Al igual que Tenoch y Julio y Luisa, yo me di muchos roles por la provincia mexicana en busca de aventura y porque soñaba con probar drogas y tener sexo loco con extranjeras liberadas y “convivir con la naturaleza y con la gente, maestro”.
Me parece casi imposible que hayan transcurrido ya veinte años de Y tu mamá también. Y el hecho de comprobarlo me pega directo en la línea de flotación porque, aunque me parece que la vi por primera vez ayer, resulta que ese ayer sucedió cuando tenía veinte años menos.
Cuando eso —verla en su estreno— sucedió pasaban dos cosas: yo colaboraba con Martín Hernández en un programa de radio en el que hablaba de cine y México estaba impactado por otra película emblemática: Amores perros. Entonces fui a ver Y tu mamá también y me enamoré de esa cinta y la elogié tremendamente en el programa de Martín, que se llamaba Lógica Pretzel, lo que le cayó en los cayos porque él había hecho el diseño de audio de Amores perros y naturalmente pensaba que era mil veces mejor.
Como a cualquiera, Amores perros me deslumbró: es una película sin complejos, fuerte, bien construida, original. Y nadie puede negar que fue un parteaguas en la historia del cine mexicano. Martín tuvo el detallazo de invitarme al estudio donde estaba terminando el audio y pude ver, antes que muchos, la escena de entrada con ese perro herido y ese accidente aparatoso y comprobar que se trataba de un proyecto inédito que iba a volver loco al público, como en efecto sucedió. Pero Y tu mamá también me llegó directo al corazón, porque sentí que me hablaba al oído. Si yo hubiese escrito alguna película, habría escrito Y tu mamá también, porque al igual que Tenoch y Julio y Luisa, yo me di muchos roles por la provincia mexicana de ese tiempo en busca de aventura y porque soñaba con probar drogas y tener sexo loco con extranjeras liberadas y “convivir con la naturaleza y con la gente, maestro”, y escuchar rock en un país en el que todavía era posible lanzarse a la carretera sin mucha lana y sin preocuparse de ser desaparecido o asaltado a la vuelta de cualquier curva. Era, pues, uno más de los protagonistas de esa historia.
La proeza de Y tu mamá también es, sobre todo, cinematográfica, y radica en un enorme hallazgo de Cuarón que llamé entonces “el cuarto de atrás”: el hecho de mostrar algo así como el lado B de muchas escenas, dotándolas de un trasfondo, de un comentario social muy atinado.
En una revisión de la cinta a sus veinte años en el diario Reforma el reportero hace mucho énfasis en la exploración sexual que se da entre los personajes, en especial el episodio entre Tenoch y Julio. Y tanto actores como realizadores responden como si en efecto ése fuera el asunto principal de la película. A mí, sin embargo, me pareció secundario, un inciso más del catálogo de búsquedas que emprenden los personajes en su viaje iniciático. Desde mi punto de vista —y lo señalé puntualmente en mi reseña de hace dos décadas— la proeza de Y tu mamá también es, sobre todo, cinematográfica, y radica en un enorme hallazgo de Cuarón que llamé entonces “el cuarto de atrás”: el hecho de mostrar algo así como el lado B de muchas escenas, dotándolas de un trasfondo, de un comentario social muy atinado. En la cinta abundan los ejemplos de esto. Como cuando en la opulenta fiesta que da la familia de Tenoch la cámara se escapa de pronto de los invitados ricos y llega hasta los proverbiales guaruras que comen de pie y a oscuras al lado de los coches mientras sus patrones se empedan alegremente, o cuando el trío se pone a echar desmadre en una fondita de pueblo y la lente se escurre hasta un cuartito donde los dueños de la fonda también están bailando sin pelar a los comensales o, cuando en plena carretera, la voz del narrador nos saca de la historia y nos informa que en ese paraje se hallan las tumbas de quienes alguna vez murieron en un accidente o sigue a Tenoch hasta el baño para mostrarnos que, por muy amigos que sean, entre Tenoch y Julio se interpone una barrera social infranqueable que lo lleva a levantar la tapa del baño con el pie porque no confía demasiado en la higiene de la casa de su mero brother, bastante menos acomodado que él.
Pero Y tu mamá también tiene otros atributos: es el descubrimiento de una gran pareja actoral —Gael y Diego— que dará muchos frutos, conserva —lo he comprobado— mucho de su frescura original y, para mi gusto, es el mejor trabajo, hasta hoy, de Alfonso Cuarón, incluyendo la sobrevalorada Roma. ®