Un autor prendado de su personaje

Ruby Sparks, de Jonathan Dayton y Valerie Faris

Resultaría sumamente cómodo quedarse tan sólo en una apreciación entusiasta del filme, motivada por la frescura tanto de la historia como de la joven protagonista. No poca autocomplacencia con la propia vida y exhibicionismo un tanto narcisista fueron los motores que impulsaron a Zoe Kazan a retratarse y escenificar la relación amorosa.

El cartel.

El cartel.

Precedida de críticas muy halagüeñas llega Ruby Sparks (2012), una cinta de Jonathan Dayton y Valerie Faris, aclamados directores de videos musicales, quienes se habían estrenado ya con Little Miss Sunshine (2006). La idea y la historia surgieron de la joven actriz, que también figura como protagonista, Zoe Kazan, cuya pareja en la vida real, el actor algo más grande que ella, Paul Dano, quien hace el papel coprotagónico, el de un joven escritor de éxito (Calvin Weir-Fields) que, en medio de una crisis de creatividad y existencial, bajo el influjo de un psicoanalista, el doctor Rosenthal (Elliot Gould), comienza a escribir un relato más bien autobiográfico.

Una noche Calvin tiene un sueño: imagina a un personaje femenino, una chica nacida en Dayton, Ohio, a la que le gusta dibujar de manera amateur y estuvo prendada de Humphrey Boggart y de James Dean, cuando se enteró que desde largo tiempo atrás habían muerto, experimentó una gran decepción.

Con unas medias tintas entre pirandellismo y realismo mágico, ni una ni la otra corriente por entero, ya que el personaje no cuestiona directamente a su creador pero, por otra parte, cobra existencia en la realidad cotidiana. Al principio Calvin se siente presa de una alucinación, incluso de algo más grave, un delirio que roza la esquizofrenia, que va cediendo a medida que otras personas se percatan de la presencia real de Ruby quien, como el autor había anhelado siempre, adora al perro de aguas Scotty, el cual Calvin adquirió por consejo del doctor Rosenthal para que le ayudara a relacionarse con chicas durante sus paseos por el parque, algo que no había pasado, dada la timidez natural de la simpática mascota, todo un personaje en la cinta.

Una noche Calvin tiene un sueño: imagina a un personaje femenino, una chica nacida en Dayton, Ohio, a la que le gusta dibujar de manera amateur y estuvo prendada de Humphrey Boggart y de James Dean, cuando se enteró que desde largo tiempo atrás habían muerto, experimentó una gran decepción.

Resultaría sumamente cómodo y algo oportunista quedarse tan sólo en una apreciación más bien entusiasta del filme, motivada por la frescura tanto de la historia como de la joven protagonista. No poca autocomplacencia con la propia vida y exhibicionismo un tanto narcisista fueron los motores que impulsaron a Zoe Kazan a retratarse y escenificar la relación amorosa que tiene en la cinta. La actriz, estudiante de artes dramáticas de Yale, ha declarado que su intención era presentar a una mujer tal como la veían los hombres quienes, de una u otra manera, pretenden siempre cambiarla, amoldarla a sus gustos y caprichos, volviéndola casi un objeto carente de voluntad individual.

La historia se complica cuando, una vez pasada la primera conmoción por su presencia real en el mundo, el hermano del escritor, Harry (Chris Messina), es capaz de verla, hasta cocina para él. Ruby comienza a aburrirse de pasar todo el tiempo encerrada con Calvin, quien prudentemente ha decidido suspender el cotidiano proceso, casi rito, de teclear su novela. Si ya no añade ni una sola línea, piensa, el personaje deberá permanecer como ha sido hasta ese momento. Algo que no ocurre, pues Ruby se siente sola e inútil, incluso comienza a considerar la idea de hallar un trabajo. Ahí, de hecho un poco antes, instigado por su hermano, Calvin añade unos cuantos cambios que luego suprime, como que Ruby hable francés a la perfección. De estos retoques jocosos pasarán a una animada hilaridad cuando Ruby amenaza con caer en una depresión. Todo esto gracias a los dedos sobre las teclas del escritor. Antes de llegar a esas intervenciones autorales de carácter tan extremo, Calvin decide darle gusto a la chica y aceptar la invitación de la madre de él de ir unos días a Big Sur, la propiedad campestre donde vive ella (Annette Bening) en compañía de un tallador de madera y curioso artesano, de nombre Mort (Antonio Banderas). La casa ha sido totalmente construida por el nuevo compañero de la madre. El hermano de Calvin y su mujer llegan de visita por el fin de semana. El joven escritor, sin embargo, se muestra algo reticente y sobre todo extrañado ante la actitud tan new age de su madre, dice que Mort le ha lavado el cerebro.

Una escena de Ruby Sparks.

Una escena de Ruby Sparks.

A la vuelta del viaje, Ruby comienza a caer en una crisis depresiva e incluso amenaza con abandonarlo, entonces Calvin se ve obligado a modificarla a su entero gusto, si bien los cambios resultan inexplicablemente más radicales que en el texto. Ruby riendo sin parar, en un estado de euforia casi neurótica. Luego Ruby tierna y amorosa, sobre todo dependiente, que no quiere separarse de él ni para ir al baño. Ya un razonamiento de Harry, el hermano, quejándose sobre su mujer y el temperamento impredecible que le era característico, le dio a entender la panacea que tenía entre las manos como autor, podía manejarla a su antojo. Es verdad pero es lastimero ver a Ruby convertida en un objeto inconsciente de las veleidades de su creador

Finalmente, Calvin decide escribir en su vieja máquina que Ruby es libre para siempre. El resultado inmediato es que al día siguiente Ruby ha desaparecido. Calvin se entristece pero aprende a vivir con este duro gesto de generosidad para él. Un día en el parque vuelve a encontrarse con ella. Está ataviada como de costumbre con colores como el lila y el rosa, medias largas y vestidos entallados y cortos, una moda que en algo evoca a la niña provocadora, la Lolita que Calvin forjó en su imaginación. Al parecer, la chica (“Ruby, la chica de mis sueños” es el título de la cinta en México) no recuerda nada de su existencia anterior pero está viva y Calvin le resulta familiar. El happy ending, en un alarde de realismo mágico, es que Ruby —ahora libre— puede enamorarse en verdad de Calvin. La moraleja es diáfana: las chicas desean que se las deje en libertad, sin asfixiárselas imponiéndoles imágenes preconcebidas que ellas deben encarnar, ésa es la única forma de amar en realidad.

Verla una segunda vez es una prueba dura para este filme, pues ni la fotografía ni las actuaciones ni las escasas peripecias de la historia, siendo todas correctas y aceptables, hacen de este trabajo tan celebrado por la crítica una obra realmente sólida.

En el estado de ánimo propicio y cuando se trata de la primera vez, la cinta deja la impresión en el espectador de frescura y autenticidad, quizá también de cierto candor y carácter ingenuo, con cierto culto a la personalidad. La apuesta en principio por hacer que un personaje de ficción cobre vida resulta desafiante y seductora a un tiempo. Verla una segunda vez es una prueba dura para este filme, pues ni la fotografía ni las actuaciones ni las escasas peripecias de la historia, siendo todas correctas y aceptables, hacen de este trabajo tan celebrado por la crítica una obra realmente sólida. Housy es un adjetivo en inglés que me viene a la mente. Todo queda en un ambiente confortable, casi en familia. Ruby Sparks es una buena tentativa, plagada de simpatía y felices ocurrencias como Little Miss Sunshine, si bien en esta ocasión la mano de Zoe Kazan entró de lleno en la realización. Buen intento entre cine independiente y aquel que aspira al franco éxito comercial. Una cinta no del gusto para todo género de espectadores pero sí para unos cuantos. Eso no está en disputa. ®

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Publicado en: Cine, Julio 2013

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