¿Por qué es desgarrador, desde mi propio orden del mundo, saber que la Escuela de Escritores está pasando por la que podría ser la peor crisis de su historia? Es una pregunta que sólo puedo responder desde la experiencia subjetiva; experiencia que, estoy segura, comparto en intensidad con la mayoría de los que tomaron clases en la calle Héroes del 47, en la Ciudad de México.
Acababa de cumplir diecisiete años cuando entré a la Escuela de Escritores de la Sociedad General de Escritores de México (Sogem). Sufría una crisis severa (una de tantas que me acompañaron en la adolescencia) y había dejado la escuela “formal”. Me había debatido entre la Escuela de Escritores o tomar una mochila y recorrer el país. Lo último, aunque me atraía más (y quizá me hubiera dejado más material literario a la larga), era un poco más difícil. Francamente, me daba un poco de miedo. Hice el examen e ingresé.
Recuerdo a los maestros que me marcaron. Los demás están olvidados en una niebla indefinida, preludio del olvido.
Entre los vigentes en mi imaginario se encuentra José Antonio Alcaraz, que impartía Historia de la cultura. Era apasionante, y José Antonio era temible. En múltiples ocasiones me regañó por hablar en clase, despedazó mis textos, me cuestionó hasta el cansancio. Y Aprendí.
Más sereno era Hugo Argüelles. Sus clases eran hipnóticas. Destellos, acentos, pistas sobre dónde hallar la singularidad de la trama. En particular recuerdo la develación del misterio en Marilyn Monroe, su dualidad de niña-puta. Y el drama que la arrastra hasta el final: una mujer con el talento suficiente para ser una gran actriz (vislumbrado en la película The Misfits) pero atrapada, sin salida, en el papel de rubia imbécil.
Recuerdo las clases de Óscar de la Borbolla, quien explicó magistralmente la carencia del individuo que se oculta detrás del kitsch y sus alcances en la vida humana. Y cómo es que el kitsch que elige cada uno de nosotros puede definir nuestra historia y el desenlace de una vida entera.
José María Fernández Unsaín, presidente fundador de la Sogem, daba una clase de psicología. Aprendí un poco de Freud, otro poco de los dilemas de vaginas y penes, pero sobre todo de construcción de personajes. También era una clase sobre Fernández Unsaín. La personalidad del presidente fundador era un ejemplo magistral sobre la personalidad del líder, con todos sus claroscuros, oscuros más interesantes que las claridades, por cierto.
Es cierto. Nadie puede enseñar a otro a “ser escritor”. Quizá por ello el provocativo nombre de Escuela de Escritores podría generar más dudas o expectativas que certezas. Pero, como reza el lema de la propia escuela de escritores, para ser escritor se requiere talento y disciplina… aprender un poquito de aquellos que ya demostraron tener algo de talento y disciplina allana el camino.
Los hechos
En diciembre una alumna de la Escuela de Escritores le dijo a su padre que sufría hostigamiento y bullying en la escuela… no sólo por parte de los alumnos, sino en particular del director de la escuela, Mario González Suárez. El padre, quien es además socio de la Sogem, envió inmediatamente una carta a la presidencia de la Sociedad. A ello se sumó que, durante varios años ya, existe el rumor de un cierre de la Escuela debido a la carga económica que representa a la Sogem, la cual —de acuerdo con esos rumores— ya no tendría interés en formar nuevos talentos.
La dirección de la Escuela, si bien no es un cargo de mucho poder, sí lo es de prestigio. Dentro de la Sogem es un espacio relevante y en el pasado ha sido disputado por más de una personalidad. Al ventilarse un conflicto de esta naturaleza en la Sogem también se empezaron a mover las cosas. Y destacó, en primer lugar, que la Escuela tiene un adeudo financiero a la Sociedad.
La Sogem es una sociedad que gestiona los pagos de escritores de literatura, radio, cine, televisión. Opera mediante el descuento de un porcentaje de las regalías de sus socios. En suma, se trata del dinero de los escritores; no recibe dinero público alguno ni subsidio de ninguna índole.
La Escuela, en teoría, debería subsistir de las cuotas pagadas por los alumnos. También, en teoría, debería aportar un porcentaje a los gastos de operación de la presidencia de la Sogem. Aunque, explica el escritor Gerardo de la Torre, se ha pugnado por que la Sogem elimine esta obligación, ya que la Escuela no tiene fines de lucro.
En síntesis, la sociedad ha aportado de forma sustancial —a veces más, a veces menos— financiamiento para la escuela. Pero este adeudo propicia el peligro de que los socios de la Sogem decidan un día cerrar la Escuela —y estarían en su derecho, ya que es su dinero.
Es cierto. Nadie puede enseñar a otro a “ser escritor”. Quizá por ello el provocativo nombre de Escuela de Escritores podría generar más dudas o expectativas que certezas. Pero, como reza el lema de la propia escuela de escritores, para ser escritor se requiere talento y disciplina… aprender un poquito de aquellos que ya demostraron tener algo de talento y disciplina allana el camino.
La Escuela ha contado durante 25 años con profesores de renombre. Pero lo que sí ha caído en abandono son sus instalaciones: el edificio que la alberga —y en donde vivió José Juan Tablada— sufre diversas averías y es necesario hacer reparaciones a profundidad. A comienzos de este año los libros de la biblioteca de la Escuela se encontraban en su mayoría deteriorados y arrumbados en un rincón. La Escuela no cuenta con equipo de cómputo; los registros siguen llevándose en tarjetitas a máquina de escribir… en fin, que la Escuela de escritores no dio salto tecnológico alguno en su contabilidad y su memoria.
En ese contexto se dio la acusación contra Mario González.
Inmediatamente numerosos maestros y el propio director denunciaron “intenciones” por parte de la Sogem de cerrar la Escuela. Se creó un grupo en Facebook, una cuenta en Twitter, un blog en WordPress. La presidenta de la Sogem, la escritora de televisión Lorena Salazar, tampoco ayudó mucho con este rumor. El silencio institucional absoluto propició el crecimiento exponencial del temor.
Un grupo de ex alumnos —yo entre ellos— solicitó una junta con Lorena Salazar. Nos recibió. Era un martes a principios de marzo, alrededor de las cinco o seis de la tarde. En el comedor de la Sogem estaban dispuestas unas sesenta sillas. En una mesa, esperaban el café, el agua, las galletitas. Sólo asistimos seis ex alumnos.
Quienes conocen a Lorena la definen como un buen ser humano, que tampoco tiene interés de hacer una carrera política desde la Sogem; pero ellos mismos advierten que le falta cierta malicia.
Esa tarde Lorena insistió en que no había intención alguna de cerrar la escuela. Puso énfasis en el tema del bullying y el caso de la alumna afectada. Añadió que existían otras quejas, pero que no iba a hacer públicos los nombres de los quejosos. Sobre una nota —recogida en un diario de circulación nacional— que afirmaba que Lorena pretendía introducir la materia de Encuadernación en la Escuela la presidenta de la Sogem aseguró que se había tratado de una mala redacción del reportero. Lorena había usado el ejemplo de la encuadernación en otro contexto.
Respecto del silencio que seguía manteniendo la Sogem, Lorena aseguró que trataba evitar el denuesto de la Escuela, la pérdida de prestigio y el caer en la confrontación. Recalcó que la Escuela tiene una deuda económica con la Sogem porque 40 por ciento de los alumnos no pagan sus colegiaturas, dijo. Y esto ha sumido al proyecto en una crisis económica.
Salimos de la reunión tranquilizados y con el entusiasmo de crear una sociedad de ex alumnos para recaudar fondos.
Lo cierto es que en todo este tiempo Lorena Salazar sólo recibió a los ex alumnos. Maestros en activo y alumnos una y otra vez solicitaron audiencia y jamás tuvieron respuesta. Desde que empezó el conflicto los profesores enviaron dos cartas a la presidencia de la Sogem. Tampoco fueron respondidas. Por otra parte, las cuentas de la Sogem son un misterio. Nadie tiene las cuentas claras.
A mediados de marzo González Suárez firmó su renuncia en la junta de Conciliación y Arbitraje, y el 14 de ese mes Elsie Méndez Baillet se convirtió en la primera directora de la escuela en 25 años.
Por ese tiempo la alumna cuyo padre interpuso la queja ante la Sogem decidió regresar a clases. El resultado fue desastroso, relatan testigos. El hostigamiento, relatan algunos profesores, fue terrible. Sus compañeros la culparon por la renuncia de Mario González y nadie quiso sentarse junto a ella en el salón. Como si se tratara de una escuela primaria, todos sus compañeros se sentaron del lado opuesto del salón, dejándola sola. Otro alumno debía dar copias de un cuento que se leería en clase. Entregó fotocopias a todos menos a ella. Al final del día la nueva directora, Elsie Méndez, tuvo que acompañarla hasta su coche para evitar que fuera agredida. La joven nunca más regresó.
El 3 de abril, en conferencia de prensa, 21 profesores de la escuela anunciaron que abandonarían la escuela, ante lo que llamaron “el momento más sombrío de su larga historia, tras un cuarto de siglo de formar a muchos de los mejores hombres y mujeres de letras del México contemporáneo”. También dieron a conocer la próxima fundación de una nueva “Escuela Mexicana de Escritores”, dirigida por Mario González Suárez. Entre los profesores que renunciaron se encuentran Armando González Torres, Pablo Soler Frost, Alberto Chimal y Juan Domingo Argüelles, aunque no existe certeza de cuántos de ellos se integrarían al nuevo proyecto…
Andrés Acosta escribió en su carta de renuncia al taller de Narrativa Infantil y Juvenil de la Escuela de Escritores de la Sogem:
Aclaro que no estudié en esa escuela, ni soy maestro del diplomado, ni pertenezco a ninguna camarilla: soy tan independiente que imparto talleres al mismo tiempo en lugares diversos. He impartido ese taller por segunda ocasión en la escuela de la Sogem.
No me mueve el ánimo de crear polémica alguna ni de discutir con nadie. Soy de pocas palabras y sólo hablo de lo que me consta personalmente. Renuncio porque considero insostenible la situación entre la presidencia de Sogem y la Escuela. Imparto talleres desde 1993 en distintas instituciones, universidades y hasta cárceles; también he impartido talleres por internet (desde 1996). Siempre había recibido un trato cordial, o al menos ‘funcional’ en cualquier sitio, incluso en las cárceles, excepto ahora, por parte de las autoridades y burocracia de Sogem. Impartiendo el taller en la Escuela he sido feliz, a pesar de que las instalaciones estén para llorar. Alguna vez tuve la desgracia de ir a cobrar a las oficinas de Sogem y conocer en carne propia el desprecio con que se trata a los escritores en esa sociedad. En casa del herrero, azadón de palo.
A la Escuela llegaron otros maestros, por ejemplo, Alejandro Toledo, Mauricio Carrera, María Rivera.
El trago amargo y la falta de certezas prevalecen. Pero también prevalece la escuela. ®
Lydiette carrión
hola: Este mes la escuela cumplirá 25 años de vida. Sigue vigente y seguirá con los cursos. Entiendo que se cierra la convocatoria a fines del mes de mayo. Saludos
adonias
Hola.
Hace apenas como un mes que pedi informes sobre la escuela y me dijeron que empezaban cursos de Creación Literaria en julio 16 alguien me puede decir si es segura esa escuela o si seguira con los cursos..
saludos.
David Aguilar
Y ¿onde están esos escritores que : “tras un cuarto de siglo de formar a muchos de los mejores hombres y mujeres de letras del México contemporáneo”. Onde, Onde. Y sí, la vagancia, la herrancia, a veces dejan más, por lo menos en la literatura.