Todos los poemas nacen del azar

Una tortuga, de Norberto de la Torre

Norberto de la Torre tiene la conciencia de que el azar no es caótico y confuso, sino una fuerza organizada que ofrece posibilidades infinitas, senderos que se bifurcan para conducir a otra historia.

En el paraíso perdido
de la probabilidad.
—Wislawa Szymborska
Grabado. Museo de Historia Natural de Nueva York, 1842.

“Todo empieza con una frase absurda” es el verso que abre el libro Una tortuga (filodecaballos, 2020) de Norberto de la Torre (Ciudad de México, 1947). Y este primer poema ofrece al lector una suerte de declaración de principios del autor, que podrá rastrearse a lo largo de las siguientes 84 páginas: “Mi escritorio está en Eleusis/ y la palabra es un misterio,/ o una semilla que sucede”.

Eleusis fue una pequeña población dela Antigüedad, localizada a unos pocos kilómetros de Atenas, donde se encontraba el santuario de las diosas Deméter y Perséfone, quienes, según la mitología, tienen a su cargo la renovación de la tierra, la llegada de la primavera, la prosperidad de los cultivos. No es baladí que Norberto de la Torre sitúe el origen de sus poemas en el sitio donde se honra la feracidad, la naturaleza próspera que, azar incluido, ayuda a germinar la semilla. ¿Qué saldrá de la simiente? Ese es el misterio que el poeta debe desentrañar.

Una tortuga se divide en tres libros: El azar, La tortuga del rey Wen y El ensayo. En el primero el poeta parece tomar pequeñas escenas al vuelo para urdir la trama de sus textos: Encontré cosas extrañas en el misal de la abuela, Ese día era sábado y perdí las llaves, Fe de erratas para un texto perdido, Una vez leí un grafiti.

Como lo hiciera Jorge Luis Borges —a quien pertenece el epígrafe que abre el libro—, el autor tiene la conciencia de que el azar no es caótico y confuso, sino una fuerza organizada que ofrece posibilidades infinitas, senderos que se bifurcan para conducir a otra historia, a otra imagen, a otro verso.

La ciudad, por ejemplo, la ratonera,
el alfabeto roto, el alebrije.
Un ensayo sobre la ciudad,
el miasma del mercado, cuatro balas,
El hambre de los niños dice que Dios sí arroja los dados.
     Dejé la palabra en un camión de ruta ocho.
     La ciudad es un rompecabezas mal armado

Norberto de la Torre arma sus poemas recortando revistas de Tierra Adentro, leyendo con cuidado los grafitis de los muros o los versos labrados en la corteza de los árboles. En uno de los poemas del primer apartado el autor escribe que “Toda manera de ordenar es arbitraria”. Para el lector el capricho del poeta, si es que lo hay, dio forma a dieciséis poemas en los hay espacio para imágenes poderosas, referencias grecolatinas y un ritmo que invita a leer los textos en voz alta.

“Hay muchas formas de mirar el mundo”, dice uno de los versos que aparece en el libro segundo: La tortuga del rey Wen. Aquí los poemas no tienen títulos, están numerados del uno al treinta. Son textos breves, de entre uno y tres párrafos, en los que el agua, el fuego, la imagen, la palabra y las referencias orientales son elementos recurrentes. ¿Por qué la tortuga? Tal vez porque, como lo hicieron los antiguos oráculos, en los símbolos de su caparazón el poeta puede interpretar su propio y extraño idioma.

La tortuga sabe.
La historia en el plastrón, sus cuarteaduras,
la imagen de lo que ya no es,
pero se mueve.

“En el fondo el ensayo es un juego de azar, una hipótesis de cara o cruz en pleno vuelo”, se lee en uno de los poemas que forma parte del Libro tercero: El ensayo. En el cierre de Una tortuga Norberto de la Torre se vale de la prosa, el humor y la irreverencia para dar forma a 21 textos en los que la divagación se convierte en poesía y lo infraordinario en un resumen de imágenes donde hay lugar para terrones de azúcar, cajas de cerillos, corcholatas o que pase el repartidor del pan.

me salió un poema en la caja de cereal, era tierno porque usaba la palabra bogavante y porque daba fe de la cantidad de calorías. me recordó al poema que descubres en el reverso del día cuando arrancas la hoja; la palabra betel, cálamo, almenara. (son setenta poemas si quitas recetas y efemérides).

En su reciente libro de poemas Norberto de la Torre se vale de la brevedad y lo fragmentario para dar forma a una estética propia, donde el verso abreva en la tradición para recomponerla, no sin ironía, en una poesía que, fiel a los misterios eleusinos, es fecunda y reverdece. ®

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