«Primero será la nariz, luego las orejas, luego los labios, luego los pómulos, y así hasta que tu rostro sea como el de esa señora famosa y tía tuya que no voy a decir su nombre pero que parece la máscara de retazos de carne de Masacre en Texas«. Palabras del autor en esta carta abierta a su hermana, representante de México para el último Miss Mundo.
Las mujeres juegan con su belleza como los niños con un cuchillo, y se lastiman.
—Victor Hugo
Muy campante, como que si de ir al supermercado se tratara, me has informado en la sobremesa que a finales de este mes te vas al DF para que te operen.
—Sólo le van a pegar sus orejotas, reafirmar el busto y corregir la nariz, que tiene chueca —dijo mi mamá al ver mi cara de espanto. Naturalmente me han pedido discreción en el asunto. Me dijiste:
—Por favor, no vayas a contar nada en ninguno de tus escritos.
Y mamá ha dicho lo siguiente, con ojos adustos, amenazantes, sabedora de sobra de que cada vez que alguien me hace prometer que no escribiré sobre tal o cual asunto delicado u oscuro secreto familiar, lo que hago es tratar de publicarlo a la brevedad posible.
—Es en serio, Rodrigo, si escribes algo de esto puede tener problemas tu hermanita.
¿Acaso estoy traicionando tu confianza al redactar este escrito? Aquí otra interrogante: ¿Quién soy yo para contradecirte y romper mi palabra de silencio? Respuesta: Tu hermano, el mismo personaje vergonzoso y deleznable que escapó de casa hace algunos años y a quien en alguna ocasión recurriste bañada en lágrimas porque no querías morir por culpa de provocarte el vómito cada que comías.
—No quiero morirme —dijiste, sollozando, tiritando de miedo. Tres palabras que hasta la fecha no he olvidado.
Meses atrás de esa confesión ocurrió algo. Un evento que, como era de esperarse, toda la familia me ocultó. Te metieron a un quirófano para sacarte grasa. Grasa incómoda, horrenda, asquerosa, acumulada año tras año por comer deliciosas golosinas que robabas furtivamente de la alacena, frituras crujientes que llenaban de felicidad tus días de niña, pero que al comerlas mamá se encargaba de hacerte sentir culpable, como si de un delito imperdonable se tratara, del mismo modo en que su papá la hacía sentir una vaca rolliza frente a sus amigas, avergonzándola, humillándola cada que osaba comer de más.
—Sólo le van a pegar sus orejotas, reafirmar el busto y corregir la nariz, que tiene chueca —dijo mi mamá al ver mi cara de espanto.
En esta ocasión, cosa que agradezco profundamente, has tenido la delicadeza de informarme que entrarás de nuevo al quirófano. Cosa de nada, te han dicho. Gajes del oficio. Reafirmaciones, reacomodos estéticos. ¿Y luego qué? Te pregunto. ¿Acaso serás tan tonta para tropezar con la misma piedra? ¿No te has detenido a pensar que luego de corregir esas “imperfecciones” surgirán otras, y luego otras, y muchas más hasta que te mires en el espejo y de ti no encuentres más nada que un nebuloso recuerdo de la hermosa niña de carne y hueso que un día fuiste detrás de ese Frankenstein de silicona superestrella de revista de cotilleo?
Podrás pensar que exagero. Pero piensa en tu cara como en una bolsa llena de Sabritas. Una vez que le metas mano no podrás parar. Primero será la nariz, luego las orejas, luego los labios, luego los pómulos, y así hasta que tu rostro sea como el de esa señora famosa y tía tuya que no voy a decir su nombre pero que parece la máscara de retazos de carne de Masacre en Texas.
Atrinchérate, pon el cuchillo entre los dientes y defiende tu nariz de esa señora musculosa que se cree tu dueña y que año con año mete al cirujano a las chicas más lindas de México porque la ingenua cree que la belleza es algo inalcanzable, una quimera.
Dudo que te hayas percatado de ello, pero estás ante una posibilidad única. De ir contracorriente. Ser la primera Reina de Belleza (o de las primeras) en mostrarse en un evento internacional, ante los ojos del mundo, tal como es. Con la nariz desviada, herencia de tu papá, ese extinto señor al que le diste las gracias sobre el escenario en un gesto bellísimo elevando las manos al cielo cuando te pusieron la corona en la cabeza. Operarte no sólo significa renunciar a esa herencia, a ese regalo torcido que te hace única, hermosa, bella, sino darle la razón a todos tus detractores, es decir, a esos plumíferos amantes de los foros de belleza que no tienen vida propia y que tanto criticaron tu triunfo argumentando que el concurso fue un fraude. Ingresar al quirófano es decirle a los jueces que te creyeron merecedora de la corona que equivocaron su voto, que en realidad eres una mujer con el autoestima tan baja que necesita enderezar su nariz, pegarse las orejas de Dumbo y pararse las tetas, porque su personalidad y carisma son tan minúsculos que bien sabe que el cuerpo vale más que la sabiduría que irradia el alma y el aprendizaje de los golpes de la vida.
De negarte a amputar tu belleza natural, te aseguro, no cambiará el mundo, pero al menos dos o tres mujeres con un par de neuronas en la cabeza te lo agradecerán. Y con esto no quiere decir que bajes el listón de la belleza, todo lo contrario. Sé como Susan Sarandon que defiende a muerte sus arrugas en los afiches de cine cuando los descerebrados mercadólogos intentan borrárselas con Photoshop para que luzca como una quinceañera.
Atrinchérate, pon el cuchillo entre los dientes y defiende tu nariz de esa señora musculosa que se cree tu dueña y que año con año mete al cirujano a las chicas más lindas de México porque la ingenua cree que la belleza es algo inalcanzable, una quimera. Saca el pecho, orgullosa y defiende a tu género, tu integridad, tu inteligencia, la educación que se te ha dado, a todos esos escritores de libros que has leído. Dales la cachetada con guante blanco a todos esos idiotas que proyectan sus inseguridades en ti. ¿Cuál es la nariz perfecta? ¿Cuáles son las orejas perfectas? ¿Cuáles son los pechos perfectos? Pregúntate eso. Y abre los ojos.
Si eres supuestamente la embajadora de la belleza, al operarte serás la embajadora de la inconformidad. De la hipocresía.
Ahora bien, si después de leer todo esto, querida hermana, te miras al espejo y crees que tu nariz es fea, te tengo noticias frescas, no heredaste los 4.5 de miopía que padezco, sino una ceguera peor: la del alma. ®
CARLA
perdona, PERO ME PARECE UNA ESTUPIDEZ. NO ES QUERER LLEGAR A UN EXTREMO,EL OPERARSE SI ESTAS MAL CON LA NARIZ, NO CREO QUE SEA DE ENFERMO O RARO OPERARSE SI ESTO TE HARA SENTI MEJOR, UNA NARIZ DESVIADA NO ES LINDA, TE LO ASEGURO, A TODOS NOS GUSTA LUCIR LO MEJOR POSIBLE PARA VERNOS LINDOS Y QUIEN SE QUIERE A SI MISMO SE RELACIONA MEJOR CON OTROS, ASI QUE SI LA CIRUGIA VALE ARRIBA , ESO NO SIGNIFICA QUE UNO CAIGA EN LO RIDICULO Y LLEGUE A ESOS EXTREMOS DE LAS TIAS ESAS QUE MENCIONAS
LORENA
BUENO PUES EL COMENTARIO ME PARECIO MUI LINDO Y MUI INTERESANTE .
YO EN LO PERSONAL NO ME GUSTA PERO PARA NADA MI NARIZ PORQUE TENGO LA CARA DELGADA Y MI NARIZ ES ANCHA .MUCHOS ME DICEN QUE ESTOY BONITA PERO ES SOLO MI NARIZ QUE SE DESPROPORCIONA CON TODA MI CARA PERO BUENO EN OCASIONES DUDO PERO HABER QUE PASA ESQUE ME QUIERO OPERAR Y YA BUSK CIRUJANOS Y TODO ESO PERO BUENO CADA CABEZA ES UN MUNDO CONFIO MUCHO EN DIOS Y SE QUE EL ME HARA ELEGIR UNA BUENA ELECCION SALUDOSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Cecilia De León
¡Enhorabuena!
Ojalá todas las mujeres que no tienen la capacidad de ver su verdadera belleza, la que emana del alma y el corazón, tuvieran un hermano tan valiente, tan honesto y tan cariñoso como tú. Sí, tan cariñoso, porque el amor tan grande que sientes por tu hermana es lo que te lleva a escribir estas palabras, para tratar de abrirle los ojos y que se vea tan bella como realmente es.
La belleza real es algo que se transmite desde el interior de cada persona, pues como tú bien dices, le pueden FABRICAR la nariz «perfecta», los pómulos «perfectos», el cuerpo «perfecto», pero si la belleza real no radica en el alma y el corazón de esa persona, nunca podrá verse realmente bella y menos, si la tiene aprisionada en dentro del «cliché de la belleza» que nos imponen los medios.
Yo estoy a favor de envejecer con orgullo, valorando cada una de las arrugas que la vida me da, pues todas ellas tienen su historia.
Un abrazo
Eva
Gente loca, cuando se operan la nariz se cambian toda la cara, dejan de ser ellas. ¡Déjense ese cartílago en paz! Siempre crecerá, nos da edad y mucha personalidad. Sin mencionar –ya lo estoy mencionando– que una mala operación de nariz puede traer serias consecuencias de salud. Vasos rotos, huesos rotos y muchas dificultades para respirar.
Estoy con el autor. ¡A defender las narices!
zoraida
Hazme un favor y mete al hospital a la mamà descerabrada que està destryendo a esta mujer.
Sàlva a tu hermana.
La enfermedad de la madre es la carnìvora que se come a sus hijos para vivir en sus vidas lo que ella no es.
Es la madre que convierte en objeto a lo que es un ser humano, es la que se supone que tendrìa que proteger y sin embargo es la crueldad de la matrona que prostituye para sacar ganancias.
Es la misoginia màs cruel y despiadada, agradece que eres hombre y salva a tu hermana, dile que es correcto que odie lo que su madre le ha hecho , y que recupere su cuerpo y su vida, las mujeres sensibles la opoyeremos.
Basta de matarnos entre nosotras mismas.
Te felicito, y gracias por los hermanos, yo tambien tengo uno maravilloso que me apoy y cree en mi, y nunca creyò que yo era una idiota como los demas se empeñaban en hacerme creer.
Cree, sigue creyendo, estas salvando a tu hermana, porque la anorexia es mortal, y todo el maquillaje del mundo es solo eso, maquillaje para los muertos
Francisco Valenzuela
Felicidades, un texto de valentía y sinceridad.