Roberta Carreri se tomó su tiempo para transitar de la desbordada energía juvenil al jardín personal de su experiencia. Ya en este sitio acendrado, pacífico, nos obsequió unas horas de ideas entretejidas y conceptos íntimos relativos al arte y a la trascendencia del actor.
Escenas antecedentes. Huellas en el desierto
Fue en 2012 cuando Hermosillo tuvo la primera degustación de una parte directa del Odin Teatret —compañía radicada en Holstebro, en la región de Midtjylland, Dinamarca, fundada por Eugenio Barba—, con el arribo de una de sus figuras emblemáticas, la italiana Roberta Carreri. Por entonces estaba por acabarse el mundo, según los apocalípticos traductores del calendario maya, pero también se completaba el entusiasta esfuerzo del coreógrafo Miguel Mancillas, quien correteando apoyos consiguió programar un taller en la Casa de la Cultura y una presentación del espectáculo “Huellas en la Nieve” en el Teatro de la Ciudad, todo lo cual tuvo una discreta repercusión en la comunidad escénica local de entonces, con participación mayoritaria de bailarines y estudiantes de danza.
Ocho años más tarde, tras un viacrucis similar, Mancillas consiguió sacar provecho a una de las tantas giras del Odin Teatret a México, y volvió a convidar a la misma actriz/pedagoga al provinciano y remoto noroeste. Otra vez en medio del fresco enero del desierto, Roberta Carreri regresa con su taller de entrenamiento actoral y presenta su unipersonal —una mezcla de representación y clase magistral—, esta vez en el Foro de Bellas Artes de la Unison, ahora para un público mucho más profuso de estudiantes escénicos y algunos profesionistas del teatro en la capital sonorense que, finalmente, se animaron a aprovechar el lujo inobjetable de esta visita.
Danzar con los problemas
Para quienes crecimos en épocas y latitudes de mayor efervescencia en la experimentación y la pasión por un estilo de teatro virtualmente monástico, el retorno a las raíces significa siempre, al decir lezamiano, “una fiesta innombrable”. Porque el teatro también es una suerte de ciudadanía en sí misma, una patria que, como en el caso de la escuela barbeana, puede profesarse y venerarse en su espíritu más multinacional y hasta multicultural. Y es así como este goce inexpresable, el de alcanzar a beber una vez más de la fuente original, también se satisface en la plática informal, de tonos personales, sin presiones academicistas, durante una conversación hogareña en la que Roberta Carreri, pausada, comunicativa y definitivamente adorable, se presta a compartir opiniones, recuerdos y vaticinios en torno a su trayectoria de varias décadas en esa institución insignia del teatro contemporáneo que es el Odin Teatret.
Porque el teatro también es una suerte de ciudadanía en sí misma, una patria que, como en el caso de la escuela barbeana, puede profesarse y venerarse en su espíritu más multinacional y hasta multicultural.
—A propósito de esta nueva visita a Hermosillo, tras ocho años, ¿cómo has visto la apropiación o el interés local hacia la experimentación escénica en general, y por las técnicas de teatro antropológico en particular?
—De hecho, estoy invitada por la misma persona que me invitó hace ocho años, Miguel Mancillas y su compañía Antares. Como la vez anterior, muchos de los participantes del taller son bailarines de Antares o alumnos de su escuela. Puedo decir que son el 80% de los participantes, quizás el 90%. Entonces, la preparación física de los participantes es muy buena, son cuerpos que están abiertos y que aprenden muy rápidamente. Es como la última vez, en este sentido no encuentro una gran diferencia, y cosa muy graciosa es que también el observador profesional es el mismo observador profesional que tuve la vez anterior, un profesor de voz de la Universidad de Sonora. Esto es como reencontrar a algunos de los primeros participantes, seguir el trabajo, y comprobar que a pesar de que ya han hecho el seminario conmigo, todavía puedo darles algo. Es muy lindo esto.
—El Odin lleva muchos años visitando a México. ¿Qué lugar ocuparía este país en el mapa del ISTA (Escuela Internacional de Teatro Antropológico, por sus siglas en inglés), en la obra pedagógica de tu compañía?
—Hay personas que han significado mucho en nuestra presencia en México, como Bruno Bert y Patricia Cardona, o antes incluso, Ramiro Osorio. Nunca hemos hecho una ISTA en México, pero sí muchos encuentros, muchos talleres. Gracias precisamente a Bruno Bert y Patricia Cardona siempre hemos tenido a muchos jóvenes interesados en nuestro trabajo. Últimamente la Universidad de Querétaro se ha interesado mucho también, tanto que por tres ocasiones ya, cada dos años, hacemos en nuestra ciudad, Holstebro, una Odin Week Festival en español. Esto porque hay un gran número de alumnos de la Universidad de Querétaro, que a partir del estímulo de Pamela Dragovich, llegan al Odin Teatret para experimentar nuestra forma de hacer teatro, y allí todos esos jóvenes se comunican con otros jóvenes.
”Antes de venir a Sonora estuve en la Universidad de Querétaro, hice un seminario allí, con muchos alumnos muy interesados. Desconozco la situación de la antropología teatral aquí en México ahora; antes existía una revista llamada Máscara, que no sé si todavía exista…
—Tengo entendido que no, que no saca nuevos números desde hace unos quince años.
—Sí, muchas cosas han cambiado en los últimos quince años. Pero yo veo un gran interés de parte de los jóvenes mexicanos en nuestro trabajo. Eso sí lo puedo ver, gracias al intercambio que hemos tenido con la Universidad de Querétaro, con la de Sonora. Pero también cuando anunciamos la Odin Week Festival u otros eventos, siempre hay participantes mexicanos que quieren compartir experiencias con nosotros en Holstebro.
—Hace años en La Habana, comienzos de los noventa, Lina della Rocca me dijo una frase que nunca olvidé. Ellos, el Teatro Ridotto, como ustedes en el Odin, viajaban a Cuba muy a menudo. Tampoco cobraban un centavo por sus talleres y presentaciones. Entonces le pregunté qué era lo que los impulsaba a venir con tanta frecuencia a regalarnos —literalmente— su trabajo. Me dijo: “Aquí en América buscamos una energía que en Europa ya no está más”. Por eso quiero preguntarte, en caso de que hayas tenido la misma opinión que Lina, si crees que algo así se mantiene igual hoy en día.
—Desde 1978, cuando fuimos a Perú y nos encontramos haciendo acciones en el mercado de Ayacucho, tuve la sensación de que aquí tenía sentido hacer teatro. Ahí había gente que nos pedía: “¡Baila, baila para nosotros!”… Escuchando aquello tuve esa sensación: “Ahora sé por qué hago teatro”. Y siempre ha sido así, venir a Latinoamérica, venir a México, a Cuba, siempre ha sido extremadamente gratificante para nosotros, gente de teatro.
”El Odin Teatret es famoso para la gente que lo conoce, pero no para los demás. En Europa encontramos cierta falta de interés, el mundo teatral va siendo más y más espectacular, se basa cada vez más en los efectos, en lo que la nueva tecnología puede aportar, más que sobre el trabajo del actor. Aquí tenemos la sensación de que nuestra manera de hacer teatro despierta la curiosidad, el interés de actores y espectadores. Y no sólo de los espectadores sino también de la gente que maneja el aparato cultural, como en Cuba Omar Valiño, Maite Hernández–Lorenzo, Flora Lauten, Raquel Carrió… que nos han invitado siempre con mucho entusiasmo y con mucho esfuerzo. Es verdad, el Odin Teatret siempre ha ido gratis a Cuba. No sólo hemos pagado nuestros viajes, siempre hemos utilizado el dinero que hemos ganado trabajando en festivales en Europa, en China, en el mundo, para pagarnos el lujo de poder ir a Cuba. Aunque la última vez que fuimos a Cuba Omar Valiño consiguió que el Estado cubano pagara nuestros viajes.
—No sólo no nos cobraban los talleres, recuerdo de mi época de estudiante en el ISA (Instituto Superior de Arte, de La Habana) como antes de marcharse nos dejaban donaciones de libros, videos…
—Sí, porque Eugenio (Barba) y el Odin Teatret tienen un gran cariño por Cuba. Cuba ha sido una utopía, una utopía linda que después, como todas las utopías, también ha causado momentos duros para su población. Pero hay gente ahí que cree en algo que es muy lindo. Para Eugenio y para todos nosotros siempre ha sido una gran alegría volver a Cuba. Estamos muy agradecidos a quienes nos han invitado, como agradecidos estamos a las personas que nos traen a México, también con mucho esfuerzo. Ver el entusiasmo y la gratitud de esas personas es como… la sal de la vida.
En Europa encontramos cierta falta de interés, el mundo teatral va siendo más y más espectacular, se basa cada vez más en los efectos, en lo que la nueva tecnología puede aportar, más que sobre el trabajo del actor.
”A veces es muy duro ser actor en Dinamarca. El Odin Teatret lucha mucho para encontrar espectadores en Dinamarca, no somos profetas en nuestra tierra. Dinamarca es el lugar del mundo en el que somos menos conocidos. Por el contrario, en Latinoamérica siempre hemos encontrado esta forma de entusiasmo que nos carga de energía. Por eso tiene vital importancia para nosotros el poder regresar a Latinoamérica. Nos renueva, aquí percibimos que lo que hacemos tiene sentido, que todos los esfuerzos tienen sentido.
—Siendo una compañía tan duradera ¿qué ha variado, desde los años sesenta hasta la fecha, en la dinámica interna del Odin?
—Hay miembros que están desde el comienzo, desde los años sesenta. Todavía hay actores de esa época en el Odin. Puedo decir que el ADN del Odin Teatret es el mismo, que los valores son los mismos. Claro, hay actores que ya no son tan jóvenes, pero las ganas de trabajar son las mismas. Lo que está cambiando ahora es algo que comenzó a cambiar hace diez años, algo que ya está decidido por Eugenio, quien siempre ha deseado que lo que él y los demás hemos construido en muchos años de esfuerzo y trabajo, toda la relación con la ciudad y las instituciones de Holstebro, que nada de esto se pierda. Hoy el Odin Teatret tiene una sede con cuatro salas, con capacidad de alojamiento para cuarenta personas que pueden quedarse a dormir allí, un espacio en el que la gente puede trabajar con nosotros en cursos, o hacer proyectos en residencia. Esto es algo que tiene grandes posibilidades en el futuro. Por eso Eugenio ha decidido poner más énfasis en lo que antes era el segundo nombre del Odin Teatret, el Odin Teatret Nordisk Teaterlaboratorium. Ahora el orden sería, primero el Nordisk Teaterlaboratorium, y después el Odin Teatret.
—¿Qué significa ese cambio?
—Significa que, además del Odin Teatret, que comprende los actores antiguos y los espectáculos que con ellos hace Eugenio, existen otras realidades presentes en este espacio, otros pequeños o grandes grupos que están en calidad de residentes por tiempos largos o breves, y que hacen una intensa labor de teatro comunitario, intervenciones en la realidad de Holstebro. Por ejemplo, hacen acciones teatrales en el centro de refugiados, en casas de los ancianos. Además hacen talleres en las escuelas, teatro con niños de entre cinco y quince años a los que les gusta hacer teatro. Es decir, hay muchas actividades que no están pensadas y ejecutadas para nosotros, el núcleo del Odin Teatret, sino para estos grupos que son como satélites de la compañía, formando parte de esta totalidad que es el Nordisk Teaterlaboratorium, que habita en la casa del Odin.
”En Holstebro, por ejemplo, hay un viejo matadero de animales que ahora, en una parte de éste, se ha creado un centro cultural, una casa de cultura donde hacen teatro los más jóvenes, un punto de lucha cultural, también conectado a nosotros.
”Eugenio decidió que, desde el primero de enero de este año 2020, se retira de sus responsabilidades como director administrativo. Va a continuar como el director del Odin Teatret, pero hay otra persona, Per Kap Bech Jensen, que ahora es el director administrativo del Nordisk Teaterlaboratorium. Julia Varley es ahora la coordinadora artística del Nordisk Teaterlaboratorium. Eugenio sigue siendo nuestro director artístico y ahora mismo estamos en el proceso de un nuevo espectáculo del grupo. En 2019 Eugenio estrenó dos espectáculos, uno con Else Marie Laukvik y otro con Julia Varley.
—Un verdadero clásico Else Marie Laukvik, que está entre los fundadores del Odin…
—Sí, una de las fundadoras del Odin Teatret. Tiene un nuevo espectáculo, La Casa del Sordo, con Frans Winther y Rina Skeel. Los viejos siguen trabajando, Eugenio sigue dirigiendo, pero, paralelamente, hay una nueva estructura que está surgiendo para garantizar la supervivencia de este lugar, y del Odin también.
—Hemos tenido —y espero que sigamos teniendo— muchos años a Eugenio Barba, que además de ser el último de los grandes reformadores del teatro del siglo XX, ha estado entre los más longevos. De los anteriores, sus obras escénicas vivas (más allá de los legados, los textos dramáticos o las teorías) no perduraron mucho después de fallecidos.
—Eugenio lo ha organizado todo. Grotowski dejó de hacer espectáculos mucho antes de su fallecimiento. En nuestro caso, como te digo, “si” Eugenio se muere, nosotros todavía tendremos espectáculos suyos en el Odin Teatret. O sea, mientras haya un actor del Odin Teatret haciendo un espectáculo firmado por Eugenio Barba, el Odin Teatret seguirá existiendo.
—¿En esa “supervivencia” están incluidos los espectáculos dirigidos por ustedes, tú, Julia o Iben Nagel, por ejemplo, los que no dirige Eugenio?
—Si Julia hace un espectáculo, interpretado por ella, firmado por Eugenio Barba, esto es un espectáculo del Odin Teatret. Pero si ella se dirige a sí misma o a otra persona, ese espectáculo es del Nordisk Teaterlaboratorium, no del Odin Teatret. El Odin Teatret son solamente los espectáculos firmados por Eugenio Barba. En el curso de los años han existido proyectos bajo el Nordisk Teaterlaboratorium, como el Canada Project, con Richard Fowler, que era actor del Odin Teatret, que dirigió su propio espectáculo; otro actor fue Tony Cots, con su proyecto llamado Basho, o Iben Nagel Rasmussen, que fundó su grupo, Farfa, con sus alumnos… Todos ellos eran parte del Nordisk Teaterlaboratorium. Desde los años ochenta ya existía el Nordisk Teaterlaboratorium, que era como un gran paraguas que acogía a diferentes proyectos. Eso todavía es válido.
”El Odin Teatret sobrevive mientras viva y trabaje su último actor. Cuando muera el último actor del Odin Teatret ya no habrá más Odin Teatret, pero seguirá el Nordisk Teaterlaboratorium. Eugenio un día se va a… otra dimensión, quedamos los actores del Odin y seguimos vendiendo nuestros espectáculos. Pero, si en alguno de estos espectáculos de ensamble, de improviso fallece alguno de los actores, ya no lo podemos seguir presentando, porque no se puede sustituir a nadie.
—Roberta, después de tanto tiempo se te sigue viendo prácticamente igual, en tu físico apenas se nota el paso de los años, sigues igual de guapa que cuando todos los entonces muchachos de mi generación del ISA caíamos enamorados de ti y de tu Judith, pero me imagino que en tus procesos de montaje ha habido cambios —pienso por ejemplo en aquella ocasión cuando Julia Varley dejó de usar los zancos en El Castillo de Holstebro— y quizás tengas experiencias propias para ofrecer a este tipo de actores, los que no se retiran nunca.
—En 1979 tuve un tremendo accidente que me afectó muchísimo la columna vertebral, tuvieron que operarme. Pero estaba joven y me recuperé rápidamente. Ahora es diferente. Cuando uno es joven tiene un cuerpo que funciona bien, pero no sabe cómo utilizarlo. Después llega un momento en que, por medio del trabajo, uno logra utilizar bien el cuerpo que todavía está bueno, conquista experiencia. Llega un momento en el que el cuerpo empieza a tener problemas, pero el actor tiene método, y es ahí cuando debe utilizar esa experiencia para danzar con los problemas.
Llega un momento en el que el cuerpo empieza a tener problemas, pero el actor tiene método, y es ahí cuando debe utilizar esa experiencia para danzar con los problemas.
”Así, estos problemas del cuerpo se vuelven un estímulo, para no repetir lo que ya sabe hacer, para no repetirte y encontrar nuevos caminos. La experiencia que has acumulado te sirve para encontrar maneras de utilizar tus hándicaps y seguir creciendo como actor.
—En este punto estoy viendo dos líneas paralelas entre la actriz y su compañía, en el ciclo natural de vida que corresponde lo mismo para una persona que para un grupo de creadores.
—Eugenio siempre ha logrado ofrecer a los actores libertad creativa. Ha permitido a cada actor desarrollarse de la manera más adecuada en lo personal. De esta manera ha logrado mantener el grupo por tantos años. Porque si Eugenio hubiese dicho “No, usted hace solamente lo que yo quiero”, la gente al rato se hubiese marchado. Es parte de la vida, un árbol tiene que crecer a su manera. Uno es un pino, otro es un eucalipto; nosotros somos árboles diferentes, no podemos crecer de la misma manera. Así es con los actores del Odin Teatret, somos muy diferentes unos de otros, somos los árboles diferentes que hacen a un bosque. Si tú no permites al eucalipto crecer a su manera, se va a morir.
”Mi desarrollo personal al interior del grupo fue posible porque Eugenio me dio mi espacio, los estímulos y los retos que consintieron mi desarrollo. Y ese desarrollo me dio la posibilidad de seguir deseando trabajar con él y con el grupo. Para hacer esto, un director tiene que ser muy inteligente y muy grande.
—Llevo viendo tu espectáculo “Huellas en la Nieve” desde hace…
—Más de treinta años…
—Sí, y ya desde entonces era una recopilación, una síntesis de metodologías, de técnicas que acumulaste por cierta cantidad de otros años. ¿En eso tampoco hubo variaciones, adecuaciones, durante las últimas décadas?
—La vida es una metamorfosis continua. El entrenamiento que yo hacía cuando llegué al Odin Teatret no tiene sentido que lo haga ahora. Porque el entrenamiento es un proceso de trabajo para “aprender a aprender”. Con esa preparación enseñas a tu cuerpo a abrirse al aprendizaje, y es un trabajo que toma cuatro, cinco, diez años, pero después no hay más entrenamiento, es el trabajo del actor sobre sí mismo. Es exploración, búsqueda. Cuando yo muestro mi proceso en “Huellas en la Nieve” hablo de los primeros trece años de mi trabajo en el Odin Teatret, describo exactamente tres estaciones de mi entrenamiento. La primera, donde muestro todos los ejercicios que los actores más antiguos me enseñaron; la segunda, donde muestro mi entrenamiento personal, cuando empecé a crear mis propios principios, y después hablo de una tercera estación, que es ya el trabajo sobre la dramaturgia del actor, cuando tomo textos, músicas, objetos y creo escenas, creo danzas para mi placer personal de actriz, no con el fin de hacer un espectáculo. Es algo que pertenece al jardín privado del actor, que es una búsqueda que llamamos “entrenamiento” porque es un espacio, temporal y físico, del trabajo del actor sobre sí mismo, y que no es un trabajo con el director, en los ensayos para un espectáculo.
Del jardín del rey al jardín privado del actor
Muchas estaciones transcurrieron desde la improvisación inicial —e iniciática— de la maestra Carreri en la sede del Odin, cuando el director le dijo al oído la primera pauta: “En el jardín del rey”, y la joven recién llegada desplegó su primera secuencia de acciones en predios que, más tarde, se convertirían en algo más que un grupo de teatro o un laboratorio escénico, algo que evolucionaría como una escuela de alcances e influencias a escala internacional, una institución formativa destinada a la reunificación de principios teatrales universales mediante el aporte propio y la convocación a disímiles maestros, actores y directores, llegados desde cualquier confín del planeta para unirse a la aventura del Odin Teatret y de la Escuela Internacional de Teatro Antropológico.
Como otros veteranos de la compañía, Roberta Carreri se tomó su tiempo para transitar de la desbordada energía juvenil al jardín personal de su experiencia. Ya en este sitio acendrado, pacífico, nos obsequió unas horas de ideas entretejidas y conceptos íntimos, relativos al arte y a la trascendencia del actor.
Por ello, por el fugaz, aunque sustancioso acceso a ese jardín privado, es muy probable que más generaciones de teatreros continúen transitando alguno de esos senderos que ella, como uno de los eslabones incuestionables del Odin Teatret, nos ha brindado por décadas, tal y como lo hizo para los jóvenes e impetuosos artistas en su segunda visita al gélido enero del desierto sonorense. ®