2020 y la maldita sopa de murciélago

Una crónica del fin del mundo

Desde la aparición del nuevo coronavirus a fines del año pasado el tiempo ha transcurrido vertiginosamente y hemos visto escenas apocalípticas en muchas partes del mundo. Éste es un lúcido recuento de los primeros meses de la pandemia y una pregunta decisiva: ¿Cómo saldremos de ésta?

Nueva década, nuevas bombas, nuevos virus

1:40 de la mañana, mediados de abril, 2020. Debería estar dormido ya. Hoy es lunes, aunque eso ya no importa demasiado desde hace tres semanas, ¿o ya son cuatro? Es difícil saberlo, ahora que todos los días son domingo. Fuimos ingenuos, teníamos tanta certeza de que las cosas no podrían ir peor… pero nos equivocamos. En menos de cien días nuestra vida cambió para siempre. Bueno, para los mexicanos tardó un poco más; lento pero seguro. Ahora la textura del tiempo es otra.

Protesta de personal médico del Instituto Mexicano del Seguro Social. Cortesía El Economista.

Primero lo vimos en las noticias, a lo lejos. En los medios de comunicación comenzó a circular el acontecimiento sobre un nuevo virus en Wuhan, ciudad china que hasta el momento no tenía mucha trascendencia para la mayoría de los terrícolas. Se hablaba de una veintena de personas que presentaban neumonía de causas desconocidas. La noticia se difundió justo en vísperas de año nuevo, el 31 de diciembre del 2019, por lo que no le dimos importancia. Estábamos muy ocupados festejando el inicio de la nueva década, el veinte–veinte. ¡Qué gran año iba a ser! ¡Qué buena época para estar vivos! ¡Tantos planes en la mira! El calendario era extenso y abultado, las posibilidades estaban en camino. La situación se prestaba para escuchar “Nuevos Discos” de Él Mató a un Policía Motorizado. Sólo quedaba ser paciente y dejar que el año trajera lo mejor de sí.

Pero el mundo no funciona de esa manera, y así nos lo recordó el presidente estadounidense Donald Trump el 3 de enero, cuando lanzó un ataque aéreo en el Aeropuerto Internacional de Bagdad, asesinando al comandante de la Fuerza Quds de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica iraní (CGRI), Qasem Soleimani, y al comandante de las Fuerzas de Movilización Popular iraquí, Abu Mahdi al–Muhandis. El evento, considerado un acto de terrorismo por el gobierno iraní, provocó fricciones entre Estados Unidos y Rusia (aliado de Irak), renovando la ansiedad de la Guerra Fría y llenando las redes sociales con memes de la tercera Guerra Mundial.

El grado de las tensiones bélicas pasó a segundo plano en los siguientes días, pero la sutil expansión del virus continuaba. Para el 9 de enero los casos de contagio ascendían a 59. Investigadores del Centro Clínico de Shanghai, universidades y centros de control de enfermedades confirmaron que se trataba de un nuevo tipo de coronavirus, relacionado con el síndrome respiratorio agudo grave (SARS).

El 11 de enero un hombre de 61 años, habitante de Wuhan, se convertiría en la primera víctima mortal por el nuevo virus. Entre el 13 y el 19 de enero se reportaron los primeros casos en Tailandia, Japón, Estados Unidos y Corea del Sur. Con la propagación del virus se extendió también la popularidad de la película Parasite, producción surcoreana que causó revuelo internacional.

Veintitrés días después de los primeros casos reportados en Wuhan esta ciudad sumaba ya 18 muertos y cerca de 634 infectados, inundando a la metrópoli con rapidez y obligando a las autoridades a cerrar las vías de acceso al resto del país asiático. Aeropuertos, estaciones de tren, sitios de ocio y eventos multitudinarios fueron suspendidos en Wuhan, pero la propagación estaba en marcha, y el 25 de enero los contagios llegaron a 6,000, con saldo de 169 muertes. Con el paso de las semanas el escenario de Wuhan se reproduciría en el resto del mundo. El 31 de enero se registraron los primeros dos casos en Italia, cuando un par de turistas chinos de visita por Roma dieron positivo a la enfermedad.

Con el paso de las semanas el escenario de Wuhan se reproduciría en el resto del mundo. El 31 de enero se registraron los primeros dos casos en Italia, cuando un par de turistas chinos de visita por Roma dieron positivo a la enfermedad.

Llegó febrero y el mundo comenzó a prestar atención a lo que pasaba en China, aunque no lo suficiente, pues con el segundo mes del año llegó también la agenda estadounidense de “eventos importantes” para el establishment, empezando su primer fin de semana con la final del Super Bowl. Siete días después se celebraba la ceremonia 92 de los Premios de la Academia, a la par que un hombre italiano, de regreso a su país desde la ciudad de Wuhan, era hospitalizado; eventualmente sería diagnosticado como el tercer caso de covid–19 en Italia.

Por aquellas fechas Carlos, uno de los genios creativos de la empresa de publicidad donde trabajo, tenía un presentimiento sobre lo que se aproximaba. Con el objetivo de informarse al momento sobre el progreso del covid–19 había descargado una aplicación para consultar, vía geolocalización, la cantidad de casos diarios en el mundo, de tal manera que en las conversaciones casuales íbamos recibiendo datos del avance de los contagios y los muertos en China. No le prestábamos mucha atención al tema, teníamos otros asuntos que atender, pero él estaba pendiente, mirando el avance de la tendencia. Lo recuerdo diciendo “Imagínate que llegue hasta acá, wey”. Eventualmente comenzamos a bromear con el asunto. “Hazte para allá, pinche infectado”, decíamos unos a otros.

La vigencia de estas bromas se prolongó durante principios de febrero, pues en general la vida seguía como de costumbre en el resto del mundo, con algo de volatilidad en el mercado, pero todo bajo control, sin salir mucho de la “normalidad”. Y así fue hasta que comenzaron los muertos en Italia.

El covid–19 globalizado

La atención de naciones europeas frente a los primeros casos reportados en su territorio fue débil e insuficiente, como eventualmente quedaría en evidencia en países como Reino Unido, Francia, España e Italia, tras alcanzar, en un lapso mucho menor que China, picos superiores de contagio y mortalidad a los del país oriental. Habría también países que actuarían oportunamente, como Alemania —aplicando test masivos y teniendo una gran capacidad hospitalaria—, Islandia —que desde el 31 de enero habría iniciado una campaña masiva de pruebas— y Nueva Zelandia —que por sus condiciones geográficas “aisladas” y la instrumentación prematura del cierre de fronteras y cuarentena obligatoria lograría eliminar el virus para finales de abril reportando menos de 1,500 casos confirmados y 19 muertes en total—, las tres naciones, por cierto, gobernadas por mujeres.

El primer grupo numeroso detectado en Europa se dio cuando Italia reunió a 16 casos confirmados en Lombardía el viernes 21 de febrero. Para el sábado 22 de febrero se habían agregado 60 casos adicionales y las primeras muertes por covid–19 en un país occidental. Por estas fechas también se dispararon las ventas de La peste, del filósofo Albert Camus. La promulgación de emergencia sanitaria —y con ello medidas de aislamiento, distanciamiento social y suspensión de actividades no esenciales— llegaría hasta semanas posteriores a la mayoría de naciones europeas, tiempo que permitiría la rápida propagación del virus hasta alcanzar niveles alarmantes en el “Viejo Mundo”.

Pasados los días del caso de Lombardía llegó la noticia de que España tenía brote, y así ocurriría también con Francia, Bélgica, Reino Unido, Estados Unidos y eventualmente el resto de América. El 26 de febrero un ciudadano brasileño proveniente de Lombardía sería registrado como el primer caso en Latinoamérica, y dos días después México reportaría sus primeros tres casos. Por su parte Nueva York arrancaría marzo con el primer caso registrado: una mujer de 39 años proveniente de Irán. En un principio Donald Trump —al igual que en México López Obrador— no se tomaría en serio la problemática sanitaria, negligencia que tendría un alto costo para miles de vidas norteamericanas al paso de las semanas, cuando los parques de Nueva York se convirtieran en cementerios.

En marzo la situación en el mapa mundial cambió significativamente. Los primeros en saberlo fueron los que controlan el mercado. Olfatearon las pérdidas, y también las posibles ganancias en nuevas áreas de inversión. En Estados Unidos hubo senadores que hicieron movimientos en la bolsa tras conocer datos exclusivos sobre la expansión del virus.

En este mes el asunto se convirtió en parte de la agenda de todos los noticieros del mundo. El pánico se apoderó de gran parte de la población. Las noticias falsas y amarillistas comenzaron a circular por los medios convencionales y digitales. En las conversaciones mexicanas la probable instrumentación de medidas de control se volvió tema recurrente.

El 11 de marzo Tedros Adhanom, director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), decretó la pandemia:

Hemos evaluado este brote durante los últimos días y estamos profundamente preocupados, tanto por los niveles alarmantes de propagación y gravedad como por los niveles alarmantes de inacción. Es por ello que hemos decidido decretar el estado de pandemia. […] Ésta no es sólo una crisis de salud pública, es una crisis que afectará a todos los sectores, por lo que cada sector y cada individuo deben participar en la lucha. Desde el principio afirmé que todos los países debían de adoptar un enfoque coordinado entre gobiernos y sociedad, construyendo una estrategia integral para prevenir infecciones, salvar vidas y minimizar el impacto.

Llegó mediados de marzo y el reporte internacional alcanzó a los 11 mil casos de infectados en 114 países y la muerte de 4,291 personas. El 12 de marzo Estados Unidos declaró el estado de cuarentena y la OMS anunció a Europa como el nuevo epicentro del covid–19. Imágenes de gente utilizando cubrebocas para ir a trabajar saturaron los medios de comunicación. El gel antibacterial se convertiría, junto con el papel de baño, en el bien más cotizado del mercado.

En todo el mundo fueron cancelados eventos de millones de dólares. También rodajes de películas y conciertos masivos. Las aerolíneas empezaron a restringir vuelos y establecer medidas de control más severas para viajes internacionales; para muchos los intentos de cambiar un vuelo de fecha se convirtieron en dolores de cabeza. Las fronteras de varios países fueron cerradas hasta nuevo aviso.

En México se suspendieron clases en todas las instituciones de educación pública desde el 14 de marzo. Diez días después la Secretaría de Salud informaría que el país había entrado a la Fase 2 de contagios, con 405 casos confirmados. Los restaurantes comenzaron a cerrar, los patrones de todo tipo de establecimientos iniciaron el diálogo con el insomnio. El turismo se fue en picada al abismo. Algunos tomaron decisiones que nunca imaginaron, como hablarle a su exnovia; otros más fueron despedidos de sus trabajos y fueron infectados por un miedo tan mortal como el covid–19: el desempleo y la pobreza. La sombra de la crisis económica comenzó a cernirse por la tierra, mientras el Fondo Monetario Internacional se frotaba las manos ante los préstamos venideros.

“¡Rápido, el papel de baño!” El impacto de la pandemia

Finales de mes. Boris Johnson, primer ministro británico, de 55 años, da positivo por coronavirus el 29 de marzo y es hospitalizado en Londres el 5 de abril. En la misma jornada se contabilizarían 690 mil personas infectadas a escala mundial. En Estados Unidos y los países europeos los muertos comenzaron a contarse por cientos y miles diarios, y los casos de contagio por decenas de miles, estableciéndose como norma de sanidad evitar el contacto físico lo más posible, y al igual que ocurriera en China se decretó la cuarentena en la mayoría de los países infectados.

En abril la economía global se desplomó. Los pronósticos de crecimiento de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) disminuirían día con día. El precio del petróleo marcaría mínimos históricos por las bajas del consumo internacional y la sobreproducción ante la falta de acuerdo entre los integrantes de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).

Los pronósticos de crecimiento de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico disminuirían día con día. El precio del petróleo marcaría mínimos históricos por las bajas del consumo internacional y la sobreproducción ante la falta de acuerdo entre los integrantes de la OPEP.

Varias de las naciones democráticas más representativas del capitalismo se vieron rebasadas, mostrándose más vulnerables e imperfectas que nunca, comprobando las consecuencias de un sistema de salud precarizado y siendo sobrepasadas por naciones orientales en la contención del virus. El caso de Vietnam dejaría atónitas a cientas de naciones al lograr la contención del covid–19 sin ninguna baja humana de por medio.La incertidumbre y el miedo se esparcieron por varios sectores de la población, con la posibilidad de la muerte detonando los instintos más primarios de pánico. A la par, la proximidad de la crisis económica auguró el incremento del hambre, la pobreza y la desigualdad en los países “en vías de desarrollo”.

En México las campañas informativas del gobierno acapararían la atención de los medios de comunicación, aumentando la popularidad de un personaje hasta ahora indiferente, el doctor Hugo López–Gatell, ​​​​​​​subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud. La sociedad mexicana enfrentaría la polarización al discutir si la información y las acciones gubernamentales en materia de salud llegaron medianamente a tiempo, con los planes gubernamentales para hacer frente a la crisis económica, desatando el enojo de sectores empresariales.

La solicitud de “Quédate en casa” fue acatada por millones, y entonces comprendimos los memes, los videos y las noticias que desde hace algunas semanas se difundían por las redes sociales de los países primermundistas, referentes a lo que es vivir en cuarentena. A partir de entonces nos encerramos para aplanar la curva de contagios, buscando evitar en lo posible los horrendos escenarios provocados por una saturación de los sistemas de salud: camas de hospitales desbordadas de enfermos, personal médico insuficiente, escasez de equipo indispensable para los centros de salud (ventiladores, cubrebocas, guantes), pilas de cadáveres enterrados en los parques, muertos quemados en las calles de los sectores más vulnerables.

Quedamos atrapados en nuestras casas, obligados a vivir aislados en nuestros hogares, con todo lo que ello implicaba para cada situación particular. El internet se convirtió en el escape del confinamiento, y se hizo evidente que la red no es suficiente, que la simulación digital no satisface las necesidades de realidad y contacto social. Las enfermedades del siglo XXI —ansiedad, depresión, estrés crónico— alcanzaron picos nunca antes vistos, y la poca certeza de futuro, esa diminuta esperanza que se había sembrado en las nuevas generaciones con el comienzo de la década, se estrelló con el mismo dramatismo que los aviones contra las torres gemelas.

La vida cambió para todos, para algunos peor que para otros. Los médicos se comprometieron con su profesión como nunca imaginaron que tendrían que hacerlo. Las familias y parejas se extrañaron como si jamás fueran a volver a verse en persona. Los periodistas reportearon como si estuvieran cubriendo una guerra. La gente en extrema pobreza continuó saliendo a vender mazapanes, pero ahora con cubrebocas. Los debates morales sobre mantener o no abierto un negocio atravesó a miles de empleadores. El alto índice de desigualdad global nos recordó que alcanzar una justa redistribución de la riqueza sigue siendo nuestro mayor reto.

El 10 de abril el grupo neoyorquino Los Strokes publicó su nuevo álbum, The New Adnormal. Ese mismo día se reportaron 799 muertes en Nueva York, alcanzando un total de siete mil fallecidos en aquella ciudad, con Estados Unidos declarado como el nuevo epicentro de covid–19, al contabilizar más de medio millón de casos confirmados y un saldo de 20,456 muertos en todo el país. El 17 de abril el presentador Javier Alatorre, de TV Azteca, llamaría a la población a no acatar las recomendaciones de López Gatell, desatando con tal negligencia el coraje de miles de mexicanos en las redes sociales; días después el país llegaría a la Fase 3 de contagios a México.

El 20 de abril el precio del petróleo sufriría un derrumbe inédito, finalizando por primera vez en la historia con un precio negativo. Esta misma semana decenas de norteamericanos sufrirían intoxicaciones por ingesta de Lysol, tras la sugerencia de Donald Trump de que hacerlo podría servir como tratamiento contra el covid–19. El 26 de abril el covid-19 superó los 2,984,534 casos en el mundo, con un total de 209,634 muertos y 839,120 personas recuperadas. El 28 de abril Estados Unidos llegó a los 58,365 decesos, superando los 58,220 estadounidenses muertos que dejaron veinte años de guerra en Vietnam.

Nos quedamos en casa… pero ¿hasta cuándo?

El impacto del coronavirus en nuestras sociedades, economías y vidas personales todavía son incuantificables. La historia no ha terminado de escribirse, y sólo el tiempo nos revelará la totalidad del golpe que ahora es imposible dimensionar. Los pronósticos no son muy buenos. La recesión está a la puerta de la esquina, al igual que las condiciones para detonar crisis sociopolíticas y conflictos bélicos a lo largo y ancho del globo. Muchos negocios no volverán a abrir sus puertas, muchas personas no volverán a saber de su trabajo. Empresas cerrarán, otras no pagarán impuestos y la división entre las clases sociales se marcará con más claridad que nunca.

No sabemos cuánto durará la pandemia, no hay certeza de que el final sea próximo, si bien hay indicios que dan esperanza, así como hechos que hacen pensar lo contrario. Hace días se publicó la noticia de que 91 personas que ya se habían curado de covid–19 volvieron a caer infectados en Corea del Sur. Por otro lado, hace poco más de una semana se comenzaron a levantar las medidas de cuarentena en Wuhan, justo a cien días del primer caso.

El impacto del coronavirus en nuestras sociedades, economías y vidas personales todavía son incuantificables. La historia no ha terminado de escribirse, y sólo el tiempo nos revelará la totalidad del golpe que ahora es imposible dimensionar.

De acuerdo con la evidencia de ciertos países que han logrado la contención del virus, pareciera que el control totalitario de la población fuera una solución, pero esta ingeniería social puede resultar peligrosa para países a un paso de ser dictaduras. Como lo comenta el filósofo “pop” Byung–Chul Han en su ensayo “La emergencia sanitaria y el mundo del mañana”, el escenario desatado por el covid–19 resulta ideal para que los Estados del mundo conserven las medidas coercitivas y autoritarias impuestas para controlar la expansión del virus. En China se logró la contención, sí, pero a costa de una vigilancia sin precedentes, al estilo de la distópica novela orwelliana 1984.

Según lo que se ve, la guerra por la defensa de las libertades y los derechos seguirá siendo un tema de gran importancia durante los próximos años en varias naciones. Se aproxima además una etapa de gran tensión global y una reorganización de las economías, fenómeno que ya se encuentra en movimiento. Dentro de este panorama están los llamados a cambiar de paradigma socioeconómico cuando acabe la pandemia, a luchar por un mundo más humano y menos cruel con la naturaleza. “¿Cambiaremos? ¿O terminaremos de ensamblar nuestro ataúd?” dicen los activistas.

Entre las opiniones intelectuales del momento también se encuentran las de algunos ideólogos utopistas, como el filósofo esloveno Zlavoj Žižek, quien garantiza que la pandemia será el golpe definitivo y mortal del capitalismo contemporáneo, como si este modelo socioeconómico no se hubiera reinventado ya una infinidad de veces previamente en cambios globales similares.

Sobre estas visiones apresuradas es preciso recuperar un párrafo del ensayo “Los falsos profetas de la pospandemia”, de Silvio Waisbord: “Ser utópico o pesimista puede ser una virtud; avizorar futuros deseables como deporte, sin explicación coherente y seria, es inútil. El arte de la barata profecía no ayuda a comprender el presente. Como una silla mecedora, nos mantiene entretenidos sin llevarnos a ningún lado”.

Por el momento no sabemos qué saldrá de todo esto ni cómo saldremos nosotros, ni siquiera sabemos si saldremos para contarlo. Y es que, como bien lo comenta Christina Soto van der Plas en su ensayo “El oportunismo del pensamiento crítico: sobre Sopa de Wuhan”, todavía es muy precipitado lanzar con certeza una dirección para el mundo que está por venir, pues un evento de esta magnitud requiere tiempo para ser pensado crítica y filosóficamente; no podemos exigir respuestas con la misma facilidad y rapidez con la que cambiamos de ventana en el navegador.

De momentos nos queda seguir imaginando posibilidades mientras hacemos nuestro mejor esfuerzo por que las bajas no sean tantas, defendiendo a capa y espada la dignidad humana. Si una lección nos ha dejado esta maldita sopa de murciélago es que todos estamos juntos en esto. Hagamos lo que hagamos, no habrá marcha atrás a la globalización ni retorno a la “normalidad” que se fue con la llegada del covid–19: ese mundo ya terminó. O aprendemos a vivir de otra manera o nos ahogamos en la tormenta de nuestra propia negligencia. El virus es una metáfora de esto, tal como lo muestran la cantidad de contagios y muertes que se han multiplicado en naciones donde prefirieron ignorar las recomendaciones sanitarias de la OMS, o donde los ciudadanos irresponsables no acataron las medidas. No hay de otra, el ultimátum es que debemos cambiar, pero ¿cómo? ¿cuándo? ¿hacia dónde? Independientemente de la respuesta, la responsabilidad, como siempre ha sido desde los albores de la humanidad, es toda nuestra. ®

Fuentes

El País, Un virus similar al SARS, responsable de la misteriosa neumonía china

CDC, Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades

El País, La misteriosa neumonía china se cobra su primera víctima mortal

El País, China cierra la ciudad de Wuhan para frenar la expansión del virus

Expansión, ¿Cómo se expandió el coronavirus por Europa? Lo explicamos en 10 puntos

BBC, Coronavirus: Nueva Zelanda considera «eliminada» la pandemia al poner fin a los contagios locales

El Mundo, Islandia: récord del mundo en pruebas de Covid-19 y ejemplo ‘de libro’ de cómo frenar la pandemia

BBC, Coronavirus: ¿por qué en Alemania la mortalidad por covid-19 es más baja que en otros países?

BBC, Coronavirus: el mapa que muestra el número de infectados, muertos y recuperados en el mundo por covid-19

BBC, Coronavirus: los gráficos y mapas que muestran el impresionante impacto económico de la pandemia

Mundo Sputniknews, Cómo Vietnam logró vencer al COVID-19 sin lamentar ni una única muerte

Sopa de Wuhan, pensamiento contemporáneo en tiempos de Pandemia

Tierra Adentro, El oportunismo del pensamiento crítico: sobre Sopa de Wuhan

Revista Anfibia, Los Falsos Profetas de la Pospandemia

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Publicado en: Apuntes y crónicas

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