“Lo que más me asusta en el mundo es tomar té en un salón de moda. Bien puedes pensar que estás en un gallinero. ¿Por qué se toman tantas molestias para estar tan feas y vulgares?” ¿Por qué un hombre que se expresaba así más que nada pintaba mujeres?
Un cuadro debe ser pintado con el mismo sentimiento con que un criminal comete un crimen.
—Edgar Degas
Entre los mejores grabados de Degas está “El santo de la patrona”. En esta obra aparece una mujer grande, vestida de negro, muy parecida a la reina Victoria; se ve rodeada por chicas que sólo llevan zapatos y medias de color lavanda y le ofrecen un ramo de flores. Esta escena nos remite a “La casa Tellier”, relato breve escrito por Guy de Maupassant, donde las mujeres de la casa (un burdel) “rodean a Madame Tellier y la abrazan como si fuera una madre indulgente que rezuma amabilidad y buena voluntad”. Las mujeres grandes, “corpulentas”, eran el tipo más demandado por los clientes de los burdeles del siglo XIX.
La carrera de Edgar Degas fue sin duda larga —casi sesenta años de los 83 que vivió. Durante esas seis décadas de trabajo su nivel de creatividad no disminuyó, nunca dejó de buscar nuevos medios de expresión y técnicas; sólo Tiziano y Picasso fueron capaces de semejante logro.
Hilaire Germain Edgar de Gas (fue hasta que empezó a pintar cuando empezó a firmar sus obras como Degas) nació en París en 1834, en una familia rica y culta. Empezó la carrera de Derecho, pero pronto la abandonó para dedicarse a la pintura. Fue alumno de Louis Lamothe, a su vez discípulo de Ingres. Completó su formación con visitas al Louvre y viajes a Italia, donde estudió a los grandes maestros del Renacimiento.
Sus bailarinas, prostitutas, lavanderas, sombrereras y mujeres en el baño son seres sin rostro. Es a las mujeres de la alta burguesía, cercanas a él, de su propia clase, a las que les pone rostro, aunque carecen de calidez o sensualidad alguna. Las descripciones más explícitas del artista sobre la sensualidad femenina datan de finales de la década de 1870, una serie de monotipos sobre burdeles.
A partir de 1865, influenciado por el movimiento impresionista, abandonó los temas académicos. Amigo de Pisarro, Renoir, Monet y Manet, participó en siete de las ocho exposiciones del grupo impresionista. Degas prefería trabajar en su taller (a diferencia del resto del grupo impresionista) y no se interesó por el paisaje ni por plasmar los efectos del cambio de la luz y la atmósfera. Le interesaba representar la vida moderna, centrándose en el ser humano y especialmente en la mujer.
Edgar Degas es uno de los mejores pintores a la hora de plasmar el movimiento. Le interesaba recoger el movimiento muscular —apartado del dinamismo desorbitado de los románticos— y la elasticidad de las fibras regidas por el movimiento físico, lo que conseguía con una observación minuciosa del motivo y una acertada intuición del engranaje óseo. Esto es tangible en sus numerosas pinturas y esculturas de bailarinas. A Degas le interesaba la figura femenina de muchas maneras, aunque rara vez pintaba el rostro de sus modelos. Sus bailarinas, prostitutas, lavanderas, sombrereras y mujeres en el baño son seres sin rostro. Es a las mujeres de la alta burguesía, cercanas a él, de su propia clase, a las que les pone rostro, aunque carecen de calidez o sensualidad alguna. Las descripciones más explícitas del artista sobre la sensualidad femenina datan de finales de la década de 1870, una serie de monotipos sobre burdeles.
Durante el segundo Imperio, uno de los principales atractivos de París era “la venta de amor”. Esto queda más que patente en la opereta La vida parisina, escrita por un íntimo amigo de Degas, Ludovic Halévy, y su colaborador Henri Meilhac. Esta obra celebra descaradamente la reputación parisina de “moderna Babilonia”.
Degas y las mujeres
“Lo que más me asusta en el mundo es tomar té en un salón de moda. Bien puedes pensar que estás en un gallinero. ¿Por qué se toman tantas molestias para estar tan feas y vulgares?” ¿Por qué un hombre que se expresaba así más que nada pintaba mujeres? Algunos dicen que por impotencia, pero nadie está seguro.
Edgar Degas más que nada estaba obsesionado con la figura femenina en la cotidianidad del baño, el desparpajo del burdel, planchando o bailando. Captaba la intimidad del movimiento. Recreaba las posturas más insólitas, las poses naturales e instantáneas.
Este hombre, que parecía ser el perfecto caballero de clase media y se quitaba el sombrero con educación, de acuerdo con las correctas formas de la sociedad, amaba los burdeles.
Edgar Degas más que nada estaba obsesionado con la figura femenina en la cotidianidad del baño, el desparpajo del burdel, planchando o bailando. Captaba la intimidad del movimiento. Recreaba las posturas más insólitas, las poses naturales e instantáneas.
Pintaba a las prostitutas de un modo íntimo más cercano al espectador. La vida de una prostituta en un burdel autorizado era muy dura, pero a pesar de eso las prostitutas de Degas no parecen agobiadas o infelices. Las imágenes más exuberantes desprenden humor y una vitalidad que no está en ninguna otra parte de su obra. Degas nos ofrece un atisbo de sus vidas, no sólo de su explotación sino de su humanidad, del afecto y la solidaridad que sentían entre sí.
En su vida privada se le vinculó con Berthe Morisot, pintora impresionista, y con Mary Cassatt, pintora estadounidense. Berthe escribió una carta a su hermana en la que describía con ironía a Degas: “Viene y se sienta a mi lado, fingiendo cortejarme, pero su cortejo se reduce a un largo comentario del proverbio de Salomón: ‘La mujer es el desconsuelo de los justos’”.
Nunca contrajo matrimonio, y al respecto dijo un día: “Estaría en una constante miseria mortal durante toda mi vida por el temor de que algún día mi esposa dijese: ‘Eso es una cosita bella’ después de terminar un cuadro”.
Dejó para sí los monotipos de las mujeres que realmente le gustaban, las prostitutas de grandes traseros. Se dijo mucho que las modelos de Degas eran “mujeres ligeras”, pero esto no quedó claro hasta que aparecieron los monotipos hechos a partir de sus experiencias en los burdeles. De 1875 a 1885 Degas produjo alrededor de 120 monotipos explícitos de mujeres desnudas en las casas frecuentadas por la clase alta. Esas obras nunca fueron exhibidas durante su vida.
Para haber sido considerado un misógino irredimible, sin duda dejó un gran homenaje a la mujer. ®