Son tres los infalibles vectores a los cuales se puede recurrir para garantizar que un filme sea lo suficientemente injurioso: el sexo, sobre todo explícitamente duro, y el uso, siempre en exceso, de la violencia y las drogas. Pero no solamente esto…
Nosotros, que hemos violado las leyes, los mandamientos y las obligaciones de la avant-garde; es decir, aburrir, tranquilizar y oscurecer a través de un desgraciado proceso dictado por la conveniencia práctica, nos declaramos culpables ante los cargos.
Nosotros abiertamente renunciamos y rechazamos el establecido esnobismo académico que levantó un monumento a la haraganería conocido como estructuralismo y procedió a encerrar a los cineastas que poseían la visión para ver más allá de esta farsa.
—Orion Jerico (pseudónimo de Nick Zedd)
Y aunque aparentemente desgastados, son tres los infalibles vectores a los cuales se puede recurrir para garantizar que un filme sea lo suficientemente injurioso: el sexo, sobre todo explícitamente duro, y el uso, siempre en exceso, de la violencia y las drogas. Aunque hay que enfatizar que las peculiares y distintas formas de darle a la película una crudeza narrativa, la sutileza estética y el anticonvencionalismo, entre muchos otros recursos fílmicos, son muy significativos —pero sobre todo determinantes— para que un director pueda consagrarse como verdaderamente excepcional.
De allí, también, que algunas corrientes hayan logrado consolidarse como imprescindibles referentes fílmicos, como es el caso del llamado Cine de Trasgresión, el cual ha influido en no pocos directores contemporáneos.
Para poder hablar del Cine de Trasgresión es necesario remitirnos al No Wave Cinema, movimiento que no sería manifestación exclusiva de toda una serie de filmes underground; de hecho, el No Wave nace de manera primigenia como una forma de creación musical, por un intento de dar continuidad a las variadas expresiones estéticas de un punk rock que, en la escena neoyorquina de finales de los años setenta y principios de los ochenta, ya comenzaba a desdibujarse. El No Wave intentará reivindicar tanto la esencia de las letras subversivas y desafiantes como la música desbordante de grupos como New York Dolls o Bad Brain.
Para poder hablar del Cine de Trasgresión es necesario remitirnos al No Wave Cinema, movimiento que no sería manifestación exclusiva de toda una serie de filmes underground; de hecho, el No Wave nace de manera primigenia como una forma de creación musical, por un intento de dar continuidad a las variadas expresiones estéticas del punk rock.
El concepto del No Wave desde el principio hizo expresa y evidente la intención por distanciarse tajantemente de otro género que también había nacido dentro y por influencia del punk rock, el New Wave; de allí su evidente antagonismo nominal. Y es que los grupos New Wave —los cuales solían fusionar elementos provenientes del reggae, el funk o el ska—, a diferencia de los No Wave, utilizaron abiertamente al punk rock para catapultarse y poderse consolidar en el escaparate comercial, respaldados, como era de esperarse, por los grandes sellos discográficos.1
Por otra parte, el No Wave ilustrará perfectamente la manera en cómo la música y el cine crecen y se van entretejiendo, para acompañarse y retroalimentarse significativamente. La forma en cómo el No Wave Cinema deja de serlo para convertirse en Cine de Trasgresión es incierta, sin embargo, poco debería de importar si después de todo se continúa manteniendo el espíritu underground. La parte musical del No Wave fue muy vívida aunque poco homogénea, con texturas variadas y la inclusión de ritmos que aparecen ya muy alejados del clásico sonido punk; encontramos a grupos como Mars, Teenage Jesus & the Jerks, Monitor o los extraordinarios Swans y Sonic Youth. Lydia Lunch, por su parte, será el personaje más paradigmático de este traslado del No Wave Cinema al Cine de Trasgresión, sobre todo porque se convertirá en una artista que al mismo tiempo incursiona en la música y el cine.
Fotógrafa, escritora, performancera y, por supuesto, cineasta y compositora, Lydia Lunch ha logrado erigirse como todo un hito en la interdisciplinariedad artística. Ha sido, incluso, un referente importante en esa corriente de filmes pornográficos franceses que reviró agresivamente para dar lugar a un modo insospechado de representación de la sexualidad, discernible en el llamando nouvelle vague porno. De hecho, ésta nueva forma de hacer cine le permitió a Lydia echar mano de sus elementos performanceros y así poder exaltar el erotismo, la crueldad y la lujuria ejercidos contra el cuerpo humano. Pero algo que hace a Lunch estar atada y reafirmar aún más su relación con la música, así como con la poesía, es su total y sorprendente entrega en las spoken word.
Dentro de sus trabajos fílmicos Lydia Lunch llegó a trabajar —en Fingered, por ejemplo— con otro de los grandes representantes del Cine de Trasgresión, Richard Kern. Influido por el putrefacto y autodestructivo ambiente del punk, Richard siguió al pie de la letra las recomendaciones que su amigo Nick Zedd sugería en su Manifiesto: “Rompe tantas reglas como puedas”. Goodbye 42 Street (1983) será su primer rodaje, y en él dejaría claro el camino a seguir: sexo, drogas, violencia… y más sexo.
Kern trabajará posteriormente en algunas otras cintas, entre las que cuentan You killed me first (1985), Thrust in me (1985), Stray dogs (1985), para después sumergirse en el bajo mundo de Nueva York y convertirse en un indigente y en el ácido protagonista que habitaría los ambientes que él mismo recrearía.Después de vagar por las inicuas calles neoyorquinas y por los abismales interiores de su alma, en la década de los noventa Richard Kern se reincorpora al mundo del arte y decide abandonar su súper 8 para dedicar la mayor parte de su obra a la imagen fija. Pero, curiosamente y al igual que Lydia Lunch, el destino lo acercaría de nueva cuenta a la música, ya que se convertirá en el director de algunos videos musicales de grupos como los Butthole Surfers, The Breeders y Sonic Youth.
Pero el más importante representante del Cine de Trasgresión es Nick Zedd,2 autor del Manifiesto de Trasgresión y considerado la mente distorsionada y creadora de este género. Su primera cinta fue They eat scum (1979), en la cual aún no es plenamente discernible la fuerte influencia que Zedd tenía del dadaísmo, pero en donde sí puede percibirse una constante apología del nihilismo. Posteriormente vendrían, sólo por mencionar algunas, The Bogus Man (1980), The wild world of Lydia Lunch (1983), Totem of the depraved (1983), School of shame (1984), Kiss me goodbye (1986), War is menstrual envy (1992), Thus spake Zarathustra (2001), etc. Un creador ávido por mostrar la desgarradora condición humana y siempre asumiendo una posición cáustica e irreverentemente escatológica.
Nadie dudaría que muchos rastros del Cine de Trasgresión los podemos hallar esparcidos en varias cintas contemporáneas reconocidas: Drugstore cowboys (1989),3 My own private Idaho (1991) y Last days (2005), de Gus Van Sant; Los idiotas (1998) de Lars Von Trier; Blue velvet (1986) y Lost highway (1996), de David Lynch o Spider (2002) y Crash (2002),4 de David Cronenberg.
Evidentemente, el cine puede darse el paradójico lujo de carecer de elementos escénicos, materiales o humanos, pero nunca imaginativos. Es más, su base e impulso creativo puede ser precisamente ése: el ascetismo. Y prueba de ello es el Cine de Trasgresión, que supo aprovechar perfectamente todo tipo de desecho, pero sobre todo el humano. ®
Notas
1 El New Wave tiene una evolución completamente distinta en otros países.
2 Hay quienes aseguran, como el crítico de cine Jack Sargeant, que el verdadero creador del Cine de Trasgresión fue Jack Smith, quien se iniciaría en el cine en los años cincuenta y fuera el creador de Flaming creatures. Por cierto, cuando Zeed comenzó a relacionarse con el circuito del celuloide subterráneo conoció a Jack Smith.
3 Vale la pena destacar la efímera pero también muy simbólica participación del temerario escritor junkie William Burroughs.
4 Que bien podría ser un extraordinario e insensato poema futurista de Marinetti.
Alberto Valmond
Nick sabe el esfuerzo que conlleva intentar, con sangre y pena, ser raro y tratar por todos los medios posibles ser aplaudido o escupido; para el caso es lo mismo.
Lo que me deja el discurso transgresor es una gran indiferencia. Uno busca, como espectador, una visión nueva o un replanteamiento nada o poco ortodoxo; una forma distinta de usar el lenguaje. No un sentido tan vacío y miope. “Rompe todas las reglas…”. En realidad preocupa que cerebros con dos neuronas lean textos anárquicos o anticonformistas. Porque o se ponen a incendiar McDonald’s o se dedican, más jodidamente, a realizar obra inútil; para después hablar de sus fechorías tomando un capuchino en algún Starbucks. ¡Que puto asco, Señor!
Siempre agradeceré que el mundo tenga de su lado a aquellos que NO NECESITAN esforzarse por ser distintos; sino que simple y llanamente lo son. Aquellos cuyos ojos son incapaces de ver el mundo como lo hace el común denominador, y que ellos, hermosos ellos, ni siquiera lo saben.