Para mi tío Óscar, que tantas veces mintió ante mis padres para decir que íbamos a un evento “cultural” del Cabañas, y así poder terminar en la enorme rueda del slam en el Roxy.
Quien haya pisado el Centro Cultural Roxy de Guadalajara [México] sabe que es un lugar poderoso, entrañable; “mágico” era el adjetivo más recurrente en los noventa, y también sabe, o al menos intuye, o debe intuir, que cada persona tiene una imagen o una concepción distinta de lo que fue y es.
La gran mayoría cita a Radiohead; hay para quienes ha sido la mejor noche de su vida; otros, más jóvenes, no creen que ese grupo que llena estadios haya tocado ahí y que a falta de temas para el encore y que pocos conocían su disco completo tuvieron que interpretar “Creep” un par de veces. Para otras personas ésta fecha fue la entrada de grupos menos independientes al Roxy, lo cual después se hizo más evidente con la presentación de discos de gente como Molotov, quienes traían todo el punch publicitario y que sólo buscaban un espacio para legitimarse como “banda alternativa”, retadora, antiestablishment, ¿o no han visto sus anuncios con Cerveza Indio?No pocos recuerdan el concierto de Mano Negra, que incluso repetían tiempo después por Canal 7 —¿alguien del canal que se aviente al baúl?—, aunque otro tanto cree aún que Manu Chao sólo ha estado en la ciudad en la Concha Acústica o en aquel portazo tan mencionado, aludiendo a “los portazos del Roxy”, de los que honestamente sólo recuerdo ése.
Para muchos, el Roxy fue la sede de los mejores conciertos de sus héroes mexicanos como Santa Sabina, Caifanes, Café Tacuba, Maldita Vecindad, por citar algunos, quienes, en efecto, ofrecieron sendos conciertos en lo que a la distancia podemos coincidir que fue “su época”, todos recién firmados o ya caminando con disqueras grandes, de gira por todo el país, y llegando al número 80 de la calle de Mezquitán a presentar discos nuevos o festejar aniversarios. El apoyo mediático y la sed de música en vivo de parte del público hicieron esas fechas, simplemente, irrepetibles.
Para otras personas ésta fecha fue la entrada de grupos menos independientes al Roxy, lo cual después se hizo más evidente con la presentación de discos de gente como Molotov, quienes traían todo el punch publicitario y que sólo buscaban un espacio para legitimarse como “banda alternativa”, retadora, antiestablishment, ¿o no han visto sus anuncios con Cerveza Indio?
Para otros, con nula visibilidad mediática, fue la sede de los conciertos más explosivos de la ciudad al inicio de los noventa, por supuesto, me refiero a los eventos subterráneos, en los que se congregaba, incluso, mayor número de asistentes que en los conciertos de rock pop o el clásico rock revival. Cientos de punks y metaleros vimos pasar a Negu Gorriak, Etsaiak, Dogma Mundista y grupos mexicanos como Atoxxxico, Cenotaph, Shub Niggurath, Next; a grupos punzantes de la escena tapatía como Draksen, Hardware, Tenebrarum, Los Demonios de la Lengua, Ateos y, por supuesto, a Sedición, quienes semana tras semana estaban ahí, atestiguando incontable cantidad de cierres por parte de un intolerante Ayuntamiento.
En la escena reggae deben tener sus historias. Recuerdo que en una entrevista que hice a Rogelio Flores en 1997 para el diario Siglo 21, me comentó que el concierto de apertura fue con el grupo Splash, de Cancún; El Cerco, La Yaga, bueno, algunos conciertos de la alineación post Julio Haro de El Personal, debieron haber abarrotado el oscuro lugar. Y ahora que menciono la falta de luz, qué decir de la trilogía de conciertos góticos: Love is Colder Than Death, Cranes y London After Midnight, hasta parecía que había una sólida escena dark en la ciudad. Obviamente, esto fue efímero, como casi todas las tendencias en Guadalajara.
Y así la diversidad, debe haber quien haya pasado conciertos increíbles de ska, de rock sin muchas complicaciones como el de Garigoles, o metaleros que hayan gozado una época no tan lejana en la que se llevaron a cabo conciertos como el de Brujería o Therion; o, por supuesto, los melómanos de los sonidos electrónicos que asistimos a la noche lluviosa de The Orb, a la velada con Juan Atkins que convocó a gente de varias partes del país, y otras fiestas “rave” o seminales de la escena electrónica, incluyendo el Jaripeo Electrónico de un colectivo apenas naciente y bastante celebrado, Nopal Beat. Bueno, hasta a Abolipop nos tocó ser parte del proyecto Roxy Renova en 2003, participando Lumen lab y Destreza, junto con Telefunka, en una grata fiesta en el mezzanine.
Exposiciones de pintura, obras de danza, teatro, performance, encuentros de literatura, quizá estas áreas que no son de carácter masivo se fueron perdiendo con el paso del tiempo, porque recuerdo que cuando conocí el Roxy había más o menos constantemente proyectos no musicales. Y justo sobre este tema era lo que hablábamos en 2002 con Rogelio Flores para planear una posible reapertura del lugar hacia 2003, el proyecto Roxy Renova que mencionaba líneas arriba. No es un secreto que para Flores un “nuevo Roxy”, o un “Roxy contemporáneo”, debe estar enfocado al diálogo y la experimentación más que en la realización de conciertos y ritos masivos de alcohol.Desde el año pasado llegaban rumores de una posible reapertura del sitio, y alguna vez, platicando con Flores en 2010, me decía de un nuevo intento, y desde entonces al día de hoy sostengo la misma idea que compartimos: si hay que abrir nuevamente esas puertas tiene que ser con un perfil muy distinto al que presentó en los noventa como “catedral del rock”, por varios motivos. La ciudad no es la misma; nosotros, quienes dimos vida al sitio, quienes nos formamos y crecimos ahí, no somos los mismos, tampoco lo es el rock y la música en general. El rock, con sus distintas mutaciones, se ha convertido en el género por excelencia de la comercialización de la música; parafraseando a Chano, cantante del grupo grindcore Emphysema y amante de la cultura tapatía: “Ahora todos hacen los cuernitos que hacía hace décadas Ronni James Dio, ex cantante de Black Sabbath y Dio; es la moda vestir y peinarse como un punk, hasta la gente más fresa tiene una mohicanita, el pelo de color o la ropa estridente, ¡el rock, el punk, lo alternativo ha sido comercializado”. El rock no es sinónimo de reto, mucho menos de exploración, es una serie de fórmulas que socialmente han sido asimiladas, y como tal se han creado espacios específicos para ellos.
Por otra parte, la Universidad de Guadalajara, que controla en gran medida la agenda cultural local, ha abierto espacios en los que los conciertos masivos suceden sin problema alguno: Calle 2, Foro Alterno, Teatro Estudio Cavaret, Auditorio Telmex; incluso el “Charro Mayor”, Vicente Fernández, ha abierto a todos ustedes la puerta de su casa con una cantidad monetaria de por medio, la Arena VFG, donde Maiden y Carcass pueden tocar un día antes de la aparición del Rey Mysterio o un rally de motocicletas.
Cambian las cosas, ¿cierto?
El mes de julio llegó y el rumor dejó de serlo. David Byrne venía al Roxy a dar una charla sobre movilidad urbana en el contexto de un encuentro que apoya el ciclismo como medio de transporte. La inquietud permanece hasta hoy. ¿Qué va a pasar con el Roxy? Gran gusto me dio ver el lugar limpio un día antes de la reapertura oficial —algunas personas me decían que estaba sucio, pero ahí descubrí que jamás se habían parado en el sitio—, con una exposición de obra contemporánea de gente que ha representado estos territorios artísticos en la ciudad en los últimos años, aunque la museografía se siente realizada con prisa; gran ánimo de todos los asistentes y, sobre todo, ver muchos rostros que nos conocimos en otro contexto y que ahora formamos parte de un público cautivo con más bases, más apertura y energía.
El mes de julio llegó y el rumor dejó de serlo. David Byrne venía al Roxy a dar una charla sobre movilidad urbana en el contexto de un encuentro que apoya el ciclismo como medio de transporte. La inquietud permanece hasta hoy. ¿Qué va a pasar con el Roxy?
De la presentación en la que participó Byrne prefiero no ahondar, me pareció un comienzo más cercano a un mitin político que a un encuentro cultural, aunque el turno de Byrne fue relajado y honesto, hablando de su experiencia como ciclista y sin tocar el tema de la música. Y quizá muchos no se dieron cuenta, pero gran parte de los asistentes era gente más ligada a la cultura musical, quienes no podían dejar pasar la oportunidad de reconocer el sitio y acercarse a pedir algún dato sobre posibles conciertos próximos; bueno, hasta personal de estaciones de radio que han dictado las modas de las juventudes recientes estaban por ahí hablando de pagar las multas pendientes del lugar con el Ayuntamiento, conseguir inversionistas y lanzar nuevamente la “catedral del rock”, seguramente estaban apantallados con el lugar, pues supongo que jamás se habían parado por ahí, pero su principal objetivo es la captura de dinero, no catapultar la cultura.
Algunos se empezaron a desesperar, tanto con los políticos prometiendo como con las fotos de ciudades amables para la convivencia social que proyectaba Byrne; no había quién respondiera a la próxima cartelera de conciertos, así que mejor se dedicaron de lleno a la nostalgia o a vituperar contra el lugar después de ver una exposición que no entendían o que no hacían ni el mínimo interés por entender, y de haber leído recientes notas en los diarios locales en los que Flores aclaraba que Roxy Cultura Urbana no tenía como principal objetivo la organización de conciertos de rock, que la música sería parte de un menú en el que horizontalmente y sin las clásicas jerarquías dinosáuricas del rock irían de la mano el arte, la danza, el performance, el video, el cine, la literatura y, por supuesto, la música, además del diálogo ciudadano, la cultura urbanista, entre otros territorios.
El tiempo de una nueva era para el Roxy ha llegado, no es la primera, de hecho ha habido varios intentos, todos ellos en distintos niveles y por diversos motivos fracasados. A favor tiene muchos elementos, como mencionaba, la generación o las generaciones que crecimos o nos formamos ahí, somos otros, ejercemos lo que aprendimos, un policía no nos va a sacar tan fácilmente, muchos no sólo amamos la música, sino que por igual seguimos la literatura, el cine, la danza, el arte; además ya no sólo oímos a Manu o a Maldita o al Atoxxxico, también sabemos y disfrutamos de decenas de fusiones de géneros. Hemos tomado, de distintas formas, las calles de la ciudad, sus encuentros, festivales, espacios para cultura, eso augura una retroalimentación más fructífera con el espacio.La cuestión es saber si las condiciones del inmueble y los posibles adeudos serán perfectibles o negociables, pues sin llegar a arreglos estaremos hablando de un intento más, un rumor que se convirtió en murmullo pero no pudo lograr ser un estruendo. No seamos ilusos, el inmueble debe estar íntegro para la realización de cualquier actividad, lucrativa o no; pedirle al Ayuntamiento que pase esto por alto, con el trauma siempre presente del historial represivo ante el Roxy, es una tontería; cualquier bar, café o lonchería debe tener su techo y paredes sólidas y ofrecer seguridad a sus visitantes. Seamos agudos y participemos de la mejor forma para que el proyecto pueda solidificarse y, entonces sí, ver qué caminos toma; ojalá sean las rutas del riesgo como hace dos décadas, lo cual, evidentemente, habla de no transitar por los mismos rumbos. ®