La victimización del PRI

El manto del mártir

AMLO es responsable de esa victimización del PRI. Su actitud no ha sido inteligente y eso no es una sorpresa. El perredista debió, primero que nada, reconocer su derrota en las urnas, es decir, la victoria priista netamente electoral, para después impugnar el proceso con pruebas certeras, y no al revés.

La torpeza intelectual y sobre todo emocional de Andrés Manuel López Obrador y toda su cohorte de adoradores, lacayos e incluso algunos simples simpatizantes ha causado un efecto inesperadamente paradójico en el ambiente postelectoral. El fenómeno no sólo se ha manifestado en los entornos ciudadanos políticamente más activos compuestos por universitarios y gente informada, también en los de la opinión pública. A esa porción del llamado “círculo rojo” compuesta por aquellos que siempre han sido críticos con AMLO se le han sumado periodistas e intelectuales de diversas cepas ideológicas que van desde la izquierda liberal hasta la derecha conservadora, pasando por la socialdemocracia y las combinaciones derivadas de todas éstas. El efecto consiste en que el Partido Revolucionario Institucional (PRI), contra el cual tradicionalmente la mayoría de los mexicanos hemos despotricado, se ha envuelto súbitamente en el manto del mártir. Pero éste no es un fenómeno privativo de la época postelectoral, no, comenzó mucho antes, quizá desde el inicio de las campañas, es decir, cuando la creciente clase media mexicana así como la decreciente clase alta comenzó a denostar ferozmente a través, principalmente, de las redes sociales al candidato priista Enrique Peña Nieto. Yo, que formo parte de los que vieron a AMLO como la opción menos terrible de entre el infame cuarteto contendiente, debo reconocer, me sumé en algún momento a los denuestos. Pues bien, hoy en día, en plena pugna y, por qué no decirlo, tensión democrática, se lee poca crítica hacia el PRI y mucha contra el líder de los “progresistas”.

La nuestra es una democracia amnésica, de inercia campirana. El voto por el PRI fue, por una parte, un voto de castigo a la ineptitud panista que se extendió durante doce años y que tiene al país ensangrentado, pero sobre todo fue un voto donde el temor a que un candidato de izquierda, porfiado y retrógrada como AMLO, ocupara el cargo ejecutivo.

Un buen amigo de Facebook, un tipo bien informado, razonable y que defiende la democracia a toda costa, me comentaba que al inicio de las campañas no tenía un favorito por el cual votar. Sin embargo, me confesó, conforme el proceso se fue desarrollando, las incisivas agresiones hacia Peña Nieto y la radicalización no pocas veces insultante en el discurso de los votantes de AMLO lo fueron convenciendo de votar por el priista. Es decir, lo comenzó a ver como al indefenso. “De risa loca… un candidato del PRI como víctima”, me escribió en un intercambio a través de la red. Esta misma actitud se ha propagado de diferentes maneras en los medios impresos y electrónicos. Hoy, muchos de los que veían a AMLO como la única alternativa viable han comenzado a criticarlo por no reconocer su derrota y prolongar una insana incertidumbre entre ese sector de la población que lo sigue viendo como su salvador. De manera irresponsable, AMLO está permitiendo que a grupos conformados originalmente por universitarios como el famoso YoSoy132, se le unan grupos guerrilleros como el EPR. A todas luces, una bomba de tiempo.

AMLO es responsable de esa victimización del PRI. Su actitud no ha sido inteligente y eso no es una sorpresa. El perredista debió, primero que nada, reconocer su derrota en las urnas, es decir, la victoria priista netamente electoral, para después impugnar el proceso con pruebas certeras, y no al revés, tal y como lo ha hecho.

La nuestra es una democracia amnésica, de inercia campirana. El voto por el PRI fue, por una parte, un voto de castigo a la ineptitud panista que se extendió durante doce años y que tiene al país ensangrentado, pero sobre todo fue un voto donde el temor a que un candidato de izquierda, porfiado y retrógrada como AMLO, ocupara el cargo ejecutivo.

No debemos olvidar, sin embargo, que el PRI no es ninguna blanca paloma y que Peña Nieto no tiene un currículum inmaculado. Todo lo contrario, el PRI sigue estando conformado por delincuentes de cuello blanco y en su nómina histórica figuran innumerables sátrapas corruptos. El virtual presidente de México ha probado ser torpe y autoritario, y mantiene relaciones amistosas con personajes que deberían estar en la cárcel, empezando por su tío y padrino, Arturo Montiel. El gobierno priista debe ser vigilado muy de cerca por todos. Un gobierno aún más corrupto que el de los panistas llevaría al país a una crisis profunda no sólo en el plano social, como la que ya se vive actualmente, sino en el frágil marco del desarrollo sustentable.

El que olvida la historia o, sencillamente, la ignora, carece de los elementos necesarios para enfrentar el presente. Sin presente, no hay progreso y, menos aún, evolución. ®

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Publicado en: Diábolo, Julio 2012

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