De ciclones, jazmines, un homenaje a los Beatles, una tumba en Chapala y de la inmemorial práctica de los ex libris escribe la pluma ávida y errante de nuestro autor.
Atmosféricas. Los ciclones de la costa traen tormentas rezagadas. Gotas de inusual amplitud comienzan a marcar su llegada sobre los ladrillos de barro. La lluvia se anuncia mansa, pero va arreciando hasta que llegan unos aires alborotados que provocan remolinos de agua que azotan muros y follajes. Y las corrientes callejeras no se hacen esperar: de un lado a otro del arroyo fluyen con rápidos bríos, en su carrera rumbo al mar lejano. El jardín aprovecha los últimos temporales para entregar una extraordinaria floración del jazmín. Una ola blanca e inusitada se derrama desde la terraza y deja, a ratos, una pleamar de un olor incomparable. El viejo jardinero hace veredas albas con las flores caídas a lo largo de rutas que nomás el determina. Con su honda sabiduría suscita así la fertilidad de rincones umbríos. El gato, inescrutable, observa desde su inexpugnable atalaya las operaciones.
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La contribución de los Beatles a la cultura contemporánea es difícil de medir en toda su amplitud. Desde luego, están fuera de cualquier lista de preferencias, ninguna banda ha tenido las repercusiones ni la profundidad de su influencia en el imaginario colectivo a lo largo de varias generaciones. Una originalidad que se renueva cada vez que se escuchan esas canciones que guardan la frescura y el ímpetu de cuando eran recientes. Los Beatles supieron absorber el aire de los tiempos y trocarlo en composiciones que a veces se nutren de la tradición, y otras veces entregan piezas de avasallante novedad. Su sonido ha influenciado a todo el medio musical durante décadas. Cada quien guarda en la memoria las canciones que formaron parte de su educación sentimental, que están indisolublemente ligadas a sus vidas.
Yesterday es un cumplido homenaje a los de Liverpool, a partir de un original planteamiento. Baste decir que la interpretación y la puesta en escena de las canciones de los Beatles logran transmitir en toda su potencia la mezcla inigualada de músicas y letras para proponer un gozoso viaje a través de un genio que no se agota, sino que parece aumentar con los años. La película es a la vez un homenaje y una recreación de esa química insuperable entre los miembros de la banda que hacen de los Beatles un clásico absoluto. Muy recomendable.
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En el medio angloparlante existe una expresión que no parece haber encontrado forma de traducir fielmente al español. Es un famoso y antiguo proverbio: Blood is thicker than water. Algo así como “la sangre es más espesa que el agua”. Su significado encierra una creencia intemporal: los lazos del parentesco pesan más que otras relaciones que se pueden establecer en la vida. A la luz de los años y sus devenires cada particular historia encontrará la difícil respuesta a tal afirmación. Los vínculos de la sangre tienen una singular potencia; los del amor y la amistad encierran, a veces, parecida fuerza. Pero, como reza la expresión popular: la sangre llama…
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Fue hace muchos años, en los días de las exploraciones y los encuentros chapaltecos. Tales recorridos fueron a dar al panteón municipal. Entre todas las tumbas hubo una que llamó poderosamente la atención. Una lápida que decía, escuetamente, el nombre y las fechas de nacimiento y muerte de una señora extranjera. Pero también se leía una pregunta: Was she a saint or was she a fool? ¿Fue una santa o fue una tonta? A través del tiempo, resuena la interrogante. ¿Qué tanto existe de bondad extraordinaria en una vida y cuánto proviene de la acción irreflexiva o ligera? ¿Cuánto, en la existencia de alguien, se desprende de la virtud y cuánto de la inadvertencia? Quizás, en el transcurrir de una vida exista, al fin, una mezcla inextricable de ambos factores, lo que remite a la ineluctable condición humana. En mayor o menor medida nadie queda exento de yerros, nadie está al margen de una cierta virtud. Corren los años, la pregunta del panteón de Chapala permanece en la memoria. Desde la loma, el manto espléndido de la laguna afirmaba, bajo el sol del mediodía, su tranquila majestad.
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Ex libris. Los libros, ineluctablemente, han de rodar por venturas o desventuras varias y por el trato de generaciones más o menos pendientes de su destino. Las bibliotecas dispersadas o perdidas son innumerables. Una colección de libros es, de alguna manera, el retrato fiel de quien la formó. Existe, con alguna frecuencia entre quienes suelen acumular libros, la ilusión de afirmar su elusiva propiedad sobre ellos. Entonces se recurre a la inmemorial práctica del ex libris. Con mayor frecuencia, una estampa adherida al interior de la tapa de cada ejemplar. Contendrá no solamente el nombre de quien detenta la propiedad, sino con frecuencia alguna imagen que de algún modo se convierte en símbolo y emblema de la biblioteca toda, de su dueño. Prevenciones contra el olvido, ilusorias defensas contra lo efímero de toda posesión terrena, mensaje que busca atravesar el trasiego de los años.
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Un ex libris reciente hay, nacido del potente arraigo que el lugar de la biblioteca en ciernes suscita en su dueño. Una vista arrasadora en toda su agreste belleza, el doble gesto cósmico de los volcanes, el trasunto de cerros y lomeríos que complementan como en tono menor el panorama. Y de allí, un dibujo compuesto de un solo trazo, una afirmación de que, por sobre todo, esa biblioteca se planta, en un preciso lugar sobre la tierra, y corresponde a una voluntad que buscará su duración y, de alguna manera, la trascendencia de unas gentes y una morada a través del vendaval de los tiempos. ®