“Una lectura fácil se consigue sólo a través de una escritura difícil”; Rodrigo Rey Rosa lo cita como un dicho, pero quién sabe si no será una declaración propia para cifrar el más profundo y evidente mensaje que propone su libro más reciente, Severina [Alfaguara, 2011], una novela de apenas 104 páginas que se deja de leer con esa cadencia del tiempo que pasa sin advertirse. Una lectura fácil y a la vez plena en sus situaciones y pensamientos. Rey Rosa preludia Severina con un verso de William Carlos Williams: “Qué poder tiene el amor sino el del perdón” (“What power has love but forgiveness”). Porque del amor es de lo que trata esta novela. El amor esquivo de una misteriosa ladrona de libros. El amor por ese mundo donde “Las librerías son como gusaneras de ideas. Los libros son bichos que vibran y murmuran…” El amor que siempre está a punto de materializarse. El amor como un caso policiaco que no se resuelve. El amor que desata delirios.
Severina es una obra abierta. A Rodrigo Rey Rosa no le preocupa desentrañar las motivaciones que estimulan a saquear librerías. Sus personajes viven en un mundo que se le escapa, porque él quiere que se le escape. No hay moraleja porque sus fábulas tienen ese espíritu picaresco amoral. El enigma de Ana Severina Bruguera quizá está elucidado en los libros que roba: Las mil y una noches en la versión de Galland, Las palmeras salvajes de William Faulkner en traducción de Borges, Hadrian the Seventh de Frederick Rolfe, Interludio azul de Pere Gimferrer, Babilonia de Salvador Rosa, The Golden Earth de Norman Lewis, Espérame en Siberia, vida mía de Jardiel Poncela.
A la manera de Borges, el universo que ha creado Rey Rosa en Severina converge en los libros: “Muchas cosas pasaron, o, para ser mas precisos, oí que pasaron muchas cosas por aquellos días (proliferaron los linchamientos en los pueblos del interior, hubo golpes de estado en un país vecino, la coca ganó ventaja en la carrera global de las sustancias controladas, encontraron agua estancada en Marte, y Plutón perdió para siempre el status de planeta) porque mi vida había vuelto a reducirse a los libros, me había convertido en un ejemplar más de esa melancólica especie: el librero aspirante a escritor”.
Severina es uno de esos libros que se dejan leer con el placer que provoca un buen contador de cuentos, capaz de embaucar desde una aparente sencillez, ofreciendo historias que encierran otras historias, frases que enuncian la naturaleza del amor y sus infinitas caras. Una provocación para leer la vida como si fuera un libro enigmático que uno debe corregir. ®