“No en mi nombre”, claman buenos musulmanes sin éxito. Contra los curas, reyes y princesas el único discurso efectivo fue el golpe de la guillotina. Eso deben aplicar en sus respectivos países en vez de salir huyendo a buscar refugio donde hay libertades que no han sabido imponer en ellos.
Me han acusado de islamofobia. Eso significa temor al islam. No, no es temor, es odio, profundo, irrefrenable y justificado odio, abominación, execración y horror.
No me vengan con el cuento, válido hace ochocientos años, de la tolerancia musulmana hacia judíos y cristianos en Granada. O la grandeza de Damasco y Bagdad: de eso no queda nada, ni grandeza ni ciencia ni tolerancia. Las pintas en Berkeley eran la semana pasada: “Islam is love”. Ve a decírselo a tu madre y a tu hermana descuartizadas por bombas en Bruselas, degolladas por infringir alguna ley del Profeta asaltante de camellos, apedreadas por haber sido sorprendidas besando a su novio; a tu hermano azotado por no dejarse barba, ahorcado por amar a otro hombre. Son los tontos útiles, como definían los comunistas cuando iban por la toma del poder y aceptaban ayuda de quienes luego fusilarían.
Tampoco salgan con las historias de la intolerancia de las Cruzadas emprendidas por los cristianos con el pretexto de recuperar el sepulcro de Cristo: aplacamos los restos hace ya 250 años pasando a curas, reyes, nobles y princesas por los servicios de la guillotina. Se acabó: la ley y el pecado son dos cosas distintas en todo Occidente.
Los musulmanes de ahora son el mendigo que pide un taco en la puerta y el dueño de casa le ofrece trabajo de jardinero, lo sienta a la mesa con ambas familias, la del huésped y la del anfitrión. Pero el huésped arroja sobre el mantel las chuletas que le sirven porque son de cerdo y llama puta a la anfitriona por traer escote y pantalones. Así son.
Los atentados del 22 de marzo contra población civil en el aeropuerto y el metro de Bruselas, capital de la Unión Europea, se deben, como lo han dicho ellos mismos, a que están celestialmente llamados a imponer el islam por la prédica o por la fuerza al planeta entero. Así lo dicen sus ayatolás.
Los musulmanes de ahora son el mendigo que pide un taco en la puerta y el dueño de casa le ofrece trabajo de jardinero, lo sienta a la mesa con ambas familias, la del huésped y la del anfitrión. Pero el huésped arroja sobre el mantel las chuletas que le sirven porque son de cerdo y llama puta a la anfitriona por traer escote y pantalones.
Y hacen lo que predican: aviones llenos de pasajeros contra torres de Nueva York, bombas en estaciones de trenes de Madrid y Londres, cineasta holandés asesinado porque un documental les resulta herético, caricaturistas daneses amenazados, dibujantes y editores de Charlie Hebdo alcanzados por la justicia del Profeta a sangre y fuego, gente que baila y se divierte en París masacrada en cafés y conciertos; alemanas violadas en Colonia durante fiestas de Año Nuevo porque “visten como putas”: en Alemania no se puede violar ni a las putas, menos a mujeres jóvenes porque beben cerveza; bombas para viajeros en Bruselas… Y amenazas de que van por más.
Hay musulmanes horrorizados, gente buena hay en todas partes, que salen a las calles con letreros: “No en mi nombre”. Pues seguirá siendo en tu nombre si no los denuncias. Yo sería el primero en denunciar mexicanos que tramaran volar el Golden Gate para que México recuperara California, perdida en 1848. Para empezar porque a esa parte que fue México llegan por millones los mexicanos que no encuentran trabajo en el territorio que no se anexó Washington y donde, en Oaxaca y demás zonas del sur, se sigue prohibiendo votar y ser votadas a las mujeres, contra la mismísima Constitución que rige para todo el país. No las votan, pero las botan a la cocina, al metate donde muelen maíz hincadas porque sus maridos quieren tortillas recién hechas a mano. Pregunten si no prefieren vivir en San Francisco…
El papa que tanto ruega por los refugiados, ¿tiene bien cuidada la obra de Miguel Ángel, toda llena de encuerados al gusto del escultor, pintor, arquitecto y poeta… homosexual para colmo? Provoca espanto imaginar este hato que comete bestialismo con borregas (en YouTube está el video: ponga talibanes, borregas) como tropel desatado en Florencia, en Roma, en las fuentes barrocas de Piazza Navona. Ya una mujer dijo la frase más célebre del machismo de mami: “Llora como mujer lo que no supiste defender como hombre”. Su hijo, el moro Boabdil, había perdido Granada y veía entre lágrimas, desde lejos, la hermosa ciudad reconquistada por cristianos.
Bien: si no les gusta que las europeas salgan a la calle sin la compañía forzosa de un hombre de su familia, sin cubrirse el rostro ni el pelo y, peor aún, con minifaldas y pantalones, la solución es muy sencilla: Arabia es enorme y los debe recibir, al fin hermanos, con brazos abiertos. Arabia, Irán y otros países árabes son inmensamente ricos por el petróleo que venden a los pecadores en el mundo entero, así que les darán casa y muchos kilómetros cuadrados de arena donde siembren hortalizas y olivares. ¿Que no saben cómo? Es un hecho. Para ayudarlos pueden llegar técnicos de Israel y mostrarles cómo. Al fin árabes, sólo saben hacer cinturones de dinamita y túneles para destruir Israel: país productor de tecnología de punta, democracia con elecciones por voto universal y parlamento bilingüe, hebreo–árabe, para los diputados palestinos. No hay diferencia entre una calle o una playa de Tel Aviv y una de Miami. Ningún padre judío o inglés deja que su hija se ahogue antes que permitir que los salvavidas, hombres, la toquen sin primero casarse con ella. Guglee ese horror.
Europa puede disponer de transporte gratuito en enormes eurobuses, diseñados, construidos y piloteados por pecadores, para volcar en Arabia, Yemen y califatos los millones de musulmanes de Europa y América. Así dejarán que los escolares canadienses coman sus almuerzos gratuitos en la escuela, con todo y jamón de cerdo, en vez de exigir una ley que prohíba el cerdo en los almuerzos gratuitos. ¿No pueden hacer lonches kósher para sus hijos? No: todo Canadá debe plegarse a la ley de los inmigrantes llegados, con certeza, porque en sus países no comían, con o sin cerdo. Y en Canadá es gratis el almuerzo escolar. Pero no lo agradecen si no son dolmades de cordero.
Sucede esto porque Europa, ya lo dijo Pérez–Reverte, es vieja y cobarde. Por eso está perdiendo lo que ganó sufriendo por siglos cárcel, torturas y hogueras inquisitoriales para separar pecados y delitos, tener libertad de expresión incluida la blasfemia de Cristo casado con Magdalena y llenos de hijos en La última tentación de Cristo, libertad de cultos religiosos e igualdad legal entre hombres y mujeres… Ya, ya oigo las voces gimoteantes y gemebundas: ¡Pero si las mujeres europeas y americanas ganan menos por el mismo trabajo! ¡Pero si los hombres golpean a las mujeres!
También las mujeres golpean a sus hombres y la humillación es tan grande que no se atreven a denunciarlas: “Señor juez, pues resulta que me pega mi mujer”. El juzgado estalla en carcajadas. Muchas veces tienen salarios inferiores en trabajos iguales, pero no tienen prohibición de ir a la universidad ni de ser ingenieras, escritoras, periodistas, astrónomas, biólogas o coronelas de fuerzas armadas. Y la demanda: mismo salario para mismo empleo la levantan en todos los sectores laborales, en muchos con éxito, y no les cuesta cárcel ni muerte. Salvo en Musulmania, como llama a eso la hija preferida de Román Revueltas.
Ocurren los atentados contra civiles que viajan en transporte público cuando las fronteras de esos países pecadores están abrumadas de refugiados que no buscan asilo en la enorme y rica Arabia, sino en la minúscula Bélgica. Llegan y no digamos que no se asimilan, sería el mal menor. Nada de eso, buscan imponer su ley celestial por el terror. La casa que les dio asilo, techo, comida y libertades impensables es la que debe cambiar y volver a los tiempos en que las iglesias cristianas aplicaban la ley de acuerdo con normas religiosas. Una vez guillotinados algunos curas y princesas, se acabó. Es el camino.
Y las almas bondadosas de Dinamarca, Francia, Montreal y Berkeley exigen respetar las diferencias de los refugiados. Eso deben hacer los refugiados, no los anfitriones: respetar las costumbres de la casa que te da lo que no tuviste en tu propio país.
“No en mi nombre”, claman buenos musulmanes sin éxito. Contra los curas, reyes y princesas el único discurso efectivo fue el golpe de la guillotina. Eso deben aplicar en sus respectivos países en vez de salir huyendo a buscar refugio donde hay libertades que no han sabido imponer en ellos. Deben ir los alemanes a pelear por los derechos civiles y democráticos de los sirios mientras los sirios refugiados toman café en Berlín, dice buena caricatura viralizada en internet.
Y las almas bondadosas de Dinamarca, Francia, Montreal y Berkeley exigen respetar las diferencias de los refugiados. Eso deben hacer los refugiados, no los anfitriones: respetar las costumbres de la casa que te da lo que no tuviste en tu propio país. Limosneros con garrote. ®
Medalla Belisario Domínguez 2016 para Gonzalo Rivas Cámara, que salvó cientos de vidas a costa de la suya: #BelisarioParaGonzaloRivas
Novedad: Mi último tequila, autobiografía procaz. Cal y Arena.