Si usted al empezar a leer este manuscrito virtual cree estar cerca del 2012, tengo que decirle que no es así. En realidad, ya estamos muy lejos de ese año. Sus sentidos, con uno de los cuales puede mirar en estos momentos un calendario supuestamente actual, lo engañan.
Sus percepciones, sobre todo las políticas, son totalmente erróneas. Usted, como prácticamente todos los mexicanos —por no hablar de la humanidad entera—, vive en una farsa permanente.
Le decía que estamos lejos del 2012, año que hemos dejado atrás como a tantas cosas más. Aun así, podemos hacer un viaje espaciotemporal, cosa que las leyes físicas nos permiten ya que, éstas sí, tienen vigencia universal y eterna. Viajemos al pasado o, dicho de otro modo, al futuro.
Empezaremos nuestro viaje con el primer segundo del año 2012. ¿Lugar? México.
Enero
Dos cosas sobrevivieron del año del Bicentenario en México. Una de éstas fue la canción “Shalalá” (antes: “El futuro es milenario”) que se internacionalizó y entonces dejó de ser exclusivamente mexicana (como creyeron en su momento sus autodenominados creadores). No había en el orbe entero, por ejemplo, un iTunes sin su respectiva versión de “Shalalá”, cuando aún existían los iTunes. De la mentada “Shalalá” hubo, en todos los idiomas, las mil y una versiones: jazz, danzón, tango, fado, bossa nova, rock, sinfónica, etcétera, etcétera. Aun así, no todo era unanimidad dentro del mundo de la música; un músico de gran valor, y muerto de hambre, en su lecho de muerte sólo alcanzó a preguntar: “¿Hacia dónde va el mundo?”
La otra cosa que sobrevivió en México al iniciar el fatídico año 2012 fue la posición privilegiada en las encuestas electorales que el priista Enrique Peña Nieto tenía desde mediados del sexenio —es un decir— calderonista. Así, en enero de 2012 Peña Nieto, ya candidato oficial del PRI a la presidencia de la república, encabezaba las encuestas con un amplio margen a su favor. Detrás de él venían en orden descendente Manuel Espino Barrientos, candidato del PAN, seguido por Marcelo Ebrard Casaubón, candidato del PRD, y en último lugar Andrés Manuel López Obrador, candidato del PT. En enero de 2010 los partidos Verde Ecologista, Panal y Convergencia aún no decidían con cuál candidato presidencial contenderían.
Contra lo que muchos creyeron y vaticinaron, la derrota electoral del PRI en las elecciones para gobernador en el Edomex, que se realizaron en 2011, no mermaron la popularidad de Peña Nieto. El candidato del PRI en ese proceso fue el ex procurador Alberto Bazbaz. En ese preámbulo parcial del 2012 el candidato opositor de todos los partidos registrados —con excepción del PRI, claro— fue Carlos Hank Rhon quien, literalmente, arrasó con todo en el Edomex. Tan fue parcial ese preámbulo que la autodenominada izquierda y el PAN ya no fueron en alianza en 2012, y sí, en cambio, se siguieron peleando de palabra, tanto en 2011 como en 2012. En las concentraciones con su candidato Hank los autodenominados izquierdistas vociferaban: “¡Es-un-ho-nor-es-tar-con-Hank-Rhon!”, mientras los panistas contestaban: “¡Hank-ya! ¡Hank-ya!”
Dos cosas sobrevivieron del año del Bicentenario en México. Una de éstas fue la canción “Shalalá”.
A Peña Nieto lo bajó de la nube electoral en que andaba un videoescándalo. Fue como viajar al pasado, pero con ciertos matices. Fue en Tv Azteca, no en Televisa. No fue en el programa de un payaso, sino en uno de dos conductoras: Sabina Berman y Katia D’Artigues. En Shalalá, por ese entonces un programa matutino y en vivo, entrevistaron al puntero y le mostraron unos videos filtrados por Emilio Azcárraga III, muy comprometedores, donde quedaban en claro las componendas que el candidato del PRI tenía con los llamados poderes fácticos (o fuckticos, como también se escribía).
—A ver, Enrique, tranquilízate y dinos simplemente si eres tú el Enrique Peña Nieto que vemos en pantalla —le decía Katia D’Artigues al candidato, quien a su vez no dijo nada y sólo volteó a ver a Sabina.
—¿Y el audio, Enrique? Porque también estamos escuchando una conversación, ¿sí es ésa tu voz? —cuestionaba Sabina Berman mientras miraba fijamente al candidato y movía compulsivamente los dedos de sus manos.
Respecto a la conversación que se daba en el estudio de televisión sólo se puede decir que fue fallida ya que el candidato, después de verse en esos videos, enmudeció como si se tratara de una concursante triunfadora en un certamen de belleza; no contestó ninguna pregunta y salió del set de televisión con lágrimas típicas de una protagonista de telenovela.
Sí, a partir de ese día Peña Nieto no sólo perdió su lugar en las encuestas: también perdió el habla. Otra vez los autodenominados líderes de opinión vaticinaron el acabóse de Peña Nieto, y la segunda de Ovaciones decía: “Como al Peje hace ocho años, hoy se empinan al Ken”.
Ese mismo día por la tarde en algún municipio del Edomex hubo una reunión extraordinaria. El encuentro se llevó a cabo en una amplia sala de una casa llena de espejos, los que reflejaban muchas cosas.
—Para empezar, ¡cómo vamos a tener un candidato presidencial mudo! Yo no sé de ningún caso en el mundo entero, ¿eh?, donde los candidatos ¡de-ba-ten! —decía un colérico Manlio Fabio Beltrones.
—Pues eso no sería lo más grave, sobre todo tratándose de Enrique. Nomás habría que recordarlo cuando hablaba; si yo hasta sí veo como algo positivo que se haya quedado mudo. Para mí el problema son los videos —exponía una desenfadada Beatriz Paredes.
—El complot es reversible —sentenció el anfitrión y ex presidente Carlos Salinas de Gortari.
—Eso está por verse —contestó Beltrones.
—Mira, Manlio, esta candidatura la construimos entre todos —continuó Salinas—, y cuando digo todos pues digo TODOS. Tampoco podemos hacer un cambio de candidato, máxime que apenas estamos en enero. En 1994 lo hicimos, desde luego, pero porque en ese entonces, con la tragedia que se nos vino encima, sí que no había de otra: los muertos votaban, pero no eran candidatos. Además, el cambio fue hasta marzo y, por cierto, salimos avante.
—En eso estoy totalmente de acuerdo y celebro que un Salinas y un Hank vuelvan a coincidir —concluyó el gobernador del Edomex, Carlos Hank Rhon, quien estaba de regreso en el PRI, partido al cual nunca renunció formalmente.
Entre otro de los invitados a esa reunión extraordinaria se encontraba Ángel Aguirre Rivero, gobernador de Guerrero, quien al final leyó un mensaje de Rubén Figueroa. El invitado de honor fue Mr. Cain, el embajador estadounidense en México.
Terminaba enero.
Febrero
Hubo otro candidato que también lloró, pero de risa: Andrés Manuel López Obrador. “La historia, una vez más, le ha dado la razón al Peje”, escribió sobre el candidato del PT una de sus plumas más serviles y abyectas en La Jornada (sí: está difícil la adivinanza). Era falso eso de que la historia le había dado la razón al Peje, más bien un comandante de la televisión, como otrora, le había dado una ayudadita. Tan es así que López Obrador se disparó en las encuestas y las encabezó desde el 14 de febrero (Día del amor y la amistad, dicho sea de paso). Fue como viajar al pasado, a 2006, cuando también encabezaba las encuestas electorales. Claro, en esto también hubo matices porque ahora Ebrard ya no estaba a su lado sino abajo, en el segundo lugar, seguido por el candidato del PAN quien bajó del segundo al tercer lugar. Es obvio que Peña Nieto había descendido a la posición de López Obrador: se encontraba en el último lugar de las preferencias electorales.
Ante esta realidad política Peña Nieto seguía mudo, Ebrard se arrepentía del rompimiento con su antiguo jefe (López Obrador, no Salinas de Gortari) y Espino se preparaba para superar y remolcar, decía, al Peje y a Ebrard. De Peña Nieto el candidato del PAN decía que estaba “más muerto que Colosio o más desaparecido que el Jefe Diego (después del debate de 1994)”.
Por su parte, Felipe Calderón seguía escondido en Los Pinos y en guerra contra el “crimen organizado”. Entre lo que en esos momentos celebraba se encontraba la reforma electoral que habían aprobado todas las fuerzas políticas en el congreso, una reforma que quedaba bien con todos —los partidos— y era bastante laxa en muchos aspectos. Esa reforma, por ejemplo, no permitía las candidaturas independientes, pero sí la creación de partidos políticos al vapor y al modo. Con alguna morralla política se formó y registró un nuevo partido, el nuevo PARM, que desde luego se sumó a la campaña de López Obrador. Ningún caricaturista político se refirió a este hecho en cartón alguno.
Ante el posicionamiento del candidato de la alianza PT-PARM se sucedieron dos hechos inmediatos: Convergencia proclamó como su candidato a López Obrador y en el grupo político de éste empezaron los jaloneos por las candidaturas.
—Es que ante tu euforia y tu nula autocrítica que data desde siempre, Andrés Manuel, ya nomás falta que pidas la liberación de Mario Aburto y lo hagas candidato —le recriminó en una encerrona un autodenominado izquierdista al candidato presidencial de la alianza PT-PARM-Convergencia.
Con alguna morralla política se formó y registró un nuevo partido, el nuevo PARM, que desde luego se sumó a la campaña de López Obrador. Ningún caricaturista político se refirió a este hecho en cartón alguno.
—Te voy a contestar lo mismo que le contesté al traidor de López Doriga hace seis años, cuando en su programa me dijo de que… sí, de que Guadarrama era nuestro candidato en Hidalgo. ¡Yo le dije a ese traidor de Doriga!: “¿Cuál es el problema?” Y a ti nomás te digo: “¿Cuál sería el problema?” Porque, claro, Aburto no es nuestro candidato a nada ni lo será… porque sabe mucho y la Mafia no lo soltaría así tan fácil.
—Pues yo hasta aquí llegué con esta alianza, ¡me da asco tanto ex salinista a mi alrededor! —dijo el autodenominado izquierdista.
El autodenominado anterior se volvió crítico de López Obrador una vez que supo que ni por accidente éste lo iba a palomear para una plurinominal. El mismo autodenominado, luego de su rompimiento con López Obrador, se incorporó de lleno en el equipo de Marcelo Ebrard quien sí lo colocó en una lista plurinominal del PRD.
El rompimiento entre López Obrador y Ebrard no fue del todo real o, dicho de otro modo, no fue total. La divergencia se dio exclusivamente por la candidatura presidencial que no pudieron conciliar. López Obrador lo llegó a explicar en unas declaraciones a la prensa: “Existen dos proyectos de nación distintos y contrapuestos, el de la Mafia y el nuestro. Y dentro de nuestro proyecto de nación, como si se tratara de una muñequita rusa, existen al menos dos proyectos de izquierda progresista distintos pero no contrapuestos”.
La realidad es que tampoco había necesidad de explicaciones tan metafísicas; la explicación más clara consistía en manzanas, que en tiempo de elecciones se convierten en candidaturas y dineros. López Obrador y Marcelo Ebrard se dividieron en partes iguales las candidaturas del PRD y del PT, partidos que además fueron en alianza en la elección de jefe de Gobierno del DF. A estos acuerdos llegaron una noche en casa de Carmen Lira, la directora vitalicia de La Jornada, quien los convocó con sentido de urgencia. A esa reunión Carmen Lira llegó tarde porque antes se entretuvo en el velorio de su amigo Jorge Carrillo Olea, quien fue velado en Bellas Artes donde Carmen Lira hizo guardia al lado de Carlos Salinas de Gortari. Esa noche, López Obrador y Ebrard primero esperaron pacientemente y después llegaron a ciertos acuerdos. De jefe de Gobierno interino, para empezar y para “mantener firme el proyecto”, dijeron a sus cercanos, colocaron a Adolfo Orive Bellinger, diputado del PT. Como candidato a jefe de Gobierno, en una elección en la cual el PAN empezaba a crecer mucho en las encuestas, López Obrador y Ebrard coincidieron en que la única persona que garantizaba la continuidad del proyecto era el neoperredista José Córdoba Montoya. Cuando éste resultó electo candidato la cúpula del PAN optó por mejor no presentar candidato alguno en el DF y el PRI designó como su candidato al líder de los pepenadores de la Ciudad de México.
Quien presentó la candidatura de unidad en el DF no fue Manuel Camacho Solís sino Porfirio Muñoz Ledo, cuyas palabras más sobresalientes fueron: “El doctor Córdoba es la síntesis del pensamiento político más avanzado que nos heredó Francia. Imagínense a pensadores desde Montesquieu, Voltaire, Rousseau y Diderot, hasta Sartre y Aron, juntos pero no revueltos, pasando por Tocqueville, y se darán una idea de quién es Le Mesié. Y algo que debo decir, después de tantos años, es que por la izquierda progresista hizo más en 1988 el doctor Córdoba que el traidor de Cuauhtémoc Cárdenas”. Ante estas declaraciones de Muñoz Ledo el coordinador de campaña de Córdoba, Héctor Aguilar Camín, decía con el puño en alto: “¡Duro, Porfirio, duro!” Córdoba Montoya, por cierto, le había prometido a Muñoz Ledo la Secretaría de Gobierno en su gabinete, pero sólo si no conseguía nada en el gabinete de López Obrador o Ebrard. (Camacho Solís sólo declaró off the record: “Pues yo ya le dije a Marcelo que con ese acento a Córdoba más le valdría, al igual que a Peña Nieto, quedarse mudo”.)
A partir de entonces los Ay-Slims se convirtieron, efectivamente, en parte fundamental de la vida en todo el mundo.
Otro personaje muy activo, el más activo de todos, fue Carlos Slim Helú. Su primer acto oficial de campaña consistió en un regalo. Él les regaló a todos los candidatos y a sus colaboradores respectivos, muy acorde con los tiempos, unos aparatitos. No está de más señalar que ningún político le rechazó los regalos al proclamado —por todos ellos— “empresario progresista”. El mentado regalo se hizo precisamente en la presentación mundial de esos aparatitos, que de aparatitos sólo tenían el tamaño. El neo y nano aparato era el Ay-Slim y era, además, una maravilla. Atrás quedaron, para siempre, los blackberries, los iPhones, los iPads, los smartphones, toda laptop y tantos chunches que ni juntos se comparaban con todo lo que se podía hacer (y dejar de hacer, he aquí lo portentoso de ese objeto libertario) con un Ay-Slim. De todos esos artefactos ya caducos, superados por el Ay-Slim, hasta en las propias ciudades perdidas se decía: “Esas chingaderas… ni re-ga-la-das”.
En la presentación del Ay-Slim el “empresario progresista” concluyó: “Este artefacto será parte fundamental de la vida en la Tierra y, con todos los matices que se quiera, será in-su-pe-ra-ble”. Esto último lo dijo con su mano derecha en alto y presionando su dedo índice contra su dedo pulgar. Ante esto, unos teenagers regiomontanos ipso facto abrieron el TT #pinche_viejo_mamon. Pero Slim en parte tenía razón, aunque no por lo que él preveía (si es que preveía algo).
A partir de entonces los Ay-Slims se convirtieron, efectivamente, en parte fundamental de la vida en todo el mundo. Llegaron a superar todas las expectativas. Fueron tan abarcadores que ya no podía concebirse, por ejemplo, un encuentro sexual en el mundo entero sin que un Ay-Slim fuera copartícipe y centro de éste. Una relación sexual sin un Ay-Slim era una calamidad; es decir, no era.
Por supuesto que los Ay-Slims también eran imprescindibles más allá de la sexualidad, sobre todo para los políticos y sus fanáticos, ya que las campañas y la política en general se habían convertido en algo tan virtual como nano.
Sin embargo, la naturaleza, la realidad, a veces emerge y de qué manera. Iniciaba un tiempo de ayes.
Marzo
A principios de marzo se produjo un debate entre todas las fuerzas políticas que contendrían en las elecciones. Ese debate llegó hasta el consejo del IFE, donde se iban a dirimir los asuntos respectivos ya que así lo estipulaba la nueva ley electoral. El debate era presupuestal, es decir, por dineros. En realidad, se trataba de dos debates. Uno, se plateaba incrementar el gasto electoral de todos los partidos; pero no se ponían de acuerdo en si la partida extraordinaria se entregara en mensualidades o que, como propuso el PARM, esa partida les fuera entregada “de a putazo porque urge”. Dos, todos estaban de acuerdo en que había que invalidar todas las sanciones económicas —producto de diversas irregularidades— de los partidos; pero la discusión aquí se daba en torno a dos opciones: 1) votaban unánimemente en ese sentido y asumían la responsabilidad —es un decir— desde el IFE, o 2) cada partido retiraba las acusaciones en contra de otros partidos y sanseacabó (por aquellas fechas, de acuerdo con la nueva ley electoral, el IFE ni se metía a monitorear nada).
Y así estaban debatiendo, entre gritos e insultos. El ambiente era tan acalorado que hasta la propia representante del PAN, Cecilia Romero, quien era asesorada en sus intervenciones por Xóchitl Gálvez, era la más moderada de todos los presentes. De los gritos e insultos pasaron a los manotazos y el reto a golpes. Aunque eso sí, entre el desorden no faltaron empujones y otros rozamientos. Después de varios recesos, uno de los cuales fue producto de la irrupción del candidato del PRI al GDF en estado de ebriedad y armado con un cuerno de chivo, aprobaron todo en cierto sentido, que para fines prácticos era lo mismo que haberlo aprobado en el otro sentido. Casi se levantaba la sesión cuando un colérico presidente del IFE alzó la voz por vez primera: “¡Ciudadanos representantes, si ya ha sido aprobado todo y han sido dirimidas todas las diferencias, no hay necesidad de que sigan agrediéndose ni moviendo la mesa que compartimos! ¡Les pido que guarden compostura!”
—¡Yo no fui!
—¡Yo no soy!
—¡Es el ala derecha!
—¡Son los mesiánicos!
—¡Es el equipo salinista!
—¡La pinche chiquillada sanguijuela!
Se escucharon diversos gritos en escasos segundos cuando en eso hizo su aparición la única voz sensata presente, la de un trabajador de limpieza del IFE: “¡Está temblando!”
En el tercer mes del año ocurrió una desgracia en México. Pero el terremoto no mató a ningún candidato, al menos no físicamente.
En el tercer mes del año ocurrió una desgracia en México. Pero el terremoto no mató a ningún candidato, al menos no físicamente. Se sucedieron otra vez, sobre todo en la Ciudad de México y zona conurbada, las muertes, las desapariciones, la tragedia en pleno. También emergió la corrupción. Entre los escándalos o las cloacas destapadas por el movimiento de las entrañas de la Tierra esta vez se encontraron los segundos pisos que se vinieron abajo, todos, como casas de interés social en 1985. Fue muy fácil, electoralmente, echarle los muertos a cierto candidato. El candidato del PRD, Marcelo Ebrard, desde luego que ni tarde ni perezoso se lavó las manos una y mil veces. López Obrador empezó a sentir el clamor popular en su contra, sobre todo debido a la campaña de videos en los cuales aparecía inaugurando los segundos pisos e inmediatamente después, como si se tratara de ciertas torres gemelas, aparecían videos de los segundos pisos viniéndose abajo. Sin embargo, en los primeros videos aparecían borrados los rostros de la inmensa mayoría de los invitados de López Obrador en esas inauguraciones (como Norberto Rivera, Emilio Azcárraga III, Salinas Pliego y otros potentados).
Ante la penuria y la desgracia ni candidatos ni partidos estuvieron de acuerdo en posponer el proceso electoral, ni siquiera en reducir los gastos electorales. Ellos siguieron de lleno en lo suyo, pero el terremoto sí afectó, desde luego, la vida de muchos mexicanos e inclusive Consulta Mentiosky, cuyo director general era, gracias a la nueva ley electoral, presidente alterno del IFE, suspendió sus mensuales encuestas electorales. Esto era lo único que en ese momento mantenía en la zozobra a la clase política.
Las desgracias no vienen solas. Otra cosa que emergió (aún más) después del terremoto fue el clero católico, cuyos voceros y prelados encabezaron una impetuosa campaña en medios y púlpitos hablando del castigo divino que significaba el terremoto. Un editorial del órgano informativo de la Arquidiócesis de México decía por aquellos días: “¿Por qué en el Distrito Federal y no en el Bajío se sucedió la tragedia? Por el pecado. ¿Dónde se casan y adoptan niños los maricones, dónde las mujeres asesinan legalmente a sus propios hijos? En el Distrito Federal. Es aquí donde han desatado la furia divina los impíos, pero es en todo México el próximo día de las elecciones donde y cuando podemos corregir el rumbo”. Hubo un candidato de los cuatro que se sintió triunfador, pero por si las dudas afinó su táctica.
Ante la penuria y la desgracia ni candidatos ni partidos estuvieron de acuerdo en posponer el proceso electoral, ni siquiera en reducir los gastos electorales.
El calendario electoral seguía su curso y el 31 de marzo se llevaría a cabo el primer y único debate entre los candidatos presidenciales. Peña Nieto fue el predebate del debate. “Yo digo de que para qué va si ni va a hablar”, era la postura de López Obrador. “Ora sí que soy yo quien no tiene palabras, amigos de la prensa”, dijo Espino. “Pues que vaya, pero sólo a hacer acto de presencia; que su tiempo nos lo den a los demás”, decía Ebrard.
Los cuatro candidatos fueron al debate, éste fue moderado por Denise Dresser. López Obrador llegó al estudio de televisión con varios cargadores que llevaban cajas y cajas de denuncias y documentos sobre “la corrupción de los potentados”, donde por supuesto no se encontraba Carlos Slim Helú. Marcelo Ebrard vistió totalmente de negro y fue parco en ese debate. Espino cerró el debate.
Peña Nieto fue al debate más maquillado que Ernesto Zedillo en el debate de 1994. Al igual que los demás candidatos, tuvo sus respectivas intervenciones, nada más que en éstas pues no articuló palabra alguna. La intervenciones del candidato del PRI en el debate consistieron simplemente en mirar hacia la cámara, sonreír, mostrar un perfil, luego el otro, y así por el estilo. Fue Peña Nieto el único candidato con el cual Denise Dresser no tuvo problemas al momento de señalarle el fin del tiempo que tenía para hablar.
Ante el debate, el país prácticamente estaba en vilo. Como México ya era territorio Ay-Slim, el debate no pudo ser la excepción. Durante la transmisión del debate todos los fanáticos de los candidatos entraron en una resonancia digestiva ante lo acalorado de los insultos y las denuncias de todo tipo que realizaron López Obrador y Manuel Espino a diestra y siniestra, lo parco de Ebrard y las poses y los guiños de Peña Nieto. Cada uno a su manera, los cuatro exhibieron cocteles de neurosis que llegaron a afectar a sus fanáticos respectivos. En Twitter, por ejemplo, existieron dos TT sintomáticos: #Diarrea_y_debate_electoral y #Estreñimiento_y_debate_electoral. Así uno podía estar al tanto de lo que pasaba en las pantallas, pero también de lo que pasaba o dejaba de pasar en las letrinas y en los inodoros, con onomatopeyas y toda la cosa. Todo mensajito era algo muy interesante, importante y edificante para todo el mundo. Lo digestivo y lo electoral eran tan trascendentes para el país como siempre lo habían sido en las redes sociales, porque también para eso existían éstas. Pero lo digestivo y lo electoral eran, al fin, una unidad evidente e indisoluble.
Las palabras con las cuales Espino cerró el debate fueron éstas: “A mis contrincantes aquí les digo, y de cara a la nación que nos ve en cadena nacional, que en las próximas elecciones irán, junto con el déspota y afteroso Felipe Calderón, ¡a chingar a su madre!”
Abril
“En boca cerrada no entran moscas. ¡Ganamos el debate!” Esto decía el spot televisivo del PRI después del debate. Sin embargo la encuesta de Consulta Mentiosky sobre la intención del voto después del debate, no necesariamente sobre el ganador de éste, arrojó como resultados lo siguiente: Manuel Espino en la primera posición del marcador, seguido por Marcelo Ebrard y en un empate técnico, en el tercer lugar, López Obrador y Enrique Peña Nieto.
Espino se sentía presidente, lo mismo que el propio Ebrard quien pedía la declinación a su favor de López Obrador, “para que ahora sí se nos haga”. Sin embargo, López Obrador afirmaba que ya había alcanzado a Peña Nieto y que era cuestión de semanas que alcanzara y desbancara a los otros dos. El candidato del PRI no decía nada.
En lo que eran peras o manzanas Marcelo les mandó decir a sus viejos amigos Elba Esther Gordillo y el Niño Verde: “¡Vénganse ya!” El Panal y el Partido Verde, por fin, proclamaron candidato y éste fue Marcelo.
La Iglesia católica no se quedó atrás, en todo caso en el pasado pero atrás no. Juan Sandoval Íñiguez y Onésimo Cepeda parecían candidatos, ambos daban todas las semanas conferencias de prensa para abordar la cuestión electoral y todo lo relacionado con ella. Sandoval optó por el modelo López Obrador; en Guadalajara, primero, y luego en todo el país, el cardenal daba conferencias matutinas, todos los días y a las seis de la mañana. Onésimo, hombre con muchos compromisos sociales, se limitó —es un decir— a dar sólo una conferencia semanal en el estilo de Fidel Velázquez: todos los lunes en la tarde, pero después de jugar golf.
En lo que eran peras o manzanas Marcelo les mandó decir a sus viejos amigos Elba Esther Gordillo y el Niño Verde: “¡Vénganse ya!”
En el Vaticano también se pusieron las pilas. Más bien, un personaje se las puso: el papa Ratzinger, quien tenía ya meses muy delicado de salud. El papa no sólo se puso las pilas, sino que también se montó en su macho y decidió hacer una visita relámpago a México. Lo del relámpago no es ninguna metáfora, porque el papa, quién sabe de dónde, sacó mucha energía, bríos, y parecía otro. Aun así la mayoría de su gente cercana le aconsejaba no viajar a México, no tanto por su salud —que parecía haber mejorado de la noche a la mañana— sino por la cercanía de la Semana Santa. El papa afirmó que el viaje nada más sería un par de días, en los cuales sólo visitaría la Ciudad de México. “Voyvengo”, remataba en español.
Una semana antes de la Semana Santa el papa arribó a México. Fue recibido en su escondite por Felipe Calderón. Todos los candidatos se la rifaron; es decir, dejaron a la suerte el orden en el cual se entrevistarían con el sumo pontífice. Después de las entrevistas y ciertos actos protocolarios a Ratzinger le salió lo Wojtyla y se montó en su papamóvil, con el cual recorrió toda la Avenida Insurgentes de sur a norte. Hubo todo tipo de gente en el recorrido, pero también todo tipo de banderas electorales. El papa se veía animado, echado pa’delante, y al pasar por Reforma vio, a su mano derecha, a un perro callejero cagando. El papa se quedó pensativo. Unos metros más al norte, en la esquina de Insurgentes y Sullivan, el papa volteó hacia su izquierda y vio a mucha gente enfilada por esos rumbos. El Papa se desvaneció dentro de su papamóvil.
Una semana antes de la Semana Santa el papa arribó a México. Fue recibido en su escondite por Felipe Calderón.
“El Papa ha muerto, y fue en la esquina de Sullivan e Insurgentes. ¿Qué más mensajes divinos quieren, cabrones?”, declaró en su conferencia de prensa extraordinaria el cardenal Juan Sandoval Íñiguez con lágrimas en los ojos. Onésimo Cepeda no declaró nada, pero en cortó le puso a Ratzinger el mote de Papa Traviata, algo que celebró mucho —en la intimidad— el propio Sandoval Íñiguez.
Ante este acto extraordinario, y en lo que en el Vaticano se hacía tiempo para ver cómo sorteaban todo lo que se les venía encima, se decidió hacer un prefuneral o funeral entremés del papa en Bellas Artes, donde acaban de celebrarse en días pasados los funerales de los ex presidentes Luis Echeverría y Ernesto Zedillo (de los ex presidentes sólo quedaban dos vivos: Carlos Salinas de Gortari y Vicente Fox). En ese entremés funerario se toparon y dialogaron Juan Sandoval Íñiguez y Marcelo Ebrard.
—¿Y cuándo vas a sumar en tu proyecto de gobierno mi propuesta de cadena perpetua para las asesinas-abortistas y arresto domiciliario para todos los maricones, Marcelo?
—No hay condiciones y yo no suscribo eso, cardenal.
—¿Y entonces qué sí suscribes, Marcelo?
—Pues depende, cardenal, y las preguntas mejor las hago yo.
—A ver, desembucha.
—¿Quién fue uno de los operadores de Salinas de Gortari que se opuso a la reforma política que le otorgaba derechos políticos, como elegir a su jefe de Gobierno, a los habitantes del DF y que a la larga fue jefe de gobierno por voto popular?
—Pues tú, Marcelo, al lado de Manuel Camacho y Manuel Aguilera, el Senador No (por su oposición al plebiscito de 1993). Ahora déjame una a mí, no seas malo. ¿Quién fue el brazo derecho de Camacho en su labor salinista de exterminio del PRD durante el salinato en el DF?
—Yo, mi cardenal, el mismo que luego fue candidato del PRD en el DF y ahora lo es a la presidencia. La última y nos vamos, ¿no?
—Vas.
—¿Qué dijo Marcelo Ebrard, siendo parte del grupo compacto de López Obrador en el DF, cuando éste en alianza con Norberto y todos ustedes echó para atrás la ley de sociedades de convivencia, algo más limitado que el matrimonio entre homosexuales y la adopción por parejas de este tipo?
—Nada, absolutamente nada. Bueno, ni siquiera te burlaste porque les iban a pintar cuernos a los pinches maricones. El que sí se burló fue el cabrón de René Bejarano, el que operó todo eso en la Asamblea Legislativa de inicios de 2004, pocos días antes de los videoescándalos originales.
—¿Ve? Cardenal, todo depende de las circunstancias… electorales.
La gente, no sólo en México, se preguntaba otra cosa. La cuestión era saber cómo se celebraría la Semana Santa sin papa. Hubo un debate al respecto. Unas corrientes de la Iglesia católica se manifestaron porque se pospusiera la celebración de Semana Santa hasta después de que se eligiera papa; otras corrientes, por su parte, se manifestaban por hacer la celebración sin papa, y hasta hubo quienes preguntaban si el problema se podría resolver volviendo al calendario juliano.
Sí se celebró la Semana Santa en Roma. La solución a este problema ingente fue un híbrido. La celebración se hizo con papa, pero de cuerpo presente; sin Cristo de yeso, pero con Vicario de Cristo tieso.
Ante estas barbaridades más de una beata exclamó: “¡Esto es el Apocalipsis!” Y desde luego no faltó el TT #apocalipsis_now
Mayo
“El no autodenominado crimen organizado exige poder disponer de Bellas Artes para realizar sus servicios funerarios. Nosotros también somos México y, sobre todo, también somos MAFIA”. Una manta con esta leyenda apareció el día primero de mayo en el cruce de Avenida Juárez y Eje Central, a un costado del Palacio de Bellas Artes. La manta era inmensa, dorada y con letras góticas en color negro. En los mecates que la sostenían fueron enredados adornos y foquitos navideños. Ningún cártel en particular asumió la autoría de esa manta; por lo tanto, se dijo, la manta era parte de un acuerdo entre todo el no autodenominado crimen organizado.
En mayo quedó más que claro, para quien lo pudo ver, que el narco era la parte más real de la política y de lo electoral en el país; el narco estaba perfectamente representado en los cuatro cuartos de guerra electorales. Para ponerlo en términos de corrientes del PRD, el narco era una corriente en todos los partidos. Las diferencias entre una corriente convencional perredista y las corrientes del narco en los partidos eran dos: las corrientes del narco estaban agazapadas y sí eran efectivas.
Mayo seguía siendo un mes muy festivo y con numerosos puentes, con colgados o no. Las campañas electorales, después del primero de mayo, menguaron un poco. Pero ningún candidato celebró, quién sabe por qué, el Día de las Madres.
Espino se sentía seguro y decía que tenía en realidad diez puntos de ventaja arriba de Ebrard, su más cercano competidor. Ebrard no decía gran cosa, sólo que día a día subía su porcentaje de votos dentro de los encuestados. Peña Nieto ya hasta pensaba en declinar, pero aún no se decidía por nadie y mucho menos lo decía. López Obrador desapareció como el Jefe Diego (después del debate de 1994) y dijo que iniciaría una campaña municipio por municipio donde afirmaba tener millones y millones de seguidores organizados.
Había un impasse que no terminó con ninguna encuesta, porque si por el terremoto se suspendieron las encuestas, con mayor razón (y tiempo) por la muerte del Papa Traviata.
La manta en Avenida Juárez y Eje Central se mantuvo en ese lugar. Nadie la quitó: sólo le pudieron hacer lo que el viento a Juárez.
Junio
Todos sabían que junio sería el mes de echar toda la carne al asador. Si su percepción y sus sentidos no han sido menguados, lector, ya se habrá dado cuenta de que los meses anteriores a junio fueron meses rebosantes de muertes. Muertes producto de la guerra contra el “crimen organizado”, así como también bajas de los autodenominados “grandes” e “imprescindibles”, lo que a más de uno, en algún funeral en Bellas Artes, lo transportaba al año 2010.
Pero el impasse que ocurrió parcial y electoralmente en mayo, en junio se trasladó al tipo de bajas anteriores. Y a la par de echar toda la carne al asador, electoralmente hablando, también había que echarse algo más.
Después del 7 de junio, Día de la libertad de expresión, se tuvo que aceptar la veracidad del rumor que recorría desde inicios de año todo el país. Sí, todo el país estaba lleno de movimientos guerrilleros. La escasa inteligencia del Estado mexicano, encabezado desde su escondite en Los Pinos por Felipe Calderón, tenía localizados focos guerrilleros por doquier: en la Sierra Madre del Sur, la Sierra Madre Occidental, la Sierra Madre Oriental, la Sierra Tarahumara, la Sierra de Baja California, etcétera, etcétera, además de guerrilla urbana.
El equipo de Peña Nieto optó por hacer un cierre de campaña artístico, tipo Teletón, de varios días y en cadena nacional, y confiados en esto se olvidaron de la calle.
Felipe Calderón, a quien le había puesto como mote el afteroso debido a que fue la única persona que después de 2010 siguió celebrando el Bicentenario, estaba lleno de júbilo porque ahora sus dotes de guerrero las enfilaría en contra de unos que, decía, “a diferencia de los narcos ni cotizan en la Bolsa de Valores”. Se podía decir que hubo una especie de unidad nacional, porque para las acciones de contrainsurgencia el gobierno federal contó con el apoyo entusiasta de todos los partidos y candidatos. En el congreso se autorizó la compra extraordinaria de armamento. Espino dijo que sobre las diferencias con el afteroso estaba el bien común de los mexicanos. Peña Nieto no dijo nada, sólo asintió afirmativamente con la cabeza cuando le recordaron lo importante que era aplastar esos movimientos que eran más radicales que los atenquenses. López Obrador y Ebrard sólo recordaron que si en mayo de 2006 no vieron ni escucharon a los atenqueses, mucho menos a los guerrilleros de 2010, actitud que aplaudió a rabiar Adolfo Orive Bellinguer.
Por esos mismos días un grupo de intelectuales autodenominados liberales publicaron un sucinto desplegado: “Las cárceles ya están más que sobrepobladas. Nosotros, los ciudadanos, ya estamos hartos de tanta violencia y de tanto eufemismo. ¡Masácrenlos ya!”
Pero la Operación Cran al Alacrán se programó llevarse a cabo hasta la madrugada del primero de julio de 2012. “¡Será la madre de todas las batallas!”, exclamó el afteroso eufórico en Los Pinos.
Mientras tanto había que darle cran a las campañas: se iniciaba el cierres de éstas.
El equipo de Peña Nieto optó por hacer un cierre de campaña artístico, tipo Teletón, de varios días y en cadena nacional, y confiados en esto se olvidaron de la calle.
Para el último fin de semana de junio se programaron en el Zócalo de la Ciudad de México los cierres de campaña de López Obrador, el sábado, y Marcelo Ebrard, el domingo. Como se conmemoraba el segundo aniversario de la desaparición de Carlos Monsiváis, éste fue el tema y la disputa de esos cierres de campaña. Tanto López Obrador como Marcelo Ebrard se sentían los herederos naturales del autodenominado cronista de la sociedad que se organiza. En el cierre de campaña del sábado, el de López Obrador, se colocó una manta inmensa. La manta del cierre de campaña de López Obrador decía: “¡Monsi presente!”
Al terminar el cierre de campaña de López Obrador aún no se sabía si los lopezobradoristas cargarían no a su candidato sino con la manta que llevaron. Era mucha la zozobra, sobre todo porque en días pasados tanto el maistro Granados Chapa como la sorjuanita (versión lopista al cuadrado) Carmen Aristegui confundieron mucho: con una precisión matemática, un día lanzaban una loa a Ebrard y al día siguiente una a López Obrador. Quien decidió, más o menos, lo de la manta en el Zócalo fue Jesusa Rodríguez, la conductora de uno de los teletones callejeros.
Una Jesusa exaltada: “… ¡Y a güevo que la pinche manta se queda!, no por un candidato en particular sino por Monsi. Porque Monsi, como esta hermosa plaza, este cielo, estas nubes, la Luna que nos acompaña y este aire que respiramos… ¡es del pueblo!” “¿Cómo que a güevo?” y “¡que se vote!”, le respondieron a Jesusa algunos de los autodenominados resistentes desde la plaza. Se armó un zafarrancho por doquier, unos coreando “¡Mon-si!” y otros “¡que-se-vote!” Y se votó. En un santiamén, como en otros viejos tiempos, más de un millón de votos fueron contabilizados a puro ojo en el Zócalo y ahí se quedó la “pinche manta”.
Al terminar el cierre de campaña y bajar del escenario Jesusa se comunicó con Ebrard vía su Ay-Slim.
—¿Marcelo? Ah, mira, ya quedó lo de la pinche manta: se queda en la plaza para tu cierre.
—Gracias, Jesú, pero ¿cómo estuvo todo?
—Se armó un pedote, para variar ¿no? Haz de cuenta que viajamos seis años hacia atrás, ¿te acuerdas de la convención donde abuchearon a Carlos Ímaz porque estaba en una comisión de no sé qué mamadas? Haz de cuenta, Marcelo, haz de cuenta.
Ante este último debate en la autodenominada izquierda, un articulista escribió en alguna parte: “Bueno, y si Monsiváis es ‘tan popular, tan del pueblo y tan milagroso’, ¿por qué no lo hacen candidato presidencial? Vaya, si en el pasado los muertos votaban, ¿por qué no podrían ser ahora candidatos presidenciales? Tal parece que el futuro ya nos alcanzó”.
Los panistas no pensaron en el Zócalo ni en la glorieta del Ángel de la Independencia para cerrar campaña. Ellos estaban confiados porque en la última encuesta encabezaban las preferencias electorales. Sin embargo, el candidato Espino dijo que no se podían confiar tanto, pero que además habría que sumar a ciertos sectores no cercanos al PAN. “Yo sí quiero pasar a la historia, además, como el panista que le quitó la impronta moralina a nuestro partido, sobre todo porque no nos va. A mí, por ejemplo, me encantan los raves”, le comentó a su equipo de campaña, cuyo coordinador era Vicente Fox.
La propuesta de cierre de campaña de Espino fue aprobada por unanimidad. El cierre de campaña se llevaría a cabo en Ciudad Juárez (“Para que vean que a los panistas no nos faltan güevos”, sentenció el candidato), en las afueras de la ciudad, y consistiría en un rave. El coordinador de logística de ese rave fue Pancho Barrio, ex gobernador de Chihuahua y uno de los autodenominados Bárbaros del Norte. Hubo severas críticas a estos bárbaros, sobre todo porque las muertes y desapariciones en Ciudad Juárez seguían ocurriendo. También algunos panistas, poquísimos, se molestaron porque ese cierre de campaña era “una falta de respeto y, sobre todo, una falta de seguridad”. A estos últimos, en una encerrona, Pancho Barrio les espetó: “¡No le hagan el juego a la ultraizquierda!”
Vicente Fox estaba fuera de sí y creía estar viviendo de nuevo su año 2000. Él fue el responsable de que el clímax de ese rave corriera a cargo de la internacional Sonora Santanera.
Como Fox creía estar en el año 2000 pasaba por alto que en la última encuesta electoral quien le venía pisando los talones a Espino era Ebrard, no Peña Nieto y el PRI. Fox, en una versión panista de Jesusa Rodríguez, se la pasó animando en el rave y haciendo mofa del PRI y su candidato: “Ayer le ganamos a un mariquita, mañana derrotaremos al inadaptado que ni habla”, decía Fox con micrófono en mano y hacía pucheros para después carcajearse.
En eso mandaron traer a la Sonora Santanera… Fox y Espino abrieron el baile y cantaron. Durante la primera canción interpretada por la Sonora Santanera Espino en actitud de fiscal e inquisidor era quien hacía las preguntas respectivas, alzaba los brazos con las manos extendidas y pelaba los ojos. Fox, por su parte, contestaba esas preguntas, doblándose un poco a lo Tribilín y haciendo caras, gestos. La canción en cuestión era, obviamente, “El mudo”.
Un policía que es mudo / a la cárcel se llevó / a dos jóvenes inquietos / que en un rave se encontró […] Mandaron traer al mudo / y oiga usted lo que yo escuché…
Espino: ¿Por qué los detuvo?
Fox: Gjgjgjgj.
Espino: ¿Qué estaban haciendo?
Fox: Gjgjgjgj.
Espino: ¿Cuál es el delito?
Fox: Gjgjgjgj.
Espino: ¿De qué los acusa?
Fox: Gjgjgjgj.
Que se cuiden todos / ¡Eh! / Ahí viene el mudo / Esos rebeldones / ¡Eh!…
Durante el rave, al menos por parte de los organizadores, no se distribuyó ningún estupefaciente. Lo que los organizadores sí distribuyeron fueron copias de los artículos de Enrique Krauze quien, durante todas las semanas de campaña, no había dejado de escribir sobre sus legendarios “místicos de la democracia”. También se llegaron a distribuir algunas columnas y algunos artículos de los autodenominados “periodistas sin causa” o “periodistas no comprometidos”, quienes durante toda la campaña escribieron en contra y a favor de todos los candidatos, a según el último corte de las encuestas.
El 30 de junio se dio a conocer la última encuesta electoral. Alguien recordó al burro que tocó la flauta, o mejor dicho, al fantoche que ganó las elecciones. Vicente Fox no estaba tan errado en sus temores y vislumbres, en realidad otro fantoche podía ganar las elecciones. Pero no sólo él.
El presidente alterno del IFE declaró: “La gran sorpresa que nos hemos llevado es que el licenciado Enrique Peña Nieto encabeza la intención del voto hasta este preciso momento. Sin embargo, tal parece que las sorpresas no vienen solas, ya que está empatado técnicamente con los otros tres candidatos: todos tienen un veinticinco por ciento de intención del voto. Eso es todo lo que podemos reportar”. Esta última encuesta fue la más confiable del proceso, porque en todas las demás siempre faltaba o sobraba cierto porcentaje de intención del voto. Como puede comprobar casi cualquier persona, cuatro veces veinticinco por ciento sí da como resultado un cien por ciento.
Ante este panorama, y a pocas horas de la elección del 2 de julio, todos los candidatos creían que aunque sólo se la hubiesen pasado tejiendo chambritas iban a ganar la elección presidencial. Espino lo creía porque, decía, “este país es profundamente católico, mal hablado y echado pa’delante”, aunque pasaba por alto el hecho de que todos los candidatos eran católicos y la Iglesia católica, como el narco y otros pilares, había jugado a favor de todos. López Obrador, por su parte, afirmaba que la Historia (con mayúsculas) le daba la razón una y otra vez, y por esa razón la presidencia estaba en su bolsa. Ebrard decía simplemente que ya le tocaba. Y Peña Nieto, cuando tenía voz, llegó a decir que ganaría la presidencia nomás por su linda cara.
¿Julio?
¿Quién ganó la elección? Nadie.
Fidel Castro no estaba tan errado en algo de lo que dijo en un texto virtual del ya lejano año 2010, lo que luego siguió bruñendo un día sí y el otro también: la hecatombe nuclear estaba a la vuelta de la esquina si no se hacía nada por evitarla. Pero vayamos por partes, porque el fin del sexenio que ni a sexenio llegó y, más aún, del mundo entero, no fue algo ramplón.
En esa época en la cual todavía había días en la Tierra nadie hizo nada por evitar la hecatombe, pero es que nadie la previó en realidad, ni siquiera Fidel Castro. La liebre saltó por accidente, como todo lo verdaderamente trascendental en el extinguido planeta azul. Pero más que saltar, la liebre cayó, y más que liebre, se trató de otro meteorito. ¿Otro meteorito?
En el siglo XX surgió una teoría científica con fuertes fundamentos y evidencias empíricas que explicaba la extinción de los dinosaurios, la cual ocurrió en una era geológica muy antigua (en referencia al sexenio desorganizado en guerra con el “crimen organizado”). Grosso modo, en la Tierra cayó un meteorito que generó una atmósfera más horripilante que la de la zona metropolitana de la Ciudad de México de inicios del siglo XXI, la que dejó sin madre a los dinosaurios y a la Tierra sin éstos. Esa extinción sucedió de sopetón, no lentamente. Se presumía que ese meteorito cayó en la península de Yucatán y sanseacabó. Algo similar ocurrió, con una precisión matemática, en el último minuto del sexto mes del año 2012 (tiempo de la Ciudad de México), lo que no sólo extinguió a ciertos dinosaurios, sino a todo el país México y al globo terráqueo mismo. Pero el meteorito, hasta eso, no cayó en territorio mexicano, aunque sí relativamente cerca de ahí.
Desde principios del año 2010 estaba plenamente identificado ese meteorito gracias a los sistemas de monitoreo que existían para tal fin en la Tierra. Sin embargo, el meteorito en cuestión ni era tan grande ni era tan importante, o al menos eso creían quienes lo tuvieron virtualmente en sus manos. En efecto, no era muy grande, pero, como ya podemos saber, sí fue importante, determinante.
No es que nadie no haya hecho nada por evitar que ese meteorito cayera en tierra o por destruirlo afuera de la atmósfera terrestre. Todo lo contrario. Se hizo algo de más (¿o de menos?) y he aquí las consecuencias. Según los cálculos matemáticos —bastante sencillos— de ciertos científicos, ese meteorito iba a caer en Cuba, y los cubanos ni enterados estaban, ni siquiera Fidel Castro.
El meteorito fue bautizado como T-Meo-Cb-XY&Z en un programa científico-militar ultrasecreto, al cual fue canalizado —es un decir— una vez que se obtuvieron los sencillos cálculos que determinaban, se creía, su trayectoria. Según éstos, T-Meo-Cb-XY&Z caería en el mismísimo centro de La Habana. Era “una oportunidad para cagarse en el régimen cubano y en Castro Ruz”, dijeron en la inteligencia estadounidense, “aunque sea nomás por divertimento”, agregaron.
Ahora bien, sí existían en la Tierra científicos con ética e información al respecto, prácticamente eran una mayoría en todas las generaciones, pero, como si se tratara de políticos verdaderamente incómodos (en el mejor sentido de la palabra), fueron eliminados uno por uno. Así, la información sobre T-Meo-Cb-XY&Z sólo quedó en manos de científicos sin ética, entre los cuales no faltó, casualmente, un cubanoamericano de generación políticamente no espontánea. Fue uno de estos últimos científicos quien se percató antes que nadie de la posibilidad de que T-Meo-Cb-XY&Z cayera en el centro de La Habana. Era tanta la euforia de este tipo que, como si se tratara de un político encumbrado, omitió un término de la suma de términos que determinaba la trayectoria del meteorito. Más aún, usó unidades erróneas en sus cálculos: pulgadas en lugar de centímetros.
Ya en alguna ocasión ciertos científicos de la NASA habían usado unidades erróneas al enviar una sonda espacial a Marte, lo que colocó a esa sonda espacial en una agencia funeraria mientras aquéllos quedaron fuera de la agencia espacial.
Las diferencia entre la sonda espacial enviada a Marte y el meteorito T-Meo-Cb-XY&Z fue, operacionalmente y más allá de la ética, de grado. Porque en este último caso los científicos involucrados quedaron fuera de la Tierra, pero también ésta quedó fuera de la realidad. La diferencia entre el cálculo correcto y el incorrecto fue tan simple como el hecho de que T-Meo-Cb-XY&Z no cayó en La Habana sino en otra latitud: la península de Florida, concretamente en Miami, en el cementerio donde estaba enterrado el terrorista Jorge Mas Canosa.
Otra de las cosas que la inteligencia estadounidense desconocía, como si se hubiese tratado de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, era que existía un gran programa nuclear cubanoamericano con centro de operación en cierto mausoleo del cementerio donde yacía Jorge Mas Canosa. Ese programa nuclear estaba interconectado a nivel mundial; tenía una sucursal contigua a toda base naval estadounidense en el mundo entero. Y como en todo el mundo hay bases militares de ese país…
T-Meo-Cb-XY&Z cayó en el supuesto mausoleo. Entonces se desconchinfló el sistema de seguridad nuclear del programa cubanoamericano y se desataron las reacciones en cadena por todo el mundo. Fueron pocos minutos los que le llevaron a la Tierra expirar. Nanosegundo tras nanosegundo se iban levantado lenguas y bolas de fuego por doquier. Algo de esto se alcanzó a televisar y, sobre todo, a tuitear. Nadie sabía en realidad qué estaba pasando a su alrededor. El mundo entero nomás miraba atónito la hecatombe, pero a pesar de todo los humanos no dejaron de crear y creerse ipso facto historias fantásticas. Poco después la gente en todo el orbe empezó a enmudecer, como candidato presidencial del PRI ante un video comprometedor. Además, los humanos empezaron a no percibir correctamente su realidad inmediata, tal como los electores mexicanos; su vista se nubló de manera definitiva. Todos se asían de sus Ay-Slims, era todo con lo que en realidad contaban y lo único que entendían y manejaban.
Por primera vez en su historia sobre la Tierra, que estaba a punto de llegar a su fin, la humanidad entera se hermanó de cierta forma. Esto se realizó a través de los Ay-Slims y con un simple acrónimo: WTF. ®
Fermín Franco Medrano
¡Excelente, Jesús! Me pareció muy bueno, ingenioso y con un humor negro muy particular. Pasará a la historia de tus obras.
carlos rodriguez
No replico. Solo comento, me parece gracioso, comico. Buena prediccion.