En una clase de historia del cine mexicano Emilio García Riera contaba que Luis Buñuel se reunía con algunos amigos para ver el programa del Loco Valdés, a quien consideraba “el único surrealista en televisión”.
“Señoras y señoritas, caramelos y bolitas, mi querida familia, hoy me van a perdonar, pero estoy muy cansado, tengo mucho sueño, así que con su permiso, me voy a dormir.” Y Manuel el Loco Valdés se recuesta en el sofá a cumplir lo anunciado. Qué importaba si Andy Warhol filmaba no sé cuántas horas a un durmiente, acá se trataba de la televisión mexicana, de miles de personas viendo el programa del Loco, que dormía a pierna suelta. Corte y Daniel Ríolobos canta una canción; corte, el Loco dormido; corte y un sketch: Guillermo Rivas, Clemente el verdugo, entra a las mazmorras cantando “Mal hombre”, la canción que hiciera popular la legendaria Lidia Mendoza: “Mal hombre, tan ruin es tu alma que no tiene nombre”. “Que levante la mano quien quiera castigo”, dice, y los prisioneros inmovilizados con grilletes los estiran a más no poder. “¡Ah!, todos”, y a la voz de ¡Castigo, castigo! coloca su sobaco frente a las narices de los encadenados. Corte, el Loco dormido, y así, hasta ver los créditos que anuncian el final del programa. ¿Qué habrá soñado don Manuel mientras miles de personas lo veían desde sus casas?
Hacer un homenaje a la locura no estaría mal, hacer un recuento de cómo ha intervenido la locura en el humor, menos. En una clase de historia del cine mexicano Emilio García Riera contaba que Luis Buñuel se reunía con algunos amigos para ver el programa del Loco Valdés, a quien consideraba “el único surrealista en televisión”. Le platico a Manuel Valdés el comentario de Buñuel y contesta: “Pues la verdad que sí. Solamente los que están tan locos como él pueden comprenderme”.
—Buñuel pensó en usted para Simón del desierto, ¿hubo algún acercamiento?
—Platiqué con él, me estuvieron haciendo pruebas; estuve cerca de tres meses enflacando, todavía más de lo que estoy, querían que enflacara yo diez kilos, alcancé a enflacar siete; me ponían barbas postizas y me retrataban para enseñarle a Buñuel cómo iba el personaje.
Silvia Pinal me dijo: “Fíjate, Manuel, la verdad lo siento mucho, pero don Luis escogió a Claudio Brook”. Ni hablar. Lo primero que hice después de la noticia fue acabarme un restaurante.
”Me aprendí el papel de pe a pa: San Simeón el Estilita, sucesor del viejo, que burló con tanta astucia las argucias del demonio, pero ya cuando estaba yo seguro, de repente, después de tanto tiempo de estar haciendo dietas, pero dietas duras de no comer nada, me dijeron que él había cambiado de opinión, que no había yo dado el personaje. Silvia Pinal me dijo: “Fíjate, Manuel, la verdad lo siento mucho, pero don Luis escogió a Claudio Brook”. Ni hablar. Lo primero que hice después de la noticia fue acabarme un restaurante. Entonces toda mi dieta de seis meses valió madre, me dieron una compensación, un dinero, que para mí no era exactamente lo que me importaba, yo tenía mucha ilusión de hacer ese personaje y de trabajar con Buñuel.
—Don Luis tenía mucha razón al darle la bienvenida al grupo de los surrealistas. Me pregunto si alguien más ha embarrado un moco a la lente de una cámara en televisión.
—No, no, no, embarré un chicle, un moco solamente lo enseñé.
—Y destrozaba la escenografía para que el productor (Navarrito) le montara una nueva, ¿confía más en la improvisación que en ensayar una y otra vez alguna rutina?
—Sí, para mí es mucho mejor improvisar porque es donde nado como pez en el agua. Yo fui el que inventó improvisar en la televisión, en eso soy maestro. Hay mucha gente que hoy se acerca a la cámara, hace corretizas, hace caras de esto y lo otro, y eso ya lo hice yo hace mucho tiempo, aunque no por eso dejo de reconocer que algunos chavos nuevos son buenos.
”La comicidad actual es deficiente por falta de originalidad. Lo natural, la improvisación, gusta mucho a la gente, pero los cómicos se han estancado en la misma línea y sobre todo en televisión. La mayoría de los cómicos en televisión se han homogeneizado porque todos se limitan a escritores, y los escritores son muy escasos, por eso los programas tienden a ser lo mismo siempre, además de que a veces es un solo escritor el que hace varios programas.
—También su forma de presentarse en televisión era más alivianada, no trajes ni formalidades.
—Sí, al principio, cuando empecé, también estaba pelonchito, así como estoy ahorita, así estaba yo, na más que tenía más pelo. Era en Variedades de medio día cuando andaba peloncín, pero posteriormente le cambié y me dejé la greñota, la patilla, los acampanados… impuse una moda, por decirlo así.
—¿Cómo preparaban los programas?
La mayoría de los cómicos en televisión se han homogeneizado porque todos se limitan a escritores, y los escritores son muy escasos, por eso los programas tienden a ser lo mismo siempre, además de que a veces es un solo escritor el que hace varios programas.
—A mí me preguntaban todo en ese tiempo y me daban a escuchar las cosas, a ver si yo las aceptaba o no. Ahí era ya en El show del Loco Valdés, por ejemplo la entrada era una canción de Paul Anka, “Jubilation”, tara liri liri liri, tara liri liri liri, tara liri liri liri, y entraba yo con mi melenón tremendo, bailando.
—¿No se enojó Enrique Alonso cuando usted hizo Cachiruloco?
—No, al contrario, me felicitó y me dijo que estaba muy bien, nunca hubo discrepancias al respecto.
—En Ensalada de Locos, ¿cómo era el trabajo con Manuel Rodríguez Ajenjo?
—Él tenía que ver en todo, era el que escribía; naturalmente, nosotros improvisábamos lo que queríamos, yo más que nadie. Alejandro, Lechugón y yo sugeríamos cosas para introducirlas al script de Ajenjo.
—En estas improvisaciones eran frecuentes las bromas y los golpes entre Alejandro Suárez, Héctor Lechuga y usted, ¿quién llevaba la peor parte?
—Definitivamente Lechuga, acuérdese de la entrada del programa.
—El huevazo…
—Sí, un huevazo que le metió Alejandro a Lechugón, que no vea; quedó grabado para siempre. Y por lo regular así era, Alejandro le daba sus fregadazos a Lechugón, que era el que llevaba la peor parte, pero no había nada de mala onda.
—En cuanto a la censura, le tocaron algunas cosas por el tipo de comicidad que ejercía, por ejemplo lo de Benito Juárez…
—Bueno, sí, claro, pero entonces no fue exactamente una tarjeta de expulsión, sino una tarjeta de amonestación. En ese momento improvisé un chistorete que decía: “¿Cuál fue el primer presidente bombero?” “Bomberito Juárez”. Se me hizo muy fácil hacerlo. Entonces estaba entrando Echeverría al poder, y era el año de Juárez… Me llamaron la atención en Gobernación. Fui y les aclaré que respetaba al héroe, como todos nosotros los mexicanos debemos hacerlo, pero que en ese momento fue un chiste que se me ocurrió y que no podía dejar de decirlo. Ya después me inventaron que dije lo de “Manguerita”… No, mentira, yo no dije nada más, ahí me quedé.
—¿Y lo de “todo sube y nada…?
—“Todo sube y nada baja y el pelón viaja que viaja”, eso sí lo dije.
—¿Y hubo otra amonestación?
—Sí, cómo no, pero entonces, ya sabe, hice así [el Loco hace uno de sus clásicos dengues] y ahí quedó.
—Y la leyenda de que usted fue actor en películas porno…
—No, eso no. El que tenga yo el miembro grande no tiene que ver con las películas porno, yo no haría eso en mi vida.
—¿También trabajó en carpa?
—Trabajé en el Teatro Carpa México cuando sí era carpa, ahora ya es teatro. Hice una temporada con todo cariño, ya que no se demerita uno en lo más mínimo y es muy buena la experiencia, porque se trata con gente de a tiro raspadera.
“No quiero entrevistarla, ¿por qué la voy a entrevistar si no quiero? Su disco es muy malo”, y luego dije que a Raúl Ástor, a Raúl Velasco, a Rocha y a Memo Ochoa les hacía agua la canoa. Al otro día dejé de existir, me dijeron: “Fíjese que ya no, ya terminó”.
—¿Cómo fue su experiencia en la radio?
—Yo intervine mucho tiempo en la XEDF, que era de Televisa. Estaba tres horas diarias desde las siete de la mañana. Llegaba y les hacía unas descripciones tremendas: “Tengo llena de arañas la cabina, está Colofox molestándome”. Posteriormente también trabajé en la XEW, duré como un año de dos a tres de la tarde, pero una vez llegué medio crudo y acabé con todo el mundo, tenía que entrevistar a una señorita y dije: “No quiero entrevistarla, ¿por qué la voy a entrevistar si no quiero? Su disco es muy malo”, y luego dije que a Raúl Ástor, a Raúl Velasco, a Rocha y a Memo Ochoa les hacía agua la canoa. Al otro día dejé de existir, me dijeron: “Fíjese que ya no, ya terminó”.
—A la fecha sigue siendo muy famosa su versión de “El médico brujo”, ¿le fue bien con los discos?
—En total son como unos siete u ocho long plays, pero de CDs nada más uno. No le puse atención a eso, no me gustaba ir con los locutores a decirles “Por favor, pongan mi música” o pasarles una feria, la famosa payola. Nunca me preocupé de eso, fue un error de mi parte, porque tendría todo el oro del mundo. A mí no me han producido nada los discos, por ese compacto no recibí un peso, me transaron.
—Podríamos decir que la imaginación y la improvisación son la base de su humor, en cualquier medio en que se presente.
—Sí, definitivamente. Cuando a mí me dicen cómico yo les digo que no lo soy: yo no soy artista, soy loco. Realmente mi repertorio es infinito, puedo hacer lo que yo quiera, lo que sea, y dicen “Pues sí está loco”. En cambio un cómico, por decirlo así, común y corriente, te hace una locura y dices “pues ¿qué le pasa a éste?, ¿fumó mota o qué? ®
Nota: Esta entrevista se realizó en dos sesiones con varios años de distancia. Parte de la primera sesión apareció publicada en Paréntesis en 1989. Replicante la publicó en el núm. 11 de la edición impresa en 11, Primavera de 2007.