Harlan Ellison: Ficciones 1980-2011

Segunda y última parte

Dice el prólogo a una antología de su obra: La ficción especulativa ha sido descubierta, y está siendo utilizada por el mainstream, y se halla en proceso de ser asimilada. […] Hemos llegado, es la ineludible conclusión […] La ficción especulativa (observen cómo evito el termino ciencia ficción) es el campo más fértil para el desarrollo del talento de un escritor sin lazos ni fronteras, con horizontes que nunca parecen estar demasiado cerca.

1.

Si alguien tiene paciencia y las encuentra, descubrirá enterradas en cuarenta años de entrevistas el esqueleto de viejas preguntas destinadas a arrojar el mismo confeti arrugado sobre un entrevistado que conoce las respuestas correctas para sorprender a los espectadores con la guardia baja; pero, apartando tierra y paja, oculto entre los clichés, bien al fondo, puede descubrirse el método impuesto para mantener vigente la leyenda: Ellison siempre odió la definición “escritor de ciencia ficción” y desde el principio opuso sus propios términos hasta convertirlos en credo, así, cuando sus biógrafos lo definen como “aprendiz” de Jorge Luis Borges o descendiente del realismo fantástico de Gabriel García Márquez sólo siguen las reglas, le dan brillo al busto y no se apartan de la línea trazada por él, ese espejo inmenso en el cual le gusta verse reflejado.

Harlan Ellison

El personaje asusta a sus setenta y siete años y uno puede terminar con la cabeza rota si se excede al juzgarlo o, yendo más lejos, si compara sus palabras y la realidad desnuda tras sus acciones; en esa delgada línea donde se cruzan vida y obra se detienen lectores, escritores y críticos: entusiasmados por la vitalidad del personaje y temerosos de su furia, el apretado círculo se limita a bordear los libros antes de empezar a sacar anécdotas divertidas, colocar al lector ante los premios conseguidos, anteponer la leyenda que precede y cubre, confundiendo las cosas y debilitando la crítica hasta volverla imposible.

Esas historias de fama y fortuna nacen de un origen común fácilmente rastreable: la mayoría saltan de los prólogos de Ellison a sus lectores y de éstos a las convenciones donde circulan impulsados por un mecanismo de teléfono descompuesto: ahí los méritos —y también los errores— de Ellison se agigantan, atrapados por la maquinaria del rumor.

La escasa traducción y difusión de su obra en español oculta al inmenso personaje que vive en América pero nos permite evitar la leyenda e ir directo a la obra.

2.

Los libros de ficción de Ellison en los ochenta —Shatterday (1980) y Angry Candy (1987)— retoman el modelo impuesto en los setenta: son unidades temáticas, volúmenes sostenidos por un tema central ante el lector. Shatterday se sostiene en el miedo: el mejor cuento del libro, “Jeffty tiene cinco años”, deja al personaje atrapado en un presente donde conviven viejos seriales de radio y un amigo que cuenta lo que ve sin creerlo del todo. El miedo atrapa a los personajes de Shatterday y desencadena sus acciones: Peter Novins enfrenta a su doble en “Shatterday” mientras el protagonista de “En el cuarto año de la guerra” se vuelve irremediablemente loco y las relaciones pasadas torturan al personaje de “All The Birds Come Home To Roost”.

El objetivo de Ellison al exhibir hechos increíbles sin ofrecer una explicación lógica es alejarse de su pasado y entrar a la literatura por la puerta de servicio. Su deseo de salir de la ciencia ficcion no le impide usar viejos trucos en “Cae la noche sobre Cissalda”, donde el primer temponauta regresa con la última experiencia sexual incorporada. El guiño continua en “Jeffty tiene cinco años” y “Shatterday”: en el primero esta el germen de Peter Pan mientras el segundo actualiza el doble de Poe.

Entre Shatterday y Angry Candy Ellison perfecciona su modelo de reciclado en dos direcciones: lanza viejos cuentos en nuevos libros con cubiertas bonitas o los traduce al cómic.

El objetivo de Ellison al exhibir hechos increíbles sin ofrecer una explicación lógica es alejarse de su pasado y entrar a la literatura por la puerta de servicio. Su deseo de salir de la ciencia ficcion no le impide usar viejos trucos en “Cae la noche sobre Cissalda”, donde el primer temponauta regresa con la última experiencia sexual incorporada.

Stalking the Nightmare es una puerta al futuro que se nutre exclusivamente de pasado: prologado por Stephen King, recoge cuentos de los cincuenta, sesenta y setenta (“Blank”, “Visionary”, “Invasion Footnote”, “Transcending Destiny”, “The Teddy Crazy Show” y “Somehow, I don’t think we’re in Kansas, Toto”). Demon With a Glass Hand (1986)es el primero de sus comic-books en tomar viejos relatos y adaptarlos a otro formato. En 1987, con Night and the Enemy, desarrolla, redondea y cierra el ciclo Kyba-Tierra dibujado por Ken Steacy antes de volver sobre el original “The Boy and his Dog” con una precuela escrita en el 77 (“Eggsucker”) y una secuela original (“Run, Spot, Run”)1 que aparecerán como The Cronicle, the Boy and His Dog; pero es The Essential Ellison con sus 1,200 páginas el queabre una puerta al pasado y airea ese olor a revista pulp de sus primeros cuentos: The Saga of Machine Gun Joe y Glowworm.

El gesto no oculta la audacia ni disminuye la astucia: al pararse en el inicio de su carrera aprovecha para deslumbrar paulatinamente al lector con obras que se volverán cada vez más ambiciosas, redondas y perfectas, desde Daniel White for the Greater Good hasta One Life, Furnished in Early Poverty.

Si Essential vuelve al pasado para recontar treinta años de carrera, Angry Candy se detiene en el presente: el libro comienza con Ellison contando la muerte de una larga lista de amigos: compartiendo ese dolor con el lector, convirtiéndolo en ficción, Ellison busca un amuleto para seguir adelante.

Como Shatterday, Angry Candy ofrece un cuento central y piezas laterales donde vemos la sombra de la muerte deslizarse entre los personajes: en “Paladin the Lost Hours” la cercanía del final convence al anciano Gaspar de entregar su reloj, un objeto mágico que puede determinar el fin del mundo, al joven negro que lo salva de una pandilla; en “Laugh Track” un escritor de comedias descubre que su tía muerta está atrapada en una vieja grabación y es obligada a reírse desde hace décadas de los más tontos programas de televisión; “In la Slab” recuerda a García Márquez y la fascinación ejercida por un gigantesco cuerpo encontrado y exhibido por un productor de rock.

La segunda presencia invisible en Angry Candy es la amistad, que redime y protege a las personajes: Gaspar, el anciano de Paladin, se apoya en Billy; Annie, la anciana que escapa por las calles de la ciudad en “Softmonkey” se aferra a su muñeco mientras “The Function of Dream” cierra el volumen con la catarsis descargada en un personaje acosado, como el propio Ellison, por la pérdida de amigos y familiares.

3.

Harlan Ellison

Xenogénesis (1990) intenta librar a la ciencia ficción de culpas por la brutalidad y tontería de sus fans; el gesto no sirve porque los fans ignoran las advertencias y las palabras del ensayo, como el mismo Ellison, son material inflamable, esperando la chispa adecuada para encenderse:

Lo diré una tercera vez, y espero que el mensaje llegue claro: ¡No hablo aquí de todos los aficionados! Aquellos a quienes este artículo producirá pitidos en los oídos son aquellos a los que les remuerde la conciencia, los que matarán al intermediario en aras de su propio plan secreto. Se sienten culpables, y por ello tratarán de decapitar al mensajero. Pero todos sabemos a qué aficionados me estoy refiriendo… los maleducados, los desconsiderados, los atontados y los insensibles. Y ellos no saben que lo son, porque la misma maldad de corazón y crueldad de matón de barrio que los marca también los envenena con una arrogancia que les impide percibir cuán soeces nos resultan al resto de nosotros, cuán vergonzosos son ante el predominio de los hombres y las mujeres decentes y buenos que constituyen el grupo de apoyo literario que nosotros llamamos fándom. Lo que van a conocer en estas páginas es la existencia de una colonia de bestias que ya han apartado a muchos escritores y artistas de la compañía del resto de nosotros.

En las entrevistas, un escenario más calmado, Ellison sigue desbordando emociones: alguien que declara tenerlo todo grita su deseo de quitar todas las etiquetas a su obra; afinando un poco el oído pueden escucharse los ecos de su embestida durante los sesenta, cuando intentó convencer al mundo literario oficial que girara la cabeza hacia él:

La ficción especulativa ha sido descubierta, y está siendo utilizada por el mainstream, y se halla en proceso de ser asimilada. […] Hemos llegado, es la ineludible conclusión […] La ficción especulativa (observen cómo evito el termino ciencia ficción) es el campo más fértil para el desarrollo del talento de un escritor sin lazos ni fronteras, con horizontes que nunca parecen estar demasiado cerca [Prólogo a su antología Visiones peligrosas, de 1967].

Los ecos del fracaso suelen deslizarse aún, como negaciones, en sus apariciones públicas:

Primero de todo, no soy un escritor de ciencia ficción, como la mayoría de la gente de la ciencia ficción te dirá. Tengo lo peor de ambos mundos. Por un lado, la ficción que escribo es más como Kafka o Poe. Entiendo que lo que escribo es lo que los latinoamericanos llaman realismo mágico. A veces hago un historia que tiene una pieza de ciencia ficción en él —un mutante, o telepatía o una sociedad futura— pero no soy un escritor de ciencia ficción. Soy un escritor que, de vez en cuando, hace ciencia ficción. La mayor parte de mi trabajo está fuera del campo, pero fuera del campo me etiquetan con eso, y mis libros se reseñan en la sección de cohetes y astronautas. Dentro del campo me tratan como algún tipo de idiota porque no escribo ciencia ficción, quiero decir que no escribo lo que escriben Greg Bear, Greg Benford, el tipo de material de William Gibson. No soy un tecnócrata.

En 1967 señalaba la mentalidad reaccionaria del género y se autoexcluía colocando a su obra la etiqueta de “ficción especulativa”: el gesto le ponía un traje nuevo a su carrera, pero pasarse a la “nueva ola” no ocultaba el peligro de ser apedreado por sus viejos seguidores:

La mayoría de esos aficionados a la ciencia ficción odia esto. Porque de repente el conductor de ómnibus […] está leyendo sus historias. Pero aún mas odiosa es la entrada en escena de esos escritores que no aceptan las antiguas reglas. Esos chicos sabelotodos que escriben “todas esas cosas literarias”, que toman las aceptadas ideas de la arena especulativa y se las pasan por las narices.

En Locus Online (julio de 2001) Ellison se aferra todavía a ese deseo de trascendencia y a sus modelos reconocidos, escritores responsables de trasladar el moblaje fantástico de la ciencia ficción a las amplias y cómodas habitaciones de la literatura general, agregando a sus referencias el nombre de T.C. Boyle. Aunque no use palabras tan retumbantes como en el 67, la idea es la misma: usan nuestros juguetes pero no nos dejan entrar a su casa:

T.C. Boyle es uno de mis escritores favoritos, absolutamente brillante. Él usa la fantasía exactamente de la forma correcta, la manera en que Carol Emswhiller la usa, como Kit Reed y Dan Simmons la usan. Pero nadie los categoriza en el ghetto de la ciencia ficción. La terrible verdad es: nosotros ganamos pero es una victoria menor. La revista Foundation, de Inglaterra, lo dijo: eche una mirada alrededor, los filmes que más dinero han hecho en los últimos quince o veinte años son todos de fantasía o ciencia ficción. La mejor parte de la ciencia ficción y la fantasía han sido asumidos por la ficción contemporánea. Nosotros ganamos en ese aspecto. Pero toda la mierda ahora se llama “sci-fi”. Battlestar Galaktica, Día de la Independencia y todas esas películas tontas.

Como actores que se mueven ignorándose mutuamente, los valores de Ellison suelen contradecir sus palabras y separarlas de sus actos: la persona que vende varias veces sus productos pasando cuentos de un libro a otro ataca los mecanismos de las empresas y ofende a sus potenciales compradores:

Elegimos a personas como Clinton, Reagan, Nixon y el resto de ellos […] Pienso que estamos programados por conspiraciones inarticuladas. No creo que haya doce hombres de barbas grises que se sienten en la cima de una montaña diciendo “volvámoslos tontos”. […] Los grandes negocios, las multinacionales, necesitan tener consumidores […] nosotros crecimos para ser consumidores. ¿Para qué veintisiete historietas del Hombre-Araña cuando el mundo sólo necesita una? ¿O un nuevo automóvil todos los años? Somos entrenados para comprar. […] Estamos tratando con más y más analfabetos y amnésicos. Es imposible conseguir lectores porque ellos saben lo que sabían ayer. Ellos se han bastardeado como audiencia al pensar que William Shatner escribe esas idiotas novelas que tienen su pie de autor.2

4.

En 1996 salió Edgeworks 1, el primer volumen de una colección de veintiún tomos pensados para recuperar libros ya agotados y Ellison apareció en Amazonpara promocionarlos:

En serio, amigos, estos libros de Edgeworks son diferentes, por tres o cuatro razones. Uno, se están volviendo a imprimir —en algunos casos luego de diez años, en otros de veinticinco— libros míos que simplemente no han estado disponibles. La segunda cosa es que son gangas terroríficas. Mire el TAMAÑO de esos libros; ¡alce uno, le dará una hernia! Éstas son ediciones que están pensadas para ser guardadas para siempre. Mas allá de para siempre. Tercero, yo he puesto al día todas las historias. He corregido todos los manuscritos. Estamos encontrando errores que se deslizaron a través de docenas de ediciones anteriores; nunca los notamos antes. Y porque estamos haciendo 31 títulos en 20 volúmenes estoy asegurándome de que no haya ninguna duplicación de historias a lo largo de la serie. Si ésa no fuera bastante razón para apresurarse a salir y comprar una docena por lo menos, estoy escribiendo ensayos introductorios muy largos y complejos, tanto como cinco, seis, siete mil palabras para cada libro, cada un más incendiario que el anterior. Escribo biografías completamente dementes para la contratapa. Es un paquete completo; una declaración de carrera. Si cualquiera está interesado en descubrir mi trabajo, o renovar su conocimiento de mi trabajo, los Edgeworks son la manera más fácil de saltar a bordo.

Pero ese tono festivo más propio de un escritor principiante que de un veterano comienza a dar muestras de cansancio en la gira de presentación:

Como actores que se mueven ignorándose mutuamente, los valores de Ellison suelen contradecir sus palabras y separarlas de sus actos: la persona que vende varias veces sus productos pasando cuentos de un libro a otro ataca los mecanismos de las empresas y ofende a sus potenciales compradores.

Chico, yo publiqué dos libros el último año. He tenido dos libros publicados todos los años durante los últimos veinte años. ¿Qué importa si algo es viejo? Charles Dickens dijo que cualquier libro que usted no leyó es un nuevo libro. ¿Qué le importa si es viejo? Sí, por supuesto, todavía estoy escribiendo, pero ahora tengo 64 años y escribo más despacio, y hago muchas otras cosas, y mis huesos duelen cuando los saco de la cama por la mañana. […] ¿Cuándo fue la última vez que usted leyó la totalidad de Steinbeck o Faulkner o Katherine Anne Porter o Shirley Jackson? Todos queremos siempre algo nuevo, nuevo, nuevo —y eso es lo que está matando a los escritores. Para que un escritor hoy pueda mantenerse en el negocio usted tiene que tener algún tipo de perfil público.

Los Edgeworks son una extensión del Essential Ellison, pero donde aquél ofrecía una atractiva combinación de cuentos perdidos y clásicos, los Edgeworks suman 45 años de producción, superando incluso la culpa por una mala acción.

Antes de que White Wolf consiguiera los derechos para todos los libros que están publicando como Edgeworks, yo tenía un trato verbal con una mujer maravillosa, una buena amiga mía llamada Pam Pia. Y Pam Pia trabajaba para Longmeadow Press, parte de la cadena de librerías Waldenbooks. Pam es una mujer querida y una buena editora, y ella quiso todos estos libros. Aunque ésta no iban a pagar mucho dinero pues era una compañía muy nueva. Pero yo dije Ok, lo haremos, y empezamos a trabajar. En ese momento vino la oferta de White Wolf con una inmensa cantidad de dinero. Y yo tendría control completo sobre el arte de portada y el editorial. Quiero decir que era un paquete terrorífico. No podría ser mejor. Bien, no había firmado un contrato con Longmeadow, y realmente no estaba comprometido, pero me comprometí en mi mente, porque yo había dado mi palabra. Me angustié casi dos semanas. […] Pia me llamó y dijo: “Harlan, usted tiene que hacer el trato con White Wolf”. Y yo dije: “Pam, le di mi palabra”. Ella dijo: “Está bien. No va a herirme”. Finalmente yo asentí. Y asentí y le dije que haría otro libro para ella a un tercio del precio de lo que ordinariamente hubieran pagado por un libro mío. Lo que pasó, por supuesto, fue que Longmeadow salió del negocio y nosotros nunca hicimos nada. Pero todavía pienso, hasta el momento, que lo que hice fue inmoral.

Mientras White Wolfe lanza sus primeros títulos aparece Slippage, primer libro de cuentos originales de Harlan en casi diez años. El prólogo cuenta el terremoto que sufrió Los Ángeles y el ataque al corazón del propio Ellison; como introducción a cada cuento están los pormenores de uno de sus matrimonios fracasados, mientras las dos versiones de “The Pale Silver Dollar of the Moon Pays Its Way and Makes Change” intercalan los recuerdos de lo que debió ser una niñez muy infeliz como cimiento de la ficción: el pasado de Ellison siempre vuelve y “Mefisto in Onix” funciona, en verdad, gracias a un pequeño préstamo de su pasado como escritor de fantasía con un telépata negro es obligado a meterse en la mente de un asesino en serie blanco. “Mefisto in Onix” y “The Man Who Rowed Christopher Columbus Ashore” funcionan como validaciones, dos títulos premiados despejan las dudas sembradas por una década sin demasiados originales a la vista. La confirmación termina con “Chatting with Anubis”, ganadora del premio Bram Stoker por mejor historia corta.

Slippage trae una sorpresa con “Nackles”, la historia de un padre brutal y una mentira para asustar niños que termina corporizándose en Santa Claus. “Keyboard” es un giro a la vieja ciencia ficción y sus extrapolaciones, una denuncia ante el dominio que la tecnología ejerce sobre el hombre. “She’s A Young Thing And Cannot Leave Her Mother” recupera viejos trucos de los comics E.C. (un hombre solitario se enamora de una misteriosa mujer llamada Camilla y acepta viajar a Escocia para conocer a su familia.) En “Midnight in the Sunken Cathedral” un técnico del ejercito estadounidense, obsesionado por un padre que no conoció, decide sumergirse a investigar las extrañas lecturas que aparecen bajo el agua.

Contar las historias anteponiéndose a ellas es una necesidad que Ellison confesó una y otra vez y que no ha perdido con los años: “Para otros es ser rico, para mí es ser famoso”, dijo en el 73. En su última antología publicada hasta el momento, Troublemakers (2001), las introducciones apuntan a sorprender y maravillar a los jóvenes lectores para quienes se compiló el libro:

Yo era un niño inteligente, y ése era el problema. Me enseñé a leer cuando tenía cuatro años. Huí de casa a los trece; a los quince estaba manejando un camión de la dinamita en Carolina del Norte. He estado en el camino, de vez en cuando, desde entonces. Aprendí a cuidar de mí, a pelear mis peleas. Cuando era un niño, el único judío en el pueblo, me pegaron y yo aprendí sobre los matones, sobre ser desvalido.

La edición inglesa de Shatterday terminó censurada en Inglaterra por ese exceso de franqueza:

Hace años —y fue el último libro que ellos publicaron— sacaron Shatterday en hardcover. Shatterday era un libro que tenía introducciones a las historias. Recibí una llamada del editor, me dijo: “Le importa si no publicamos las introducciones a estas historias”? Usted sabe, son terriblemente reveladoras. Cuentan mucho de usted. Hablan mucho de la manera en que usted piensa y de dónde viene, son muy personales”. Y yo dije, “Sí, ¿y esto no es bueno por qué…”? Y dijo, “Bien, el británico es un poco más reservado” […]. Bien, no publicaron el material, y mis lectores allí estaban muy fastidiados porque pensaron que iban a conseguir el libro completo y no lo hicieron. Pero esto ha pasado varias veces porque mi escritura es muy diferente de la escritura británica.

Pensar cada libro de Ellison como un esfuerzo para desdoblarse y saltar de la acción al papel, de la realidad a la ficción, significa entender muchas de sus palabras y actos pero la imagen se desdibuja: él funciona con base en cuentos, en papeles donde busca una fama esquiva reescribiendo sus memorias mientras en las ficciones quedan jirones de su vida. Su temor más grande —desaparecer sin dejar rastros— está presente en un libro ajeno, Nightshade & Damnations: The Finest Stories of Gerald Kersh, la antología que preparó en 1968 para un autor que murió luego de publicar 19 novelas y 21 libros de cuentos y cuya fama sí parece destinada a evaporarse.

En una extraña forma de inmortalidad, Ellison supone que mientras exista su obra, él no desaparecerá del todo. ®

Notas

1 Tres de las historias de Night and Enemy aparecieron originalmente en la revista Epic: Sleeping Dogs (Epic Illustrated 4), Life Hutch (Epic Illustrated 6), Run For The Stars (Epic Illustrated 11). Eggsucker apareció en la revista Ariel # 2: The Book of Fantasy, en septiembre del 77; las crónicas fueron publicadas en dos números de la revista Mad Dog (octubre del 87 y febrero del 88) antes de su primera edición en libro.

2 La pelea nació junto al guión que Ellison escribió para Star Trek y por el que se llevó un Hugo en 1967: La ciudad en el borde para siempre. Frente a la creciente popularidad de la serie, los poco sutiles comentarios de Ellison (“Yo odio a Shattner”) demuestran sus afilados reflejos en el momento de combinar comercio y peleas. Cuando un entrevistador volvió a consultarlo sobre la pelea —nada despreciable teniendo en cuenta la devoción de los seguidores de la serie frente al solitario Ellison—, contestó: “Compre el libro, ahí esta todo”. Publicado como The City on the Edge of Forever (1995), el libro incluye el guión original del 3 de junio del 66, la reescritura del 1 de diciembre y palabras de sus protagonistas, entre ellos DeForest Kelley y Leonard Nimoy. La portada muestra a Ellison posando con Shatner y Nimoy, en la única colaboración antes de su interminable batalla posterior.

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Publicado en: Abril 2011, Libros y autores

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