Relatos del fin del mundo

El día que murió Dios

El mundo se acabó y el planeta siguió girando, los días siguieron pasando y el mar seguía mojando. Es sólo que ya no había nadie para poder comprobarlo.

I. Profetas

Un dios que debe dar prueba de su existencia no vale gran cosa, decía Nietzsche. Un fin del mundo que necesita profetas, menos.

II. Totalitarismo

Todo era mejor cuando cada sociedad tenía a sus propios dioses, con sus respectivas potestades autónomas. Entonces cada cual tenía su propio fin del mundo sin pretender imponérselo a los demás. El fin del mundo único y universal es, por excelencia, pensamiento totalitario.

III. Normalidad

La idea del fin del mundo es una curiosa coincidencia de los escritores de religión con los de otras narrativas, que inclusive en su versión más catastrófica tiene un guiño de optimismo, de que algo va a romper con la rutina o el malestar: que no hay normalidad, sino crisis; que el concepto decadencia no es moral, sino histórico; que no siempre habrá sólo más de lo mismo.

IV. Posibilidad

Todos los días puede ser el fin del mundo. Poquito, pero puede.

V. Fútil

El día del fin del mundo fue como cualquiera otro. Todo pasaba como siempre y, simplemente, de repente, se acabó.

VI. Azar

El Fin del Mundo llegó justo el día en el que fue predicho. Justo cuando nadie o casi nadie creía que pudiera ser cierto. Lo más seguro era que el mundo acabara cualquier otro día, que todo fuera superstición, invento o tomadura de pelo. Pero sí, sí fue ese día.

VII. Éter

Cuando el mundo acabó, nadie lloró. No hubo gloria ni infierno ni explosiones ni catástrofes. No vino nadie de otro mundo, ni dioses ni ángeles. No hubo sufrimientos ni arrepentimientos ni reconciliaciones. Nadie se tomó de las manos ni se abrazó. Sólo fue éter que todo se llevó.

VIII. Caducidad

Ese día encontraron al amor de su vida, se juraron amor eterno y fidelidad hasta la muerte. Ese día, casualmente, fue el fin del mundo, y es que lo eterno también trae fecha de caducidad.

VIII. Apocalipsis

Siempre sintieron que era muy cool decir: “Tal vez el fin del mundo ya pasó y nadie se ha dado cuenta, excepto nosotros que somos cool”. Llegaron a creerse sobrevivientes conscientes en pleno postapocalipsis. Pero un día el mundo realmente acabó. Y acabó también para ellos. Para todos. Sin distinción. Y no les dio tiempo ni para decir: “Yo no, a mí no”.

IX. Rutina

El mundo se acabó y el planeta siguió girando, los días siguieron pasando y el mar seguía mojando. Es sólo que ya no había nadie para poder comprobarlo.

X. Revelación

El día del fin del mundo todo se preguntaron por la existencia de dios. El misterio fue descubierto: dios existía. Sí, existía. Sí existía. Y ese mismo día murió.

XI. Fatalidad

El día del fin del mundo dios se mató. Resulto más todopoderoso que eterno. Tuvo el poder de matarse pero no resucitó. No es que fuera tan todopoderoso.

XII. Adiós

“Hay más tiempo que vida”, fueron las últimas palabras de dios. Y es que nunca creyó en sí mismo.

XIII. Certeza

Ese día todos se preguntaron por la vida después de la muerte. El misterio fue revelado a cada uno: no, no hay nada después. Ya no hubo más dudas, sólo quedo una certeza del tamaño del universo sin nadie que la conociera.

XIV. Cotidianidad

Siempre es la última vez. ®

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Publicado en: Destacados, Diciembre 2012, El fin del mundo y otros relatos apocalípticos, Letras libertinas

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