Mátenme, yo no fui…

Hay veces que no duermo, me levanto y salgo corriendo

La historia real de un joven trabajador que fue acusado de un robo que no cometió. Días interminables de golpes y torturas en un rancho escondido, hasta que los sicarios dieron con el verdadero ladrón…

«Tortura». Werner22Brigitte, Creative Commons.

“Se quedó en shock, creo que pensó que ya jamás me volvería a ver”.

Javán recuerda el reencuentro con su hijo Mateo, quien tiene siete años de edad:

“Me veía y como que no registraba. Cuando pudo moverse me abrazó, luego, mientras yo veía el cielo, los colores de los árboles, desde la ventana del carro, Mateo me empezó a contar las cosas que tenía guardadas, las cosas que vivió durante mi ausencia.

”Todavía asustado me dijo que los niños en la escuela le dijeron que me habían matado, Tu papá está muerto, le jodían con ese verbo, una y otra vez. Hasta que, según me contó Mateo, les dijo que sí, que era cierto, que ya me habían enterrado, que yo no iba a regresar.

”A él le decía mi esposa que yo andaba afuera, él le decía, Ya van dos días y mi papá no me marca. Un día, ya cansado, Mateo le preguntó a mi esposa que si por qué le decía mentiras.

”A veces me pega el delirio de persecución, puro quemar cinta, no confío en nadie, me da miedo andar solo en la calle, me da miedo salir al centro, antes salíamos al parque, ahora no puedo hacer nada de eso. Me da miedo.”

Javán tiene cicatrices recientes, en la piel del estómago, en una mano. Y en la mente: quizá las más graves secuelas.

Javán está distraído, como mirando a un punto indefinido. Habla pausado, con un esfuerzo sobrehumano, como el mayor esfuerzo que ha hecho en sus veinticuatro años de existencia.

Javán creció en barrio, entre los callejones de la falda del cerro, aprendiendo las costumbres de la tribu yaqui. Observando las procesiones de cuaresma, acudiendo a las enramadas donde el pascola y el danzante de venado son ritual de celebración.

También hubo las noches de danzar en las fiestas que se hacen sobre el patio de tierra, las quinceañeras infaltables, a ritmo de cumbia y banda. Bailar y enamorarse en la edad inexorable. La alegría de unos pantalones de mezclilla, los tenis de moda, las camisetas más chilas. Delgado, musculoso, la fortaleza que da la genética.

Aprender violencia, como algo natural, el tiro cantado, dárselo, y luego sacudirse la greña, como si nada hubiera pasado, porque los trompones son también un acto de camaradería, desquitarse el coraje que generan las diferencias. Y ya.

Aparte de los pleitos que refrendan la amistad, en el barrio vive la cultura del deporte. Javán no fue la excepción, también como una herencia, la de su padre, la de sus tíos que de pronto se vestían de seleccionados para representar al estado. Los más efectivos goleadores, los más reconocidos en las canchas.

Aquí los días de correr, dichos desde su voz:

—Cuando estaba morrito jugaba al futbol, a las canicas, por temporadas, al trompo, prácticamente siempre me la he llevado calmado. Y hasta la fecha.

”Jugaba futbol porque toda la familia es futbolera de corazón, de ahí salió. Nomás que lo dejé a los catorce, porque de ahí en adelante me puse a trabajar. A los catorce me tuve que salir de la secundaria, a mi amá no la veíamos, en el día trabajaba en una peluquería y en la noche en la maquiladora. Un día que me mandó a la escuela me tuve que ir a trabajar para poder ayudarla. Me fui a Guaymas, allí aposté todo porque como había dinero todos los días, me gustó y ya no regresé a la escuela, hasta hace poco que hice la secundaria abierta.

—¿Había una parte de diversión en la pesca?

—No lo hacía por diversión, lo hacía por necesidad.

—Pero ¿te gustaba estar en el mar?

—No, nomás iba y trabajaba y ya me devolvía, de lunes a viernes, el viernes me regresaba para poder ayudar a mi amá. Cuando yo entré a la secundaria mis otros hermanos ya estaban en la escuela y el más chico ya había entrado al kínder. A mi amá nomás la veíamos dormida. Luego nos desperdigamos: uno con una tía, otro con un tío, otro en la calle, y yo por fuera de la ciudad.

—¿A qué edad te casaste?

—A los diecisiete. Tengo dos hijos. Uno de año y medio y el otro de siete. Doy todo por los morros, por mi familia. Juego con ellos, con ellos me la llevo, con nadie más. Mi familia es todo el apoyo que tengo.

El origen de la tragedia

—Trabajo para sacar adelante a familia, por eso llegué a ese edificio donde me la dieron de encargado de mantenimiento: plomero, electricista, pintor. Impermeabilizaba, la hacía de todo en mi horario de ocho a cinco, de lunes a sábado. Pero siempre agarraba jalecitos y me quedaba hasta las ocho o diez de la noche, ganaba mi salario y lo extra. Yo ganaba mil novecientos de salario fijo, pero con las chambas que me aventaba llegaba a ganar hasta ocho mil o diez mil pesos. Estaba contento, duré dos años, y desde que me salí de allí cambió todo, cambió mi vida.

”Fue un jueves cuando mi hermano más chico que trabaja en un restaurante me habló para decirme que no había jaiba en ningún restaurante de la ciudad, que en ninguna parte hallaban, me pidió de favor los contactos de pescadores que tengo, y me sugirió también que si podía ir a buscar jaiba, porque a veces yo les surtía. Le dije que sí, que nomás me diera chance de pedir permiso en el trabajo para ir el lunes.

”Pedí permiso el mismo jueves en la tarde, el viernes me dijeron que sí, trabajé el sábado normal y el lunes salía a las tres de la tarde del trabajo, porque me habían dado permiso. Así como salí llegué a la casa, me cambié de tenis y me fui con el gerente del trabajo de mi hermano, me fui a Bahía de Kino a buscar la jaiba, y cuando iba llegando me marcaron de mi trabajo para decirme que habían robado en uno de los departamentos, que me presentara lo más pronto posible, le respondí a la licenciada que yo apenas iba a hacer unas cosas, que no me podía regresar porque no podía quedar mal con la gente que me pidió les echara la mano en conseguir la jaiba.

”Me marcaban a cada rato y muchas veces. Hallamos un poco de producto, con pocos vendedores porque no alcanzamos a visitar a todos, con tanta presión que me metieron mejor me regresé a la ciudad. Lo mismo hicieron de regreso: no dejaban de llamarme. El gerente del restaurante me tiró en el barrio, agarré un taxi para presentarme en el trabajo, pero antes me advirtieron a través de una llamada, si me presentaba que no fuera solo, que me hiciera acompañar de la policía, que porque los supuestos afectados andaban encabronados. Yo iba preparado para lo que fuera, porque la licenciada del edificio, que me estaba llamando, me dijo que ella escuchaba que los que me estaban buscando comentaban entre ellos “Llévatelo para el rancho”, por eso me dijo que yo no llegara solo, yo le respondí: Que pase lo que tenga que pasar. Lo hice para proteger a mi familia, porque si era cierto que los que me andaban buscando ya me habían ido a buscar al barrio, pensé que iban por todo, que sí era grave el asunto. Ya para eso la intuición me decía que lo peor me esperaba, un presentimiento me oprimía el pecho.

”Yo iba dispuesto a todo, sabía que me podían matar, o hacerle daño a mi familia, ya para ese momento sabía bien las dimensiones de lo que se trataba. Gracias a Dios salí, porque les comprobé que no tuve nada qué ver.

”Cuando agarré el taxi, le comenté al taxista, porque no tenía a nadie con quién platicar. Mi señora me había dicho que cuando estuviera en la ciudad la llamara para acompañarme al edificio, ella era la única de mi familia que sabía lo que estaba pasando, por eso me pidió que pasara por ella, pero no pasé, si la llevaba iba a arriesgar todo, podría estar en juego su vida. En cuanto me subí al taxi le comenté al chofer: me metieron en una bronca, voy a ver qué pasa, y resulta que una cuadra antes de llegar al edificio se le atravesó un carro al taxi, me bajaron, me preguntaron que si dónde estaban las cosas, yo les dije que si qué cosas. No, pos ahorita vamos a averiguar. Me quitaron el teléfono, me lo revisaron: llamadas, mensajes, el Facebook, y me marcaron parientes y mucha gente que me andaba buscando cuando mi señora les dijo que yo ya no llegaba. Los que me tenían detenido al fin contestaron una llamada, de un camarada que andaba conmigo ese mismo día, buscando producto en Bahía de Kino.

Me preguntaban por las cosas, Qué cosas, les decía yo. Si no dices ahorita te vamos a matar a la verga. Hagan lo que tengan que hacer, yo vine a dar la cara porque no quiero arriesgar a la familia, pero si me van a matar pues háganlo. Yo no sé qué es lo que se robaron, ni quiero saber. No, pues fueron unos camaradas tuyos. ¿Qué camaradas?, pregunté.

”Me preguntaban por las cosas, Qué cosas, les decía yo. Si no dices ahorita te vamos a matar a la verga. Hagan lo que tengan que hacer, yo vine a dar la cara porque no quiero arriesgar a la familia, pero si me van a matar pues háganlo. Yo no sé qué es lo que se robaron, ni quiero saber. No, pues fueron unos camaradas tuyos. ¿Qué camaradas?, pregunté. Me enseñaron unos videos de unas gentes, pero yo ni los conocía ni los conozco, pero como yo era el único empleado allí en el edificio, me embroncaron.

”Dijeron que eran quince millones de dólares, y una colección de Rolex, pero prácticamente yo no supe, porque ya cuando tuve contacto con el dueño del edificio él me dijo que esos vatos que me levantaron son extorsionadores. Pero antes de soltarme, estos vatos me dijeron que no tuviera contacto con los del edificio, pero pos como cuando me liberaron llegué sin dinero, fui a pedir la renuncia, y eso fue lo que me dijo el patrón, que era una banda de extorsionadores los que me levantaron.

Mátenme, no tengo nada qué ver

Antes de que me bajaran del carro me pusieron la camiseta en la cara, me amarraron de pies y manos, las manos hacia atrás. Me golpearon, me golpearon a más no poder, en todos lados, me pateaban la cara, las costillas, me picaban la espalda con una navaja de trabajo que yo traía, me vendaron los ojos y me preguntaban que si dónde estaban las cosas, que si quién se había metido a robar, pero yo no sabía nada, yo nomás les pedía que me mataran, porque duraron como unas cuatro horas echándome chingazos, y quién sabe si hasta más, porque como tenía los ojos vendados, no me dejaban gritar, me metían una bolsa en la cabeza, me metían en una cubeta con agua, me pegaban en la boca del estómago y cuando agarraba aire me metían la bolsa en la cabeza. Me golpearon hasta más no poder. Me preguntaban que si quién había sido, No sé, no sé, no tengo nada qué ver. Que me iban a matar, me gritaban. Mátenme, no tengo nada qué ver, pero si me matan lo único que les pido es que a mi familia la dejen en paz porque no tengo nada qué ver.

”Me dejaron de golpear, entonces fue el dueño del departamento en el que supuestamente habían robado quien me apuntó con una pistola. Dime, porque si no, te voy a matar. Pues ya qué, ¿qué quieres que te diga? Porque una semana antes estando ese señor en los departamentos, me puse a platicar con él, y me preguntó que si por qué trabajaba tanto, Pues porque me gusta trabajar. Eran como las nueve de la noche y yo andaba pintando su departamento, el señor ese me decía flaco. ¿Qué, por qué chambeas tan tarde, güey? Porque me gusta trabajar y la necesidad está cabrona. El morro mío más grande se me andaba muriendo cuando estaba chico, le platiqué, y pues de repente se enferma el niño y por eso es que trabajo tan tarde. Él mismo me dijo: Mi respeto, flaco, neta que no he conocido otro más cabrón que tú en lo chambeador. No, pues es que es la necesidad. Y cuando me dijo que sacara las cosas, que si por qué me había metido a robar, le dije lo mismo que él me comentó la vez pasada. Por eso trabajo tarde, para estar bien, para vivir bien, si quiere vaya y pregunte al barrio, a quien sea, pregunte si es que robo. Si aquí me la llevo. No, sí ya averigüé todo, mientras que te tenemos aquí, pero si para mañana no sabemos quién fue, te vamos a matar. Ni pedo, si quiere máteme ahorita. Me estaba apuntando con una pistola, pero a mi familia déjela en paz. A tu familia no le va a pasar nada. Hasta las gracias le di. Si a mi familia no le pasa nada, adelante, yo por eso estoy aquí, por eso me presenté con usted, para que a mi familia no le pase nada.

”Cuando me dijo eso yo ya nomás estaba esperando a que me mataran, porque ya me tenían en esa casa donde estuve cuatro días, cuatro días de tortura. Me pegaban en la mañana, en la madrugada, me orinaba en los pantalones, me tenían debajo de unos escalones, en un espacio de un metro por un metro, más o menos. Allí estuve cuatro días, amaneció el quinto y me dijeron: Vámonos, ya la vas a hacer, vamos a ir a hablar con unos vatos y allí te vamos a soltar. Me puse unos tenis, porque me quitaron los míos y me dieron unos de mujer, me los puse muy contento porque según me iban a soltar, pero no, me llevaron a un rancho. Igual, amarrado, no me soltaron.

”Llegamos a un rancho, no había nadie, eran como las ocho o nueve de la mañana, los que me llevaron eran cinco, se fueron tres y se quedaron dos, yo les hacía preguntas de que si a qué vatos íbamos a ver. No, aquí te venimos a enterrar nomás. Todavía le pedí el favor de que si me iban a matar, porque uno de ellos se portó bien, les dije que si me iban a matar me dieran chance de hacer una llamada con mi señora o mi amá, la persona ésa me dijo: No pues tú di todo lo que sabes, y te estoy hablando como si te conociera, te vamos a soltar, nosotros no matamos a inocentes. Pues ya van a matar al primero, le dije. ¿Y los otros vatos para dónde fueron? Fueron por el patrón, dijo. Mientras preguntaba, el otro que se quedó le decía que me dejara solo, que no platicara conmigo. Él le respondía que nomás me estaba camareando. Déjalo solo porque ahorita nos lo vamos a chingar de todos modos, para qué chingados platicas con él. El que me estaba camareando me dijo que él si salía del rancho iba a comprar un chip de celular para que le llamara a mi amá, en caso de, pero si no, me iban a soltar. La neta que si tú no tienes nada qué ver te vamos a soltar, pero di lo que sabes. No, pues no sé nada. Ahorita va a venir el patrón, no digas que platiqué contigo, porque si dices me van a matar a mí junto contigo. Me dejó solo ese camarada, llegó el otro y me empezó a golpear, a más no poder, todavía me tenían amarrado, pero ya me habían descubierto la boca y los ojos. Yo le dije a ese vato, Si me van a matar déjame pegarme un tiro con quien sea de ustedes, no seas miedoso. Me quería desquitar el coraje, con quien fuera, y no, no me quiso desamarrar. Cuando me estaba golpeando le pregunté por qué me golpeas. Porque me gusta golpear, nomás. Me pegaba con el cañón de la pistola, me pegaba cachazos, me pisaba la panza, me pegaba patadas en las costillas, hasta que llegó el patrón y otra vez la misma historia, que si quién había sido, que si dónde estaban las cosas. Si no dices te voy a matar. Pues máteme, no tengo nada qué ver. Y me volvía a hacer la misma pregunta. ¿Dónde están las cosas? No sé qué cosas. Ah, no. Y le pidió el machete a uno de los que andaban allí. Pues aquí te va a llevar la verga. Pues ya qué, ya estoy aquí. Me tiró un machetazo, metí el brazo, porque pa’ cuando me tiró nomás las puras manos me habían desamarrado. Metí el brazo, iba para la cabeza el primer madrazo, me abrió el brazo porque no alcanzó a agarrar mucho vuelo. Me tiró el segundo, se lo quité, pensaron que le iba a pegar un machetazo, pero no, yo sólo quería que me dejaran de golpear. Y me volvían a hacer la misma pregunta: ¿Dónde están las cosas? Te están involucrando. Pues tráigame a la persona que me está involucrando, no tengo nada qué ver. Pero tú eres el encargado del edificio, tú eres el único. ¿Y quién me está involucrando? Me dijeron qué persona me estaba involucrando. Pues tráiganmela. Ése fue el quinto día. Me hicieron la pregunta: ¿Entonces por qué te están involucrando? No sé. Yo tengo toda la confianza en el edificio, tengo el acceso a los departamentos, lo que no tengo es permiso de la llave, ninguna llave tengo yo, para entrar a un departamento tiene que autorizar el inquilino. Ah, pues entonces vamos a traerte al que te está involucrando. Ése era el quinto día, al sexto, que cayó en lunes, dormí en el rancho, me volvieron a amarrar, mientras que andaban buscando a la otra persona, hasta que la hallaron.

Me lo llevaron en la madrugada, martes, allí donde estaba yo llegaron y me lo tiraron, amarrado igual, manos hacia atrás, tapados los ojos, amarrados los pies, la boca, con cinta canela. Lo tiraron como un costal de papas, le quitaron la cinta de los ojos y fue cuando me miró el vato. En cuanto me miró se me quedó viendo. Aquí estás. Aquí me tienen.

”Me lo llevaron en la madrugada, martes, allí donde estaba yo llegaron y me lo tiraron, amarrado igual, manos hacia atrás, tapados los ojos, amarrados los pies, la boca, con cinta canela. Lo tiraron como un costal de papas, le quitaron la cinta de los ojos y fue cuando me miró el vato. En cuanto me miró se me quedó viendo. Aquí estás. Aquí me tienen. Y mi familia, ¿me anda buscando? Machín, te andan buscando hasta encontrarte. Pero por tu culpa estoy aquí, arriesgando todo, me van a matar por tu culpa y mis hijos esperándome. Yo no dije nada, no dije nada, no te estoy involucrando. Me puse a alegar con él. Nos dejaron solos, mientras ustedes alegan nosotros nos vamos a ir, dijeron los pistoleros. En lo que estábamos hablando, a lo último me confesó que sí. Pues yo me quise tumbar la barra contigo, pero no pude. Fue en ese momento cuando los pistoleros volvieron a entrar y supimos que estaban detrás de la puerta, escuchando lo que estábamos hablando. Amaneció el miércoles, otra torturada, torturaban más a la otra persona, porque yo ya estaba todo golpeado. ¿Y no que no habías sido tú?, mira, ya embarramos a este cabrón, si él no tenía nada qué ver, ¿para qué lo metes? No, pues no quería que me cayera bronca a mí. Pues sí, pero ahora lo vamos a matar de barbas. Ya para eso yo ya les gritaba que me mataran, ya no quería estar sufriendo, nomás les pedía que dejaran en paz a mi familia.

”La persona que estaba platicando conmigo el día anterior, así amarrado, me jaló de los hombros, me arrastró para una esquina y me dijo: Cálmate, tú ya la libraste, pero no digas nada, ya comprobamos que no tienes nada qué ver. Pero no me desamarraron, y allí veía cómo estaban torturando al otro.

”Antes de que nos separaran nos pegaban con una varilla, nos daban patadas, nos traían como pelotas. Ya de ahí en adelante no me hacían nada ni me decían nada.

”Volvió a llegar el patrón, él no sabía nada de lo que había confesado el otro levantado. Igual, llegó y me empezó a golpear. ¿No van a decir nada, no van a decir nada? Pues no sé, de qué. ¿Quién tiene las cosas? ¿Qué cosas? Me pegó una patada en el estómago, en cuanto me tiré al suelo, con las manos amarradas atrás, para agarrar aire, me levantaron la camiseta y me empezaron a quemar la panza con una manguera ardiendo, y me caían gotas de lumbre a la panza, luego me echaron gotas a la boca, y me volvieron a echar en la panza. Y fue cuando le dijeron: Ey, él no tiene nada qué ver. Entonces el patrón les contestó: ¿Y por qué chingados no me dicen, pendejos? Están viendo cómo tengo a este güey, casi lo mato. ¿Y entonces quién fue? No, pues ya confesó el otro. Para eso ya me habían quemado. Se fueron sobre el otro, y cuando lo estaban golpeando fueron y me pusieron a un lado de él, y se aventaron lo mismo con la otra persona, los pistoleros lo tenían atrincado contra la pared, en una esquina, con una varilla metida en la nariz, por lo menos unos cinco centímetros, no se podía mover, ni para atrás ni para adelante, tenían la varilla encajada en el piso, y metida en la nariz, mientras que lo quemaban, lo torturaban igual, llenaban un vaso de cera y se la vaciaban en la panza, confesó que él había sido. ¿Y quién más andaba? Ya él dijo que sí se había aventado el robo con dos personas más. ¿Y quiénes son? Dijo que no los conocía. Me ofrecieron dinero y les presté la llave. Él no sabía en la que se metía, no sabía cuánto ni qué era lo que habían robado, lo supo hasta después.

”Mientras que lo torturaban y me tenían en seguida de él, cuando ya me habían dejado de torturar, les pregunté que si qué iba a pasar conmigo. El patrón habló: Tú no tienes nada qué ver, a ti no te vamos a hacer nada. ¿Y por qué no me sueltan?, de perdida las manos. Y sí, me soltaron las manos, me estaba ardiendo la panza, me empecé a quitar las gotas de lumbre, así como me la habían echado así me la quitaba, como si fuera costra, me la arrancaba ahí mismo. Y al otro lo estaban torturando a más no poder: patadas, chingazos, tubazos. Le sacaron las uñas de los pies, ya estaba comprobado que sí había sido él, pero querían saber quiénes más andaban involucrados en eso. Le sacaron las uñas de los pies y no se podía menear porque estaba atrincado con la varilla, si se movía se la encajaba más. Le sacaron la primera y nomás se quejaba, la segunda, la tercera, de un pie, a la quinta se quiso menear, le quitaron la varilla del piso y le pegaron con un martillo en la varilla, se le metía más y más. Se retorcía. Él les decía que sí tenía qué ver pero que no conocía a los otros. A mí me habían dejado de torturar, pero después para hacerme hablar, pensando en que yo iba a cambiar las palabras, me volvieron a jalar, me llevaron a terreno, con picos y palas, empezaron a hacer un hoyo, yo nomás les decía lo mismo: No sé nada. De pronto me voltearon, pensé que me iban a amarrar, me tiraron el suelo panza abajo, allí fue cuando me quebraron el dedo de la mano, me lo jalaron y salió el hueso. Fue cuando uno de ellos me advirtió, A ti no te voy a mochar los dedos, nomás te los voy a quebrar, para que me digas la neta. Si ya está diciendo la neta el otro vato, le dije. Yo no tengo nada qué ver y ustedes escucharon. Cuando me quebraron el dedo, en eso llegó el dueño del departamento y yo le dije que me dejaran ser, que el otro vato ya había dicho la neta. Vamos a esperar que te alivianes, nomás, y ya te vas. Pero ellos me quebraron el dedo. Te voy a soltar, con la condición de que no regreses al edificio. Le dije está bien, los requisitos que pida los cumpliré, pero suélteme, quiero ver a mi familia. A tu familia la vas a ver, sólo esperaremos a que se te quite lo hinchado porque no te podemos soltar así. ¿Es neta? Sí, es neta. Todo bien, gracias. ¿Quieres comer algo? Nomás dame un chorro de agua. Me dieron. Luego de una hielera sacaron un jugo. ¿No quieres comer? No, quiero hablar con mi familia. Todavía no puedes. Entonces sí quiero comer. Me hicieron unos sandwich, respiré más tranquilo, ya me habían soltado, me habían desvendado los ojos, los pies, las manos, andaba suelto, todo orinado. Me volvieron a llevar otra vez con la persona que me había involucrado. Cuando lo vi ya no tenía los dedos de los pies, se los habían mochado con una cizalla. A mí ya me habían torturado, en lo que buscaban a él. Él me miraba y me decía que la había cagado. Pues sí, pero lo que te están haciendo a ti me lo iban a hacer a mí, me iban a matar de barbas, de perdida tú tienes vela en el entierro. Nunca pensé que me iban a hacer esto, dijo el vato. A mí tampoco, le dije. Pero no te lo están haciendo de barbas, y si te matan que te maten a la verga, porque si no te hallaban me iba a matar a mí. Lo dije con coraje, con rencor, lo que quería era que lo mataran a la verga, y resulta que así fue, para soltarme los requisitos que me pidieron fue que no volviera al edificio donde trabajaba y que no tuviera contacto con nadie, pero que si quería salir de allí —yo creo que ya todo estaba planeado— me dijeron que me soltarían con la condición de que lo matara.

Si quieres irte mátalo tú. ¿Cómo, con un balazo, o cómo quieren que lo mate? No, con el machete, pégale donde quieras. Ya había visto todo, ya estaba allí, involucrado de barbas, pues se me hizo fácil mocharle la cabeza, pero no lo pude hacer. Quise hacerlo, para salvarme, cómo lo hacen en los videos, brinqué con el machete en la mano, pero no pude.

”Hago lo que quieran, pero quiero ver a la familia. Si quieres irte mátalo tú. ¿Cómo, con un balazo, o cómo quieren que lo mate? No, con el machete, pégale donde quieras. Ya había visto todo, ya estaba allí, involucrado de barbas, pues se me hizo fácil mocharle la cabeza, pero no lo pude hacer. Quise hacerlo, para salvarme, cómo lo hacen en los videos, brinqué con el machete en la mano, pero no pude, en eso le preguntó uno de los pistoleros que si qué quería decir, riéndose el culero. Qué, ¿qué quieres decir? Y lo que dijo fue: Perdóname, nunca pensé que se iban a ir hasta a fondo. Yo ya con el machete en la mano le dije Ni pedo, eres tú o yo, si lo he de hacer, tú lo hiciste, yo también. Para no seguir platicando con él, lo que quería era que me soltaran. Le jalé la cabeza hacia atrás, le puse el machete, me quedé paralizado, ahí fue cuando me dijo uno de ellos: Así se hace, y le empezó a pegar machetazos en el cuello, como si fuera una mata. Ya que le mocharon la cabeza le mocharon los brazos, las piernas, se quedó el puro tronco, cuando ya estaba así lo abrieron de la panza para que se desangrara todo. Llegó un carro con leña, pusieron una llanta de carro en el hoyo, como de un metro de hondo por un metro de ancho, cupieron dos llantas, luego hicieron una cama de pura leña, echaron el cuerpo, antes de echar el cuerpo se pusieron a jugar futbol con la cabeza: Ai te va, pásala. Ellos le mocharon las orejas, la nariz, y le decían: Te metiste con las personas equivocadas. Yo les preguntaba que si qué iba a pasar conmigo, Vamos a esperar a que te alivianes, ya nos vamos, mañana nos vamos. ¿Es en serio? Es en serio. Ya para ese entonces yo agarré un cuchillo de cocina que andaba por ahí, me lo puse en la cintura para si se me acercaba alguien iba a hacer lo mismo, ya estaba ahí, estaba confiando, pero a la vez, no. Anduve como si anduviera con ellos, nos pusimos a comer unos tamales, pero yo quemando cinta, que si por qué lo había hecho, pero a la vez me decía: si no lo hacía me iban a matar a mí. A cada rato les hacía la pregunta de si me iban a soltar, y ellos decían que sí, y como digo, a la vez confiaba y a la vez no, y ya cuando empezó a bajar el sol me dijeron que nos íbamos a ir hasta al otro día, estábamos allí y los vatos nomás estaban esperando a que se quemara el cuerpo, por eso le echaron veinte litros de gasolina, más las llantas y la leña, para que no quedaran restos.

”Al otro día, ya que aclaró, y otra noche sin dormir, por la desconfianza, y ya que aclaró fueron dos pistoleros para adonde estaba quemándose el cuerpo, y me llevaron, pero yo desconfiado no me quité el cuchillo de la cintura, son dos, me decía, son más poquitos, como sea me los aviento, y resulta que no, ya después registré como onda de camareo, de que ya te vas a ir, todo bien, ya para eso ya les creía. Cuando llegamos al hoyo ya no había cuerpo, eran puras cenizas.

”Ahora sí, dijo uno, vamos a desayunar nomás para luego irnos. ¿Y me van a soltar llegando a la ciudad? No, te vamos a llevar a la casa en donde estábamos. ¿Para qué? Para que te alivianes, y hasta que se te quite lo hinchado te vas a ir. No, pos vámonos. Ellos se pusieron a guisar huevos con jamón, agarré unos tacos, porque ellos no comen en platos, puro taquear. ¿Qué no quieres más?, me preguntó uno de ellos. Nel, me voy a hacer un sandwich. Me lo hice, ya para eso eran como las diez de la mañana, y yo igual, todo sangrado, golpeado, orinado. Uno de ellos dijo: Ya nos vamos. Y nos vinimos. Me trajeron amarrado de las manos y los pies, con la cabeza abajo del asiento, destapado los ojos. Se escuchó como que llegaron a un Oxxo o expendio, compraron cerveza. Me preguntaron si quería algo, les pedí unos panes y un cigarro. ¿De cuáles te gustan? De los que sean. Me compraron unos Marlboro rojos, una caja. Ya cada vez confiaba más en ellos porque desde que entré fue lo que me dijeron: Si no tienes nada qué ver te vamos a soltar. Me dieron los cigarros, dos panes de conchas, me bajaron, y al bajarme me volvieron a poner la camiseta nomás para que no viera dónde estábamos. Ya adentro me desamarraron de los pies y las manos, ya ahí andaba, como si fuera mi casa, me brindaron tanta confianza que me bañaba, me cambiaba. Ellos compraron ropa nueva, de marca. Yo ya ahí en esa casa sabía que me podía fugar, pero pensaba, si ya salí de la bronca, ya me regresaron del rancho, porque como me dijeron cuando veníamos que al llevar a alguien al rancho ya no regresaba. ¿A poco sí? Sí, de una lista como de dos mil personas, dos nomás han salido, tú eres el segundo que la libra. No, pues todo bien. El que me dijo eso fue el pistolero que se portó a toda madre. Yo sabía que me podía fugar, pero ya andaba más confiado, me bañaba, salía al patio, veía la televisión.

”Para que me soltaran más rápido les dije que iban a operar a mi hijo, para eso yo ya le había platicado al vato cuando estaba pintando el departamento, cuando me dijo: Qué cabrón eres, muy responsable, mis respetos. Cuando llegó él me dijo: No me creías, ¿ves, cholo?, yo te dije que si no tenías bronca no te iba a pasar nada. ¿Y cuándo me voy a ir?, van a operar a mi niño. El sábado te vas a ir. Pero mañana viernes operan mi hijo. Eran mentiras, pero yo lo que quería era irme. No, me dijo, hasta el sábado, andamos viendo algo nomás para soltarte, para que no haya broncas, ahorita voy a venir. Eso fue el jueves en la mañanita, como a las seis. Ahorita voy a venir, ¿no quieres nada? No, gracias, no quiero nada. Se fue y regresó con una hamburguesa, y entonces les dijo a los pistoleros: ¿Saben qué?, en una hora suéltenlo ya, vayan y tírenlo. Comiéndome la hamburguesa le dije: ¿Es neta? Es neta, agarra lo que es tuyo, échalo a una bolsa porque ya te vas. Me impresioné de que le haya hecho trabajar en su conciencia, porque me dijo: Te vas para que veas a tu niño, pero en cuanto lo operen quiero que te vayas de esta ciudad. Todo bien, gracias. Yo ya me voy, tú también te vas, a lo mejor al rato nos miramos. No, pues todo bien, aquí no ha pasado nada. Eso era todo, así me gusta que sean las personas, que aguanten el pancho. No ha pasado nada. Si te llega a parar una patrulla tú di que andabas de burrero. Está bien, lo que usted me diga, lo que usted quiera que diga yo lo voy a decir. Nomás di eso en caso de que te pare una patrulla ahorita que te vayan a dejar.

”Me terminé la hamburguesa de volada, me pegué un baño, en el cotorreo los pistoleros me decían, como si fuéramos compas: Ese cholo, ya te vas a ir. Y a uno de tantos, el camarada que se portó bien, le dije: Oye, ¿y mis tenis? Era el más chico de todos, como de unos diecisiete años. ¿Y los tenis del morro? Le dijo a los otros, y uno de ellos reviró: Fulano los trae puestos. ¿Y qué, no me los van a dar? La neta estás rayado, si le pego de gritos al vato ese le va a decir al patrón y pues para qué por unos tenis vas a arriesgar todo, tú sabes. No, pues es cierto. Y me dio unos converse que tenía ahí: Toma, pa’ que te los lleves, para que no te vayas descalzo. Me los puse, pero no eran de él, eran de su vieja yo creo, porque eran morados, me los puse sin calcetas, así mero, agarré un pantalón nuevo, dos camisetas tira huesos.

”Llegó la hora, me subí al carro y, Agáchate, me dijeron. Pero a esa hora se descuidaron y me di cuenta dónde estaba, en qué casa, bien cerca de mi barrio. En la hora esa en que me pegué el baño me asomé por la ventana y a la verga, dónde estoy, estoy cerca de la casa, dije. Última hora me hubiera fugado, pero si no alcanzaba a llegar a la casa iban a llegar por la gente mía y pues para qué. Y pues gracias a Dios, la hice. Y todavía me dijeron que luego de la operación de mi hijo, nomás pasando la Navidad, si quería volver a la ciudad, podría regresar. Y así fue. No hubo operación, no hubo nada, nomás les tiré el verbo para que me soltaran, y me soltaron y llegué al barrio, una persona nomás supo a la casa que llegué, esa persona le habló a mi amá, a mi hermano, a mi apá no lo miré, nomás le dije que ya había llegado por mi gente y que ya me iba. Ya en carreta me llamó llorando y me preguntó. ¿Por qué no me avisaste? Porque tengo un chingo de miedo de estar en el barrio. ¿A dónde llegaste? A fulana parte. Me da un chingo de gusto que estés bien. Todo bien, aquí vamos a andar, apá. Te quiero un chingo, m’ijo, me cansé de buscarte, pero yo sabía que estabas vivo. Apá, me da un chingo de miedo que te quedes en el barrio, que te quedes tú solo. Ya he vivido un chingo de cosas, m’ijo, también puedo pasar ésta, lo bueno es que estás bien, mañana te caigo allá. Pasó un día y mi apá no llegaba adonde yo estaba escondido, y yo sentía que mi apá estaba solo, pero estaba bien, nomás era el miedo que yo tenía por lo que había vivido, era mi impresión. Llegó un día y le dije a mi amá que le marcara a mi apá, quiero que venga, saber que está bien. No podemos salir de aquí, no podemos. Me aferré con mi hermano y tampoco. Me aferré con mi señora, con mi tío, y nadie quiso, tuve que ir a ver a un camarada y le pedí el paro, en ese día que no llegaba, le marcamos y contestó, me dijo, Ya mañana vamos para allá. Llegó y me miró cómo estaba todo marcado, porque todavía estaba hinchado, toda quemada la boca. Y ya se puso a llorar machín, que le daba un chingo de gusto verme. Ya me puse a platicar con él, me preguntó qué fue lo que me pasó, ya nomás le dije: Para qué quiere que le diga. Me miró de frente y me dijo: La neta sabía que estabas vivo, y no iba a dejar de buscarte hasta encontrarte. Vivo o muerto. No pues ni pedo, apá, ya qué, aquí estamos.

”Vendí lo que tenía, mi carro, me deshice de todo lo que marcara huella. Desde ese día que me levantaron todo ha sido una pesadilla, hay veces que no duermo, me levanto y salgo corriendo, ya que registro me pregunto qué pasa, incluso ayer de la nada me puse mal, por eso siempre ando solo, porque todo lo que sé y lo que pasó no puedo platicarlo, me trago todo y nomás me hago la pregunta: ¿Por qué me pasó esto a mí? ®

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Publicado en: Apuntes y crónicas

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