Penélope, Sherezada, Víctor Frankenstein y Alicia, salen caminando del panteón de los clásicos y cobran vida en estos cuatro relatos eróticos.
Amores digitales
Después de haber sido rescatada, Helena la de Troya le aconsejaba a Menelao, su marido: “Si quieres castigar a Paris por haberme raptado, está bien, cástralo. Se lo merece. Pero ojo: si vas a castrarlo, no te equivoques y córtale los dedos de las manos. Yo sé por qué te lo digo”.
—Marco Denevi
Antonio Altarriba (Zaragoza, 1952) es profesor universitario, ha sido recipiendario de premios que le han reconocido su labor como novelista y guionista de cómics, actualmente colabora en el diario El Mundo y es definitivamente un narrador irredento dado a todo tipo de invenciones y que frecuenta, como artífice y lector, la novela gráfica, la fotografía, la novela y la narración corta. De interés manifiesto en la literatura erótica, que demuestra en piezas como el ensayo La paradoja del libertino (escrito al alimón con Lydia Vázquez), sobre Las amistades peligrosas de Laclos (aquí un extracto del texto); algunos artículos sobre literatura erótica; una ficción sobre Tintín —el personaje de Hergé—; las cinco narraciones de Cuerpos entretejidos (finalista en el XVIII Premio La sonrisa vertical en 1996), y el libro que nos ocupa: Maravilla en el país de las Alicias (Tusquets, 2010).
Maravilla en el país de las Alicias es la reunión de cuatro narraciones sobre sendos personajes literarios: Penélope, Sherezada, Víctor Frankenstein y Alicia, y en ellas Altarriba se pregunta por los avatares anteriores, o posteriores, a la construcción de su fama y responde con buen humor y salacidad. ¿Cómo resolvió Penelope el acoso de los pretendientes y su propio deseo durante la espera? ¿Cuál era la fuente de inspiración de Sherezada? ¿Frankenstein se conformaba con la carne muerta? ¿Qué fue de Alicia cuando creció?, y él mismo da alguna justificación al origen de sus invenciones: “Sorprende que otorguemos tanta credibilidad o, al menos, respetemos con adoración fetichista las historias que, de entrada, se presentan como ficción. Es como si, precisamente por haber sido inventadas, debieran permanecer intocadas”. Aunque dentro del género erótico existen algunos otros ejemplos de reinvención de anécdotas y personajes: El bosque de la serpiente, de Andrés de Luna (Tusquets, 1998) y El jardín de las delicias, de Marco Denevi (Corregidor, 1992), por ejemplo, la diferencia estriba en la extensión de las narraciones; las de Altarriba le permiten —por su elongación— construir con mayor detalle sus elucubraciones, así los personajes pueden evolucionar y mostrarnos los caminos que los llevaron a alcanzar la fama o los derroteros que siguieron después de su lance reconocido —dicho esto sin ningún desdoro para los artificios de De Luna y Denevi.
¿Cómo resolvió Penelope el acoso de los pretendientes y su propio deseo durante la espera? ¿Cuál era la fuente de inspiración de Sherezada? ¿Frankenstein se conformaba con la carne muerta? ¿Qué fue de Alicia cuando creció?
Altarriba teje sus ficciones con gran maestría en el uso del lenguaje construyendo imágenes posibles únicamente en la narración, ya que difícilmente se podría representar una cama como el bajel fantástico que Ulises construye para su matrimonio o la genial y dislocada alocución con la que, respetuosamente, el loco Matt (nuestro “Sombrerero”) seduce a Alicia: “—Le amalaré el noema hasta que se le agolpe el clésimo. Caeremos en hidromurias, en salvajes ambonios, en sústalos exasperantes. Le relamaré las incopelusas y permanecerá enredada en un grimado quejumbroso que le hará evulsionarse de cara al nóvalo. Sentirá cómo las amilas se le espejunan, se van apeltronando, reduplimiendo hasta que quede tendida como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fínulas de cariaconcia”.
La primera narración, en la que Altarriba da cuenta de las circunstancias que imagina para Penélope, es recreación magnífica de los capítulos que desconoció Homero —y por supuesto Ulises. Penélope encerrada con los pretendientes debe emular a su ingenioso marido para sobrellevar el acoso y descubrir otras Ítacas del placer. La segunda historia abreva en la tradición árabe de los narradores orales y genera una sorprendente, mágica y voluptuosa génesis para Sherezada, aunque luego se trasrosque y nos la torne en Mesalina, sin abandonar la ilusión que asiste a los proverbiales narradores árabes.
La historia de Víctor Frankenstein (ésta y la de Penélope son las mejor logradas), quien sería luego el creador de la fabulosa bestia, padece los sórdidos ambientes de los profanadores de tumbas, sin embargo un día da por frecuentar los bajos fondos, donde pone en juego sus afanes anatomistas, y sin pretenderlo conoce a la prostituta más afamada que no sólo lo conduce a cielos infinitos, sino que le prende la chispa que hará que dé con la solución a la animación del monstruo. Por último, Altarriba nos refiere la vida adulta de Alicia, cuando el espejo le ha cerrado el paso. Una Alicia que se deja arrebatar, una vez más, por ensueños que la conducen a un insospechado garito de donde sale, seducida por el loco Matt, a reencontrar el país de Nunca Jamás (dejarás de gozar) y su propia autodeterminación, lo que la lleva a convertirse en una mujer emancipada que deja sorprendidos a sus antiguos anfitriones y a sus contemporáneos.
Llama la atención que en las tres historias, donde es mujer la protagonista, estás féminas se re-construyan a sí mismas. En sus historias atraviesan por parajes que desconocían y surgen de ellos reafirmadas, transformadas. Y no convertidas en nuevas mujeres, sino en mujeres reinventadas por sí mismas, autoafirmadas en sus propias elecciones. Mientras que en la historia restante, la Viuda —la prostituta excepcional—, demuestre a su partenaire su fatuidad y permita que se desengañe de lo que él pensaba encontrar al declararle su amor.
Altarriba es dueño de una imaginación prodigiosa y una pluma privilegiada, que no sólo produce novísimas fantasías para tan conspicuos personajes, sino que los describe con elegancia y voluptuosidad exquisitas en trances tan sugerentes como lúbricos. Maravilla en el país de las Alicias es propiamente una colección de cuentos de hadas para adultos, escrito con el ingenio que requieren las criaturas fantásticas y la salacidad con que disfrutamos los mayores, pero, “a diferencia de otros cuentos, en (éstos) hay que hacer las cosas despacio, muy despacio… Procurando que duren el mayor tiempo posible y disfrutando de ellas…” ®
La fotografía que ilustran es parte del trabajo de Pilar Albajar y Antonio Altarriba, ella desde la lente y el ordenador, él en el guión de la foto. Ésta es la página donde se puede conocer y disfrutar su trabajo.