Recuerdos como haber sido abusado sexualmente en la infancia por sus propios padres, haber sido parte de rituales satánicos y participado en la muerte y canibalismo de niños, además de muchas otras inmundicias, todo esto lo recordaban unos doscientos pacientes del doctor Kenneth Olson como resultado de haber sido sometidos a su famosa “terapia de recuperación de recuerdos”.
Todo ello falso
Éste es uno de los mitos más extendidos que hay dentro de la psicología. Creer que hay eventos que son demasiado terribles como para poder enfrentarlos y que lo mejor es alejarlos de nuestra conciencia. A esta inhabilidad de recordar sucesos traumáticos y que no puede ser explicada como un olvido normal se le conoce como amnesia disociativa [American Psychiatric Association, 2000].
Semejante afirmación ha sido motivo de intensos debates desde que, a finales del siglo XIX, Sigmund Freud comenzó con el psicoanálisis, pero hay muchos investigadores en la actualidad que afirman que semejante aseveración es puro folklore psiquiátrico que carece de evidencia empírica [McNally, 2003].
El cine tiene la culpa
Parte de la culpa de su persistencia la podemos ubicar en los medios masivos de comunicación que la han utilizado como argumento en una buena cantidad de películas y series de televisión. Por solo mencionar una, en Batman se supone que Bruno Díaz fue testigo del asesinato de sus padres pero lo reprimió. También hay varios libros de autoayuda que dan por sentado que ser testigo en la infancia de un asesinato o haber sido víctima de abusos sexuales se va a olvidar. Así, tenemos el ejemplo de Judith Blume [1990], quien asegura que “la mitad de todos los sobrevivientes del incesto no recuerdan que ocurrió semejante abuso”, o bien Renee Frederickson [1992] quien asevera que “millones de personas han bloqueado años de horribles episodios de abuso, incluso han olvidado toda su infancia”.
Por ello no es de sorprender que haya muchísima gente que cree en semejante idea. En una encuesta llevada a cabo por Jonathan Golding y sus colegas [1996] en que entrevistó a 613 estudiantes de licenciatura, 89% de ellos dijeron que habían reprimido recuerdos de su infancia y que debería de admitirse en las cortes de justicia penal como evidencia para sentenciar a la cárcel a aquellos que habían cometido los abusos.
El psicoanálisis, la fuente del mito
El origen de este mito, como muchos otros, se remonta a los escritos de Sigmund Freud sobre la represión. Él creía que la neurosis y la histeria eran producto de este mecanismo psíquico [Freud 1894], el cual causaba un olvido motivado ya sea de memorias molestas o de impulsos [McNally, 2003]. En la actualidad la represión es parte fundamental de algunas variedades de psicoanálisis [Galatzer-Levy, 1997] y de todas aquellas terapias de recuperación de recuerdos reprimidos [Crews, 1995].
Para mediados de la década de los noventa, más o menos 60% de los terapeutas entrevistados en una investigación creían que la represión era la causa de que se olvidaran acontecimientos del pasado y 40% de ellos creían que las personas no pueden recordar mucho de su niñez porque habían reprimido eventos traumáticos que les sucedieron en esa época [Yapko, 1994].
Para mediados de la década de los noventa, más o menos 60% de los terapeutas entrevistados en una investigación creían que la represión era la causa de que se olvidaran acontecimientos del pasado y 40% de ellos creían que las personas no pueden recordar mucho de su niñez porque habían reprimido eventos traumáticos que les sucedieron en esa época [Yapko, 1994]. Además, como tres cuartos de los terapeutas reportaron usar al menos una técnica de recuperación de recuerdos reprimidos, ya sea por hipnosis, imaginación guiada o simplemente preguntando una y otra vez sobre abusos en la infancia [Poole y cols., 1995]. Adicionalmente, un cuarto de ellos respondieron que la recuperación de recuerdos era una parte fundamental de su terapia y que en tan sólo dos sesiones eran capaces de identificar a quienes habían reprimido recuerdos. Resultados similares se han encontrado en otras investigaciones [Polusny y Follete, 1996].
La evidencia en contra
El problema con todo esto es que la base de esta creencia han sido reportes clínicos y no investigación controlada. Hay montones de anécdotas de gente que parece recobrar décadas de su vida que había olvidado cuando asisten a psicoterapia. Aunque si nos ponemos a hacer una revisión de los últimos sesenta años de investigaciones no vamos a encontrar una evidencia convincente de que existe la represión. Por ejemplo, Richard McNally [2003] concluye que no existe apoyo científico de que hay memorias reprimidas, que generalmente fallan en verificar la existencia de un evento traumático en la infancia y por lo general explican la pérdida de la memoria más en términos ordinarios de olvido y no de represión.
Incluso la evidencia sugiere que más que olvidar los eventos traumáticos éstos se recuerdan mucho, sobre todo en la forma de imágenes intrusivas [Shobe y Kihlstrom, 1997].
Si a esto le añadimos que los supuestos recuerdos recuperados hacen referencia a acontecimientos poco plausibles (como rituales satánicos) o francamente imposibles (ser secuestrado por alienígenas), la sustentabilidad de estos recuerdos cae por tierra. Además, un problemas más que tienen los psicoterapeutas con este tema es que no saben distinguir entre un recuerdo fidedigno y un falso recuerdo, un fenómeno descubierto y bien investigado por Elizabeth Loftus [1993].
Una dificultad más para creer en la amnesia disociativa es que el hecho de que una persona no hable de una situación traumática no quiere decir que se le olvidó o que se le reprimió, sino tan sólo que no quiere hablar de eso la primera vez que se le pregunta.
Una dificultad más para creer en la amnesia disociativa es que el hecho de que una persona no hable de una situación traumática no quiere decir que se le olvidó o que se le reprimió, sino tan sólo que no quiere hablar de eso la primera vez que se le pregunta. En un estudio reportado en 2003 Goodman y sus coautores entrevistaron en varias ocasiones a 175 víctimas de violencia sexual en su infancia, y fue hasta la tercera ocasión cuando lograron obtener información de ese evento.
Como es probable que esta creencia en las memorias reprimidas sea un signo de nuestros tiempos, el psiquiatra Harrison Pope y sus colegas [2006] ofrecieron mil dólares a quien les diera una referencia a la amnesia disociativa para un evento traumático en cualquier obra real o ficticia, en cualquier lenguaje, antes de 1800. De cien respuestas que obtuvieron ninguna pudo demostrar claramente que se trataba de una amnesia disociativa; esto a diferencia de otros fenómenos psicológicos como las alucinaciones, de las que sí se puede hacer un seguimiento hasta la Antigüedad. Así, concluyeron que la creencia en la memoria reprimida es un producto cultural reciente que se inició en el siglo XIX.
Así que si no existen las memorias reprimidas se debe apostar por otras explicaciones, como la parálisis del sueño, un fenómeno que se presenta al interrumpirse el ciclo normal de sueño (cuando se dice que “se les subió el muerto”) y que normalmente se liga a sensaciones de terror ya que se siente que hay alguien que nos está inmovilizando, lo que fácilmente puede interpretarse como una violación [McNally, 2007].
Si a pesar de todas estas evidencias creen que pueden encontrarse un caso de memorias reprimidas, hay un capítulo de un libro escrito por Schooler y colaboradores [1997] en el que presentan un abordaje cognitivo para lograr establecer la veracidad de los recuerdos reprimidos; ellos sugieren la búsqueda de elementos confirmatorios y de testigos que corroboren lo que el paciente está recordando en la terapia. Solamente así se podría creer que realmente pasó algo que se olvidó. ®
Referencias bibliográficas
American Psychiatric Association (2000), Diagnostic and statistical manual of mental disorders (4ta. ed, rext rev). Washington, DC.
McNally, R. J. (2003). Remembering trauma. Cambridge, MA: Harvard University Press.
Blume, S. E. (1990). Secret survivors: Uncovering incest and its aftereffects in women. Chichester: John Wiley & Sons.
Frederickson, R. (1992). Repressed memories. Nueva York: Fireside.
Golding, J. M., Sanchez, R. P., y Sego, S. A. (1996). Do you believe in repressed memories? Professional Psychology: Research and Practice, 27, 429-437.
Freud, S. (1894). The psycho-neuroses of defense. Standard Edition, 13, 255-278.
Galatzer-Levy, R. M. (1997). Psychoanalysis, memory, and trauma. Londres: Oxford University Press.
Crews, F. (1995). The memory wars: Freud’s legacy in dispute. Nueva York: New York Book Review.
Yapko, M. D. (1994). Suggestibility and repressed memories of abuse: A survey of psychotherapist’s beliefs. American Journal of Clinical Hypnosis, 36, 163-171.
Poole, D. A., Lindsay, D. S., Memon, A., y Bull, R. (1995). Psychotherapist’s opinions, practices, and experiences with recovery of memories of incestuous abuse. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 68, 426-437.
Polusny, M. A., y Follete, V. M. (1996). Remembering childhood sexual abuse: A national survey of psychologist’s clinical practices, beliefs, and personal experiences. Professional Psychology: Research and Practice, 27, 41-52.
Shobe, K. K., y Kihlstrom, J. F. (1997). Is traumatic memory special? Current Directions in Psychological Science, 6, 70-74.
Loftus, E. (1993). The reality of repressed memories. American Psychologist, 48, 518-537.
Goodman GS, Ghetti S, Quas JA, Edelstein RS, Alexander KW, Redlich AD, Cordon IM, Jones DP. A prospective study of memory for child sexual abuse: new findings relevant to the repressed-memory controversy. Psychol Sci. marzo de 2003; 14(2): 113-118.
Pope HG Jr, Poliakoff MB, Parker MP, Boynes M, Hudson JI. Is dissociative amnesia a culture-bound syndrome? Findings from a survey of historical literature. Psychol Med., febrero de 2007, 37(2): 225-233.
McNally RJ. Dispelling confusion about traumatic dissociative amnesia. Mayo Clin Proc. 2007, septiembre de 1982 (9): 1083-1090.
Schooler, J. W., Ambadar, Z., y Bendiksen, M. (1997). A cognitive corroborative case study approach for investigating discovered memories of sexual abuse. In: J. D. Read y D. S. Lindsay (Eds.), Recollections of trauma: Scientific evidence and clinical practice (pp. 379-388). Nueva York: Plenum.
Joaquin
Hola, motivado por la necesidad de saber al respecto dí con este artículo. Quiero comenzar aclarando que, al igual que el autor del artículo, creo que el psicoanálisis no es un método confiable, creo que hay muchas terapias psicoanalíticas mal conducidas, y estoy seguro de que esa disciplina nunca podrá alcanzar un estatus científico, ya que el funcionamiento interno de la mente es, como dijo alguien más en otro comentario, imposible de estudiar de manera determinista… Estoy convencido de que la mayoría de los psicoanalistas no cuentan con las bases sufiecientes para ayudar a otra persona, y que el riesgo de generar recuerdos falsos es muy real….
Dicho eso, y solo con la intención de aportar a quien le encuentre alguna utilidad, paso a contar mi experiencia personal, que es la que me trajo hasta este artículo en primer lugar….
Yo no era un niño, en realidad ya tenía 22 años. Hacía casi tres de estar siempre en compañía de una chica, ella de 17. Un día todo eso se acabó. Cuatro años después, me mudé.
Tengo los recuerdos de esa curiosidad. Aún estaba en mi antigua casa, es decir que todavía no habían pasado 4 años, y cuando recordaba a esta chica, me venía la curiosidad, no era tristeza, no era angustía, sólo una inofensiva curiosidad: «¿Cómo habrá sido la última vez que hablamos? ¿Mi última visita?» Yo me armaba una «imagen explicativa», algo que era como decir, debe haber sido algo así, aún sabiendo que no era en realidad el caso, simplemente una propuesta muy posible. En esta «imagen» yo me imaginaba pensando que las cosas no daban para más, y que un día había decidido dejar de vernos… Pero nunca me convencía de que fuera eso, pero era una explicación posible, y entonces pasaba a otra cosa…. Pero esa era una curiosidad recurrente, y nunca podía recordar qué era lo que había pasado… Al punto de sentirme culpable, llegué a pensar que simplemente me había desaparecido, llegué a preguntarme (recriminándome) «¿Será que aunque sea le habré dicho un adiós?», y estaba convencido de que no lo había hecho, convencido de que simplemente desaparecí, luego de una visita rutinaria, igual a las tantas visitas diarias, con charlas intrascendentes, risas, etc….
Luego, pasan los años, con épocas en que la curiosidad venía, y épocas en que no venía…. y pasan más años, 11 en total, y tengo 33, y comienza una seguidilla de mañanas llenas de curiosidad al despertar, de recordarla, como ya dije, sin angustias, sin tristezas, simplemente esa curiosidad inofensiva por saber cómo habría sido mi adiós, si es que había habido uno….
Pero esta vez, es tan seguido el hecho de tener esa curiosidad, que por primera vez empiezo a sentirme angustiado, más que nada culpable, y un día escribo una carta que sé que nunca entregaré, lo hago sólo para desahogarme, es un texto en el que básicamente pido perdón, por no haber hecho tal cosa, ni tal otra, ni aquella, ni esa, ni haber dicho aunque sea un adiós…. Esa carta queda escondida en mi disco duro…. pasan algunas semanas….
De repente, una mañana, al despertar, al tratar de desenfocar la mente de aquella recurrente curiosidad, decido pensar en alguien más, alguien que solía ver mucho en aquella época, y es ahí cuando me encuentro con la sorpresa más grande de mi vida…. Sólo pensando en otra persona, alguien que fué testigo de los hechos que llevaron al final de aquella historia, finalmente pude recordar con todo lujo de detalles lo que había pasado, pude recordar minuto a minuto, palabra por palabra, hasta incluso pude sorprenderme al ubicar aquel miércoles en el almanaque, corroborar esos detalles tan tenues, sólo debido a los detalles en las palabras, las conversaciones tan claras…. Y recordar todo afloró sentimientos muy profundos en mí, al punto de no poder controlar las lágrimas, iba por las calles, cruzaba la plaza llena de gente, y de repente, las lágrimas otra vez….
Y he podido corroborar cada detalle y saber que es un recuerdo real. Y lo recordé todo solo, sin ayuda de ningún psicoanalista ni influencias de ningún tipo, y entonces me doy cuenta de que era a todas luces, un recuerdo reprimido…. Y además, creo que también era un recuerdo NEGADO… porque, ya no tenía en cuenta aquella carta perdida en mi disco duro, y entonces la encuentro, y la leo, y me sorprendo al ver que línea por línea, todo lo que la carta decía que no pasó, en realidad sí había pasado, todas mis disculpas por no haber hecho tal cosa, sí la había hecho, tal otra cosa, también,…. Incluso dije «chau, adiós….» y ese adiós fué una de las palabras más tristes que he dicho…. De algún lado perdido de mi mente, salieron las palabras para esa carta, pero lo estaba negando todo, como si aprovechara que no recordara, para negar….
Bueno, a partir de mi experiencia personal, creo que los recuerdos reprimidos sí existen, aunque no creo en los psicoanalistas, quizás hayan descubierto el tópico, pero nunca van a tener las bases suficientes para ayudar a nadie…..
Se fué largo, no sé si aporta o no, simplemente es mi experiencia, que aún hoy luego meses, me sigue sorprendiendo….
Mabel
Hola,
Yo planteo algo a medio camino…¿y, si resulta que siempre has tenido un retazo de recuerdo que cada vez que acudía a tu mente tú pensabas: «ay…chica, cómo eres así, mira que incitar a tu propio padre». Y, volver a pensar en otro tema…y transcurre tu vida. Y, cuando llegas a cierta edad, te das cuenta que una niña de 4 años no puede incitar a su padre a hacer las cosas que hacen los mayores en las películas. Te das cuenta de que ¿Cómo es posible que estuviéramos los dos desnudos pero tapados con una manta de invierno?. Además, recordar que guardaras el secreto porque nadie te iba a creer, y que, encima, eres una privilegiada porque no todas las niñas juegan a lo que hacen los mayores con sus padres…Es decir, cuando tienes cierta edad y vuelve ese recuerdo, que en base nunca se perdió, que cada vez que piensas en la idea de suicidio y recapacitas y ves que no tienes motivos, y vuelve ese recuerdo, pero te sigues diciendo que fuiste tú. Y, claro, cuando asumes que no fuieste tú, entonces te haces preguntas y ves las incongruencias del recuerdo y de lo que tú siempre pensaste…Después, recuerdas más y recuerdas más no cuando piensas en ello, si no cuando menos te lo esperas. Cuando estás mantiendo relaciones sexuales con tu pareja y, de repente, te sientes una niña y en vez de tu pareja, ves, sientes y notas a tu padre. Efectivamente, lo primero que piensas es que estás paranoica y, de hecho yo emepcé a indagar sobre si todo eso me lo estaba inventando yo. Mi padre falleció hace años y toda la familia, incluida yo, lo teníamos en un pedastal como persona intachable, tan intachable que yo me culpaba de aquello. Lo único en que confío es en mi interior, y cuando pienso que yo me pudiera haber inventado eso, la intranauilidad, el ahogo y la ansiedad se apoderan de mí. Empero, cuando asumo que fue real, que eso es verdad, la paz se instarura en mi fuero interno, y me siento segura y a salvo. Lo principal es conocer cúales con las consecuencias psicológicas y emocionales de una persona adulta que ha pasado por un abuso sexual en la infancia, o por un incesto como es mi caso. Cuando investigué sobre las consecuencias, me ví reflejada en cada una de ellas. Ahora es cuando mi vida encaja perfectamente. Cada acto que he hecho, cada palabra que he dicho, incluso los intentos de suicidio, lo sueños que desde la adolescencia tengo (y, gracias, que desde pequeña soy aficionada a escribirlos), mi comportamiento sexual, el no hacer caso de mi cuerpo, el enfrentarme a los hombres cuando me lanzaban un piropo, los momentos en los que mis impulsos emocionales(gritos, lanzar las cosas, llantos, etc…) eran incontrolables, incluso cuando, en cierta medida, era consciente de que mi reacción era desproporcionada.
En estos momentos, y con las consecuencias psico-emocionales que causan los abusos sexuales de menores, estoy sopesando el contar esto a mi hermano, ya que siento que él pudiera haber pasado por lo mismo. Creo que el artículo da demasiado veracidad a una teoría en la que hay que poner excepciones. Y, que quede claro, que, también, estoy de acuerdo en que los recuerdos se pueden moldear, pero también, con sus exepciones. Por otro lado, no creo en la mayoría de psicólogos, yo misma desde los 12 años me he llevado porque siempre supe que algo iba mal en mí, que no estaba bien psicológicamente, y los psicólogos nunca me dieron solución, exepto mandarme al psiaquitra para darme pastillas. Las pastillas no son ninguna solución, sólo sirven para tapar el problema, no para erradicarlo y afrontarlo.
Fuertes abrazos a todas las personas que han escrito aquí y que han pasado por lo mismo que yo. Somos unos luchadores, fuertes e invencibles. Ánimo compañeros.
Juan Gerardo Martínez Borrayo
Rossy
Yo no soy psicoterapeuta. Pero lo que se de psicoterapia me dice que desconfíes de los psicólogos que te dice que el origen de tus problemas es que reprimiste eventos traumáticos de la infancia. Eso es psicoanálisis y me parece una muy mala práctica terapeútica. Mi recomendación sería la terapia cognitivo conductual ya que es la que ha ido demostrando con investigaciones que es la más eficaz. El psicoanálisis cree que existe la represión y por ello dice que si no recordamos nada de la infancia es porque las reprimimos. Pero hay otras explicaciones y te recomendaría que le echaras un ojo al tema de la amnesia de la infancia; de entrada puedes ver en Wikipedia (http://es.wikipedia.org/wiki/Amnesia_infantil) o bien en inglés (http://en.wikipedia.org/wiki/Childhood_amnesia). O bien en la siguiente base de datos (http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/?term=childhood+amnesia) donde puedes bajar algunos artículos gratis. Así pues, todos olvidamos nuestra infancia; es lo normal que pase así y no tiene que ver con que nos pasaran cosas horribles. Por lo tanto, cuidado con lo que te dice tu psicoterapeuta, te puede estar enfermando más de lo que te está ayudando. Saludos.
Juan Gerardo Martínez Borrayo
Mariana
Mi respuesta va en dos sentidos. De forma y de fondo.
De fondo. Creo que confundes el tema de mi artículo. No estoy hablando de que el abuso sexual infantil (ASI) no exista. Estoy hablando de que si hubo ASI no se debería de olvidar y, que por lo tanto resulta muy sospechoso, a la luz de las investigaciones que cito, que un evento tan impactante termine siendo olvidado. Yo no trato de decir que la gente se lo invente, si no que trato de argumentar que la mala práctica psicológica (psicoanálisis) es el origen de estos supuestos recuerdos reprimidos. Son los psicoanalistas los que les meten esas ideas porque su teoría dice que eso es lo que pasa (represión). Por otro lado, citar hace más creíble lo que estoy diciendo y yo sé que con un poco de esfuerzo alguien podría citar estudios contrarios a lo que estoy argumentando (al inicio del texto digo que esto ha sido motivo de intensos debates); pero la revisión de esos artículos ha llevado a la conclusión de que son endebles esos estudios (son reportes clínicos, fallan en verificar la existencia del evento traumático, la investigación tiene muy bien documentado que lo eventos traumáticos se recuerdan muchísimo y no se olvidan y los terapeutas no saben distinguir entre recuerdos fidedignos y falsos recuerdos).
De forma. Tu comentario está lleno de descalificaciones y eso vuelve poco atractivo tener un diálogo contigo. Bajas el intercambio de ideas al nivel de discusión. Espero una respuesta tuya de más nivel y sorpréndeme añadiendo diez metros de bibliografía.
rossy
Hola! Ingrese a esta página buscando información respecto a información de si es posible reprimir recuerdos traumáticos hasta olvidarlos por completo, estoy asistiendo a terapia con una sicologa para descubrir las causas de mi depresión, el tema es que siempre me ha llamado la atención que yo no recuerdo practicamente nada de mi infancia ni recuerdos buenos ni malos a excepción de contados eventos, uno de ellos fue cuando yo tendría unos 4 años y fue un tío a mi casa y yo estaba sola porque mi mamá salió a comprar, el tema es q recuerdo nitidamente la situación q a los cuatro años no entendía que sucedia pero claramente percibí una situación de peligro, mi tío se sentó a mi lado y trataba de tocarme pero se arrepentía de sus intentos, yo lo recuerdo sudando mucho, muy nervioso , preguntandome donde había ido mi mami… Y de ahí no recuerdo más, no sé si se fue, si llegó mi mami… Yo analizando mi comportamiento con el sexo opuesto hay muchos indicios de haber sido abusada sexualmente, estas depresiones sin motivos aparentes, el hecho de haber olvidado mi infancia por completo, que además fue muy sufrida, creo mi mente funciona reprimiendo recuerdos traumáticos, no sé … Esta es mi experiencia personal, me gustaría saber más del tema para ayudarme, si me pueden recomendar libros y alguna terapia especifica.
Marina
Elena tiene toda la razón y este artículo no tiene ni pies ni cabeza. Especialmente me refiero al abuso sexual infantil(ASI). ¿Qué persona va a inventarse algo así? Digo yo que puestos a imaginar, te imaginas una infancia feliz. Por artículos como estos hay tanto silencio en torno a los ASI, «si realmente creen, solo así se podría creer…» de verdad pensad un poco antes de publicar estas cosas. Y a mi no me sirve de nada que adjuntes diez metros de bibliografía porque seleccionar estudios que corroboren lo que tu crees lo puede hacer cualquiera. Lo que aquí importa es vigilar lo que se está diciendo y no poner una frase al principio del artículo que apunta a que los ASI perpetrados por los padres -inmensa mayoría de hombres perpetradores- es una leyenda urbana. Por favor…
Gerardo Martínez
Tanto Mónica como Jacquelin me preguntan sobre la memoria y porque hay algunos recuerdos que se forman sin ser ciertos; de nuevo recomiendo leer a Loftus. Pero para dar un ejemplo más, les dejo algo que escribí sobre la confesión y cómo a veces las personas dicen que cometieron delitos que jamás hicieron. Saludos.
LECTURAS DE LA MENTE
Por Juan Gerardo Martínez Borrayo
Departamento de neurociencias
Universidad de Guadalajara
La psicología de la confesión
En 1989, en la ciudad de Nueva York, una corredora fue secuestrada y golpeada hasta dejarla prácticamente muerta; como fue golpeada con saña, la policía trabajó a velocidad luz y en menos de 48 horas tenía a los culpables, 5 jóvenes que inmediatamente confesaron su crimen. Con la confesión en mano, su juicio fue sumario y fueron condenados a prisión.
Pero 13 años después apareció Matias Reyes que confesó que él era quien había matado a esa y otros corredores; al tener a dos asesinos confesos se reabrió el caso y al interrogar al Reyes proporcionó datos que solo el asesino podía haber sabido y se confirmó que el semen encontrado en la víctima era de él.
En diciembre del 2002, los 5 jóvenes fueron liberados.
Lo primero que se hizo fue revisar la grabación de las interrogaciones y se cayó en la cuenta de que sus descripciones eran vívidas, pero erróneas; cosa que en su momento nadie notó; al preguntárseles sobre que es lo que había pasado en el interrogatorio, los jóvenes dijeron que creyeron que si se confesaban culpables se iban a ir más pronto a su casa.
¿Por qué gente inocente se confiesa culpable?, en primer lugar porque las técnicas comúnmente usadas por los investigadores durante los interrogatorios los hacen propensos a meterse en una maraña de enredos; es por esto que en los Estados Unidos existe el derecho de quedarse callados (que inició en un caso llamado “miranda v. Arizona” de 1966).
En segundo lugar existe la tendencia de todas las personas a ser sugestionados; a sabiendas de esto, los policías suelen presentar falsas pruebas incriminatorias y amenazan a los detenidos de que se va a meter en un problema mayor si no confiesa en ese momento; muchos caen en esta trampa y firman su confesión creyendo que de esa manera se salvaron de un gran problema.
Saber cuando alguien esta diciendo la verdad o cuando esta mintiendo es bastante difícil; en el 2002, Christian Meissner y sus colegas de la Universidad Internacional de Florida, condujeron un metanálisis para investigar a profesionales que trabajan con mentirosos: policías, psicólogos, psiquiatras, etc., y no salieron muy bien parados: el entrenamiento los hace sentirse seguros de detectar a los que engañan, pero en realidad no lo hacen significativamente mejor que cualquier otra persona.
Si un interrogador juzga que tiene enfrente a mentiroso entonces toda la información que dé el interrogado va a ser usada en su contra; su interrogatorio se hace altamente agresivo y confrontativo: el acusado es aislado, el mobiliario es bastante incómodo, desde el inicio se les acusa de ser culpable, juegan a justificar los crímenes, interrumpen todo intento de defensa, vencen toda objeción que interponga el acusado, no le permiten retractarse de nada, llegan a fingir simpatía y urgen al sujeto a cooperar, incitan a que den detalles de lo que supuestamente pasó y convierten todo lo que dice en un texto (la confesión) que dan a firmar al sujeto.
Lo crean o no, en esta situación, la presentación de evidencia falsa pesa de tal manera que los acusados se la llegan a creer; esto fue demostrado por Saul L. Kassin y Katherine L. Kiechel, del colegio Williams, en 1996: en una situación inventada por ellos, 45 % de los acusados creyeron en su propia culpabilidad ante la presentación de evidencia fabricada.
Reconociendo que la gente confiesa por distintas razones, los psicólogos han categorizado las falsas confesiones en tres grupos: confesión voluntaria (cuando el hijo del aviador Charles Linderberg fue secuestrado en 1932, hubo 200 sujetos que se confesaron culpables sin serlo), confesión sumisa (son los que confiesan para escapar de una situación aversiva) y confesión internalizada (los que llegan a creer que cometieron un crimen).
El problema de las confesiones es que se le considera como la piedra de toque de la investigación criminal; por ejemplo Richard Ofshe, de la Universidad de California en Berkeley, revisó los casos en los que los sujetos se confesaban culpables (sin haberlo sido) y halló que los jurados los habían encontrado culpables en el 81 % de las veces.
Todo esto hace que se prendan los focos rojos en el proceso de investigación de crímenes; es demasiado el tiempo que se deja a los sujetos en un interrogatorio; también se debe de dejar de presentar evidencia falsa, por más que se crea en la culpabilidad del interrogado; no se debe de provocar las respuestas del interrogado tratando de justificar el crimen (ya sea diciendo que fue un accidente, que moralmente tenía la razón o que fue provocado a hacerlo). En todo caso se le debe de confrontar con evidencia cierta y haciéndole notar la inconsistencia en sus respuestas.
Debemos de recordar que entre meter inocentes a la cárcel a dejar asesinos en la calle se debe de escoger esta última, por más duro que esto nos parezca.
Comentarios y sugerencias, favor de dirigirlos a la redacción de EL OCCIDENTAL, o bien a la siguiente cuenta de correo electrónico: [email protected]
Monica
Buenos días.
Siempre he tenido una duda. Cuando tenía cuatro o cinco años, encontré un trozo de cartulina en mis genitales y no recordaba (ni recuerdo) cómo llegó ahí. Varios días después sentía un extraño dolor como cuando se rompe el himen. Yo aún no conocía mi cuerpo pero recuerdo que me preguntaba lo de la cartulina pues siempre he usado pantalones. Otra cuestión es que a los dieciocho años recibí mi primer beso pero no recuerdo gran parte de lo que sucedió. Hablaba con quien actualmente es mi esposo, él se acercó a mí y lo próximo que recuerdo es que pensé «me está besando». Fue como despertar de un sueño y lo vi besándome. Mi esposo me cuenta que en ese lapso de tiempo que olvidé sucedieron muchas cosas: como que lo intentó, se arrepintió, me abrazó y luego sí me besó. Quisiera saber por qué no puedo recordarlo, por más que lo intento, si yo estaba en perfecto uso de mis facultades mentales. Nunca he ido a ver a un psicoterapeuta con respecto a esto y, hasta que leí este artículo, creía en la memoria reprimida.
Al menos quisiera saber por qué mi cerebro pareciera escoger lo que quiere recordar y por qué a veces no puedo recordar algún evento aún cuando sé que el recuerdo está almacenado en mi mente, como si a mi cerebro no se le diera la gana recordarlo.
Jacqueline
Me parece soberbio su articulo, la mente humana no es algo que se pueda definir y estudiar tan determinantemente. Yo estoy en una situacion muy parecida a la de Elena, y realmente es un recuerdo que no busque, que no me agrada y no hay razon por la cual inventarlo. No tengo pruebas empiricas pero si consecuencias psicologicas que coinciden con las estudiadas en casos que si estan confirmados. Y en todo caso me gustaria saber la explicacion de por que la mente «inventa» esos recuerdos, porque en el caso del psicologo que conto, podria decirse que el hecho de que la niniera robara le fue traumatico y reprimio el verdadero recuerdo y lo reemplazo por lo que le hacia menos danio en ese momento. El funcionamiento de la mente no tiene una verdad absoluta.
Gerardo Martínez
Elena
Siento mucho que tenga la sensación de una infancia triste; pero parece ser que sin necesidad de entrar en psicoterapia usted ya creía en la realidad de los recuerdos reprimidos. Eso puede ser una las razones por las que usted terminó teniendo una sensación de tener recuerdos reprimidos (recuerde la investigación de Pope y sus colegas del 2006). De hecho no es necesario haber ido a terapia para implantarse recuerdos de cosas que no pasaron; es el proceso más normal del mundo que eso pase. Por ejemplo, la primera vez que oí de los recuerdos falsos fue una anécdota de uno de los más grandes psicólogos que han existido: Jean Piaget. Él contaba que de chico recordaba muy bien cómo habían ido él y su niñera al mandado y que habían sido asaltados. Pero con el tiempo la misma niñera le confesó que se había robado el dinero y le había instruido que dijera una mentira, la cual terminó creyéndose. Mi consejo que le doy es leer un poco sobre los recuerdos falsos, está el trabajo de Elizabeth Loftuf algunos de cuyos artículos puede leer aquí (http://socialecology.uci.edu/faculty/eloftus/). Pero sobre todo que tenga cuidado en culpar a su hermano de algo que usted no está segura que pasó. Trate de conseguir la última bibliografía que cito, porque eso le ayudará a saber si su recuerdo es fidedigno o no. Y si va a psicoterapia también tenga cuidado, la mayoría de los psicólogos creen en este mito. En fin, tiene razón en desconfiar de lo que digo, solo le advierto que tampoco crea en sus recuerdos y en lo que le digan los psicoterapeutas; debe de informarse y por ello tiene mucho trabajo por delante. Por último, nunca fuí irónico ya que nunca escribí algo queriendo decir lo contrario. Dejo ver mi total descrédito a semejante idea, pero nunca soy irónico, por lo menos no en este escrito. Saludos.
Elena
Buenos dias!
Bueno particularmente este articulo me ha ofendido por su tono irónico cuando habla de falsos recuerdos y dice expresamente que no es cierto que eventos traúmaticos provocan cierto grado de amnesia en la infancia. Pues bien hace cosa de dos meses en un proceso de crecimiento personal ya que siempre he tenido la sensacion de un infancia triste y cuando estaba reconciliandome con esa niña me vino una terrible sensacion de que mi hermano mayor habia abusado de mi. Dias mas tarde recorde ciertas imagenes y poco a poco e ido teniendo la sensacion de que no solo pasaron durante un verano cuando tenia 9 años si no que paso antes tambien, aunque no lo recuerdo bien lo siento asi. Todo ello sin ayuda terapéutica yo solita en mi casa. Despues de recordar acudi a un terapeuta y no me ha sometido a ninguna tecnica de las que habla, quiero decir que no he sido sugestionada por ningun terapeuta.
¿Cómo puede explicar lo que me ocurrio?¿Según lo que expresa, es todo una fantasía? ¿Porque me han venido recuerdos si solo se olvida no se reprime? ¿Porque no soy a la unica que le ha pasado?
Y como apunte final, decir que yo era muy esceptica con la teoría psicoanalitica y no creo muxo en la hipnosis ni en las terapias regresivas, pero ningun teoria es cierta 100% pero tampoco falsa 100%