A grandes males grandes remedios. Estamos obligados, muy literalmente, a que la próxima y nueva normalidad sea una reforma verdadera de nuestra vida urbana. No podemos escatimar esfuerzos ni recursos.
Hasta ahora
Las calles lucen casi vacías, y la ciudad parece haber acatado casi puntualmente las disposiciones sanitarias derivadas de la presente pandemia. Las circunstancias obligan a considerar la manera como la urbe transcurre día con día.
Ha sido obligada la racionalización e incluso la pausa (en ciertos casos) de los servicios públicos habituales. Esto hace evidente la necesidad y complejidad de las tareas que cotidianamente se desempeñan para el adecuado funcionamiento citadino. Esto hace, además, que todos revaloremos las tareas que se cumplen en la urbe y, sobre todo, a quienes aseguran su diaria puesta en marcha y funcionamiento.
Muchos son los renglones en los que es indispensable reflexionar y tomar conciencia. La vida de la ciudad es algo sumamente complejo y delicado que solamente con el compromiso de población y gobierno puede marchar satisfactoriamente.
Lo anterior es solamente un aspecto de lo que implica la marcha de la ciudad, de su funcionalidad misma. Son las tareas que significan el correcto desempeño de todo tipo de redes: electricidad, comunicaciones, movilidad, agua potable, aguas servidas, seguridad, etcétera.
La desaceleración radical de las actividades citadinas ha hecho más visible las con frecuencia complejas redes urbanas. Se trata de los servicios necesarios para que, en estos tiempos complicados, la vida fluya con razonable normalidad. La lectura así obtenida de la realidad urbana permitirá sin duda una mayor conciencia de la importancia de todos los factores que conllevan a una vida urbana satisfactoria.
Ante el futuro, cabe esperar que todos los habitantes de Guadalajara adquieran mayores cuidados y reconocimiento del vasto conjunto de factores que la ciudad necesita para desempeñarse correctamente, y hacer lo necesario para racionalizar al máximo la totalidad de los recursos existentes.
El caso de la movilidad es paradigmático. La limitación de los movimientos cotidianos puede dejar la enseñanza de que es preciso establecer los hábitos de desplazamiento con mayor economía y racionalidad. Por supuesto que esto conlleva una mejoría radical en los actuales servicios de transportes prestados a la ciudadanía. Es de esperarse que esta difícil temporada deje enseñanzas entre toda la población, y un compromiso efectivo para optimizar, por parte de los prestadores de servicios de movilidad, un mejor y más eficiente desempeño.
Muchos son los renglones en los que es indispensable reflexionar y tomar conciencia. La vida de la ciudad es algo sumamente complejo y delicado que solamente con el compromiso de población y gobierno puede marchar satisfactoriamente.
Volver a qué normalidad
Recientes anuncios oficiales hablan de fechas y disposiciones para ir, paulatinamente, volviendo a la normalidad hasta ahora radicalmente alterada por el virus covid–19.
Para ello, es necesario revisar cada una de las acciones y actividades, cotidianas o reiteradas, que cada persona necesitará llevar adelante en el futuro. Un común denominador para todas estas actividades es su análisis y racionalización. Y respecto a la ciudad, en general, lograr hacerla un medio urbano compartido que incorpore todas las necesarias medidas para contar con una mucho mayor sostenibilidad. Es bien sabido que la carga actual de las actividades humanas en el planeta puede conducir a situaciones como las que en estos días enfrentamos.
¿Cómo dar a la ciudad un mayor grado de sostenibilidad? En primer lugar logrando que todos los servicios públicos tengan el mayor grado de eficiencia para no dar pie a un gasto excesivo en recursos, lo que conduce a un desperdicio lesivo para la deseable marcha de la ciudad. Lo anterior se aplica a todas las actividades y redes de servicios y suministros que cotidianamente funcionan. Para ello se requiere una adecuada gestión de los recursos del lado de las autoridades. Pero también del lado de la ciudadanía resulta esencial analizar en lo particular el uso de esos recursos en el transcurso de su vida cotidiana.
Un renglón muy importante es el de la planeación urbana general conducida por instancias oficiales y generalmente llevada adelante por promotores particulares. Por demasiado tiempo el crecimiento urbano resultante ha sido desordenado y generado ante todo por la búsqueda de las mayores ganancias posibles dentro de las circunstancias existentes.
Estas circunstancias se derivan, sobre todo, de la búsqueda de la tierra más barata, alejándose así de las zonas consolidadas y dando pie a la tan costosa dispersión urbana, factor que redunda invariablemente en el desperdicio de energías de todo tipo para establecer marcos adecuados de sostenibilidad. La lejanía de muchos de los nuevos desarrollos genera un mayor número de traslados pendulares y una insuficiencia en dotación de servicios y productos. Necesitamos una ciudad de proximidad, ciudad compacta.
Además de ello, los territorios intermedios entre la ciudad consolidada y los nuevos desarrollos se convierten en nuevas “reservas” territoriales que aumentan automáticamente de precio y quedan marginadas de usos deseables como el de agroindustrias u otros destinos compatibles.
La vuelta a la paulatina normalidad debe conllevar una mucho mayor conciencia de los recursos racionalmente sostenibles y de una perspectiva general y compartida de la ciudad deseable para toda la comunidad.
Medidas urbanas contra la pandemia
Es importante, en medio de la actual emergencia, pensar sobre las medidas urbanas que, de acuerdo a la nueva normalidad requerida, es preciso establecer con urgencia en nuestras ciudades. En primer lugar las medidas sanitarias que ayuden a contener y aminorar los ataques de infecciones diversas. Recuérdese que ahora se debe aprender una lección básica: ciudades insalubres son mucho más fácilmente atacables y vulnerables, en la actualidad y en el futuro visible.
Otra de las principales medidas es hacer parques, todos los parques posibles. Que aseguren para cada barrio y colonia un satisfactorio esponjamiento y una indispensable distancia social al realizar actividades al aire libre.
En uno de los primeros lugares entre los factores de vulnerabilidad, y éste también de escala planetaria, se encuentra el calentamiento global. Asociado al anterior, la persistente contaminación de diversos tipos. Cada ciudad, cada región, tiene como obligación, y tendría que tener como prioridad absoluta reducir su huella de carbono por todos los medios posibles. Este esfuerzo aportaría la colaboración de zonas metropolitanas completas al esfuerzo mundial. Y al mismo tiempo contribuiría poderosamente a la mejora general de la calidad de vida, y por tanto a la reducción de la vulnerabilidad de la población frente a fenómenos como el coronavirus.
¿Qué hacer de inmediato para instaurar una nueva normalidad eficiente y asequible?
Plantar árboles, la mayor cantidad de ejemplares adecuados posibles, en todos los contextos de la ciudad. Una urbe con una satisfactoria cubierta arbórea (green canopy) en mucho reduce la contaminación (aérea, auditiva, estética) y colabora de inmediato a la mejora y el saneamiento del medio ambiente.
¿Cómo hacerlo? Haciendo cumplir los reglamentos municipales, que obligan a plantar un árbol apropiado cada seis metros lineales de todos los predios de la ciudad. De esta manera tendríamos, con la colaboración de la ciudadanía y la acción enérgica de las autoridades, una ciudad varias veces más verde y resiliente. Un nuevo paisaje urbano y una mucho mayor salud general en menos de dos años.
Otra de las principales medidas es hacer parques, todos los parques posibles. Que aseguren para cada barrio y colonia un satisfactorio esponjamiento y una indispensable distancia social al realizar actividades al aire libre. Que propicien el bienestar climático, que absorban en su subsuelo o superficie toda el agua pluvial posible. Lotes baldíos de todos los tamaños, superficies adecuadas en todos los edificios públicos, estacionamientos de todo género: otras tantas medidas para reforzar una ciudad más salubre y más habitable.
Se podría decir que tomar las medidas anteriores es radical, utópico. No lo es: estamos en plena emergencia y es indispensable tomar medidas de fondo. Los ejemplos internacionales abundan. Los costos, dada la crisis, serían accesibles. Y los beneficios inconmensurables y contundentes.
A grandes males grandes remedios. Estamos obligados, muy literalmente, a que la próxima y nueva normalidad sea una reforma verdadera de nuestra vida urbana. No podemos escatimar esfuerzos ni recursos. Debemos tener una visión amplia, accesible, generosa. ®