Hoy ese conglomerado de falsa izquierda de doble raigambre estalinista y priista tiene como dogmas el del fraude contra el autonombrado Apóstol y la eterna conspiración de los ricos y poderosos contra la democracia, la información y la libertad. Todo para ellos es una conspiración. Dedicarle unas cuartillas al plagiario Bryce Echenique —así lo hagan Poniatowska o Villoro— es distraerse de los grandes problemas nacionales, una irresponsabilidad.
George Orwell escribió que “los intelectuales tienen una inclinación mucho mayor al totalitarismo que las personas corrientes”. Abundan los ejemplos de escritores y artistas que defendieron el régimen asesino de Stalin y, en nuestra región, la dictadura de Castro. En un discurso en Frankfurt, el 7 de octubre de 1984, con motivo del Premio de la Paz de la Asociación de Libreros de esa ciudad, Octavio Paz criticó el sesgo autoritario que una facción del sandinismo quería imprimir a la revolución nicaragüense y advertía de la necesidad de respetar las libertades y de convocar a elecciones; en esa alocución Paz también señaló la responsabilidad histórica de Estados Unidos en la región. Sin embargo, la izquierda mexicana reaccionó con virulencia: “A los pocos días se difundió un pliego condenatorio a las opiniones de Paz firmado por 228 profesores de varias universidades”, rememora Armando González Torres; continúa: “La irritación con las afirmaciones fue tan grave que, el 11 de octubre, durante una manifestación de rechazo a la visita a México del secretario de Estado norteamericano George Shultz, la efigie del escritor, enmarcada en una televisión, fue quemada frente a la embajada de Estados Unidos, bajo un coro que rezaba: ‘Reagan rapaz, tu amigo es Octavio Paz’” [“Octavio Paz: la querella del diálogo y el ruido”, Letras Libres, octubre de 2011].
En nuestros días esa “izquierda” es más estridente, negada casi por completo al diálogo y mucho más proclive a la calumnia y la agresión, además de plegarse a los designios de un caudillo mesiánico y manipulador. Al servicio de este mal perdedor en las dos últimas elecciones presidenciales han estado Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis —que sigue publicando desde el más allá—, Sergio Pitol y José María Pérez Gay —quien tiene en su haber un penoso copy-paste de la Wikipedia alemana—, entre otras veneradas figuras de la cultura mexicana que se creyeron el cuento del cambio verdadero y la república amorosa.
Hoy ese conglomerado de falsa izquierda de doble raigambre estalinista y priista tiene como dogmas el del fraude contra el autonombrado Apóstol y la eterna conspiración de los ricos y poderosos contra la democracia, la información y la libertad. Todo para ellos es una conspiración. Dedicarle unas cuartillas al plagiario Bryce Echenique —así lo hagan Poniatowska o Villoro— es distraerse de los grandes problemas nacionales, una irresponsabilidad.
Hace unas semanas una torpe aprendiz de crítica acusaba en suplementodelibros.com a Daniel Krauze por haber ganado el I Premio Letras Nuevas de Novela 2012 —convocado por Planeta y Sanborns— pues, según ella, era imposible que lo hubiera obtenido limpiamente: llevar el apellido de un “intelectual orgánico del priismo” y recibir el premio de manos del “hijo del hombre más rico del mundo”, escribió, es motivo de sospecha legítima. No importa que Krauze haya enviado su manuscrito de manera anónima, el premio es producto de un fraude, desde luego, y, ah, cómo no, de la red de influencias que “atraviesa todos los aspectos de la vida social”. ®