Lo que aquí se está juzgando es la elocución de una verdad personal. El derecho que tiene su amo a manifestarla. Y, por si fuera poco, el sentido del humor con el que Von Trier intenta expresar su postura ante el tema. La corrección política nos está volviendo paranoicos y rencorosos.
La palabra fariseo tiene su origen en la interpretación cristiana que en el Nuevo Testamento se hace de algunos grupos específicos de judíos disidentes. Según exégesis de los evangelios de Mateo y de Lucas, los fariseos se opusieron a la opulencia aristocrática infiltrándose en las cúpulas de poder para tratar de derrocarlas. Su objetivo consistía en implantar sus propias normas morales. No obstante, actualmente, el término es usado como sinónimo de hipocresía.Es verdad que a nadie se le debería obligar a entender el humor de una persona para evitar sentirse ofendido. Sin embargo, tampoco se debería forzar a alguien a constreñir su humor a los terrenos delimitados por los lineamientos de una moral totalitaria. Después de un breve recorrido a través del reciente historial bélico israelí, ¿quién se atreve a seguir etiquetando al Estado judío como una víctima perenne y bondadosa? Y, parafraseando a Lars Von Trier, “no apoyo la II Guerra Mundial”, pero quizá valdría la pena preguntarse ¿hasta qué punto está justificado que el pueblo judío haya terminado por convertirse en sinónimo de un eterno martirio?
Lo dicho por Von Trier en el Festival de Cannes durante la conferencia de prensa posterior a la exposición de Melancholia en mayo de este año bien podría ser el extracto de un stand up show. Si éste fuera el caso, la gente reiría sin remordimientos. Es probable que, en ese mismo escenario, hubiera un efecto similar con chistes sobre negros, cristianos, chinos, musulmanes, mexicanos, gringos, indios, etcétera. La condena pública que al estilo de la Santa Inquisición pesa ahora sobre el director danés es un hecho que fomenta sistemáticamente la pamema colectiva.
Lo que aquí se está juzgando es la elocución de una verdad personal. El derecho que tiene su amo a manifestarla. Y, por si fuera poco, el sentido del humor con el que Von Trier intenta expresar su postura ante el tema. La corrección política nos está volviendo paranoicos y rencorosos.
El que no es capaz de discernir entre el humor sincero del delirante autor de Antichrist y una declaración abierta de odio por un pueblo, es, por decir lo menos, muy ingenuo. Empero, quien no quiere siquiera darse cuenta de que ahí hay humor de por medio es, irrefutablemente, un fariseo.
Y no es que sea éste el primer caso de humor nazi. El mismo Woody Allen echa mano de su estilo único para exponer su antisemitismo cada vez que puede. ¿Quién se atreve a asegurar que en este grupo de franceses que censuraron a Von Trier otorgándole el infausto título de persona non grata no hay un par de votantes que apoyan a los parlamentarios que alevosamente han firmado leyes que obligan a miles de gitanos a desalojar el territorio galo? La moral que no pasa por la aduana de la razón es bipolar y maniquea.
Es válido simpatizar con Hitler, puesto que se trata de una elección personal. Los efectos de esta decisión sólo deben estar confinados por la legalidad. Eso es todo. ¿Por qué no se puede expresar esa simpatía públicamente? Bajo la investidura moral que envuelve la innegable tragedia del exterminio perpetrado por los nazis hay también un rédito: el que deriva de la compasión de la que sistemáticamente se ha hecho acreedor el pueblo judío. Todos estamos obligados moralmente a mirar el Holocausto con lágrimas en los ojos. Pero eso sólo en público, en privado es otra cosa. La moral, a no dudarlo, es también el campo más fértil de la hipocresía.
Von Trier dijo que después de ver Melancholia se dio cuenta de que es una basura. Momentos después afirmó que en su próxima película dejaría a un lado el romanticismo para mejor filmar una película porno —cosa que, de hecho, está llevando a cabo— que duraría más de cuatro horas. Habló de vaginas, de la diferencia entre los orgasmos de Kirsten Dunst y de Charlotte Gainsbourg. Expuso que disfrutó mucho ser judío hasta que conoció a Susanne Bier —directora del mainstream más culto en Dinamarca, quien ganara un Óscar este año por la película Hævnen—. Y remató profiriendo, prácticamente entredientes, que Israel era un pain in the ass.
El que no es capaz de discernir entre el humor sincero del delirante autor de Antichrist y una declaración abierta de odio por un pueblo, es, por decir lo menos, muy ingenuo. Empero, quien no quiere siquiera darse cuenta de que ahí hay humor de por medio es, irrefutablemente, un fariseo.
Melancholia se estrenará en México el 30 de diciembre próximo y es una obra maestra. ®