¿Repliegue de las FARC?

Repliegue táctico o retroceso

Estos textos fueron escrito por el profesor Acevedo Carmona en 2007 y 2008, cuando Álvaro Uribe era presidente de Colombia. Al día de hoy la situación es vigente y la pregunta del también historiador sigue siendo pertinente: ¿Se repliegan las FARC?

I. Del marxismo al narcoterrorismo

La relativa reducción de las hostilidades militares por parte de las FARC en los últimos meses se ha constituido en motivo de inquietud e interrogantes para muchos analistas en el sentido de si tal quietud es consecuencia de los duros golpes que le ha estado propinando la fuerza pública o si es el preludio de una nueva ofensiva. La duda es pertinente por cuanto esta fuerza insurgente tomó la iniciativa militar después de la ruptura del proceso de conversaciones. Los atentados en serie contra la infraestructura económica nacional, los primeros alardes de guerra urbana, la campaña de amenazas contra los funcionarios locales y el frustrado ataque al palacio presidencial el 7 de agosto, eran clara muestra de su voluntad de escalar la guerra. Sin embargo, desde su fracaso en tal operativo, las FARC han entrado en una dinámica que revela cuando menos perplejidad, confusión y ausencia de una política coherente de combate. Su accionar no es sistemático ni ordenado. El carácter disperso de sus últimas acciones puede ser el indicio de que algo anda mal en esta organización. Una guerrilla que ha alcanzado tan altos niveles de organización, expansión y control territorial no cambia bruscamente su táctica agresiva por una defensiva de modo gratuito. ¿Será, como se plantean algunos, que ya llegaron a su máxima cota de crecimiento? ¿Han sido incapaces de dar el salto cualitativo estratégico a la guerra de posiciones? ¿Han fracasado en su intención de llevar con eficacia la guerra a las ciudades? ¿O los golpes de la fuerza pública los han debilitado notoriamente? Estas y otras preguntas son las que están flotando en el ambiente y hay que tratar de elucidarlas.

Empecemos por reconocer que desde el punto de vista político, las FARC han perdido posiciones importantes y han sufrido el más grave deterioro de su imagen en razón de acciones y circunstancias que les han sido adversas: aquí cabe desde su actitud provocadora en la ruptura de negociaciones hasta una larga cadena de hechos como las masacres de Bojayá y El Cartucho en Bogotá, haber sido declarados terroristas por la Unión Europea, su política de secuestros de personalidades y de grupos de población común y, finalmente, su campaña contra los representantes del poder local, política esta última que les debe haber significado más de un reclamo de sectores sociales a los que aún influenciaban. Todas estas metidas de pata han sido hábilmente aprovechadas por el gobierno para apuntalar aún más su desprestigio político. No sería raro que en el seno de las FARC se esté adelantando algún tipo de debate, con las limitaciones del caso, acerca del alto costo que les ha representado la línea de acción seguida en estos meses. Es factible también que la moral de algunos jefes, mandos y combatientes pueda estar resentida o que tengan la sensación de estar actuando erráticamente, sin rumbo claro.

¿Será, como se plantean algunos, que ya llegaron a su máxima cota de crecimiento? ¿Han sido incapaces de dar el salto cualitativo estratégico a la guerra de posiciones? ¿Han fracasado en su intención de llevar con eficacia la guerra a las ciudades? ¿O los golpes de la fuerza pública los han debilitado notoriamente?

De otra parte, es preciso reconocer que la fuerza pública se ha colocado en una posición ofensiva. El ex presidente Uribe lideró personalmente ese cambio de actitud que se expresa en la adopción de una política para encarar el conflicto armado. La declaratoria de la conmoción interior, el fortalecimiento de las fuerzas armadas y de la policía, el impuesto al patrimonio y la liberación de los equipos militares del Plan Colombia constituyen sus soportes. Por supuesto, no puede negarse que todo esto se venía preparando desde el gobierno anterior. Los operativos aéreos, la persecución en caliente, los efectivos trabajos de seguridad e inteligencia en Bogotá que han permitido el decomiso de grandes arsenales y explosivos, así como los buenos resultados de la política de estimular la cooperación ciudadana y la entrada en funciones de la red de informantes, han terminado por desconcertar a las FARC. La contundente intervención de la Fuerza Pública en la Comuna 13 de Medellín debe haber significado un grave traspiés en las aspiraciones de trasladar la guerra a las ciudades. Esa batalla puede haber puesto de presente las limitaciones de una fuerza expedicionaria que llega del campo a instalarse más o menos artificiosamente en un conglomerado barrial, pues hasta ahora sus columnas urbanas estaban destinadas al apoyo logístico y no al combate.

No obstante, no hay razones suficientes para pensar que los golpes recibidos por las FARC sean demoledores. Sus estructuras militares más importantes, sus tradicionales áreas de influencia, su fortaleza financiera y sus estructuras de mando jerárquico permanecen firmes. No se puede negar que los golpes recibidos pueden estar produciendo efectos corrosivos en su moral, por eso, lo que podemos estar presenciando es más bien un repliegue táctico mientras encuentran la forma de reponerse. Las guerrillas tienden a eludir los combates frontales en los que se corren altos riesgos; pero, en este caso, y teniendo en cuenta las metas que ellas se habían propuesto, no hay lugar a duda en el sentido de que las Fuerzas Armadas las han colocado a la defensiva. Aunque no se debe hacer cuentas alegres en cuanto a un desenlace fácil y rápido, los antagonistas saben que la confrontación ha llegado al punto en el que no avanzar puede significar empezar a perder.

II. La muerte de Reyes y el principio del fin

La muerte de Raúl Reyes nos coloca al menos frente a dos grandes asuntos. La polémica idea sobre el fin del fin y la internacionalización del conflicto colombiano.

En cuanto a lo primero, hay que recordar que fue el general Padilla de León quien empezó a hablar del tema en 2007 y de ahí para adelante ha tenido lugar un fuerte debate. La muerte de Reyes pone al descubierto que las FARC son vulnerables, siguen a la defensiva y huyendo, tienen graves problemas para lanzar una contraofensiva, están profundamente debilitadas y atomizadas, el Secretariado no funciona como organismo centralizador pues no se puede reunir hace muchos años, y, lo más importante, que ha perdido su mando más cohesionador, al verdadero canciller, auténtico número uno y que pueden ser atacadas en las bases que tienen en países vecinos. El fin del fin no quiere decir que las FARC van a ser derrotadas en una batalla final sino en un proceso de desgaste paulatino, firme y ascendente producto de las estrategias del Plan Patriota y de la Seguridad Democrática. Han perdido miles de hombres, están desmoralizados, desconectados, sin plan, sin dirección, dispersos, acorralados y dedicados a la vigilancia de los secuestrados. Además, desacreditados en el frente internacional, totalmente derrumbados ante la opinión nacional. En síntesis, en decadencia en los planos político y militar. Sin embargo, han logrado tejer una retaguardia por medio de contactos, y acuerdos con gobiernos de países limítrofes, que les da un respiro en la medida en que les permite guarecerse de la ofensiva.

La exitosa avanzada de la fuerza pública colombiana y la tenaz persistencia en la seguridad democrática pueden llevar a las FARC a una situación insostenible. Al menos tres escenarios se pueden avizorar. Uno consiste en tratar de aguantar hasta lo imposible la andanada oficial, refugiar sus principales cuadros en Venezuela y Ecuador y realizar acuerdos con gobiernos o sectores gubernamentales en el marco del proyecto continental bolivariano en el que son vistos y acogidos como luchadores revolucionarios. Aquí entran a depender, casi exclusivamente, del apoyo y la solidaridad externa lo cual no les garantiza la posibilidad de remontar la situación de desventaja estructural y operativa en que se encuentran.

La exitosa avanzada de la fuerza pública colombiana y la tenaz persistencia en la seguridad democrática pueden llevar a las FARC a una situación insostenible.

El segundo escenario es el de la atomización total. No es descabellado pensar que las desmovilizaciones masivas se incrementen en los próximos meses, que caigan más jefes importantes del Secretariado y del Estado mayor. En este caso tendremos un fraccionamiento de los frentes y escuadras que seguirán causando daño en diversos puntos pero cada vez con más debilidad e impacto. Mientras tanto, los jefes que logren sobrevivir tendrán que huir a las selvas fronterizas y hasta pueden llegar a ser capturados por tropas de esos países. Un tercer escenario podría darse en caso de que una fracción más política logre encauzar a las estructuras que aún quedan hacia una negociación política con el gobierno en las condiciones en que se han llevado a cabo negociaciones en el pasado. No es descartable que los tres escenarios se den simultáneamente en razón de la grave incomunicación que afecta a esta guerrilla.

El fin del fin no se debe entender por tanto como el arrasamiento de todas las estructuras farcianas, tampoco como su destrucción en una acción única de corte militar. El final de las FARC se refiere más bien a un desenlace gradual y cada vez más acelerado que los obligue a entender la imposibilidad de conquistar el poder por la vía de las armas, es decir, a aceptar que no es posible derrotar el Estado.

Sin embargo, la regionalización del problema, a partir, sobre todo, de la muerte de Reyes, nos remite a la aceptación de las guerrillas colombianas en el movimiento continental bolivariano. La desproporcionada reacción de los gobiernos de Ecuador y Venezuela con motivo de la incursión militar colombiana en la que se produjo la baja de Reyes no puede explicarse como una rabieta. Los documentos hallados en los computadores de Reyes indican que detrás de tal reacción lo que hay es un profundo compromiso de sectores gubernamentales, dirigentes políticos oficiales y hasta presidentes con esta guerrilla con miras a impulsar la llamada revolución bolivariana que habrá de liberar a nuestros pueblos del yugo imperialista y a sentar las bases del socialismo del siglo XXI. La proclama de la II Conferencia Continental Bolivariana realizada en Quito, con la aquiescencia del gobierno ecuatoriano, la última semana de febrero de 2008, evento en el que se reunieron los sectores más radicales, revolucionarios y ortodoxos comunistas, concluyó que Colombia era el país más importante, geoestratégicamente hablando, y a la vez la piedra u obstáculo para que la revolución bolivariana siga su curso triunfante. En la proclama se convoca a la combinación de todas las formas de lucha incluida la militar, el apoyo a la guerrilla bolivariana de las FARC y al derrocamiento del “régimen fascista de Uribe”. Es claro entonces que el espíritu bélico que anima a los gobiernos de Ecuador y Venezuela no es producto de una calentura pasajera. El problema no está en los hechos puntuales, en si la base de Reyes estaba a uno o dos kilómetros de la frontera. El quid del asunto está en los propósitos expansionistas del proyecto bolivariano revolucionario que cada vez adquiere un matiz más comunista y que pretende hacerle la vida imposible al gobierno colombiano y convertir a las FARC en elemento protagónico de la política nacional y regional y en la punta de lanza del chavismo y del bolivarianismo en Colombia. Los nexos de Chávez y Correa con las FARC han quedado al descubierto, las consecuencias de tal develamiento están por verse. ®

Medellín, marzo 5 de 2008
—Publicados originalmente en http://ventanaabierta.blogspirit.com/

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Publicado en: Destacados, marzo 2011, Terrorismo

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