ALATORRE Y UNA NUEVA SOR JUANA

Obras completas I. Lírica personal, de sor Juana

Uno supondría que una nueva edición de la lírica personal de sor Juana Inés de la Cruz (el primero de los cuatro tomos de sus obras) editada y anotada por el eminente sorjuanista Antonio Alatorre, tendría todo para ser un suceso editorial. Por razones que sospecho, y que expondré más adelante, no fue así.

A la muerte de Alatorre, el Fondo de Cultura Económica envió un comunicado en el que, luego de lamentar el fallecimiento del filólogo y autor de esa casa editorial, decía que había preparado una nueva edición de la poesía no religiosa de la monja jerónima. Solicité entonces un ejemplar al departamento de prensa del FCE y lo que me enviaron fue la edición del Sueño, hecha por Alatorre, y la de las Soledades, de Góngora, a su vez hecha por Antonio Carreira, también de 2009. Pensé que me había confundido —o leído mal el comunicado— y me quedé conforme, hasta que la generosidad de Miguel Ventura me sacó de mi error y me dio un ejemplar de la Lírica personal editada por Alatorre (Sor Juana Inés de la Cruz, Obras completas I. Lírica personal, Introducción, edición y notas de Antonio Alatorre, México: Fondo de Cultura Económica, 2009).

Casi sesenta años después de la edición preparada por el padre Alfonso Méndez Plancarte se hacía necesaria una edición moderna de la poesía de sor Juana, luego de cientos de investigaciones que descubrieron falsas atribuciones e incluso inéditos (la “Carta al padre Núñez” se descubrió en 1981, luego Alatorre encontró un soneto jocoso e incluye uno más encontrado en el “Manuscrito Moñino”). Y así como en su momento Méndez Plancarte era el único preparado para hacer esa edición ahora, dentro de esa abundante fauna de sorjuanistas, ese hombre sólo podía era Alatorre, puntual lector de toda la poesía de los Siglos de Oro (por un comentario que hace en su presentación puede deducirse que es algo que él esperaba hacer: “Finalmente, ha tenido a bien [el FCE] encomendarme a mí la elaboración de esa edición conmemorativa”). Eso finalmente se cumplió hace poco más de un año, ¿por qué varios nos vinimos a enterar de la edición hasta la muerte del propio Alatorre?

Y así como en su momento Méndez Plancarte era el único preparado para hacer esa edición ahora, dentro de esa abundante fauna de sorjuanistas, ese hombre sólo podía era Alatorre, puntual lector de toda la poesía de los Siglos de Oro.

Las razones para dar una respuesta son varias. En una nota innecesaria de presentación los editores dicen que “se respeta escrupulosamente el orden” de la edición anterior, la cual “seguirá teniendo su utilidad”, adjudicándole a Alatorre esas palabras que nunca dice en ninguna parte del libro; Alatorre lo confirma: “Tuve que acatar la obligación que se me impuso de respetar el orden en que Méndez Plancarte dispuso las distintas poesías, desde el núm. 1 hasta el 216”. De allí que no lo hayan dejado, como él quería, poner en un mismo apartado las composiciones amorosas dedicadas a la Condesa de Paredes y en otro los Enigmas a la Casa del Placer. Tampoco lo dejaron quitar algunos epígrafes que vienen desde la Inundación castálida (el primero de los tres tomos de las primeras obras de sor Juana, publicado en España en 1689), pues no sólo son un estorbo para la lectura sino que en algunos casos desvirtúan la intención de un poema, pero sí omitió las partes en que Méndez Plancarte dividía los poemas (liras, sonetos, endechas, etcétera… a su vez divididos en filosófico-morales, satíricos, burlescos, amorosos…) para que se pudiera leer la poesía seguida y en su conjunto, además corrigió errores y erratas de la edición anterior (algunas muy serias, como lo hace notar Alatorre) y la anotó minuciosamente. Todos esos cambios hablan de lo radical que era Alatorre en sus propuestas, las que debieron espantar a los editores que sólo imprimieron mil ejemplares. No conforme con todos esos cambios, escribe Alatorre que su edición “habría sido más distinta de lo que es”.

Al contrario de Francisco de las Heras (editor de la Inundación castálida), quien se apresuró a poner una aclaración en la que decía que los de sor Juana eran versos de amor “decorosos”, y de Méndez Plancarte, quien a veces se dejó guiar más por su pudibundez y otras por su religiosidad, Alatorre hace interpretaciones más ajustadas a la realidad, no teme anotar los pasos del amor de la monja por la marquesa, sin ningún tapujo y, sobre todo, encuentra referencias y el diálogo que ella quería mantener con sus contemporáneos. Otro de los cambios más evidentes es que mientras Méndez Plancarte divide el Sueño en estrofas, Alatorre lo pone todo seguido pues, dice, es una silva, “metro que es la negación misma de toda partición estrófica”. Como crítico honesto, reconoce que alguna de sus teorías no resultaron ciertas, en particular la referente al título Inundación castálida que él suponía que no le había agradado a sor Juana.

Abundan las ediciones de las obras de sor Juana, pero esta nueva edición muestra una nueva sor Juana, más cercana a los lectores de hoy, algo que Alatorre siempre se propuso hacer al estudiarla: acercarla al mundo quitándole los espesos velos hagiográficos con que la envuelven muchos sorjuanistas (empezando por Paz), para ser leída como se lee cualquier libro y no sólo tenerla como una obra de consulta. En los lectores de sor Juana reside la importancia de su obra. ®

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Publicado en: Diciembre 2010, Libros y autores

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