La vigencia de las canciones de Cri Cri en muchos hogares mexicanos es incuestionable, a pesar de los embates de la corrección política, pues muchas de esas canciones son francamente violentas…
Teté es una adolescente que se asoma por su ventana, busca un príncipe azul, pero sólo pasan morenos y uno que otro gandul (que quiere decir “vago”), lo que significa que ningún buen partido le llena la pupila a la niña, porque ser moreno es igual de malo que ser un vago. La Negrita Cucurumbé está acomplejada con su color, quiere que su piel sea blanca como la espuma del mar, probablemente desea blanquearse para que no se pierda en la noche, porque a esa hora “los negritos no se pueden ver”. En este mes de diciembre (el día 14) se cumplen veinte años de la muerte de Francisco Gabilondo Soler, Cri Cri, y sus canciones se siguen escuchando en muchos hogares mexicanos. Aunque ya no aparecen en los medios de comunicación con una emisión específica (gracias a la querella de los derechos de su obra por parte de sus familiares), cual tradición, se transmiten como herencia doméstica. En casa muchos padres les ponemos las canciones de Cri Cri a nuestros hijos, con todo y que es evidente que algunas de ellas tienen frases que si hoy se las escucháramos a otra persona las calificaríamos de discriminatorias y de moral y políticamente incorrectas.
Cri Cri creó un mundo melódico en el que cupieron casi todos los géneros musicales, con canciones que han cantado los niños mexicanos desde la década de los treinta. No es verdad que a los niños de hoy les parezcan sosas o aburridas las canciones del grillito cantor, al contrario, siguen siendo juguetonas, sorprendentes y divertidas para esta generación tecnológica que juega desde los tres años o antes con las computadoras. El fuerte de Cri Cri es su música en armonía con sus historias; las canciones no son sólo rimas bonitas, tienen su drama interno y su conflicto, hay un problema por resolver dentro de ellas, incluso Gabriel Zaid ha encontrado similitudes en algunas canciones con las obras de Kafka, por ejemplo. Algo no resuelto en las letras las hace inquietantes: hay un pato desobligado que no le da dinero a su esposa pata, quien no tiene dinero para comprarle comida a sus hijos; un conejito tiene que correr a la botica por un remedio para el dolor de estómago de su hermanito; el comal y la olla se insultan ingeniosamente porque una se recarga en el otro; el Jicote aguamielero es discriminado por su condición de pobreza; la Muñeca fea, después de ser mutilada, es abandonada; un niño se enfrenta ante la tragedia de la vejez de su abuelita; cada canción tiene su conflicto que remite a la vida misma, donde problemas similares ocurren todos los días.
Los temas están vigentes, desde luego, pero la forma social de abordarlos, en muchas canciones, ya se quedó rezagada. Digamos que las canciones de Cri Cri también representan una época en la que había menos conciencia de los derechos del otro, o en la que no se llegaba al extremo de los eufemismos como llamarles “adultos mayores” a los ancianos.
Los temas están vigentes, desde luego, pero la forma social de abordarlos, en muchas canciones, ya se quedó rezagada. Digamos que las canciones de Cri Cri también representan una época en la que había menos conciencia de los derechos del otro.
Uno tiene que explicarle a sus hijos los asuntos escabrosos en las letras de este grillito, pero donde se acaban las palabras es cuando aparecen frases realmente violentas. En la divertida “Jota” un niño le dice a su profesor que la “jota” es un baile español, el maestro le contesta: “Estúpido niño, vergüenza me da, la ‘j’ es la letra antes de la ‘k’” (insulto suficiente para reclamar en cualquier escuela de hoy la salida de un maestro así). En “La alfombra” un conejito cuenta que sus papás le dan “muchas palizas”, lo mandan a sacudir una alfombra a garrotazos, y cuando lo hace se da cuenta de “que es bonito golpear, con razón mi mamita me pega cuando hago una maldad” (¿es la justificación de un futuro golpeador de niños?). En “La merienda” un “pequeño llorón” pide su leche fría primero, y después caliente, vuelve a llorar, todo parece que se queda en un ritmo juguetón, pero en las últimas estrofas se escuchan nalgadas; entonces, aunque no se menciona, el niño llora porque le pegan, ¿se sugiere un método avanzado de educación?, probablemente, porque al pobre Negrito Sandía lo amenazan y hasta se festeja que le vayan a dar de garrotazos por decir groserías.
¿Hay que apartar al tosco Cri Cri de los oídos castos de los niños de hoy? Para mi hijo, considero que Cri Cri sigue siendo la mejor opción en cuanto a música infantil se refiere, pero los amantes de los eufemismos y los quisquillosos de lo moralmente correcto deben abstenerse de escucharlas. Convendría, eso sí, dejar en el olvido algunas de sus canciones que son de plano muy violentas.
Ni modo, el tiempo pasa y no todas las creaciones de Gabilondo Soler sobrevivieron bien. ®