Desde la primera semana de julio y a través de distintos medios, varios cientos de profesores de la Universidad de Guadalajara (UdeG) se han venido manifestando contra la forma en que se maneja el subsidio público y otros recursos de esa institución educativa.
A diferencia de ocasiones anteriores, ahora los reclamos de los quejosos están dirigidos a las autoridades de la propia UdeG, antes que al gobierno federal, el cual es una de las dos fuentes de financiamiento de la casa de estudios. La otra, como se sabe, es el gobierno de Jalisco.El origen del descontento magisterial es la súbita suspensión de una parte considerable de las percepciones que venían recibiendo cerca de 700 profesores de los distintos centros universitarios de la UdeG, y que para muchos de esos profesores representaba algo así como la mitad de sus ingresos.
Hasta ahora, las autoridades udegeístas se han lavado las manos, diciendo que la culpa es del gobierno federal —específicamente de la Secretaría de Educación Pública— por haber reducido en 80 millones de pesos la bolsa de un sobresueldo (de nombre Programa de Estímulos al Desempeño Docente), que venido recibiendo poco más de 2,200 profesores y del cual, ahora, sin decir ¡agua, va!, han quedado fuera 679 mentores.
Lo irónico del caso es que esta mala noticia para los docentes udegeístas apareció justo cuando autoridades de la institución se acababan de gastar, ¡en 72 horas!, nueve millones de pesos en una pretenciosa mediocridad llamada Feria Internacional de la Música (FIM), y mes y medio antes la misma casa de estudios desembolsó otros 15 millones de pesos para echar andar la Feria del Libro en Español, en Los Ángeles, cuya duración fue también de tres días.
El origen del descontento magisterial es la súbita suspensión de una parte considerable de las percepciones que venían recibiendo cerca de 700 profesores de los distintos centros universitarios de la UdeG, y que para muchos de esos profesores representaba algo así como la mitad de sus ingresos.
Ante ello, los profesores quejosos llegaron a la conclusión de que la cúpula directiva de la Universidad de Guadalajara hace las cosas al revés, pues mientras es muy cicatera con ellos y con sus actividades académicas, exhibe una conducta manirrota o de franco despilfarro en proyectos “no prioritarios”, que en muchos casos son abiertamente superfluos; proyectos de los que, para colmo, son excluidos casi por regla profesores y académicos de la propia Universidad de Guadalajara como quedó demostrado en la ya mencionada FIM, a la que no fueron invitados ni maestros ni alumnos de la propia Escuela de Música.
Dicho en términos más coloquiales, la queja razonada de los profesores udegeístas es que sus autoridades los tratan como si ellos fueran arrimados en su propia casa. Y esto porque mientras no falta dinero para proyectos y empresas presuntamente “culturales” —de los cuales, por cierto, se excluye al grueso de la comunidad docente—, a las actividades académicas se les regatean o se les cancelan recursos.
Vale la pena detenerse en dos puntos de esta protesta magisterial. Por supuesto que los profesores de la UdeG tienen razón en su diagnóstico de la institución en que laboran. Sin embargo, la serie de anomalías que señalan es bastante añeja y no comenzó con la merma de la compensación salarial que les acaba de ser retirada a centenares de profesores de la universidad pública de Jalisco.
Mucho antes de que ellos decidieran alzar la voz, por considerar que estaban siendo vulnerados sus derechos laborales, ya tenían años consumiendo recursos públicos el Festival Internacional de Cine en Guadalajara, el Teatro Diana, el Auditorio Telmex, entre otros muchos proyectos y empresas a los que ha ido a parar buena parte del subsidio de la UdeG.
Lo anterior equivale a decir que los docentes y los cocos pensantes udegeístas tardaron mucho en darse cuenta de un hecho a ojos vistas: ni ellos ni su trabajo son la primera prioridad para el grupo que regentea a la Universidad de Guadalajara.
Esa prioridad está y ha estado en otra parte: en los proyectos, empresas y negocios que discurre el ex rector Raúl Padilla, como es el caso del campus que, a nombre de la UdeG, se abrió en Los Ángeles, o el desarrollo inmobiliario y comercial que se tiene planeado para el presunto Centro Cultural Universitario de la UdeG en Los Belenes. Dicho de otra manera: en un caso extremo, los salarios de profesores y empleados administrativos son sacrificables, pero no el show business y los business a secas del ex rector Padilla.
Otro punto a destacar en las protestas de los profesores damnificados es que las reclamaciones se han llevado a cabo al margen del Sindicato de Trabajadores Académicos de la Universidad de Guadalajara, organismo “charro” que responde a los intereses del parte patronal, antes que a los de sus agremiados.
Aunque tarde, los profesores de la universidad pública de Jalisco han descubierto que son muy poco valorados por quienes dirigen la UdeG, y tanto se les subestima que son punto menos que arrimados en su propia casa. ®