Galeristas y artistas españoles y mexicanos hablan con el autor de esta crónica acerca de su participación en una de las ferias del arte contemporáneo más importantes del mundo. Les fue bien, dicen.
Madrid, España.— Contemporáneo. Arte. Crisis. Países Bajos. Latinoamérica. Éstas eran las palabras que se podían leer una y otra vez en las portadas de los suplementos culturales de los diarios en la capital española. Madrid fue sede durante cuatro días de una de las ferias de arte actual con mayor relevancia en el plano internacional. La edición 31 de la feria ArcoMadrid reunió cerca de 200 galerías de más de treinta países para exponer sus mejores piezas, esperando a que algún coleccionista o galerista preguntara: ¿cuánto cuesta? Holanda, la nación invitada. Solo Projects: Focus Latinoamérica fue el espacio donde se exhibieron obras latinoamericanas de 23 artistas de países como Colombia, Argentina, Chile, Brasil y Perú, entre otros. Ahí dos mexicanos montaron las suyas. En el stand de la galería Plataforma Arte Contemporáneo estaba la obra del tapatío Edgar Cobián. Marcela Armas, originaria de Durango, mostraba su pieza en el cubo negro de la galería Gustavo Arróniz.
En los pasillos de los halls 8 y 10 de la Feria de Madrid concurren cuerpos con miradas atentas a las pinturas, dibujos, esculturas, videos e instalaciones. Los galeristas miran con atención a quien pone los pies en su espacio de exposición, pero sobre todo se mantienen a la expectativa del arribo de algún coleccionista de renombre o del dueño o director de otra galería que podría ser su cliente. Ésta no es una feria para que la gente sólo venga y vea el show, además de que los artistas se den a conocer y que las galerías sean reconocidas por colegas de otros países; la esperanza es vender y regresar a sus países sin nada o casi nada de la carga que han traído a una nación en crisis.
Los escándalos de corrupción del gobierno español, de los sindicatos y los ataques de la policía a estudiantes en la ciudad de Valencia el fin de semana del 16 al 19 de febrero parecían no estar en la mente de quienes acudían a ArcoMadrid, para quienes gastar seis mil euros en una pintura o tres mil euros en un dibujo significaba darse un gusto para completar la colección que guardan en alguna galería, en una bodega privada, o para llevar algo que reflejara el buen gusto en alguno de los muros de su casa.
Nicolas Galley, creador del Máster en Estudios del Mercado del Arte de la Universidad de Zúrich, dice —en una entrevista publicada el 11 de febrero en el suplemento cultural Babelia del diario El País— que el mercado del arte no está en crisis y que por el contrario continúa la adquisición de piezas contemporáneas, porque la racha económica que se vive en Europa sólo le pega a las clases bajas y medias, pero no a las altas que pasean por estos días en ArcoMadrid. Mientras hay quienes pasean por los pasillos del arte internacional arrastrando una maleta para ocuparla con una o más piezas, otros levantan carteles y gritan consignas en las calles madrileñas, ocupan las plazas públicas del centro de esta ciudad como Callao o Puerta del Sol, manifiestan su rechazo a la reforma laboral y exigen a los sindicatos que defiendan los derechos de sus agremiados y no sean cómplices de lo que algunos llaman estafa, en vez de crisis, perpetrada entre los banqueros, los gobernantes y los empresarios.
Los escándalos de corrupción del gobierno español, de los sindicatos y los ataques de la policía a estudiantes en la ciudad de Valencia el fin de semana del 16 al 19 de febrero parecían no estar en la mente de quienes acudían a ArcoMadrid, para quienes gastar seis mil euros en una pintura o tres mil euros en un dibujo significaba darse un gusto para completar la colección.
Si alguno de estos indignados tomara una de las piezas del mexicano Edgar Cobián podría utilizarla como estandarte de lucha sindical o como una más de las pancartas que terminan colgadas al pie de la estatua de Carlos III Rey de España, montado en su caballo en Puerta del Sol. “Los que no trabajan son por lo general muy desdichados”. “Si eres pobre trabaja, si eres rico sigue trabajando”, se lee en unos de sus dibujos con humor sarcástico a colores negro y rojo. Cobián le da un tono burlón al trabajo, visto desde la barranca capitalista que parece estar llevando al precipicio a muchos españoles. El movimiento anarquista y sindicalista se ve reflejado en las doce pinturas de acrílico sobre papel que conforman la serie Motivos florales de Cobián, que utilizan distintos cortes del pendón rojinegro.
“Se trata de un ejercicio a partir de la bandera anarco-sindicalista. Me permito deconstruir la imagen para convertirla en un motivo decorativo. Mi propósito era generar pinturas que fueran muy atractivas visualmente y que se reflejara el cinetismo latinoamericano, en un primer nivel, y que por otro lado se dieran cuenta de que se trata del emblema de huelga”.
En España empieza a cobrar vida esta bandera en las múltiples manifestaciones callejeras, donde el mayor reclamo es contra la reforma laboral que facilita a las empresas despedir a sus empleados y prolongar los periodos de prueba sin contar con un contrato que los ampare y les otorgue todas las prestaciones que se contemplan en las leyes españolas.
Para Edgar Cobián los efectos de la crisis que viven los españoles no son ajenos a los que se experimentan en México. La falta de empleo, las condiciones precarias de trabajo, los malos salarios, la disminución de prestaciones y los contratos bajo el esquema outsourcing son algunas de las semejanzas que guardan estas dos naciones. “Esta situación es ajena a muy pocos países en el mundo. Estamos metidos en una crisis económica global. El sistema en el que vivimos está resultando incapaz de proporcionar los beneficios básicos para la gran mayoría de las personas. Creo que a nosotros como artistas nos corresponde y nos es obligado hablar de esos temas en nuestras creaciones”, dice Cobián.
La conexión entre estas piezas y los coleccionistas y galeristas internacionales hizo que los representantes de la galería Plataforma Arte Contemporáneo regresaran a la Guadalajara mexicana con nueve piezas menos (valuadas en mil 700 euros en promedio, cada una, o sea que con todo y crisis vendieron 250 mil pesos aproximadamente). Las pinturas fueron cargadas por las manos de la directora de la galería, Lorena Peña, y el artista Cobián, lo que a los demás expositores les parecía inusual, pues la mayoría habían contratado a personal dedicado a la carga y descarga de piezas, me contaron estos tapatíos mientras disfrutaban de una caña, una vez relajados después de terminar sus participación en la feria con ventas que los dejaron satisfechos.
Bajo una línea crítica también al sistema económico que rige en el mundo Marcela Armas expuso en ArcoMadrid su Máquina Stella. Una máquina en forma de estrella construida con un sistema de compensación de energía eléctrica que se transforma en calor y la distribuye entre sus partes. La artista concibió esta obra que a primera vista podría parecer un simple proyecto electrónico pero que, en el fondo, es una analogía del sistema de riqueza que busca un equilibrio. “La pieza tiene un equilibrio muy fino y todas sus partes están intercomunicadas de tal manera que hay un movimiento de tensión constante por la demanda y repartición de energía. Si al sistema no se le da un mantenimiento la máquina se colapsa, hay mucha incertidumbre en su estabilidad”. Así es como Marcela Armas reflexiona sobre la inestabilidad e incertidumbre financiera que se vive en la actualidad, “muy a la economía de España”. Armas estudió la licenciatura en artes plásticas, aunque ha trabajo en distintas plataformas, por lo que no se preocupa en ubicar su trabajo en categorías artísticas como pintura, escultura, fotografía experimental o instalaciones, sino que le importa significar otro tipo de cuestiones más allá de la formalidad del arte: “Me interesan las ideas y la exploración de cómo puedo abordarlas desde otros lenguajes y perspectivas”, dice.
Dedicarse al arte es difícil, sigue Armas, pues además de las complicaciones económicas con las que se enfrenta para vivir, este oficio no conoce una línea de separación con la vida: “Es una reflexión constante de la vida misma, no lo puedes separar, no hay un horario de oficina. Pero también hay un goce en ellos que a la vez es agotador. Siempre hay momentos de cansancio en los que uno tiene que aclarar la mente”.
Con tres años exponiendo su obra en la galería Arróniz de la Ciudad de México, Armas tiene claro que el mercado del arte no lo es todo en la sobrevivencia de un artista y mucho menos al momento de crear su siguiente pieza, y externa su preocupación porque el mercado no determine la práctica de los artistas. Considera que los artistas en México trabajan bajo una dinámica de experimentación con medios al igual que con recursos que puedan renovar su visión de las problemáticas actuales. “No podemos todavía pensar en vivir del mercado del arte. Tampoco creo que sería sano hacerlo, tiene que haber un equilibrio para que sigan existiendo los circuitos alternativos de producción que no están ligados con la economía del mercado del arte”.
Luego de haber sido rechazado del Centro de Capacitación Cinematográfica de la Ciudad de México, Emilio Valdés estudió en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda. Es primera vez que viaja a Madrid para exponer su obra en el stand de la galería Luis Adelantado. Su exposición Is this trip really necessary? se inauguró el 24 de febrero en la sede de la galería en Valencia. Llegó a ArcoMadrid para exponer parte de este gesto visceral de su infancia, alejado de la temática económica que impera en las piezas de sus connacionales.
Bajo una línea crítica también al sistema económico que rige en el mundo Marcela Armas expuso en ArcoMadrid su Máquina Stella. Una máquina en forma de estrella construida con un sistema de compensación de energía eléctrica que se transforma en calor y la distribuye entre sus partes.
A sus treinta años recuerda cuando doblaba hojas de papel para hacer sus propios aviones. Luego de dos décadas recupera en su memoria aquel juego: dibuja aviones en un enfrentamiento en tinta china sobre papel liberón. “Narran una estética aérea de batalla, son aeronaves de la II Guerra Mundial que plantean una seducción por la destrucción y un juego de poder que generan estas naves voladoras”. Emilio interpreta que a pesar de que estás máquinas impresionan por su gran tamaño y se miran como un invento increíble, en realidad son una coraza para una vulnerabilidad de los pilotos, quienes en su mayoría mueren o se estrellan en un enfrentamiento bélico.
Su abuelo era aficionado al modelismo de aviones de guerra. Recuerda que de niño entendió que había aviones nazis, kamikazes, estadounidenses e ingleses peleándose en el cielo: “No me quedaba claro quién era bueno y cuál malo. Simplemente entendía este juego de poder y me sentía atraído por esas atmósferas de heroísmo, destrucción y máquinas”. Para él jugar con un pequeño avión armable no es jugar con un plástico que mide diez centímetros, sino imaginar cómo sería manipular un “súper objeto gigante”.
Las expectativas poco positivas que se tenían este año sobre las ventas en ArcoMadrid se revirtieron, a pesar de que las voces del gremio artístico afirmaban que en esta edición las ventas serían pocas y que los coleccionistas se detendrían a pensar dos veces si valía la pena adquirir tal o cual pieza, dice Carles Taché, coleccionista y galerista del espacio de exposiciones que lleva su nombre con sede en Barcelona: “Al margen de la situación y del entorno económico las cosas han funcionado muy bien. Ahora se juntaron coincidencias de la ciudad con Arco, como la exposición del Museo Ermitage en el Museo del Prado, el 300 aniversario de la Biblioteca Nacional, entre otras, que atraen más al visitante internacional. Arco tiene una buena dirección y se refleja en todo lo que sucede en la feria”.
Con su cabello canoso despeinado, su mirada fija y su gafas con armazón de color negro, Taché confiesa que tiene un especial cariño por México y muestra su emoción al ser entrevistado. Dice con orgullo que está encantado de representar en su galería al artista mexicano Bosco Sodi, a quien califica como una de las figuras estrellas en esta feria de arte: “Muchísima gente ha hablado de él, otros ya lo seguían. Este año hubo exposiciones y eventos que han puesto en primer orden internacional la obra de Bosco. Hay buena aceptación por parte de la gente que desconocía su trabajo. En relación con México tenéis un buen representante en Arco, un mexicano que es muy querido y muy respetado”.
Sueños, confianza, ilusión y esperanza son palabras que todos los días se repiten en este país y en otros, como si al pronunciar sus vocablos tuvieran un efecto mágico que ayudaran a pintar la realidad de un fondo no tan negro. Una representante de la galería Javier López dice que a ArcoMadrid 2012 llegó ilusionada y con la esperanza de vender las piezas de los artistas, aunque el flujo de coleccionistas ha sido diferente al de ediciones anteriores de la feria; esta vez se vio a menos gente caminar por los pasillos durante los tres primeros días, pero durante el último, el domingo 19, asistieron más, esto aunado a que la presencia de galeristas de otros países ha sido poca. Para esta galerista los bolsillos rotos que ha dejado la crisis se reflejan en el comportamiento de compra de los visitantes, ahora la gente se la piensa mucho más que antes. “Anteriormente los primeros días se vendía todo, ahora la gente se espera hasta el final a ver si obtiene más rebaja o mejor precio. Yo creo que la gente que tiene poder adquisitivo sigue comprando, compra menos pero lo sigue haciendo, esto tiene que seguir, si no se consume la crisis se alargaría infinitamente”.
“ArcoMadrid les agradece su visita este año. Los esperamos en su próxima edición. Las puertas se cerrarán en quince minutos”, se escucha en las bocinas del centro de exposiciones. Los visitantes poco a poco van abandonando la sede. Algunos van recogiendo las ediciones de colección de las botellas de aluminio de Coca Cola y Heineken que les regalaron, mientras que otros aprovechan el fin para llevarse las pequeñas macetas que eran parte de la decoración del stand de esa marca cervecera. Los artistas, galeristas y en algunos casos el personal especializado que contrataron empiezan a desmontar sus piezas y las bases o hilos que las sostienen, algunos embalan las obras y les colocan un certificado de originalidad y buen estado —éstas fueron vendidas. Otros guardan todo para regresarlas a su galería y seguirlas exhibiendo, en un momento donde la crisis se ve en toda España, hasta en el supermercado, donde hay productos con la leyenda “precio anticrisis” impreso en la envoltura. Ojalá estos también llegaran a México. ®