Es preocupante cuando uno tiende a creer que el mundo real es el que modifica el mundo virtual, pero ¿qué pasa cuando el mundo virtual empieza a modificar tu mundo real? Ahí hay que empezar a actuar.
Las redes sociales llegaron a nuestra vida como algo positivo. Llegaron a nuestra vida como algo innovador, nunca antes visto. Llegaron a nuestra vida para acortar distancias. Llegaron a nuestra vida para sociabilizar de otra manera. Pero, ¿a qué costo?
Hace años que las redes sociales pasaron a formar parte de nuestro día a día. No conozco a una persona que no las revise al menos una vez. No obstante, a pesar de que poseen muchas ventajas, como la conectividad y el acortar distancias, también tienen una gran variedad de desventajas.
¿Qué pensarías si te dijera que las redes sociales delimitan y afectan la manera en la que vemos el mundo? ¿De qué forma influye a los adolescentes? ¿Debería haber un manual para utilizar las redes sociales? ¿Cuáles son las intenciones de sus creadores? ¿Cómo funciona el algoritmo?
El algoritmo es una inteligencia artificial destinada a obtener datos constantemente para, a partir de ellos, crear una predicción con la cual intentarán enviarle al usuario, en todo momento, contenido interesante para que continúe navegando muchas horas dentro de las redes sociales. Nunca te preguntaste ¿cómo ganan dinero las empresas como Facebook, Google, Pinterest, Twitter, entre otras?
A pesar de que las redes sociales son “gratis”, tienen un costo camuflado llamado publicidad. En la serie de Netflix El dilema de las redes sociales aseguran que para los creadores nosotros somos un producto al que deben enviarle permanentemente recomendaciones y anuncios. De esta manera, las empresas generan dinero y nosotros perdemos nuestro tiempo. Más horas permanece el usuario dentro de una red social, más avisos verá, más productos comprará, por ende, más riqueza obtendrá la aplicación.
A su vez, las alarmas que nos envía constantemente el celular, ya sea con luces o sonido, también provocan que sintamos la necesidad de estar todo el tiempo conectados, chequeando la información que nos llega.
Según la estudiante de psicología Miranda Weiner, quien actualmente realiza su tesis de licenciatura sobre “La posible relación entre la tecnodependencia, el bienestar emocional y el apoyo social percibido en jóvenes de 18 a 30 años en Argentina”, un joven de doce años dispone diez horas de su día frente a las pantallas, luego duerme 8 h y le quedarían en total tan sólo 6 h para realizar otras actividades.
¿Qué pensarías si te dijera que las redes sociales son una adicción física como el juego de azar? “En nuestro cerebro las notificaciones liberan las mismas hormonas que una droga, es muy adictivo”, dice Weiner. A su vez, las alarmas que nos envía constantemente el celular, ya sea con luces o sonido, también provocan que sintamos la necesidad de estar todo el tiempo conectados, chequeando la información que nos llega. Con respecto a ello, Miranda dice: “Es muy importante que el celular no esté avisándote a vos, sino que cuando vos quieras y tengas tiempo, lo busques”.
Le consulté a dos ingenieros en sistemas de qué manera debe actuar el usuario ante la sobreestimulación y la constante sobreinformación que recibimos. Manuel Frana se refiere a que
un individuo dentro de sus redes no debería dejar de seguir a aquel que piensa distinto, porque automáticamente se coloca en un lado de la brecha. Como consecuencia, el algoritmo nota que al internauta no le interesa o no le gusta determinado tema y hace que deje de recibir información sobre eso, delimitando así su perspectiva.
Valentín Feraudo coincide con Frana y aconseja a los usuarios “ser críticos y escuchar ‘las dos campanas’ de una historia o, por lo menos, conocer los intereses de aquella persona o medio que está comunicando”.
Actualmente vivimos en un mundo en donde abundan las fake news, y en este momento en donde nos encontramos atravesando una pandemia esto se notó más que nunca. Los tres profesionales coincidieron en que la información falsa afecta mayormente a los adultos mayores, quienes suelen consumir casi todo lo que reciben y reenviarlo sin corroborar la veracidad.
“Es una generación que se acostumbró a aceptar los datos que recibían por parte de los medios y ahora, en ocasiones, tienden a creer todo lo que les llega”, dice Frana.
Uno de los grupos que más preocupan son los jóvenes adolescentes, quienes se encuentran insertos en las redes sociales desde una edad muy temprana. Este conjunto de la sociedad comienza a utilizar las plataformas a la par en que forman sus ideales. Por lo tanto, realicé una encuesta en la que 25 de 30 chicos, de entre 14 y 18 años, afirmaron creer que las redes afectan su manera de ver el mundo e influyen en su forma de actuar.
Como consecuencia, Weiner dice:
El filósofo José Carlos Ruiz habla de cómo nos creamos personajes y avatares en las redes, que no tienen nada que ver con la realidad, y nos terminamos enamorando. Lo que es peligroso, porque después salís de ese sujeto que inventaste, te encontrás con vos mismo y te deprimís, se te baja la autoestima, porque no sos eso que mostrás en las redes sociales.
Lo que preocupa no es sólo que los jóvenes creen su personalidad en las plataformas, sino también el ciberbullying que pueden realizar o recibir allí. Con respecto a ello, Frana dice que “las redes sociales potencian lo bueno y lo malo que tenemos en la sociedad” y reflexiona: “Yo creo que todo lo que estaba mal en la sociedad fue potenciado por las redes sociales”.
Lo más alarmante, a mi parecer, es cómo las redes sociales lograron distorsionar nuestra realidad. ¿Alguna vez corroboraste si actuás de la misma manera en todas las plataformas? ¿O si todas muestran lo que verdaderamente sos en “la vida real”? ¿Nunca te pasó de estar estresado por el estudio, el trabajo o alguna otra razón, ver que alguien está de viaje y decir: “Qué ganas de ser esa persona”?
A los padres de Miranda sí. La joven relata:
A mi mamá le pasaba que se angustiaba un montón porque decía: “Estoy todo el día trabajando y veo que todo el mundo está en Europa”. Y mi papá le dice: “Todo el mundo está en Europa, mirá vos, che. ¿Quién es todo todo el mundo?” O sea, son las cinco personas que seguís en las redes sociales. Es preocupante cuando uno tiende a creer que el mundo real es el que modifica el mundo virtual, pero ¿qué pasa cuando el mundo virtual empieza a modificar tu mundo real? Ahí hay que empezar a actuar.
Las redes sociales no están mal. Los creadores no tuvieron malas intenciones al comienzo. ¿Pero qué ocurre ahora? ¿Dónde están las leyes que deberían proteger al usuario en vez de al empresario? Nos volvimos consumistas en exceso. Y no se está negando que los dueños de las plataformas mencionen todo lo que hacen con nosotros en los términos y condiciones, pero nadie lo lee porque el vocabulario es muy específico o muy largo.
Los términos y condiciones deberían presentarse de manera audiovisual y, a su vez, de una forma clara y concisa para que todos los usuarios conozcan qué están haciendo con ellos y su información. Quizás los aceptaríamos igual, pero también quizás, intentaríamos cambiar la manera en que nos utilizan.
¿No es raro que algunos presidentes hagan su campaña a través de las redes sociales? ¿No es raro que las redes sociales tengan acceso todo el tiempo a nuestras fotos? ¿No es raro que Google conozca nuestra ubicación en tiempo real las 24 horas, con quién estás y qué hacés? Podemos continuar negándolo un tiempo más, pero no sabemos en qué puede desencadenar. ®