En la “cuarta transformación”, es decir, el gobierno de López Obrador y su partido–movimiento se revuelven todas las formas de “autoridad política” que ha visto México desde mediados del siglo XX priista.
1. Es en realidad la segunda falsificación. Quiero decir, la segunda falsificación priista de la Historia mexicana. Y esto es, la adaptación de la historia oficial priista a las necesidades psicopolíticas —del ego y el proyecto— de López Obrador. Este presidente decreta que él es el nombre propio del quinto “gran transformador” de México: Hidalgo, Juárez, Madero, Cárdenas, “YO”. Una muy curiosa necesidad de afirmar que “la transformación” ya ocurrió en buena medida, que sigue ocurriendo y que es inevitable por ser una necesidad histórica, lo que es querer comunicar que el futuro obradorista es también pasado nacional y que el pasado obradorista es el futuro nacional. Proyección autoritaria: intentar controlar el pasado para controlar el presente para controlar el futuro que asegure el control sobre el pasado que te conviene.
2. Es un museo vivo. Retomo y adapto lo que Charles W. Anderson escribió alguna vez: “La política de América Latina es una especie de museo vivo donde siguen existiendo y funcionando todas las formas de autoridad política de la experiencia histórica occidental, actuando mutuamente unas sobre otras en un espectáculo que parece violar todas las reglas de sucesión y cambio” (Politics and Economic Change in Latin America, Princeton, 1967). En la “cuarta transformación”, es decir, el gobierno de López Obrador y su partido–movimiento se revuelven todas las formas de “autoridad política” que ha visto México desde mediados del siglo XX priista, de las que remiten a las formas weberianas “puras” a sus tipos posibles pasando por sus mezclas empíricas y otros híbridos: dosis o fragmentos, como apelación discursiva u otra opción práctica, de autoridad legal–racional (“ganamos bien la elección, tenemos una mayoría de 30 millones de votos”), racio–legalista o formalista (sí, AMLO no sólo ha usado la muleta “es/no es legítimo”, también la de “no es ilegal”: eso dijo cuando nominó militantes o simpatizantes obradoristas a la Corte, aprovechándose de un mal artículo 95 constitucional), carismática (simplemente, Andrés Manuel…), tradicionalista–religiosa (evangelización: el uso de la supuesta autoridad intrínseca del Evangelio, con su supuesta conexión con Dios), tradicionalista-clientelar (una conveniente tradición priista), presidencialista-institucional (“es la investidura”), personalista–presidencialista (“Yo, el Líder que se ganó la Presidencia”), pseudohistórica–nacionalista (recuerde la primera conclusión), etcétera. Y un etcétera multinivel, multidimensional, multiactoral. El museo colectivo existe porque la transformación de la que habla el obradorismo no existe, no en los hechos, y porque AMLO es per se un museo vivo del priismo.
El museo colectivo existe porque la transformación de la que habla el obradorismo no existe, no en los hechos, y porque AMLO es per se un museo vivo del priismo.
3. Puede ser un eructo histórico. El eructo del empacho que se produciría por el encuentro visceral de los fracasos gubernamentales postransicionales —culpa parcial del tipo de transición—, la retórica populista de AMLO y su hiperinflación de expectativas, la insatisfacción con los resultados económicos del neoliberalismo de ayer y hoy, la incompetencia que parece no tener freno en este gobierno que no quiere frenos ni contrapesos. No se pierdan: la “4T” sería lo eructado y la sociedad y la Historia mexicanas las que se empacharían, eventualmente digerirían y eructarían. No digo que es inevitable que los mexicanos expulsen al obradorismo sino que puede suceder. Civil y electoralmente. Porque los absurdos, las ridiculeces improductivas o contraproducentes, los desatinos, las contradicciones obradoristas, son muchas; no son el 100% pero son demasiadas ya y no se vislumbra tendencia a la baja. Y el eructo no sólo es posible, alguna probabilidad variable está en la cocina —como lo está la de la cuarta conclusión…
4. Puede restaurar el régimen autoritario. Lea esto.
Lo mismo que el eructo ventilado en elecciones, la restauración autoritaria —al nivel de régimen político nacional— no es segura, necesaria, automática, indetenible, es una posibilidad. Una posibilidad real, verdadera como tal, basada en hechos, no ficticia. Algo que puede ser o llegar a ser, pero puede no pasar: que algo sea posible incluye siempre la posibilidad gemela de que no se concrete (que algo no pase en los hechos no significa necesariamente que no haya sido posible, y lo que pasó fue posible pero no necesariamente era la única posibilidad). Siguen formándose, evolucionando e interactuando condiciones tanto para el eructo autodefensivo como para la restauración antidemocrática. Esto último sería con el apoyo o indiferencia mayoritarios a una visión priista/antipluralista del país.
¿Qué sucederá? ¿Se frenará —no del FRENAA que rechazo— al poder deteriorante obradorista? ¿O se le volverá a apoyar suficientemente? ¿Una mayoría confundida lo dejará pasar, haciendo de las elecciones el catalizador de su propia desdemocratización? ¿Los mexicanos usarán la democracia en su contra o en su favor? ®