un teatro de la avenida Corrientes para ver a Christian Castro, el que aseguró a Televisa que vio a Cerati postrado y cubierto por un manto de la Virgen de Guadalupe y dijo que es su amigo y que lloró largos minutos de pie frente al camastro. ¿Cómo puede tener éxito en la exultante Buenos Aires un cantante tan mediocre? Los gritos de los imberbes atorrantes llegan hasta el hotel donde se hospeda Naief Yehya, que se encuentra en la ciudad invitado a dar una charla en el ciclo El Paréntesis de Gutenberg (su ponencia la publicamos en Replicante). ¿Los escuchaste?, me pregunta. Se nos olvida que es una ciudad inmensa, quince millones de almas si contamos las que habitan el Gran Buenos Aires, esa mancha urbana que la abraza como una gran madre, y que como todas las grandes metrópolis también aloja espíritus de todas las calañas. ¿No han triunfado también ahí Arjona y tantos más? No todo es tango ni Borges ni el Indio Solari ni Piazzola, Piglia o Caparrós. Hay hinchas de todos los equipos de futbol y psicoanalistas y cumbias villeras y un tipo al que apodan La Mona que goza de un éxito arrollador en los barrios populosos.
Nos encontramos a la medianoche en la esquina de Maipú y Corrientes, plena de luz, de vida y de librerías todavía abiertas. Hay un bar a media cuadra de aquí, le digo a Naief. Un discreto anuncio de neón reza “Bar de tragos” a la puerta del pequeño y oscuro local donde nos tratan como a embajadores. En Buenos Aires llaman bares a lo que nosotros llamamos cafés, pero en muchos de aquellos sirven bebidas alcohólicas y el servicio es tan amable que nos parece algo insólito. Desde que se fue a Nueva York hace quince años nos hemos visto unas pocas veces, así que pasamos rápidamente de un tema a otro, de los asuntos que nos traen a Buenos Aires y, como un par de viejos, de recuerdos y anécdotas que parecen de hace un siglo. Naief pide un martini seco y el bartender le promete el mejor de su vida: lo aprueba y lo saborea como James Bond disfruta sus martinis “shaken, not stirred”. Hablamos también de Antonio Alatorre, gran amigo suyo, que ha muerto recientemente. De su madre tristemente enferma y de la mía, que ha partido recientemente de este mundo. De nuevos amigos y ex amigos, de cine, escritores y libros.
Corrientes sigue bullendo y a los transeúntes se han unido desde hace horas los cartoneros, un ejército silencioso de indigentes que se descuelga de los suburbios para hurgar en la basura y llevarse lo que aún puede valer algo. Hay pobreza, sí, pero a primera vista me parece que no es tan apabullante como la que se padece en México, donde los miserables se cuentan por millones. Es inevitable la comparación con la ciudad en donde vivo, la maltrecha Guadalajara, víctima de la negligencia criminal de los últimos gobiernos priistas y panistas. En Buenos Aires el transporte es cómodo y eficiente y las calles lucen sin hoyancos que destruyen automóviles. Los edificios son majestuosos y las vías peatonales están abarrotadas de compradores y turistas. En este país hace casi diez años hubo una crisis tan profunda que parecía que todo iba a implotar. Y antes, en la década de los setenta, las dictaduras militares ensangrentaron el paisaje y causaron un daño que aún no acaba de sanar. Buenos Aires es regida por la derecha —Mauricio Macri— y el país por una presidenta que simpatiza con la izquierda, pero la ciudad es de todos: impensable que un grupo se apropie de plazas o avenidas e impida el paso a los demás. La envidiable civilidad porteña hace de la Ciudad de la Furia una metrópolis entrañable. Buenos Aires, nos verás volver… [Las primeras versiones de las notas 1 y 2 fueron publicadas originalmente en Milenio Semanal].
Algunos de los participantes en el taller a los que les envié estos dos primeros artículos me respondieron diciéndome que en Buenos Aires y otras ciudades argentinas también hay marchas plantones y paros. Julia Comba, por ejemplo, me escribió:
Te envío estas notas sobre el llamado “conflicto del campo”, que paralizó al país por meses y que fue uno de los cortes más emblemáticos y poderosos —junto con el de la asamblea de Gualeyguachú, quienes llevan años cortando el cruce a Uruguay, en protesta por la Pastera Botnia instalada en Fray Bentos, Uruguay: una, dos, tres y cuatro.Y esta otra, sobre un día normal de piquetes en Bs As.
Pregunté a varias personas en un bar y sí, me dijeron que hay piquetes y manifestaciones de vez en vez, pero cuando les conté que en la Ciudad de México —donde viví más de cuarenta años— las calles, plazas y carreteras suelen ser ocupadas durante largos meses por distintos grupos radicales.
Otro participante, Dardo Ceballos, me hizo estas observaciones: “En Buenos Aires el transporte es cómodo y eficiente” <- Es probable que lo sea en la Ciudad de Buenos Aires, pero esa deformidad de las grandes urbes hace que quienes deben viajar desde el conurbano (fuera de la avenida Gral. Paz) tengan interminables combinaciones de trenes, buses, buses “truchos” (ilegales), remises compartidos y cosas así. Pero a veces pienso que es un mal sin arreglo; “impensable que un grupo se apropie de plazas o avenidas e impida el paso a los demás” <- Esto sí pasa todo el tiempo, son los famosos piquetes que cortan calles, avenidas o rutas. Uno de los rasgos característicos del gobierno de los Kirchner es que desde 2003 hasta hoy, jamás se reprimió, ni se disparó una sola bala en una protesta social. Es de las cosas que muchos valoramos de ese gobierno. […] Por último te paso el enlace a la crónica de Pablo Marchetti en la Plaza de Mayo que despidió a Kirchner hace un mes, y que tantas veces te nombré.
Les respondí a Julia y a Dardo con ejemplos de los plantones de López Obrador después de su derrota de 2006, les envié el link a esta magnífica crónica de Cynthia Ramírez en Letras Libres, y les conté algo de la ocupación de plazas y calles por movimientos como el de los electricistas y el de los 400 Pueblos. Parte de mi respuesta a Dardo:
Muchas gracias, Dardo, por tus comentarios. Pregunté a varias personas en un bar y sí, me dijeron que hay piquetes y manifestaciones de vez en vez, pero cuando les conté que en la Ciudad de México —donde viví más de cuarenta años— las calles, plazas y carreteras suelen ser ocupadas durante largos meses por distintos grupos radicales, me dijeron que allá en Buenos Aires no llegan a tanto… por eso me permití escribir lo que escribí. Sucede que esos grupos son en su mayoría de “izquierda”, una izquierda vieja, rancia, incluso reaccionaria, sindicalistas disidentes, campesinos manipulados… en fin, y por ello el gobierno, que es de esa misma izquierda, no los reprime —y qué bueno—, pero tampoco los pone en orden. El ex candidato de la izquierda que perdió hace tres años tomó durante meses la avenida Reforma, una de las más importantes de la ciudad, y un movimiento campesino, el de los 400 Pueblos, tomó varias plazas durante unos cinco años… ¿pasa eso allá? El transporte acá es algo inmundo y no hay día en que no atropellen a alguien… los autobuses que usé en Buenos Aires me parecieron una maravilla… y las calles lisas y transitables; acá debes tener cuidado para no caerte en un bache profundo y negro… Allá vi un nivel de civilidad que acá es desconocido… En fin, dime si exagero y trato de corregir ese texto en una segunda entrega… Muy buena la crónica de Marchetti… reconozco que la política argentina es complicada y que a los extranjeros nos cuenta más trabajo entenderla…
3. Emergencias en el periodismo cultural
El ciclo Estados Alterados fue organizado, como dije antes, por el Centro Cultural de España en Buenos Aires. En un artículo que escribió Dardo Ceballos para un anuario de artes visuales que se publicará en Rosario a mediados de 2011, escribe sobre los talleristas y su particular manera de entender y transmitir sus experiencias en el periodismo cultural. De Juan Ramón López, director de Lápiz, escribe: “López, que con su tono madrileño repasó minuciosamente los casi treinta años de Lápiz y los tres de Numen […], fue muy generoso en detallar uno a uno los pasos para la constitución de una revista cultural especializada, compartiendo los aciertos y errores que llevaron a Lápiz a conseguir el prestigio que hoy tiene”. De Villanueva Chang, de Etiqueta Negra, cita una frase tajante: “Vine hasta aquí para ponerlos en crisis, mi objetivo es que cuando este taller termine les dé asco lo que hayan escrito en su pasado”. Y de este humilde columnista, Ceballos dice: “Rogelio Villarreal llega, reparte sus revistas y libros, y no se posiciona como alguien que tenga un saber para transmitir, sino como un dinamizador de grupo en busca de sinergia colaborativa”.Además de convertir el salón en algo parecido a una redacción, también revisamos y discutimos sobre los proyectos de los participantes. En seguida, la lista de algunos de los alumnos y sus proyectos periodísticos o sitios personales, lo cuales vale la pena visitar y leer detenidamente. ¡Hasta la próxima! ®