Miles de paisanos serían recibidos por la puerta grande: cuidarían campos de marihuana o amapola, serían los encargados de algún negocio “propio” donde se lave dinero, dirigirían la distribución de la droga, estarían protegidos por una gran familia de narcos, y si les va muy bien podrán aspirar a ser una de las caras del Forbes, al igual que Mr. Chapo Guzmán.
El recrudecimiento de la violencia que se extiende por la árida frontera entre México y Estados Unidos se ha incrementado con una rapidez aterradora. Los habitantes del norte de nuestro país y de diferentes estados de la República, sin mencionar a la gente que proviene de toda América Latina, escapan de sus sitios de residencia no sólo para alcanzar el sueño americano sino para sobrevivir a las urbes que se los devoran. Un ejemplo de ello es el ascenso de la narcoviolencia que se vive en Ciudad Juárez: secuestros, ejecuciones, extorsiones y las detonaciones de vehículos cargados con explosivos, una nueva modalidad de la violencia en ese lugar.
Tan sólo en la última semana las portadas de los principales diarios en la Ciudad de México y algunos medios locales de la zona Norte han publicado al menos una nota por día sobre algún suceso violento o acciones en materia política registradas en la región de la frontera: lunes (La Jornada): “EU despliega la Guardia Nacional en la frontera”; martes (La Jornada): “En Juárez, cinco ataques contra PF deja muerto y tres heridos”; miércoles (Reforma): “Busca aterrorizar el narco: Blake”; jueves (NTR Zacatecas): “México peligra por tránsito terrorista: EUA”; viernes (Reforma): “Estalla narco coche bomba”; sábado (Milenio): “SSP: soborna el narco con 1,277 mdp a policías”.
La situación crítica en la frontera y las renovaciones a las reformas migratorias por parte de ese país podrían regresar la responsabilidad de millones de personas al gobierno mexicano.
El panorama es desolador en el norte mexicano. Sus ciudades convulsas se inclinan ante la ley del narco; son lugares ahora casi fantasmales de donde han partido una buena parte de los 6 millones 650 mil migrantes mexicanos, según cifras del Departamento de Seguridad Interna de Washington (DHS), quienes radican ahora en Estados Unidos de manera ilegal. La situación crítica en la frontera y las renovaciones a las reformas migratorias por parte de ese país podrían regresar la responsabilidad de millones de personas al gobierno mexicano. Por su parte, el gobierno estadounidense combate la inseguridad en la frontera con el despliegue de mil doscientos soldados en Texas y Nuevo México y apresura la toma de decisiones sobre la aprobada ley de Arizona SB 1070, la cual todavía se encuentra parcialmente detenida y a la que probablemente le sigan otros estados como Texas. ¿Qué pasaría con el regreso masivo de los 600 mil migrantes mexicanos radicados en Arizona? Es muy claro que en materia económica el país no está preparado para solucionar el enorme problema; tan sólo en 2009 las remesas enviadas a México por nuestros connacionales sumaron un total de 21 mil millones de dólares, cifra que favoreció la economía nacional y principalmente a estados como Michoacán que dependen de esos ingresos. A diferencia del gobierno estadounidense, el tipo de respuesta que daría el gobierno del presidente Calderón si la Ley Arizona obligara a los residentes de aquel estado a regresar a su país sería muy parecida a las declaraciones que ofreció recientemente en una mesa de análisis con representantes de organizaciones civiles y empresariales para evaluar la seguridad del país: “No hemos sabido explicar qué estamos haciendo; por qué lo estamos haciendo; qué es lo que estamos viendo a nuestro alrededor”. Es evidente que no existe estrategia ni previsión para el tema de los inmigrantes provenientes de Arizona.
De la misma manera podría haber un incremento de la delincuencia y la inseguridad generalizada en diferentes estados de la República, incluyendo el Distrito Federal. A lo anterior se aúna el tema del desempleo. La ley SB 1070 no pretende ofrecer apoyo económico a cada inmigrante como una especie de bono navideño o premio de consolación, y si fuese el caso, a nuestros paisanos no les duraría tanto el gusto. Muchos de ellos regresarían sin nada, ya que algunos dejaron sus viviendas a la deriva; únicamente en Juárez existen 116 mil casas abandonadas según el Instituto Municipal de Investigación (IMIP) de esa ciudad; algunas están en venta o renta y otras son presas latentes del crimen organizado.
¿Qué pasaría con el empleo? Generaciones de mexicanos regresarían de Arizona a buscar desesperadamente un trabajo, lo que les llevaría, inequívocamente, a los empleos informales y acaso a los narcoempleos. Trabajar para el narco es una opción demasiado fácil: no se pagan impuestos, no hay necesidad de trámites engorrosos ni currículos actualizados ni cartas de recomendación ni títulos profesionales. Sólo se necesita “entrarle” y hacer uno que otro acto ilícito.
Miles de paisanos serían recibidos por la puerta grande: cuidarían campos de marihuana o amapola, serían los encargados de algún negocio “propio” donde se lave dinero, dirigirían la distribución de la droga, estarían protegidos por una gran familia de narcos, y si les va muy bien podrán aspirar a ser una de las caras del Forbes, al igual que Mr. Chapo Guzmán. ®
Alfonso Garcia G.
Hace cien años la Revolucion expulso del país a muchos mexicanos: ahora miles huyen del crimen organizado.
Toda la gente que radica en el norte enfrenta este problema de la ¨GUERRA CONTRA EL NARCO¨ asi no se pelea, se tiene que reeducar a la gente no pelear una guerra que esta perdida. no es el modo, familias entereas tienen que salir por piernas de sus hogares dejando una vida y un lugar al que un dia llamaron CASA
En estas tierras todos se preguntan ¿por que queman las casas? Nadie tiene una respuesta; la mayoría cree que es una forma de decir: “ya no regresen”.
Mariano Augusto Mangas González
El tema de la migración de México a EUA ha sido más de exigencia por parte de nuestros vecinos del norte, que de una verdadera intención por resolver los problemas en conjunto. Las facilidades para adquirir armas al otro lado de la frontera han servido para incrementar los pertrechos del narcotráfico; además, el gobierno norteamericano sólo se ha lavado las manos para dejar la resolución del problema a su similar mexicano.
Es triste saber que el narcotráfico se ha convertido en un sistema generador de empleos, bien remunerados pero peligrosos, que se acopla a distintas esferas sociales que van del fútbol a la farandula, de la política a los usos y costumbres de cualquier comunidad en los estados que se disputan los capos de la droga.
Por otra parte, hay casos de migrantes que vuelven a sus comunidades para implementar las tecnologías y formas de comercio que aprendieron al otro lado de la frontera, con lo cual logran crecer sin necesidad de recurrir al apadrinaje del narco o el paternalismo gubernamental.