Quise escribir un viaje al interior, un viaje de descubrimiento. Los límites morales, los límites vitales, los límites culturales que tiene William Burton. Poco a poco el mundo se le abre y se entera de esta pequeña burbuja en la que vive.
Guillermo Arriaga lo mismo se mueve en las artes cinematográficas, con trabajos como 21 gramos (2004), Babel (2006), Fuego (2008) que en sus distintas propuestas narrativas: El búfalo de la noche (1999), Retorno 201 (2006), El salvaje (2016). En 2020 ganó el premio Alfaguara por su novela Salvar el fuego (Alfaguara 2020), y su película Amores Perros (2000) ya es emblemática en la historia del cine mexicano. Cada uno de sus trabajos destaca por sus originales propuestas, pero también por la furia de sus personajes, por sus límites, sus excesos, y por esa perfección en su hechura que él mismo parece exigirse a la hora de crear.
Para muchos críticos literarios, el caso del doctor Samuel Gordon o del editor David Magaña, quien le publicó una de sus primeras novelas, Escuadrón Guillotina (Daga Editores 1997), Guillermo Arriaga es uno de los mejores narradores latinoamericanos. Esto se debe a que en cada una de sus novelas se sabe transformar, revolucionar, ir en búsqueda de nuevas propuestas literarias, aunque, como él mismo señala, tan sólo hace lo que puede, y lo hace sin ningún tipo de estructura previa o de artilugios narrativos: persigue la historia, se le ocurre; no planea, ejecuta conforme se le dan las circunstancias narrativas frente a la hoja de papel en blanco. Al parecer, Arriaga sigue la misma forma de escribir que la de Juan Rulfo: crea a su personaje, lo define, y una vez que está listo lo persigue, él le da la historia, su historia.
La siguiente entrevista es a propósito de su última novela Extrañas (Alfaguara, 2023), una historia ambientada en los ambientes más duros de la Europa del siglo XVIII en la que un hombre, William Burton, debe decidir entre el destino monárquico que le ha sido impuesto o perseguir sus grandes pasiones, así sea entre renuncias, desdichas y dolores, mientras efectúa un durísimo viaje dentro de sí mismo.
—Guillermo, ¿cómo es que llegas a Extrañas?—Mira, en el 2012 estaba escribiendo El salvaje, luego pasé a Salvar el fuego, y parte de las historias de Extrañas las estaba escribiendo para Salvar el fuego, quería escribir una novela dentro de la novela, y eran cinco partes, y luego había escrito cinco cartas en el idioma de las extrañas…
—Para quien no haya leído aún la novela hay que aclarar que las extrañas son uno de los personajes más enigmáticos que conducen a William Burton, protagonista, a aceptar su propio destino, su propia vida, la que él escoge al inicio de la novela.
“Y además escribí en un principio cinco cartas en el idioma de las extrañas, si quieres luego te leo un pedacito para que veas cómo se escucha ese lenguaje que inventé para las extrañas.
”Porque, además, hay que aclararlo, las extrañas tienen su propio lenguaje para comunicarse entre ellas, para resguardarse de ese mundo exterior que tanto las juzga y que tanto las afecta. Me parece que la historia de las extrañas es una de las partes mejor logradas de la novela, porque, además, sí existen seres así, ¿verdad?
”Las extrañas me parecen seres fascinantes. Creo que cualquiera que se enfrente a ellas en la vida real queda un poco impactado, porque no son unos seres comunes: de hecho, el último registro que hay de una de ellas que llegó a una edad adulta es de 1721. No conozco otros: he visto, por ejemplo, una en Cuba, de una persona como las extrañas, de un niño que murió recién nacido. Mueren muy rápidamente los que nacen con esta anomalía. Aquí el reto es comunicarse con un ser que esconde un misterio absoluto, tratar de entenderlo. Es una anomalía a mi juicio fascinante y única.
Las extrañas tienen su propio lenguaje para comunicarse entre ellas, para resguardarse de ese mundo exterior que tanto las juzga y que tanto las afecta. Me parece que la historia de las extrañas es una de las partes mejor logradas de la novela, porque, además, sí existen seres así.
—Ya has explicado que a partir de que la novela está situada en el siglo XVIII construiste toda una propuesta estilística en la que dejaste afuera cerca de 600 palabras que no se usaban en la época; también la estructura de la misma novela, cuando aún no se empleaba el punto y seguido, sin embargo, y es algo que quiero apuntar, eres de los pocos escritores que se denomina abiertamente cazador, que defiende la cacería y que aprovecha la mayoría de sus trabajos narrativos para que sus personajes también lo hagan, ya sea que recurran a la cacería o que reflexionen acerca de las “virtudes” de ésta, ¿por qué es así?
—La cacería está en toda mi obra. No es un deporte, no es una diversión, es un rito profundísimo, un rito doloroso, o sea, no creas que cazar a un animal te divierte, no, la diversión es lo que menos puede calificar al acto de cazar. Es un rito profundo en el que descubres misterios que de otra forma no se te van a dar. Alguna vez me dijo alguien “No entiendo por qué cazas”. Le dije “Yo lo que no entiendo es por qué la gente no caza”. Entendería tantas cosas de la vida. Entendería nuestro poder destructor y cómo poder evitar ese poder; te hace más humilde, te hace más humano, te enseña contradicciones profundas de la naturaleza, por lo tanto, de la naturaleza humana. Te das cuenta de que la naturaleza se guía bajo principios implacables, yo nunca he visto ningún tipo de condescendencia en el mundo, hay momentos de ternura, sí, pero es muy implacable. Cuando yo voy de cacería, y lo hago con arco y flecha, y estoy sentado viendo la naturaleza, por lo menos me toca ver tres o cuatro muertes por tarde: el halcón que mata una paloma, el coyote que se come una liebre, la garza que se come un pez, el cardenal que se come un escarabajo; constantemente hay muertes en la naturaleza, y llevé conocimientos de la cacería a la novela, por ejemplo las autopsias: yo conozco perfectamente la textura de los órganos y dónde se encuentran dentro de un animal, sé a qué huele un cadáver, sé que si picas determinado órgano te puede saltar un remate de mierda…
—En Extrañas se realizan autopsias rústicas en las que apenas se reconoce el orden interno de los órganos del cuerpo humano; de hecho, esas autopsias son el soporte narrativo principal de toda la novela. William Burton mete la mano por primera vez y aprende dónde está el hígado, dónde los riñones, dónde el corazón. De hecho, uno de los pasajes más destacados es cuando abren el cadáver del ladrón que ningún familiar reclama luego de exhibirlo frente al pueblo. Digamos que son los principios de lo que posteriormente sería la medicina forense. Y todo es tan real que uno llega a sentir la textura del hígado, de los pulmones, uno está ahí, frente al cuerpo abierto, es parte esencial de la novela, ¿cómo le hiciste para describir tan bien esta parte?
—Porque estoy retratando el abrir a un animal, es un marrano alzado, un venado, que tienen órganos más o menos de la dimensión de los seres humanos, y a veces cuando cazas no tienes a la mano una linterna y tienes que abrirlos a oscuras, y entonces tienes que saber dónde están los órganos y dónde estás abriendo, te atreves a reconocer los órganos por las texturas, es algo que te deja la cacería.
—La parte del espacio geográfico en la novela me parece muy interesante, creo que se podría hacer un mapa de las distintas geografías que van apareciendo por toda la novela, ¿conoces todos esos lugares?
—Mira, la de Inglaterra sí la conozco bien, ya que mi hermano vivió ahí e hicimos un viaje; también hice un viaje con mis padres en Edimburgo en tren. Recuerdo los paisajes, estaba muy chavo, tenía 23 años cuando fue mi primer viaje a Europa, mi hermano estaba haciendo ahí el doctorado, entonces conocí muchas de las ciudades que relato, obviamente Londres la conozco muy bien, he ido por cuestiones de trabajo. El norte de Inglaterra lo conocí, también, viajando por carretera y viajando por tren, y luego, de manera reciente, el Festival de Cine del Cairo me hizo una invitación generosísima, me invitó a mí, a mi mujer y a mis hijos para darme un premio, y me regalaron un crucero con todo pagado y nos pusieron un guía para nosotros solos, fue muy interesante recorrer el Nilo, y mucho de lo que describo en Extrañas surgió de aquí; más allá, pues sí fue, como tú dices, buscar Google Maps.
—Y además están los falashas, esos enigmáticos personajes que aparecen en la novela como seres encantados.
—Ellos son descendientes de la reina de Saba, quien tiene un hijo con el rey Salomón, que es Maqueda primero, y él se trae a los sabios de Israel a que propagaran la religión judía y se fueron, y los falashas creían que eran los únicos que tenían la religión judía.
—Me parece que Extrañas es una muy bien planteada odisea que pasa por tierra y por mar, pero también es un hermoso viaje interno de William Burton, sus propias búsquedas, sus propios aprendizajes, sus deseos, y hasta sus muertes…
—Lo que quise fue eso: un viaje al interior. Un viaje de descubrimiento. Los límites morales, los límites vitales, los límites culturales, que tiene este individuo. Poco a poco el mundo se le abre y se entera de esta pequeña burbuja en la que vive. Hay toda una realidad que lo rebasa. Nunca voy a tener la soberbia de decir “escribí una gran novela”, al contrario: siento que escribí una novela con lo que pude. ®